Este éxito empresarial fue acompañado de la creación de la Asociación del Trabajo el mismo mes de octubre; una organización que agrupó a muchas de las más grandes empresas y organizaciones de empleadores del país, y cuya declaración de principios planteaba que su objetivo “es la defensa por la unión, de todos los patrones contra las imposiciones irritantes e injustas de los obreros que obedecen a federaciones” (Arturo Olavarría Bravo.- La Cuestión Social en Chile; Impr. Fiscal de la Penitenciaría; Santiago, 1923; p. 26); y que planteó una política rompehuelgas y de persecución a quienes las propiciaban: “La Asociación lo informará a Ud. respecto de los antecedentes de las personas que Ud. desee u ocupe en sus labores (…) ¿Sus obreros se han declarado en huelga? Comuníquelo Ud. inmediatamente a la Asociación del Trabajo…»