1. Qué está en juego? La bibliografía sobre la presencia de China en Latinoamérica es muy reciente y más bien limitada en comparación con la que existe sobre China en África. Es temprano para detectar líneas generales, sin embargo ya se notan algunos temas recurrentes: Ø ¿Las importaciones chinas están destrozando ciertos sectores económicos en […]
1. Qué está en juego?
La bibliografía sobre la presencia de China en Latinoamérica es muy reciente y más bien limitada en comparación con la que existe sobre China en África. Es temprano para detectar líneas generales, sin embargo ya se notan algunos temas recurrentes:
Ø ¿Las importaciones chinas están destrozando ciertos sectores económicos en Latinoamérica o se trata de un comercio complementario?
Ø ¿Los chinos están desesperadamente buscando petróleo y las inversiones en la infraestructura se tienen que considerar como parte de esa búsqueda?
Ø La llegada de China causó un aumento en los precios de las materias primas los últimos años, lo cual es favorable para muchos países latinoamericanos, pero de esa forma ¿no se acentúa todavía más la característica de ser solamente exportadores de materias primas?
Ø ¿A China no le preocupa más el tema de Taiwán, sobre todo en relación con América Central?
Ø ¿Las relaciones con China no llevarán a un modelo de desarrollo autoritario?
Son todas preguntas y cuestiones legítimas que se merecen una respuesta, pero nosotros creemos que lo principal está en otro lado. Latinoamérica se encuentra en el mismo hemisferio que la superpotencia que dirige el mundo y una mirada a la historia del continente nos enseña que la cuestión fundamental de los últimos 200 años consiste en la hegemonía aplastante de los EE.UU. en esta región. Esa hegemonía determinó todo el resto y lo seguirá haciendo seguramente un tiempo más. Por lo tanto no se puede hablar de la presencia china en Latinoamérica sin hablar de la presencia de EE.UU. Inevitablemente se trata de una relación triangular, pero una relación que está cambiando. Porque los últimos 10 años observamos una nueva dinámica en las relaciones de poder tradicionales. En muchos países llegaron gobiernos progresistas al poder que demuestran una asertividad creciente frente a Washington y han renovado la búsqueda de una integración regional y una fortificación mutua. De ese hecho nacen preguntas fundamentales como: ¿la llegada de China es propicia para la soberanía y la integración latinoamericana o no? ¿Estamos ante un nuevo modelo de relaciones internacionales? Y sobre todo: ¿dejarán los EE.UU. que ocurra todo eso?
2. El dominio histórico de los EE.UU. en Latinoamérica
Desde su nacimiento como estado independiente, EE.UU. considera todo lo que se encuentra al sur como su jardín trasero y territorio conquistado. En 1786 ya, apenas tres años después de la declaración de independencia, dijo el padre espiritual de EE.UU., Thomas Jefferson, que había que postergar la independencia de los países hispanoamericanos hasta que la población de los EE.UU. ‘hubiera crecido lo suficiente como para sacárselos uno por uno de las manos españolas’. [1] Unos 40 años después se declaró la doctrina Monroe. Fue la señal al resto del mundo de que el continente americano era propiedad exclusiva de los norteamericanos y que se suponía que los europeos no se metían allí. En la primera parte del siglo XIX, el 45% del territorio de México fue conquistado o robado por los yanquis y los EE.UU. empezaron a parecerse a un estado continente.
No se colonizaron los países al sur del Río Grande, pero tampoco se podía decir que tenían una soberanía propia. Las economías de estos países fueron ordenadas y construidas en función de la economía de EE.UU. La mayoría de los jefes de estado no eran más que títeres. Los jefes de estado que se oponían en general ‘recibieron’ una intervención militar o directamente un golpe de estado. En los últimos 120 años, Washington organizó más de sesenta intervenciones militares para «restablecer el orden». En general no se trataba exactamente de «operaciones quirúrgicas». En las guerras sucias, en las que EE.UU. jugó un papel central, murieron como mínimo 850.000 personas entre 1945 y 1992. [2] Colin Powell, la llamada ‘paloma’ de Bush I, hizo una síntesis reveladora de los objetivos norteamericanos: ‘Nuestro objetivo consiste en garantizar el control de las empresas norteamericanas en un territorio que va desde el Océano Ártico hasta la Antártida y en garantizar el libre acceso -sin obstáculo alguno- de nuestros productos, servicios, tecnologías y capitales en este hemisferio.’ [3]
Exprimieron bastante a América Latina. De las 500 empresas más grandes de EE.UU. no existe casi ninguna que no tenga presencia en Latinoamérica. Es obvio que las trasnacionales estadounidenses están más que nadie presentes en la región. Casi la quinta parte de todos los beneficios de las empresas norteamericanas en el extranjero vienen de las sucursales latinoamericanas. Esos beneficios anuales son superiores a la riqueza que producen juntos Nicaragua, El Salvador, Honduras, Bolivia y Haití con una población de 40 millones de habitantes. Si solamente se consideran los países del sur, esos beneficios llegan a ser dos tercios del total. Las exportaciones de los EE.UU. hacia Latinoamérica también constituyen más o menos una quinta parte del total y llega a ser más de la mitad si solo se consideran los países del sur. Otro hecho importante son las importaciones de petróleo. La cuarta parte de las importaciones de los EE.UU. vienen de América Latina. [4] Todavía podría aumentar esta cifra, porque se encontraron yacimientos de petróleo importantes en Brasil, Venezuela y Cuba, y quizás también en Haití.
Todos los esfuerzos por parte de los EE.UU. de formar el llamado ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), una zona de libre comercio continental, se tienen que ver en el contexto de asegurarse el acceso a los mercados latinoamericanos. En esta zona el impacto de las trasnacionales norteamericanas habría sido mucho mayor, además hubiera sido un instrumento importante para dificultar la entrada de China al continente.
Latinoamérica es muy importante para los EE.UU., pero EE.UU. también es importante para América Latina, porque el continente depende económicamente mucho de los norteamericanos. El 25% de todas las inversiones extranjeras provienen de EE.UU. y casi la mitad del total de las exportaciones van dirección EE.UU. [5] Además, los países latinoamericanos dependen completamente del FMI y del Banco Mundial para refinanciar sus deudas. Ambas son organizaciones bajo una fuerte influencia de Washington. Como consecuencia de la crisis de la deuda, casi todos los países fueron víctimas de los famosos programas de ajuste estructural. Todas las economías fueron ajustadas para convertirse en regímenes ultraliberales, adaptados a lo que se llama el consenso de Washington. Los pueblos de la región pagaron un precio muy alto por esa dependencia y sumisión económica. Si no tomamos en cuenta los antiguos países del este, los países latinoamericanos en el último decenio tuvieron el crecimiento más bajo de todas las regiones del hemisferio sur. Hay que tomar en cuenta que los años ochenta ya se consideraban como «el decenio perdido». Llegado el cambio de milenio, los países latinoamericanos tenían la deuda por habitante más elevada del mundo. El precio social que pagaron fue igual de alto. Mientras en Asia, sobre todo gracias a China, casi 500 millones de personas salieron de la extrema pobreza, la pobreza extrema en Latinoamérica se duplicó. [6]
3. La llegada de China
No le debe sorprender a nadie que los pueblos latinoamericanos se estén cansando un poco del consenso de Washington y hasta de Washington. Varios líderes progresistas fueron candidatos a la presidencia y pudieron convencer a grandes partes de la población. Empezó con Lula y Chávez y rápidamente siguieron unos cuantos más. Casi simultáneamente, China empezó a dar un salto económico hacia el exterior. Al poco tiempo estas dos dinámicas se encontrarían.
China está creciendo económicamente como nunca lo ha hecho. Está claro que está buscando materias primas estratégicas para poder garantizar sus necesidades energéticas. Está obligada de hacerlo a causa de las relaciones desfavorables entre la demografía y la geografía. El 20% de la población mundial vive en un país que solamente posee del 2% de las reservas petroleras, 0,8% de las reservas de gas, 3% de los bosques, 5% del cobre y 7% de la tierra fértil. [7] Al igual que África, Latinoamérica también es muy rica en materias primas y reservas energéticas, por lo tanto es una candidata apta para satisfacer esas necesidades. China sigue el camino que recorrió Gran Bretaña. Desde el siglo XVI hasta el comienzo del siglo XX, los británicos invirtieron mucho en Sudamérica con tal de adquirir los productos agrícolas y las materias primas necesarios para poder realizar su revolución industrial. Al lado de eso, los chinos también están buscando nuevos mercados en el mundo entero para todo lo que producen masivamente con mucha mano de obra. Se trata sobre todo de aparatos electrónicos, juguetes, textil y zapatos. El perfil de poder adquisitivo de la población latinoamericana se conjuga muy bien con la oferta china.
Y viceversa, también existe en Latinoamérica un hambre enorme de nuevas inversiones, créditos ventajosos (es decir créditos que no implican condiciones políticas ni económicas), aportes tecnológicos y grandes obras de infraestructura. Por supuesto, es muy bienvenido cualquier nuevo socio comercial prometedor. Las importaciones chinas baratas aumentan el poder adquisitivo de grandes capas de la población y las exportaciones crecientes de materia prima significan para algunos países una verdadera bonanza.
Económicamente hablando parece una situación ventajosa para ambos socios comerciales. Pero eso no es todo. Tanto a China como a Latinoamérica le interesa deshacerse de la unipolaridad que nació después de la caída de la Unión Soviética. Los dos son claros exponentes de la creciente asertividad de los países en vías de desarrollo. Esta asertividad solamente es posible gracias a una colaboración sur-sur cada vez más estrecha. El frente que formaron los países del sur quedó muy claro durante las negociaciones de la OMC (Organización Mundial del Comercio) y en la reciente cumbre sobre el clima en Cancún. En ambos casos tanto China como América Latina desempeñaron un papel protagónico. Las relaciones económicas más estrechas entre ambos, forman un aspecto importante en la construcción de un mundo multipolar. En el caso de Latinoamérica son importantes para poder romper con la hegemonía de EE.UU.
La presencia china se expresa de maneras muy variadas: comercio mutuo, inversiones en infraestructuras y en múltiples sectores económicos, colaboraciones tecnológicas y científicas y, finalmente, algo también importante: los créditos. Vamos a desarrollar los aspectos más importantes.
En 2001 China entró a formar parte de la Organización Mundial del Comercio. Desde ese momento el comercio extranjero no ha dejado de crecer exponencialmente. El comercio con Latinoamérica se multiplicó por diez en menos de diez años. China trae sobre todo productos manufacturados industrialmente, mientras que América Latina mayoritariamente vende materias primas, productos agrícolas y energía. De Brasil salen entre otras cosas madera, papel, hierro, carne y petróleo. De Argentina s oja y trigo, de Venezuela abono, minerales de hierro y petróleo, de Chile cobre y papel, de Cuba níquel y cobalto, de Colombia fruta y cuero, de Ecuador verduras, de El Salvador pescado, de Paraguay y Nicaragua lana, de Uruguay lana y trigo, de Perú pienso y cobre. Para algunos de estos países el mercado chino es sumamente importante. China es el mercado principal para Perú. Para Chile y Argentina está en tercer lugar y para Brasil en cuarto lugar. Chile incluso firmó un tratado de libre comercio con China .
En este momento las exportaciones de petróleo hacia China todavía son muy modestas, pero eso podría cambiar rápidamente a corto plazo. Venezuela prometió un aumento sustancial de las exportaciones, en Brasil se encontraron nuevos yacimientos petrolíferos y en Ecuador y Perú, China invirtió en la explotación de los campos petrolíferos. [8]
En 2007 la quinta parte de todas las inversiones extranjeras de China se situaron en Latinoamérica. Los chinos inyectaron capitales en sectores muy variados. En Brasil invirtieron en aeronáutica, acero, industria nuclear, biotecnología, industria farmacéutica, informática, explotación petrolífera, agricultura y banca. En Venezuela invirtieron en la construcción de autobuses y camiones y en el sector de las telecomunicaciones. En Cuba también construyen autobuses y se ocupan de la extracción de petróleo y níquel. En Bolivia invierten en la extracción de petróleo y hierro. En Perú en la extracción de gas y petróleo y en Colombia también en petróleo.
Las inversiones en infraestructura son igualmente muy importantes. China está ayudando a Argentina con la expansión de la red de metro. En Brasil y Panamá están construyendo un gaseoducto y en Venezuela están instalando la infraestructura necesaria para la telefonía móvil, así como varias redes de fibra óptica. En Bolivia, Ecuador y Brasil hacen centrales de energía y en Ecuador construyen escuelas y hospitales. Pero sobre todo resaltan las inversiones en carreteras y transporte que durante las últimas décadas fueron casi totalmente abandonadas en la región. Además, el comercio en este continente tradicionalmente está orientado hacia los mercados norteamericanos y europeos, no hacia los asiáticos. Ahora que los poderes económicos están cambiando hacia el oriente, también hay que adaptar la infraestructura en esa dirección. Eso significa carreteras transversales para conectar el este con el oeste del continente y la instalación de puertos del lado oeste del continente. Hasta ahora, los Andes siempre impidieron las conexiones este-oeste, pero si se ejecutan los planes de los chinos, esto cambiará por siempre. Desde cinco lugares en Brasil y dos lugares en Argentina se están planificando carreteras hacia la costa oeste. En Panamá, Ecuador y Chile se planifican grandes inversiones para ampliar significativamente la capacidad de los puertos. Por fin, en Colombia China planea conectar los océanos Pacifico y Atlántico por tren .
Para realizar estos proyectos, para financiar el comercio o simplemente para proveer a los países con fondos nuevos, China está dando créditos muy ventajosos. En Venezuela alrededor de 12.000 millones de dólares, en Brasil y Argentina, 10.000 millones, en Ecuador y México, 1.000 millones de dólares. También Cuba, Jamaica y Bolivia recibieron inyecciones importantes de capital .
En el sector ciencias y tecnologías, se multiplicaron las colaboraciones. En la aeronáutica (satélites) hay proyectos conjuntos en Brasil, Argentina y Venezuela. En lo nuclear se trabaja con Argentina y en la biotecnología e investigaciones farmacéuticas, con Cuba y Argentina. Asimismo, también hay proyectos de cooperación en agricultura, silvicultura, pesca, biología, geología etc. con diversos países. [9]
Finalmente también se trabaja en el frente diplomático. Las relaciones económicas más estrechas llevan a un acercamiento político. En 2004 China empezó a ser miembro observador en la OEA (Organización de Estados Americanos) y también con el Grupo Río y con el Mercosur existen contactos frecuentes a nivel ministerial. Con Brasil y Venezuela hay regularmente negociaciones bilaterales del más alto nivel. Para terminar, China también obtuvo el estatus de observador en la CEPAL (Comisión Económica Para América Latina y el Caribe), El BID (Banco Interamericano de Desarrollo), la ALADI (Asociación Latinoamericana De Integración) y en PARLATINO (el parlamento latinoamericano). [10]
4. Características de la presencia china
No son nuevos la presencia y los negocios chinos en América Latina, pero en la última década conocieron un enorme auge. Todo hace pensar que esta presencia incrementará todavía más en los próximos años. Es muy temprano para sacar conclusiones o juicios definitivos, sin embargo hay una serie de factores que saltan a la vista.
La primera característica es el pragmatismo. La presencia china en el extranjero es calculada y puro negocio. No tiene motivos ideológicos, ni es un intento de cambiar el orden mundial, como lo fue en los primeros años de la República Popular China. Tampoco se trata de altruismo, como en el caso de las misiones médicas cubanas en más de 80 países. Se trata de interés propio, en particular de la necesidad urgente de proveerse de materia prima, energía y mercados. Latinoamérica es un candidato apto, ni más ni menos. Si al margen los chinos consiguen que estos países dejen de reconocer a Taiwán, bien por ellos, pero sin duda alguna, eso no es el objetivo principal. [11]
Una segunda característica es el trato de igual a igual. Tanto China como los países de América Latina tienen una experiencia en común de pobreza, opresión extranjera y lucha de independencia. Por eso China no se comporta como los otros países de occidente. Las inversiones chinas se orientan mucho más a la expansión de la infraestructura necesaria y al desarrollo social. China está, mucho más que Occidente, dispuesta a compartir sus conocimientos y su tecnología con los países latinoamericanos.
Otro aspecto de ese pasado común es la importancia que se le da a la soberanía. La soberanía es un principio sagrado para los chinos y eso significa que nunca se inmiscuyen en los asuntos de otro país. Cuando se trata de dar créditos, suprimir deudas, hacer grandes inversiones o concluir grandes acuerdos comerciales, no se imponen condiciones como lo hacían siempre los países occidentales. Además, China no se puede permitir eso. Los EE.UU. y Europa pudieron – gracias a su larga presencia y dominio en el pasado- arraigarse sólidamente en la economía latinoamericana. Con tal de tener alguna posibilidad en el mercado como fuerza nueva, China está obligada a ofrecer condiciones más interesantes que las de sus competidores occidentales.
Es poco probable que nazca un nuevo dominio militar y político de la región, como lo tuvieron los EE.UU. en los últimos dos siglos. Washington solamente consiguió establecer su hegemonía al fines del siglo XIX y principios del siglo XX, porque podía operar en un vacío de poder. Ese vacío ya se llenó y además la asertividad de los pueblos latinoamericanos aumentó considerablemente.
Una tercera característica es la prudencia, o como lo dicen los chinos, » cruzar el río pasando por encima de las piedras «. Beijing se cuida de nunca contrariar a los países socios. Las grandes líneas de la presencia económica china siempre se negocian de manera bilateral al nivel más alto y se plasman en acuerdos de cooperación que generalmente benefician a las dos partes.
Los chinos también actúan paulatinamente. No hay enormes planes Marshall o grandes cambios bruscos. Tal como lo hacen en su propio país, también en el extranjero los chinos primero hacen un test a pequeña escala para ver si algún proyecto económico funciona y lo evalúan posteriormente. Corrigen si es necesario o lo hacen desaparecer completamente si no funciona. En el caso de un éxito, lo expanden.
La última característica es la planificación. Las empresas chinas funcionan en una lógica totalmente diferente de la de sus pares occidentales, tanto en casa como en el exterior. Una empresa occidental hace negocios con tal de aprovecharse ella solamente, intenta eliminar la competencia y generalmente actúa sola. En otras palabras: cada uno lo suyo. Sin embargo, l a presencia china en el extranjero forma parte de una estrategia total del país y está siendo guiada en la mayor parte por las autoridades chinas. En función de las prioridades nacionales se establece una visión a largo plazo y se hacen acuerdos bilaterales a nivel del gobierno. Las empresas chinas individuales -muchas veces estatales- operan siempre dentro de este marco cuando hacen negocios con América Latina. Esto no significa que no haya competencia posible entre las empresas chinas, pero esa competencia siempre está marcada dentro de las prioridades establecidas anteriormente.
Esta lógica tiene dos ventajas. En primer lugar la ventaja de la escala. Proyectos a gran escala que requieren mucho capital y tecnología especializada no están al alcance de muchas empresas occidentales. Es el caso de los grandes proyectos de infraestructura. Mediante la aproximación colectiva y guiada de China, ese obstáculo puede ser superado más fácilmente. En segundo lugar las empresas chinas no tienen la necesidad de obtener beneficios a corto plazo. Las autoridades chinas tienen mucho más paciencia que los accionistas occidentales. Esto les da una ventaja enorme a los chinos para los proyectos prometedores que solamente a largo plazo serán rentables.
5. El impacto de la presencia china
La situación económica en América Latina no es para nada homogénea. La influencia de las inversiones y el comercio con los chinos difiere según el perfil económico de cada país. Los países más complementarios, como Perú y Chile, hacen negocios brillantes. Otros países que ofrecen más una producción industrial de baja calificación, principalmente en el sector téxtil, como México y Costa Rica, reciben golpes. Para países como Brasil y Argentina hay ventajas e inconvenientes: enormes beneficios para las exportaciones, pero pérdidas en algunos sectores industriales. Globalmente hablando, las exportaciones chinas son bastante diferentes de las exportaciones latinoamericanas, por lo tanto no son competidores. En lo referente al mercado de EE.UU., frente a los países asiáticos los países latinoamericanos tienen la ventaja adicional del transporte, ya que la distancia es mucho más corta. América Latina pierde terreno en el mercado mundial, pero eso se debe más a la organización local y la oferta que a una demanda más baja debida a la competencia. [12] La razón por la cual México y América Central son tan sensibles a la competencia china es que son extremadamente dependientes de los EE.UU. [13]
La creciente demanda de materias primas del período pasado, sobre todo desde Asia, hizo aumentar tanto los precios como el volumen exportado. Y viceversa, pudieron aprovecharse de las importaciones más baratas desde esa región. Para la mayoría de los países latinoamericanos ha sido muy ventajosa esta situación, porque les proporcionó el tan deseado excedente en la balanza comercial, sobre todo frente a China. Según muchos observadores, la prosperidad de la región últimamente se debe al comercio creciente con China. Según la Cepal, un órgano de la ONU que se dedica a las economías latinoamericanas, estos países saldrán de la crisis económica y financiera gracias al comercio con China. [14]
Por lo tanto el comercio es una ventaja importante, por eso las enormes obras de infraestructura previstas podrán tener un gran impacto a largo plazo. Si todo sale según el plan, las nuevas carreteras y puertos cambiarán significativamente la orientación de la producción y el comercio en la región. Los ejes transcontinentales impulsarán fuertemente la integración económica del continente entero. En cierta forma, son los condicionantes para un integración económica duradera. En segundo lugar estas obras de infraestructura son importantísimas para mejorar la posición en el mercado mundial. Muchas ciudades en la costa este podrán convertirse en importantes centros comerciales para el comercio con el Lejano Oriente y puntos de conexión para las empresas asiáticas que quieren comerciar con Latino América o incluso con EE.UU.
Sea como sea, la apertura hacia Asia hará desaparecer la completa dependencia comercial de los EE.UU. y puede ser un catalizador importante para la expansión económica de la región. Ponemos énfasis en «puede». Porque para realmente poder aprovecharse también de la dinámica económica asiática, tendrán que hacer más que eso. Para mejorar su posición en el mercado mundial, se necesita una política industrial seria, si no, Latinoamérica se quedará -como África- en el puro papel de exportador de materias primas. Eso supone que para el abastecimiento de productos y servicios de alta tecnología ya no dependan de empresas extranjeras, sino de su propias industrias nacionales. En este aspecto queda mucho trabajo por delante todavía, aunque hay que decir que con la llegada al poder de más gobiernos de izquierda, más nacionalistas, y una cooperación regional creciente, se cumplen mucho más ahora que antes los requisitos políticos para poder realizarlo.
La presencia china es sobre todo económica, pero también tiene un impacto geopolítico e ideológico. La creciente cooperación económica va de la mano con un acercamiento diplomático. En países como Brasil, Venezuela y Cuba podríamos incluso hablar de una futura alianza. La presencia de China en algunas organizaciones regionales- aunque sea meramente como observador – tiene un fuerte significado simbólico. Gracias a este acercamiento, los países latinoamericanos se pueden permitir una actitud mucho más asertiva hacia los EE.UU. y también adquieren más influencia en las negociaciones internacionales.
La influencia ideológica es igualmente importante. Una parte esencial de la hegemonía de los EE.UU. consistía en la convicción de que el modelo capitalista occidental era superior. Tras la caída del muro de Berlín, se proclamó incluso el fin de la historia. Para la izquierda latinoamericana fue un golpe tremendo. Pero una década después, con la llegada de China y el auge de su economía, parece que la historia recién comienza y el modelo capitalista sufre un serio golpe. La crisis financiera solamente reforzó ese sentimiento. Mark Leonard, sinólogo, lo expresa de la forma siguiente: ‘China es un modelo para el resto del mundo. Las cifras de crecimiento impresionantes, sin democracia burguesa, crean el desafío ideológico más grande para el occidente desde finales de la Guerra Fría.’ [15] Los líderes progresistas latinoamericanos sin duda supieron aprovechar esta coyuntura ideológica favorable. Los puntos atractivos del modelo chino para América Latina son 1) La economía es dirigida en gran parte por las autoridades políticas: los sectores claves están en manos del estado. El gobierno controla y dirige el banco central y la política monetaria, las principales orientaciones de la economía – cuanto se invertirá y en qué sectores- se plasman en planes a largo plazo, …. 2) Se dedican recursos relativamente importantes a la educación y a la infraestructura. 3) Hay lazos estrechos con otros países del Sur con el objetivo de aumentar el desarrollo mutuo.
6. ¿Y los EE.UU.?
En 2010 los EE.UU. todavía reinaban en casi todos los sectores en la región entera. Ahora las cosas están cambiando rápidamente. En estos momentos el comercio entre los EE.UU. y la región es cinco veces superior al de los chinos. En cuanto a inversiones extranjeras, es hasta veinte veces más grande. Pero los norteamericanos van perdiendo cada día más terreno. El motor económico crepita y desde 2008 hay una escasez de crédito. Tampoco lograron realizar su sueño de una gran zona de libre comercio en las Américas, el proyecto del ALCA fue enterrado en 2005.
China por lo contrario tiene el viento económico a favor y sobran los créditos. En consecuencia, los chinos están adquiriendo una parte cada vez más grande del mercado latinoamericano. Al ritmo de crecimiento actual, China será en 2025 el inversor más importante en el continente. En cuanto al comercio exterior, podría llegar a ser el número uno ya algunos años antes. [16]
Llama la atención que la presencia económica reducida por parte de EE.UU. se traduce en un aumento de actividad militar en la región. En general se piensa que tras el 11-S la Casa Blanca se olvidó de su » patio trasero», pero los hechos prueban lo contrario. Hubo un aumento de militares latinoamericanos entrenados en EE.UU. y de visitas de militares estadounidenses de alto rango a países de América Latina. Después del 11-S, la región del Caribe (que integra las islas caribeñas, México, Panamá y América Central) entró a formar parte del Área de Defensa Nacional. [17] Entre 2000 y 2006 Colombia recibió unos cinco mil millones de dólares en ayuda militar, lo cual ubicó al país en el quinto puesto después de Irak, Afganistán, Israel y Egipto. También se expandieron varias bases militares y tras sesenta años de inactividad, se reactivó la Cuarta Flota en 2008. La CIA también estuvo implicada directa o indirectamente con los golpes de estado en Venezuela (2002) y Honduras (2009). Parece que la Casa Blanca quiere compensar la influencia perdida en el terreno económico y político con más poder militar.
Dan Burton, importante miembro del congreso y uno de los autores de la ley del embargo contra Cuba, no esconde nada: «Es sumamente importante que no dejemos crecer a un enemigo potencial de los EE.UU. hasta que alcance a ser una fuerza dominante en esta parte del mundo [América Latina, n.d.a.]. (…) Creo que hay que tener mucho cuidado. Tenemos que limitar y compensar la subida del poder de China. Quizás incluso tenemos que considerar las acciones de China en América Latina como la llegada de una fuerza dominante en nuestro hemisferio. Opino que la creciente influencia económica, política y militar china en el hemisferio oeste es un desafío importante para los EE.UU. en los próximos años.» [18]
Lo más preocupante de esta historia es el abastecimiento de energía. Se nota en las cifras siguientes: en China vive 20% de la población mundial y se consume 10% del petróleo. En EE.UU. es al revés: viven 4,6% de los habitantes y consumen 22% o sea 10 veces más por habitante. Si un chino o un indio consumiera la quinta parte de lo que consume un norteamericano , habría que extraer un 25% más de petróleo. Si llegan a consumir la tercera parte -lo cual es un pronóstico realista a cierto plazo- habrá que extraer un 50% más. En este momento no existe ninguna seguridad de que la capacidad pueda llegar a aumentarse en un 50%. A corto plazo hay pocas posibilidades de poder aumentar la producción mundial, ni hablemos de posibles subidas de los precios. Por lo tanto no es sorprendente que Washington reaccione con mucho nerviosismo a los planes del presidente Venezolano Chávez de disminuir sus exportaciones a los EE.UU. a favor de China. [19] También los intentos por parte de Chávez de formar una alianza petrolera del Caribe son considerados peligrosos. Cualquier indicación de que China llegue a un acuerdo con un futuro cártel petrolero latinoamericano, sería considerada por Washington como una amenaza directa. [20]
Es difícil predecir cómo terminará esta historia del petróleo, pero seguramente hay suficiente potencial de tensiones serias que podrían llevar a verdaderos conflictos.
7. Algunas conclusiones
Empezamos este artículo con tres preguntas. A partir de lo que expusimos arriba, intentaremos formular algunas respuestas ahora. La primera pregunta era si la llegada de China es favorable o no a la soberanía y el proceso de integración de América Latina. La respuesta es afirmativa. La progresiva presencia económica de China ofrece muchas posibilidades y oportunidades interesantes: cooperación en el sector tecnológico, diversificación del comercio, nuevas líneas de crédito. Gracias a esos factores disminuirá la dependencia de EE.UU. y el FMI. Las grandes obras de infraestructura planeadas pueden formar la base de una integración económica duradera. El comercio ha crecido y las inversiones chinas globalmente hablando han traído más prosperidad, tras veinte años de intentos y fracasos. Indirectamente también son un apoyo a los gobernantes progresistas que quieren independizarse un poco más de Washington. También han puesto a los líderes latinoamericanos en una posición más fuerte para rechazar el ALCA. La presencia económica china también es una oportunidad para más desarrollo económico, con una condición: que América Latina la acompañe con una política industrial adecuada. De no ser así, el continente se ve amenazado con cambiar la dependencia de EE.UU. por la dependencia de China. Finalmente también está el modesto apoyo ideológico. El consenso de Washington es reemplazado por nuevos proyectos de sociedad y el modelo chino podría servir de fuente de inspiración.
La segunda pregunta era si estábamos ante un nuevo modelo de relaciones internacionales. Aquí también la respuesta es afirmativa y no es sorprendente porque la región tuvo que sobrevivir a unos cuantos golpes. Según algunas personas, América Latina todavía se encuentra demasiado en el papel de proveedor de materia prima en sus relaciones económicas con China . Es verdad que eso es un inconveniente, pero en todo caso las antiguas relaciones dominantes son reemplazadas por relaciones basadas en la igualdad y el respeto, y eso es un gran alivio. Ya no se imponen condiciones económicas ni políticas, ni siquiera cuando se trata de suprimir deudas. Para terminar, hay un intercambio mucho más fluido de tecnología.
La tercera pregunta era si los EE.UU. dejarán que todo esto ocurra. Esa es más difícil de responder. Los EE.UU. son una potencia mundial en caída. Es poco probable que no se opongan a esa caída y que la acepten así nomás. Sobre todo su adicción al petróleo podría llegar a agudizar las cosas. Vimos que Washington aumentó su presencia militar en la ultima década en la región y esa no es una buena señal. Fidel Castro dijo alguna vez que ‘cada clase dominante se cree invencible hasta que la historia demuestra lo contrario .’ [21] Esperemos que se equivoque.
Notas
[1] Suárez Salazar L., Madre América. Un siglo de violencia y dolor (1898-1998), La Habana 2003, p. 11.
[2] Ibid., p. 19.
[3] Cockroft J., América Latina y Estados Unidos. Historia y política país por país, La Habana 2004, p. 6.
[4] http://www.bea.gov/international/datatables/usdctry/usdctry.htm ; http://dataweb.usitc.gov/scripts/Regions.asp ; http://www.gravmag.com/imports.shtml ; http://www.fas.org/sgp/crs/row/98-840.pdf .
[5] http://stats.unctad.org/FDI/TableViewer/tableView.aspx?ReportId=3084 ;
[6] Banco Mundial, Word Development Report 2005, Washington 2005, p. 257, 261 en 263; Chen S. & Ravallion M., How Have the World’s Poorest Fared Since the Early 1980s?, World Bank Policy Research Working Paper No. 3341 , Washington 2004, p. 29; UNDP, Discussions Paper Series nr. 2, 1996, p. 32. Para América Latina se trata del periodo 1980-1995; para Asia del periodo 1981-2001.
[7] Shixue J., ‘The Chinese Foreign Policy Perspective’, en Roett R. & Paz G. (ed.), China’s Expansion into the Western Hemisphere, Washington 2008, 27-43, p. 34.
[8] En 2006 América Latina exportó el 5% de su petroleo a China. Por el contrario, América Latina representó el 7% de las importaciones de petróleo de China. Si Venezuela llega a producir lo que prometió y sigue la producción en Brasil, Ecuador y Perú, estos porcentajes podrían fácilmente llegar a estar por encima del 20%. Palacios L., ‘Latin America as China’s Energy Supplier’, in Roett R. & Paz G. (ed.), op. cit., 170-189.
[9] Evan Ellis R., China in Latin America. The Whats & Werefores, Londres 2009, p. 49-249; Center for Hemispheric Policy, China Undermines U.S. in Latin America, http://www.latinbusinesschronicle.com/app/article.aspx?id=1297 .
[10] El Grupo de Río se puede considerar como la OEA sin EE.UU. El Mercosur es la unión aduanera entre Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Venezuela. La CEPAL es una comisión de la ONU. El BID se puede considerar como el Banco Mundial para América Latina. El ALADI es una unión que tiene como objetivo la formación de un mercado común. Casi todos los países de América Latina son miembros. El Parlatino se puede comparar con el Parlamento Europeo, pero sin la fuerte unión.
[11] La mitad de los 24 países que todavía reconocen a Taiwán son latinoamericanos. Eso deja claro la influencia de los EE.UU. en la región. Son países con un PIB reducido y pocas materias primas estratégicas. Una parte de estos países tiene un tratado de libre comercio con EE.UU. y son justamente los países que más sufren del aumento de las exportaciones chinas a los EE.UU. Es poco probable que reconozcan diplomáticamente a corto plazo la República Popular China.
[12] Devlin R., ‘China’s Economic Rise’, en Roett R. & Paz G. (ed.), op. cit., 111-147, p. 121 y 140-3.
[13] Los golpes sobre todo en el sector textil. Los países de América Central dependen en más del 90% de los EE.UU. para sus exportaciones. Antes de la existencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, el textil chino tenía una posición dominante en E.E.UU. Gracias al tratado, México y otros países de la región se hicieron más fuertes que los chinos. Tras la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio en 2001 y tras la abolición de las cuotas bajo el acuerdo multifibra en 2005, China volvió a tener más acceso al mercado norteamericano, con consecuencias negativas para México y América Central. González F., ‘Latin America in the Economic Equation – Winners and losers: What Can losers Do?’ en Roett R. & Paz G. (ed.), op. cit., 148-169, p. 159.
[14] http://www.eclac.cl/cgi-bin/getProd.asp?xml=/prensa/noticias/comunicados/1/36931/P36931.xml&xsl=/prensa/tpl/p6f.xsl&base=/argentina/tpl/top-bottom.xslt . También en ‘Latijns-Amerikaanse uitweg loopt via China’, IPS 6 oktober 2009.
[15] Mark Leonard en Financial Times 9-10/07/2005, p. w1-2.
[16] Hornbeck J., U.S.-Latin America Trade: Recent Trends and Policy Issues, CRS Report for Congress, 3 septiembre 2009, p. 8 en 9; Cepal, La República Popular China y América Latina y el Caribe: hacia una relación estratégica, Santiago de Chile 2010, p. 13; Evan Ellis R., op. cit., p. 27; http://www.mcclatchydc.com/homepage/story/71510.html .
[17] Tokatlian J., ‘A View from Latin America’, en Roett R. & Paz G. (ed.), op. cit., 59-89, p. 64 y 68.
[18] BBC 1 de abril 2006, http://news.bbc.co.uk/2/hi/programmes/from_our_own_correspondent/4865122.stm ; http://commdocs.house.gov/committees/intlrel/hfa20404.000/hfa20404_0f.htm .
[19] Venezuela exportó en 2008 el 63% de su petroleo a EE.UU,lo cual significaba el 9% del total de las importaciones de petroleo de EE.UU. http://www.eia.doe.gov/cabs/Venezuela/Oil.html
[20] Lanxin X., An Alternative Chinese View, en Roett R. & Paz G. (ed.), op. cit., 44-58, p. 56.
[21] http://www.mail-archive.com/[email protected]/msg00115.html.