El principal problema del derecho como regulador de la vida social es su fuente y su motivación profunda, esencial. La mayoría de las personas cuando cumple las reglas de tráfico, reparte los bienes, se dedica a los negocios, o a veces responde por un delito, no suele preguntarse cómo ha surgido el discurso jurídico en […]
El principal problema del derecho como regulador de la vida social es su fuente y su motivación profunda, esencial. La mayoría de las personas cuando cumple las reglas de tráfico, reparte los bienes, se dedica a los negocios, o a veces responde por un delito, no suele preguntarse cómo ha surgido el discurso jurídico en el que viven inmersos.
Claro está que todo el mundo sabe que las leyes las elaboran los juristas y las aprueban los parlamentos, pero qué es lo que guía a los juristas y a los parlamentos – es un tema que permanece ajeno a los hombres corrientes. Sin embargo, la cuestión de la norma jurídica no es corriente, es una cuestión metafísica. En realidad se trata de decidir de si vivimos dentro de una existencia «incorrecta», de una realidad falsificada, basada en el engaño, en la injusticia, la opresión… o el mundo a nuestro alrededor se corresponde a ciertas normas superiores del «bien y de la belleza». Es evidente que el derecho – la misma idea del «derecho» tiene un trasfondo religioso. La diferencia entre la justicia y la injusticia es una diferencia religiosa. El que toda esta problemática se traslade al terreno de la administración laica, «jurocracia» (dominio de los abogados) liberal, etc. no cambia las premisas de partida de este problema.
Dentro del contexto de la pregunta acerca de los orígenes religiosos del derecho existe el conflicto fundamental entre el supercomplejo y totalmente cerrado aparato del estado, detrás de cuya fachada se elabora este derecho y el pueblo que no tiene la relación inversa con la ley (así como con su aplicación). El pueblo aparece únicamente como objeto de aplicación del control jurídico, cuyos mecanismos para él son inalcanzables, incomprensibles y en gran medida hostiles. Como ejemplo significativo podría servir el movimiento de los vigilantes en Estados Unidos, que en el siglo XIX incluso crearon en San Francisco un comité que debía luchar contra la corrupción en el gobierno. Elementos de esta tradición aún se conservan en la sociedad estadunidense en actualidad. Por otro lado, hay un claro ejemplo del movimiento surgido desde abajo que en los años 1990-2000 fue conocido en distintos países por su abreviatura PAGAD (primeras letras de las palabras en inglés: «pueblo contra el gangsterismo y las drogas»). Pero la actuación de los vigilantes de la Ciudad del Cabo contra los bandidos y los traficantes de droga previsiblemente provocaron la reacción defensiva de las fuerzas del orden, que, como se sabe, odian mucho más la autogestión ciudadana en el plano jurídico, que los excesos de los criminales.
Se trata tan solo de algunos ejemplos próximos, pero la oposición entre la justicia desde abajo y el control jurídico por parte de la clase dirigente ha existido desde siempre. En el siglo XIX con el desarrollo de la clase liberal, cuyo principal destacamento estaba constituido por los juristas, la organización del espacio jurídico comenzó a complicarse y alienarse de la población en progresión geométrica con cada nueva generación. Estados Unidos en su proceso electoral sigue conservando la herencia del liberalismo clásico de los siglos XVIII-XIX: el censo electoral, elecciones en dos fases, multitud de obstáculos llamados a nivelar la influencia de la simple mayoría aritmética sobre los resultados de las elecciones. De entre todos los países occidentales, también en los Estados Unidos es donde más se ha desarrollado la tendencia de los ciudadanos a tomarse la justicia por su mano.
El Islam es el segundo polo del vigilantismo en el mundo. La sharia representa el sistema de derecho de acción directa. No prevé la necesidad de un complejo y pesado aparato que parasitariamente se instala sobre las espaldas de la sociedad y que actúa siguiendo «las reglas de juego» que la gente corriente no entiende. Con tener a un juez de la sharia en la comunidad es suficiente para mantener el campo del derecho, pues el conocimiento de las bases del derecho de la sharia forma parte de la educación religiosa de todos los musulmanes.
En la primera mitad del siglo XX la idea fundamental de la soberanía estatal, que fue transmitida de las épocas anteriores como parte de la herencia feudal-monárquica, sufrió una crisis muy seria. La Primera Guerra Mundial asestó un golpe a las instituciones monárquicas y al mismo tiempo abrió el camino para la creación de organismos internacionales (Liga de Naciones). Aunque la rotura definitiva se produjo como la consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. En el campo del derecho internacional la derrota de Europa al mismo tiempo devolvió al primer plano las tradiciones arcaicas precristianas de Roma y, por otro lado, creó las premisas para una interpretación completamente novedosa del control jurídico. Pocos se han parado a pensar que el Proceso de Núremberg y la condena a la horca de los dirigentes políticos del Tercer Reich fue en realidad la reproducción del ritual romano de «triunfo» que recibían los más afamados y reconocidos estrategas romanos y que contemplaba el obligatorio ahorcamiento de los jefes bárbaros hechos prisioneros. Eso por un lado; por el otro – el lugar de las legislaciones nacionales de hecho fue ocupado por el derecho de ocupación de los vencedores, lo cual también representa una alusión a la historia de Roma: el derecho pretoriano, el apartado militar de ocupación del derecho romano, que se aplicaba sobre los territorios conquistados y del cual ha surgido la tradición jurídica del derecho anglo-sajón.
La ocupación de Europa por los Estados Unidos, la URSS y Gran Bretaña abrió el camino a la formación de una nueva corporación del poder – la burocracia internacional. Al principio Estados unidos saludó y alimentó a esta nueva clase política, seguro de sí mismo y pensando con razón por entones que tenía en su bolsillo las organizaciones como la ONU y distintos bloque político-militares desde la OTAN hasta SENTO. Pero muy pronto resultó que dentro de esta burocracia internacional podía nacer un «ala izquierda» que amenazaba con caer bajo la influencia de «Moscú comunista».
Esta irritante situación fue corregida a partir del año 1990, cuando todas las resoluciones de la ONU, tomadas por mayoría en los años 60-70 cuando predominaba el discurso antimperialista, fueron inmediatamente tiradas a la basura y sustituidas por las directamente contrarias.
Para entonces la burocracia internacional se había convertido en una fuerza independiente, que además en gran medida lograba eludir el dictado directo de las administraciones de las grandes potencias. Más aún, esta corporación rápidamente se fue convirtiendo en la oponente directa de las burocracias nacionales, con su apoyo en las viejas soberanías clásicas.
Para las burocracias nacionales una vez que el principio monárquico se fue desdibujando y retrocedió detrás de los bastidores, el papel del «amo» fue desempeñado por los clásicos nacional-liberales. Mientras que la burocracia internacional adquirió a los protectores en la figura de los «royal» (de «royalistes» o «realistas», partidarios de la monarquía en la Revolución francesa, G.D. se refiere a la élite europea tradicional, encabezada por la casa real británica – N. del T.) con los que estaba relacionada en primer lugar a través del sistema global de «actividades humanitarias»; esta esfera proporciona las posibilidades ideales para los políticamente correctos criminales políticos y el ilimitado lavado del dinero procedente de las corporaciones multinacionales. Hoy en día se da por sentado que la legislación nacional es secundaria con respecto a los acuerdos internacionales. Si una ley nacional contradice a la regla, aceptada a nivel de la burocracia internacional, prevalece esta regla sobre la ley. Si un tribunal nacional contradice a un tribunal internacional, la fuerza jurídica la tiene la decisión del tribunal internacional. ¿Qué quiere decir esto? Las leyes en los distintos países bien o mal son aprobadas por los órganos representativos, cuyos diputados, aún con fraudes, elige la población local. Se puede establecer, aunque sea, una cierta cadena causa-efecto que va del código penal a la expresión de la voluntad de una población concreta.
Cartas fundacionales, declaraciones y demás documentos, firmados por los estados, son elaborados por la burocracia internacional con mínimos miramientos hacia sus oponentes, distribuidos por sus cuarteles nacionales. Nadie elige a la burocracia internacional, ella vive y se multiplica como organismo independiente y se aplica sus propios procedimientos de reproducción. La comisión de la Unión Europea en Bruselas ve a los Hollande y Merkel como el Kremlin ve a los responsables de las regiones rusas. El predominio de la burocracia internacional significa la deconstrucción de las soberanías y, por lo tanto, la pérdida del sentido del derecho nacional, del derecho de arraigo local.
Como resultado el sistema legal hoy se ha vuelto «volátil» porque ya no está basado en las reglas fijas del juego. Incluso las reglas para pasar el control en el aeropuerto cambian de un día para otro, según las decisiones tomadas en el espacio burocrático internacional y no siguiendo los principios dictados por la voluntad administrativa local. Esto lleva a que el control sobre las personas sea cada vez más directo, más espeso, impredecible, que se fundamenta en un aparato cada vez más complejo y, lo más importante, en los medios electrónicos. En realidad el dominio legal de la burocracia internacional hoy está representado por el control informático y la dictadura electrónica, que no se orientan hacia la penalización por la transgresión de la ley (dejando al hombre libre, mientras no traspase cierto límite legal), sino que limitan preventivamente las posibilidades que poseen tanto los individuos, como las comunidades nacionales.
El control informático y el dictado electrónico se ven con la máxima claridad en los conflictos armados que la burocracia internacional desata contra los núcleos especialmente obstinados de burocracia nacional como Libia, Siria etc. A lo largo de semejantes operaciones armadas contra las soberanías pueden cambiarse en régimen on-line las reglas de juego, valoraciones de la situación, interpretación de los acontecimientos. En última instancia la burocracia internacional escribe hoy su propia versión de la historia en curso sin ninguna relación con los acontecimientos que están ocurriendo realmente.
De esta manera se diluye la democracia representativa como sistema, desaparece la base del procedimiento electoral, se convierte en absurda la propia idea de la elección de los políticos nacionalmente responsables (quienes aparecen en el papel de los «Pierrot llorando» ante los tribunales que los esperan), en resumen todo el modelo del liberalismo clásico, basado en el concepto «estado-nación» se encamina hacia su colapso. Como ganadores se perfilan los dueños de la burocracia internacional que están detrás de los bastidores – el club tradicionalista, el Establishment «royal», que espera con paciencia su revancha.
¿Qué ocurrirá cuando como consecuencia del uso limitado de armas nucleares en el transcurso de la Tercera Guerra Mundial se derrumbarán la dictadura electrónica y el control informático? La burocracia internacional no desaparecerá de golpe, pero perderá en gran medida su importancia actual, porque de sus manos será arrancada su arma principal que le permite dirigir a su antojo los acontecimientos y a las personas en régimen on-line. El Establishment del club tradicionalista tendrá que confiar en poder gobernar el mundo a través de los nichos-clúster creados siguiendo el principio civilizatorio.
En otras palabras, la humanidad posterior a la guerra será dividida entre los guetos religioso-culturales y el mundo volverá varios siglos atrás (precisamente por eso últimamente se han intensificado los intentos de crear el gueto llamado «califato» para la comunidad islámica mundial, proyecto que recibe el activo apoyo de los «royal». En estas condiciones el principal oponente al neofeudalismo del Establishment tradicionalista será aquel sistema de leyes que prevé la inclusión directa de gente corriente en el proceso legal.
Este sistema por fuerza tendrá que ser de red, indudablemente descentralizado, que no dependa del aparato del Estado parasitario, de los medios técnicos caros, ni tecnologías avanzadas. Además la voluntad de justicia que se opondrá a la división de la humanidad en enclaves-clúster bajo el mando de «los señores» se apoyará en un discurso unitario transfronterizo. Tiene que basarse en los principios de justicia comprensibles y próximos a la gente, y sus leyes motivadas no por la arbitrariedad de los señores, que encargan la formulación de las reglas de juego a los maliciosos y vendidos juristas, sino por aquel fundamento teológico que le da sentido a la vida humana. Precisamente el derecho semejante que se aplica desde abajo y a través de todas las diferencias entre los seres humanos, es el que determina la diferencia entre el polvo que se lleva el viento y los hombres que tienen derecho a la Historia.
Fuente: #17 (126) 5 de junio de 2012, revista Odnako.org
Traducción directa del ruso por Arturo Marián Llanos