En los países poscomunistas, la historia -especialmente aquella de la Segunda Guerra Mundial- representa una postura importante en la batalla de las ideas. Ya que las fuerzas nacionalistas, que constituyen uno de los pilares del nuevo régimen, se esfuerzan por justificar en nombre de la hostilidad de la Unión Soviética, su colaboración con la ocupación […]
En los países poscomunistas, la historia -especialmente aquella de la Segunda Guerra Mundial- representa una postura importante en la batalla de las ideas. Ya que las fuerzas nacionalistas, que constituyen uno de los pilares del nuevo régimen, se esfuerzan por justificar en nombre de la hostilidad de la Unión Soviética, su colaboración con la ocupación nazi y su maquinaria genocida.
Maidan, la Plaza de la Independencia en Kiev. ¿Cómo olvidarla? A fines de 2004, la «Revolución Naranja» había convocado allí a los canales de televisión del mundo entero. Esta vez ofrecía un nuevo un espectáculo, pero de otro color: se vestía de rojo, con la hoz y el martillo estampados. Ese 9 de mayo de 2007, la «Victoria sobre el fascismo» cumplía 62 años (1). Y Ucrania lo recordaba. Por el bulevar Kreschiatik cercano a la plaza avanzaban los veteranos del Ejército Rojo y de los partisanos, cubiertos de medallas. En los altoparlantes resonaba el famoso himno a la rebelión de 1941: «De pie, inmenso pueblo, frente a las tinieblas del fascismo, se libra la guerra popular, la guerra sagrada».
En este ritual muy soviético, la joven democracia ucraniana estaba sin embargo bien representada: la oposición naranja (actualmente minoritaria), su líder, jefe de Estado y del partido Nuestra Ucrania, Viktor Yushchenko, la «musa» Yulia Timoshenko a la cabeza del Bloque que lleva su nombre, la bandera nacional amarilla y azul, el ejército regular…
¿Un desvío de este homenaje a la hazaña de la URSS? De ninguna manera: simplemente, la tradición arraigada. Sobre la torta, una frutilla amarga esperaba al Presidente: detrás del desfile oficial, surgía una manifestación popular repleta de banderas rojas comunistas, rosas socialistas, azules y blancas de la creciente fuerza del Partido de las Regiones de Viktor Yanukovich, el Primer Ministro, ausente por razones médicas. Era la irrupción de la coalición mayoritaria de la Rada, el Parlamento presidido por el socialista Alexander Moroz, que el Jefe de Estado disolvió el 2 de abril.
Este último desapareció rápidamente junto con su comitiva. Los manifestantes treparán entonces las colinas hacia el Parque de la Gloria Eterna, sobrio y solemne, luego cubrirán de flores las tumbas de los héroes, y finalmente, más arriba aún, subirán hasta el pomposo Memorial-Museo de la «Gran Guerra Patriótica (2)», donde los esperan (pequeños) festines, discursos y música. Recorriendo las calles y los parques, son miles que se dejan llevar por la fiesta, al ritmo de las melodías de antaño: Caminos de polvo y bruma, Katiusha, Sombría Noche, La jata (3) incendiada, El planeta arde y sigue girando y otras canciones y valses que evocan los tiempos de guerra, angustia y liberación.
El occidental lego perdería allí su cirílico. Poco sabe de lo que significó la ocupación nazi en el Este. ¿Quién le contó sobre las matanzas masivas de 1941-1943, los pueblos incendiados con sus habitantes, los más de tres millones de prisioneros soviéticos exterminados? ¿Qué sabe de la guerra de los partisanos, el papel del Ejército Rojo, cada vez más retaceado a Occidente? Ajenos le son, necesariamente, ese lirismo eslavo, mezcla de emociones sinceras y grandilocuencia, ese gran mito doloroso heredado de la URSS.
Esos días, la televisión rusa y ucraniana difundía películas, documentales y debates que recordaban las gloriosas batallas, la alegría de la victoria, pero también los traumatismos transgeneracionales, los «desaparecidos» aún buscados, los adultos que crecieron en orfanatos o en casas de familiares también huérfanos. No faltaron los temas tabú del tiempo de la URSS: la suerte de los prisioneros sobrevivientes de Alemania y enviados como «sospechosos» al gulag, la colaboración armada, la deportación de pueblos «castigados» por la traición de sus propias minorías. El 17 de mayo se celebró en Kiev una «velada-réquiem» oficial en memoria de los tártaros expulsados de Crimea en 1944 (4). Fue también en Ucrania donde se destruyó la «Yiddishland»: en Lvov, Babi Yar Berdichev y otros donde se produjo el judeocidio por fusilamiento, primera etapa de la «solución final».
Ese 9 de mayo de 2007, el presidente Yushchenko previó también una «frutilla amarga» para la torta de la victoria. Aprovechó la ocasión para impulsar, frente a los veteranos soviéticos, la rehabilitación de aquellos que los combatieron: la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN) y su Ejército Insurgente Ucraniano (UPA), reconocidos oficialmente en 2002, así como la Iglesia greco-católica (uniata) afín a éstos, pese a algunas discretas protestas rusas, polacas y judías. Para el jefe de Estado, se trataba de acelerar la «reconciliación nacional» con el fin de superar las divisiones del pasado.
Entre los «héroes de la resistencia» que citó figura, no el jefe de los partisanos rojos, Sidor Kovpak, sino el comandante del UPA, Roman Shujevych, el centenario de cuyo nacimiento se celebró con gran pompa, el 17 de julio, en varias ciudades… olvidando que fue en 1941-1942 uno de los jefes del batallón Nachtigall de la Wehrmacht y miembro de la policía auxiliar nazi. Otra personalidad homenajeada: Simon Petliura, el líder nacionalista antibolchevique, que ordenó aplastar la insurrección obrera del Arsenal de Kiev, en febrero de 1918. Considerado pogromista, cayó en mayo de 1926 asesinado por un «terrorista judío» (5). La primera piedra de su futura estatua se colocó el 25 de mayo en Poltava, su ciudad natal…
«Reconciliación nacional»
En Galitzia, cuna y bastión del nacionalismo, se golpeó más fuerte, rindiendo homenaje a la división Galitzia (Halichina) que, como se sabe, perteneció a las SS de Heinrich Himmler, pero a la que llaman más amablemente «Primera División del Ejército Nacional Ucraniano», según su última denominación de 1944. Sus veteranos reciben, en esta región, las mismas jubilaciones que los del Ejército Rojo y el UPA. Un desfile de las SS y sus simpatizantes, previsto en Kiev para el 28 de abril, fue prohibido por el gobierno. Kiev, es cierto, no es Riga…
Al nuevo régimen no le molesta reescribir la historia. Actualmente se presenta a la OUN-UPA del legendario Stepan Bandera como una «resistencia en tres frentes»: contra los nazis, los soviéticos y los polacos. Este defensor del movimiento admitía haberse aliado inicialmente con el III Reich: esperaba de éste un Estado independiente. Y citaba los ejemplos de Croacia, Eslovaquia y la Francia de Vichy. Hubiera sido mejor ser un protectorado alemán que un territorio ocupado. «En la Francia contemporánea, se revisó la opinión sobre el mariscal Pétain, antes considerado unánimemente un traidor del pueblo francés. Se comprendió que intentaba salvaguardar aunque sólo fuese una gota de independencia para la población que no podía combatir: las mujeres, los niños, los ancianos (6)».
Sin embargo, no es fácil tratar el tema de la «reconciliación nacional» con los enemigos de ayer.
El último comandante con vida del UPA, Vassili Kouk, tiene no obstante un discurso conciliador. ¿El 9 de mayo? Lo hace suyo. «Es el día de la victoria sobre el fascismo. El hitlerismo era un horror. Toda Europa luchó contra él, y no sólo el Ejército Rojo». Agrega, sin embargo, esta frase que causa perplejidad: «Los veteranos del UPA mantienen excelentes relaciones con los del Ejército Rojo, quienes apoyan la idea de la independencia de Ucrania». Y lanza estas palabras aún más sorprendentes: «El UPA nunca luchó contra el pueblo de Ucrania o el Ejército Rojo (…). Sus comandantes y los nuestros simulaban no verse. Luchamos contra las tropas del NKVD (7) (…) y los invasores fascistas». Dejemos que los historiadores se ocupen de desenredar el ovillo. Partisano antisoviético hasta 1954, prisionero hasta 1960, el comandante Kouk trabajó luego, vigilado por la KGB, en el Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de Ucrania, del que fue despedido en 1972. Jubilado, respetado, escribe sus memorias…
Si Yushchenko pretende equiparar la condena del nazismo con la del comunismo, tiene trabajo para rato. En 2006, una ley votada por la Rada calificó de «genocidio del pueblo ucraniano» (Holodomor) la hambruna de 1932-1933, a pesar de que de la mayoría de los diputados del Este opinaba lo contrario. La controversia entre historiadores continúa, pero los diputados ya decidieron (8). Los contestatarios pasan por «negacionistas». A fines de abril de 2007, el jefe de Estado denunció nuevamente el «régimen comunista totalitario» al conmemorarse la operación Vístula, en la que Polonia expulsó a unos 150.000 ucranianos, en 1947. Pero, en Varsovia, se acusa al UPA del exterminio de polacos en 1943.
Decenas de miles de víctimas de ejecuciones soviéticas fueron enterradas en el bosque de Bykivnya, cerca de Kiev. El 20 de mayo de 2007 se realizó allí un homenaje a las «víctimas del terror comunista» de 1937-1938, por iniciativa de la asociación Memorial de Kiev, que fundó el Instituto de la Memoria Nacional y el Museo de la Ocupación Soviética. Muy controvertido y considerado «injuriante y provocador» por Moscú, este último goza, desde junio, de la protección de la Juventud del partido presidencial. En 2006, Yushchenko había declarado: «Debería recordarse la tragedia de Bykivnya como se recuerda Auschwitz, Buchenwald y Dachau». De ahí a equiparar la represión estalinista con el judeocidio… Si bien Occidente, molesto, apenas reaccionó en contra de esta amalgama, Israel protestó contra dos dimensiones de este desvío: el paralelo entre el Holodomor y la Shoah, pero también el activismo antisemita que rodea a esta campaña; algunos señalan que el principal responsable de la colectivización y por ende de la hambruna en Ucrania, Lazar Kaganovich, era judío…
Antisemitismo de choque
Volvamos a Maidan, donde puestos de «literatura y simbología ucranianas» ofrecen (desde 1986, aseguran los vendedores) productos elocuentes: Los Protocolos de los Sabios de Sión, obras del teórico nazi Alfred Rosenberg y el historiador Matvei Chapoval sobre Los judíos en Ucrania, panfletos que denuncian la «dictadura judía», ayer en la URSS y hoy aquí. Algunas publicaciones llevan incluso la cruz gamada. Estas expresiones de nazismo en estado bruto lindan -¿fortuitamente?- con la propaganda de la OUN-UPA. El antisemitismo de choque tiene además su estado mayor en Kiev: en la Academia Interregional de Dirección de Personal (MAUP) dirigida por Georgii Shchekin, una red de universidades y escuelas privadas que agrupa a 57.000 estudiantes en treinta y dos regiones. Editora de panfletos judeófobos, la MAUP posee una autorización oficial para impartir su «enseñanza».
Expandiéndose de Estonia a Polonia y Hungría, la campaña contra los monumentos a los soldados soviéticos liberadores del nazismo llegó, a comienzos de mayo, a Ucrania occidental. La señal se dio en Lviv (9). Varias organizaciones exigen allí que se desmantele el monumento a los cientos de soldados, en su mayoría ucranianos, caídos en la liberación de la capital de Galitzia: Svoboda (Libertad, ex Partido Nacional Socialista), cuyo jefe Oleg Tiagnibog es célebre por sus llamados a la lucha armada «contra los moskali (moscovitas) y los youpins»; el nuevo Partido Nacional Laborista ucraniano, cuyo emblema, la letra N (nación) atravesada por un martillo, recuerda la esvástica; el Congreso de Nacionalistas Ucranianos (KUN), que denuncia los disturbios de fines de abril, en Tallin, contra el traslado del monumento al Ejército Rojo, como un «pogromo bárbaro de los rusos étnicos». En la noche del 12 al 13 de mayo, fueron dañados en Lviv un monumento y tumbas de soldados. En esa misma primavera de 2007, fueron profanados varios cementerios judíos y una sinagoga (10).
Y los «revisionistas» se salieron con la suya: varios consejos municipales, como el de Lviv, anunciaron el desmantelamiento de los monumentos soviéticos: «Toda Ucrania debe limpiarse», exigen los más radicales. Cabe señalar que el KUN, por ejemplo, se lamentó de que en la elección presidencial francesa, los electores sólo pudieran elegir entre «el sionista Sarkozy y la socialista Royal», a falta de un «representante de la nación de buena cepa (11)». Valeri Bobrovich, responsable de la UNA-UNSO (12), la organización radical (y militarizada) más conocida, señala su preocupación por ver los tanques rusos apoderarse en dos días de toda la región al este del Dnieper y, peor aún, por el riesgo de una guerra civil en Ucrania. Su organización afirma estar preparada: combatió, armas en mano, en Georgia, Chechenia y Transnistria (13).
Minoritarios, divididos, los movimientos radicales no están, sin embargo, aislados. Sus ideas irrigan ampliamente las derechas nacional-demócrata, liberal y ecologista, que apoyan la rehabilitación de la OUN-UPA. El nacional-socialista Oleg Tiagnibog formó parte del Estado Mayor de la «Revolución Naranja». El militante de la UNA-UNSO Andryi Skhil es diputado del Bloque Yulia Timoshenko, autor de llamados antisemitas durante las legislativas de 2006 (14). Desde luego, los valores de orden y tradición tan preciados por la extrema derecha parecen estar lejos del liberalismo occidentalista, pero se ha visto en otras partes que las convergencias eran posibles.
Siempre en Maidan, el Partido Comunista de Ucrania de Piotr Simonenko es una formación parlamentaria moderada, si no reformada. Día tras día, el PC, el PS y el Partido de las Regiones realizan mítines «por los derechos constitucionales», a su entender violados por el Presidente. El entusiasmo de los oradores contrasta con la quietud de los asistentes. En esa primavera donde el termómetro trepaba a los treinta grados, mojaban sus pies en el agua de las fuentes. Bajo las calles, la playa: la postal estereotipada roja chapotea y se baña alegremente.
Alejada de esta «agitación», a la sombra de los castaños del boulevard Kreschiatik, una multitud estival se pasea y conversa, apurándose lentamente para cumplir con su trabajo. En las conversaciones, la crisis política suscita más hastío que interés. Cabe señalar que estalló en medio del crecimiento económico: «Las elites de ambos bandos se pelean por el reparto de las industrias y los mercados», dice el hombre común. Sin olvidar las presiones estadounidenses con vistas a acercar a Ucrania a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) (15): en la campaña electoral de 2007, fue el ministro de Defensa Anatoliy Hrytsenko, candidato de Nuestra Ucrania, el que enarboló la bandera del atlantismo. La base naval rusa de Sebastopol estaría amenazada, en esta Crimea desde la cual Estados Unidos pretende afianzar su control del Mar Negro, importante para todo el Gran Medio Oriente. Estonia y Canadá estarían incluso dispuestos a financiar la ucranización lingüística de Crimea…
Se sabe (16): los enfrentamientos políticos, aquí, coinciden con la diversidad regional y cultural. Todos sueñan con la liberalización y con Europa. Pero para unos, rusófonos y «mestizos», el patriotismo ucraniano no se contradice con la pertenencia al mundo ruso, en el sentido económico y cultural. Otros preconizan una identidad etnicista y fuertes lazos con Polonia y Estados Unidos. Y en vez de la memoria antifascista, demasiado asociada con Rusia, prefieren los lazos entablados con la OUN después de 1945, por las necesidades de la Guerra Fría, especialmente en el seno de la World Anti-Communist League (WACL) (17) y del Anti-Bolshevik Bloc of Nations creado en 1943 en la Ucrania ocupada. Organizaciones que «reciclaron» a muchos ex nazis.
En la transmisión del mensaje étnico-nacional, la diáspora ucraniana al otro lado del Atlántico desempeñó un papel motor. De Galitzia, huyendo a veces de los «rojos» en 1943-1944, estos emigrantes llegaron a Canadá, Estados Unidos y Australia. Miembros de la OUN, sus hijos tomaron el relevo hasta la caída de la URSS, ocasión de volver a predicar el buen mensaje en el país natal. Estos ucranianos del extranjero se sumaron a la causa del «mundo libre», pero sin renegar de la tradición del «nacionalismo integral». Influyentes ayer en el seno del complejo «Free Europe-Liberty» (18), hoy en los medios de comunicación y los sitios de internet, los herederos, apoyados por fundaciones estadounidenses y canadienses, asumieron la esfera ideológica abandonada por los viejos cuadros soviéticos, reconvertidos en el mundo de los negocios.
La historia, según la CIA, se resume en una frase lapidaria: «En la Segunda Guerra Mundial, los ejércitos alemán y soviético causaron entre siete y ocho millones de muertos (19)». Ya nada distingue pues la agresión y el genocidio nazis de la resistencia que le opusieron los soviéticos (la mayoría de ellos ucranianos)… de la mano de Estados Unidos, Gran Bretaña, la Francia gaullista y las resistencias populares de Europa.
Una periodista ucraniana demócrata deplora esta nueva tendencia a calificar de «ocupantes» a quienes liberan al país y sólo atribuir los méritos de la victoria a los estadounidenses y a los ingleses. «La memoria será reemplazada por nuevos clichés sobre el enfrentamiento de los dos sistemas totalitarios, teme Irina Chubatenko. Pero los crímenes de un régimen (no justifican) el otro. Más aún cuando para extender su Lebensraum (espacio vital), éste mató, mató y mató. Mi abuelo luchó en la guerra. Fue prisionero en los campos alemanes y soviéticos. Conoce el precio de ambos regímenes. Pero, para él, la pregunta no pasaba por saber quién era el enemigo (20)».
Notas al pie:
1 Debido a la diferencia horaria, la capitulación de la Alemania nazi, el 8 de mayo de 1945, se produjo en la URSS el 9 de mayo.
2 Denominación que recibió la guerra de la URSS contra los nazis en 1941-1945.
3 La jata es la casa tradicional ucraniana.
4 Los tártaros, al igual que otras minorías, fueron deportados a Asia Central. Rehabilitados en 1956, regresaron en los años 1980-1990. Casi todos los judíos de Crimea fueron exterminados por los nazis y sus auxiliares locales.
5 www.France-Ukraine.com, 24-5-07. Simon Petliura es acusado de los pogromos cometidos por su ejército. Sus defensores afirman que no tuvo responsabilidad personal.
6 Rouslan Tchastii, Stepan Bandera, Folio, Jarkiv, 2006.
7 Comisariado Popular (ministerio) para Asuntos Internos, más tarde MVD.
8 233 votos a favor, 1 en contra. Cuestionando el proyecto de ley y prefiriendo el término «tragedia», el Partido de las Regiones y los comunistas no participaron de la votación.
9 La denominación Lviv es reciente. Esta ciudad se llamó Lwov durante los primeros siglos polacos, luego Lemberg durante más de cien años en la era austríaca, nuevamente Lwov de 1921 a 1939 en la República Polaca restaurada, finalmente Lvov en la época soviética.
10 Tumbas en Chernovtsi, monumentos al genocidio en Khmelnitski e Ivano-Frankovsk (Oeste), una sinagoga en Dnepropetrovsk (Este).
11 Natsiia i Derjava (KUN), Kiev, 8-5-07.
12 UNA: Asamblea Nacional Ucraniana. UNSO: Autodefensa Nacional Ucraniana (organización militar).
13 A mediados de mayo, se celebró un «Congreso antiimperialista» con delegados nacionalistas de los países bálticos, de Cáucaso del Norte y especialmente de Chechenia.
14 Miembro del Comité Helsinki bajo el gobierno de Brezhnev, «prisionero de conciencia» de Amnesty International, dirigió el Partido Republicano (extrema derecha).
15 Según las encuestas, el 70% de los ucranianos rechaza la adhesión a la OTAN.
16 «Múltiples piezas del tablero ucraniano», Le Monde diplomatique, Edición Cono Sur, Buenos Aires, enero de 2005.
17 http://rightweb.irc-online.org
18 Las radios creadas por la CIA, que transmiten en los idiomas de los países del Este, aún en funcionamiento en la ex URSS, continúan siendo financiadas por el Congreso de Estados Unidos.
19 www.cia.gov/cia/publications/factbook
20 Gazeta po-kievskii, 10-5-07.