
Estamos a unas horas de momentos fundamentales para Bolivia. Luego de casi 11 meses de un gobierno dictatorial y una pandemia que sumó el dolor y la desgracia para la mayoría.
Estamos a unas horas de momentos fundamentales para Bolivia. Luego de casi 11 meses de un gobierno dictatorial y una pandemia que sumó el dolor y la desgracia para la mayoría.
La tensión preelectoral se incrementa día a día en Bolivia a las puertas de los esperados comicios generales. Tras el desconocimiento de los resultados electorales en 2019 y el sucesivo Golpe de Estado, hoy confirmado en palabras de los propios perpetradores, el prolongado interinato ha azotado a la población boliviana por 10 largos meses, acarreando consigo una profunda crisis multidimensional: política, económica, social y sanitaria.
Desde la renuncia forzada de Evo Morales el 10 de noviembre de 2019, a raíz de unos comicios polémicos, Bolivia ha sido gobernada por un gobierno no electo que llegó al poder con el apoyo de los principales partidos políticos de la oposición, en circunstancias cuando menos confusas.
La historia y el pueblo boliviano saben que Mesa representa el fracaso de todos los esquemas de la derecha; saben que la propuesta de Mesa no será exitosa en las actuales condiciones de crisis estructural; saben que Mesa fallará porque es un ser inferior al reto que plantea en este momento la historia, entonces la pregunta urgente es ¿por qué la derecha y la embajada apuestan por Mesa? ¿por qué todas las empresas encuestadoras (sobornadas por la embajada) poco a poco nos han llevado a este imaginario del empate entre Lucho y Mesa? ¿por qué nos quieren llevar a una segunda vuelta?
La canciller del Estado Plurinacional de Bolivia, Karen Longaric, en representación al Gobierno de facto de Jeanine Añez, trató de engañar a diputados del Parlamento Europeo. En su discurso a principios del mes en curso, ante esa institución, satanizó, exactamente como lo hizo en la Cumbre del Mercosur, a Evo Morales y a su Partido Movimiento al Socialismo (MAS).
Se ha abierto el escenario previo a las elecciones y una serie de conflictos entre grupos y partidos, nos anuncian las tensiones existentes en la sociedad en torno a lo que ocurrirá el 18 de octubre.
La fragilidad del proceso electoral en Bolivia está dado por la desesperación del régimen de facto y de los sectores de ultraderecha para que, el próximo domingo, el MAS no alcance el triunfo.
Sin duda, el que se vive es un panorama que tiene grandes complicaciones económicas en lo internacional, además, debido a las circunstancias que genera la pandemia del Covid, esta situación da para largo. Es por eso que los peligros no sólo se ciernen en relación a la debacle financiera, que será acuciante y agravada en los próximos años, sino que la mayor amenaza es que los países poderosos se lanzarán sobre todo lo que vean.
La lucha por la recuperación de la democracia en Bolivia tendrá en las elecciones del próximo domingo 18 de octubre un momento trascendental porque se pondrán en juego el destino de la patria, la dignidad y la soberanía nacionales frente al proyecto geopolítico e intervencionista de Estados Unidos que ha impulsado el Golpe de Estado de noviembre de 2019 y busca ahora afianzar su control en América Latina y el Caribe ante su pérdida de hegemonía en el contexto mundial debido al avance de la multipolaridad política, militar, diplomática y económica.