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Cultura imperial y absurdo moral en la era de Obama: de Teherán y Bala Boluk a Nueva York, Bagua y Tegucigalpa

Fuentes: Znet

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Durante un concierto en el United Center de Chicago el pasado 12 de mayo, Bruce Springsteen observó que «a veces parece como si mientras más cambian las cosas, más siguen iguales.» Hablaba de la persistencia y por supuesto de la profundización de la pobreza y de la desigualdad en EE.UU., donde parásitos y perpetradores financieros reciben incontables miles de millones de dineros públicos mientras millones de personas son impulsadas hacia más miseria, con su suerte empeorada por una «reforma» regresiva [eliminación] de la asistencia social que el «progresista» presidente Barack Obama ha elogiado repetidamente como un gran triunfo político bipartidario.

Víctimas dignas e indignas

Entre numerosos otros ejemplos de que «las cosas siguen siendo lo mismo,» el Jefe (es decir Springsteen), también podría haber mencionado la tendencia profundamente arraigada de los máximos políticos y de los medios dominantes de EE.UU. de hacer distinciones no declaradas pero claramente discernibles entre «víctimas dignas» e «indignas» en los asuntos del mundo.

Las «víctimas dignas» son muertas por enemigos oficialmente designados del inherentemente virtuoso EE.UU. Se informa sobre sus muertes de modos que quieren provocar compasión y alentar indignación contra sus asesinos. Algunas pueden convertirse en mártires.

Las «víctimas indignas» perecen a manos del intrínsecamente honorable EE.UU. y/o sus aliados y clientes oficialmente designados. Mueren anónimamente y sin fanfarria, pasando por el agujero de la memoria privados de la compasión de los medios dominantes y de la cultura política de EE.UU., donde sus muertes a menudo no significan mucho más que las hormigas aplastadas por las ruedas de un Vehículo Combatiente Bradley o (para mencionar a otra gran arma del imperio) un camión con cámaras de CNN.

Pregunta Nº 1 del examen sorpresa, amigo estadounidense: ¿Quién es Neda Soltan? ¿Quién la mató?

Sí, tiene razón. Es la bella mujer de 26 años quien fue asesinada el 20 de junio por (dicen) un francotirador del gobierno involucrado en la represión de protestas después de una elección amañada en Irán.

Lo supiste de inmediato. Claro que sí. Neda estuvo durante días en toda la televisión de EE.UU. como un símbolo global de la democracia – una imagen mediática omnipresente y potente hasta que fue separada del centro de la escena por el continuo drama de la muerte del misterioso icono estadounidense pop, Michael Jackson. Neda fue asesinada por un Estado oficialmente designado como enemigo de EE.UU.

Nadie menos que el propio presidente estadounidense Obama dijo que había visto en Internet el gráfico video de la muerte de Neda. «Aunque esta pérdida hiere en lo vivo y es extraordinariamente dolorosa, también sabemos que: los que defienden la justicia están siempre al lado correcto de la historia,» dijo Obama. El presidente calificó el video de «desconsolador.»

«Pienso que todo el que lo ve sabe que hay algo fundamentalmente injusto al respecto,» afirmó.

«Ningún puño de hierro es suficientemente fuerte para impedir que el mundo lo testimonie,» agregó Obama.

Pregunta sorpresa Nº 2: nombre a una sola persona de las más de diez docenas que murieron en la aldea de Afganistán occidental de Grani en el distrito Bala Boluk en la provincia de Farah en la primera semana de mayo pasado. Noventa y tres de los muertos fueron niños, muchos de ellos literalmente hechos pedazos. Aldeanos coléricos y doloridos colocaron algunas partes de los cuerpos de las víctimas en camionetas y carromatos y las llevaron a la vista pública al cuartel provincial. El 4 de mayo, el doctor Atiqullah, residente de Grani, dijo a Pajhwok Afghan News que «el bombardeo destruyó toda la aldea y algunos de los cuerpos mutilados quedaron irreconocibles. Dijo que hasta ahora habían recuperado 123 cadáveres de los escombros de las casas destruidas, utilizando tractores.»

¿No se te ocurre algún nombre? Claro que no. Los civiles en cuestión fueron masacrados desde el aire por la única superpotencia del mundo – EE.UU. No merecieron una identificación que signifique algo y una personalización por las autoridades de la comunicación estadounidense.

Demasiado «bueno» para pedir disculpas

Ellos y los muchos miles de afganos (y de iraquíes y de paquistaníes) que «nosotros» hemos masacrado en los últimos años son víctimas indignas. Murieron trágicamente – «lamentable» pero inescapablemente – como «daño colateral» en las campañas militares de una nación moralmente espléndida que quiere hacer cosas nobles – difundir la libertad, la paz, la prosperidad y la democracia – en el mundo. Como dijo el presidente Barak Bobama a Candy Crowley de CNN en julio pasado, EE.UU. nunca debiera pedir disculpas por ninguna de sus acciones – ni siquiera por sus esporádicos «errores» (Obama siempre se ha negado a aplicar la palabra «crimen» a alguna de las numerosas trasgresiones pasadas del Tío Sam) – en la escena global. Esto, explicó, es porque EE.UU. es una «fuerza por el bien» en el mundo.

Como el filósofo «adorado» de Barack Obama, el teólogo del establishment Reinhold Niebhur, dijo a la clase imperial de EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial: «la paradoja de la gracia» significa que los responsables de tomar decisiones políticas de EE.UU. no pueden cumplir su propósito sagrado de hacer progresar el bien en la Tierra si eluden su deber íntimamente relacionado de cometer pecados. No se puede hacer una tortilla sin romper huevos.

Si la desbordante rectitud de EE.UU. conduce sus benévolos tanques, helicópteros, bombarderos, vehículos aéreos sin tripulación a aplastar «ocasionalmente» a insectos civiles en el extranjero, es una lástima. Pero el «daño colateral» es inevitable cuando se es una superpotencia que trabaja por la paz, la libertad, y la mejora material y espiritual de la humanidad. Como explicara la secretaria de estado del demócrata de guerra Bill Clinton, Madeline Albright, en el otoño de 1999, siete meses después de los bombardeos iniciados por EE.UU. sobre Belgrado: «EE.UU. es bueno. Tratamos de hacer lo mejor en todas partes.» Cuando le preguntaron por la muerte de más de medio millón de niños iraquíes debido a las «sanciones económicas» dirigidas por EE.UU., Albright dijo a la televisión CBS que «pensamos que es un precio que vale la pena pagar» para hacer progresar los objetivos políticos fundamentalmente honorables de EE.UU.

Consecuente con su fe «excepcionalista estadounidense» repetidamente declarada en la pureza moral sin igual de la política exterior y del carácter nacional de EE.UU., Barack Obama ha proclamado consistentemente (como candidato y como presidente) que el ataque criminal de EE.UU. contra Afganistán (desde octubre de 2001 hasta ¿???) es una guerra «buena,» «justa» y «apropiada.» Los medios corporativos estadounidenses de guerra y entretenimiento no han considerado adecuado que se cuestione este juicio incluso cuando cientos de inocentes civiles afganos y paquistaníes perecen bajo la «guerra global contra el terror» expandida y rebautizada de Obama, completa con un aumento de los «asesinatos selectivos,» el nombramiento de un tristemente célebre jefe de escuadrones de la muerte («operaciones especiales»)
(Stanley A. McChrystal) a la cabeza del teatro de operaciones bélicas recientemente unificado «Af-Pak», y la escalada de provocadores ataques con drones en el sur de Asia (ejecutados a distancia por técnicos en centros de comando con aire acondicionado en California).

Ni Obama ni sus aliados en los medios «dominantes» estuvieron dispuestos a «dar testimonio» de la «desgraciada» masacre de criaturas civiles en remotas aldeas afganas.

«Cosas» como el desmembramiento aéreo de docenas de niños pastunes «pasan» cuando uno se encuentra en una misión global de Dios y/o la Historia.
Esa es la «paradoja de la gracia.»

Mientras tanto, el Pentágono de Obama trató de culpar por la abominable carnicería desde el cielo en Bala Boluk… a «granadas de los talibanes.»

Un susto para los neoyorquinos y la matanza de afganos

Aproximadamente al mismo tiempo mientras los aldeanos de Grani recogían los restos de sus niños pulverizados, Obama y su secretario de defensa republicano Robert Gates pidieron disculpas al pueblo estadunidense y despidieron a un funcionario de la Casa Blanca. Lo hicieron porque una sesión fotográfica sobre Manhattan anduvo terriblemente mal. El avión del presidente «Air Force One,» había volado demasiado bajo sobre la isla, seguido por un avión jet de caza, aterrorizando a los residentes de la ciudad de Nueva York y a oficinistas al recordarles el 11-S.

El haber asustado a los neoyorquino y despertado los fantasmas del 11-S provocó una disculpa del poder ejecutivo y el despido de un empleado. La matanza real de más de 100 civiles afganos no necesitó una expresión de pesar público o un solo despido. Los gendarmes imperiales incluso llegaron a inventar cuentos infantiles sobre cuántos civiles murieron en Grani («los talibanes lo hicieron») – historias que fueron tomadas en serio por los medios «dominantes.»

¡Son ironías y lastres de la cultura imperial!

Por cierto, los muertos estadounidenses del 11-S representan las supremas víctimas dignas en la cultura política/mediática imperante en EE.UU. El New York Times publicó una emocionante serie de todas las fotos y biografías de las víctimas del 11-S que pudo durante muchos meses en 2002. Los medios de EE.UU. no otorgaron nunca jamás una personalización o un respeto parecido a alguno de los mucho más numerosos árabes, pastunes y otros muertos prematuramente por acciones de EE.UU., incluidos más de 1 millón de iraquíes (muertos por otra invasión ilegal que Obama y muchos de sus otros demócratas de guerra mantienen en nombre de la paz y de la «retirada») que han perecido desde marzo de 2003.

Las víctimas indignas de la conducta canallesca de la superpotencia mueren en una anonimidad masiva, a diferencia de Neda, cuyo nombre conoce Obama. Aparentemente algún tipo de puño de hierro y/o guante de seda es suficientemente poderoso para «impedir· que la mayoría de los ciudadanos de EE.UU. y el presidente de EE.UU. «den testimonio» de la inmensa cantidad de asiáticos del sudoeste y del sur que el «buen EE.UU.» consideró adecuado liberar de la existencia desde y antes del 11-S. Hay «algo fundamentalmente injusto al respecto» (para utilizar las palabras de Obama sobre el asesinato de Neda).

Una semejante falta de interés narcisista a escala nacional es parte importante de la matriz imperial-cultural abundantemente bipartidaria que contribuyó tanto a causar los ataques de los aviones de 2001. Hasta que se supere la perversa dicotomía entre «víctimas dignas» e «indignas» – junto con tanto más en el modo de pensar y la estructura imperial – podremos esperar más, y tal vez mayores, ataques contra la «patria.»

Víctimas invisibles en Perú

Volvámonos ahora hacia algunos eventos recientes en el «patio trasero» hemisférico de la superpotencia.

Pregunta sorpresa Nº 3: Nombre a uno solo de las docenas de ciudadanos indígenas y activistas masacrados por la policía mientras protestaban contra proyectos petroleros y mineros en Bagua, en el norte de la Amazonía peruana en la primera semana de junio de 2009. Encuentre a una Neda entre las cuarenta personas, incluidos tres niños, que murieron a manos de la policía el 6 y 7 de junio. Los peruanos indígenas trataban de proteger la ecología amazónica y su salud social y física contra corporaciones multinacionales que trataban de «avanzar» mediante una serie de decretos del gobierno peruano aprobados para implementar un «Acuerdo de Libre Comercio» con EE.UU. El incidente sólo fue cubierto superficialmente en los medios dominantes de EE.UU., que no informaron sobre la naturaleza del conflicto predominantemente infligido por el Estado y dejaron de lado su subyacente contexto corporativo-globalizacionista y ecocida. También dejaron de lado: el apoyo del candidato presidencial Barack Obama para el Acuerdo de Libre Comercio entre Perú y EE.UU. contrario a los sindicatos, al medio ambiente y a los indígenas – la extensión de la ley de derechos de los inversionistas globales, del Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica a Perú – en el otoño y el invierno de 2007. El candidato Obama afirmó falsamente que la ley contenía importantes protecciones laborales y ecológicas – un engaño por el que fue fuertemente criticado por el trágico John Edwards.

Tendrá que investigar un poco para conseguir algún nombre de los muertos en Bagua, amigo estadounidense. Murieron en la usual anonimidad desdeñosa que se confiere a las víctimas indignas cuando son liquidadas por clientes de EE.UU., y están al lado equivocado de la política global de EE.UU.

Una oportunidad reciente para ser bueno en el patio trasero de la superpotencia

La semana pasada Obama tuvo otra oportunidad de rechazar la noción infantil de que el justiciero Tío Sam podría expresar algún pesar por los asesinatos y el caos que causa en todo el mundo. Durante una visita a la Casa Blanca por la presidenta de Chile, Michele Bachelet, un periodista chileno preguntó a Obama si podría ofrecer una disculpa estatal de EE.UU. por el papel decisivo del Imperio Estadounidense en el golpe del 11 de septiembre de 1973 que derrocó el gobierno elegido del país e instaló la asesina dictadura derechista de Augusto Pinochet. Obama se negó, explicando «Estoy interesado en ir hacia adelante, no en mirar hacia atrás» (¿suena conocido?) El presidente agregó que «EE.UU. ha sido una fuerza enorme por el bien en el mundo» incluso si «ha habido momentos en los que hemos cometido errores.» El periodista no presionó al presidente sobre la «enorme bondad» involucrada en (para mencionar sólo unos pocos «errores» pasados o presentes) matar a 3 millones de indochinos durante los años sesenta y setenta, matar a un millón de iraquíes con «sanciones económicas» durante los años noventa, hacer una contribución exageradamente sobredimensionada al calentamiento global y otras formas de contaminación planetaria, encarcelar a más de 2 millones de sus propios ciudadanos, sostener dictaduras en Egipto y Arabia Saudí, representar casi la mitad de todos los gastos militares del mundo, y sostener un imperio que incluye más de 760 bases ubicadas en más de 130 países en un planeta donde más de 2.000 millones de personas viven y mueren con menos de un dólar por día, gracias a un sistema capitalista mundial que el gobierno de EE.UU. trata desde hace tiempo de proteger y expandir con, bueno, un puño de hierro cuando «es necesario.»

Precisamente la semana pasada, los eventos en Honduras ofrecieron a Obama una brillante oportunidad para «avanzar» como «una enorme fuerza por el bien en el mundo» si hubiera actuado con decisión contra los oficiales militares que realizaron un golpe contra el presidente Manuel Zelaya de Honduras, democráticamente elegido, de tendencia izquierdista. El golpe fue (naturalmente) realizado por fuerzas militares entrenadas y financiadas por EE.UU., y con equipos militares suministrados por EE.UU. Obama posee el poder para restaurar a Zelaya a su justo puesto en Honduras, una nación cuyo gobierno y economía dependen excesivamente de EE.UU. Más que eso, hay preguntas inquietantes sobre el papel de Washington antes del golpe. Como señaló el lunes por la mañana el incisivo periodista y autor izquierdista Jeremy Scahill:

«Es imposible imaginar que EE.UU. no haya sabido que se preparaba el golpe. De hecho, fue básicamente confirmado por el New York Times en el periódico del lunes… Aunque EE.UU. había emitido declaraciones muy competentes criticando el golpe – después de los eventos en Honduras – podría haber utilizado su tremenda influencia económica antes del golpe y dicho a los conspiradores militares que renunciaran. Los vínculos de EE.UU. con el establishment militar y político hondureño son demasiado profundos como para que todo esto haya podido pasar sin tener por lo menos apoyo táctico de EE.UU. o que algunos responsables políticos o militares de EE.UU. no hayan hecho la vista gorda.»

«Hay que considerar algunos hechos: EE.UU. es el principal socio comercial de Honduras. Los conspiradores/partidarios del golpe en el Congreso de Honduras son partidarios de los ‘acuerdos de libre comercio’ que Washington ha impuesto a la región. Los dirigentes del golpe ven sus acciones, en parte, como rechazo a la influencia de Hugo Chávez en Honduras y en Zelaya y como un apoyo a EE.UU. y a la ‘visión’ de EE.UU. para la región. Obama y los militares de EE.UU. probablemente hubieran podido detener este golpe mediante una simple serie de llamados telefónicos.»

Según el destacado historiador Greg Grandin un día después del golpe: «Las fuerzas armadas hondureñas son efectivamente subsidiarias del gobierno de EE.UU. Honduras, en su conjunto, si algún país latinoamericano es totalmente de propiedad de EE.UU., es Honduras. Su economía se basa totalmente en el comercio, la ayuda externa y las transferencias. De modo que si EE.UU. se opone a que continúe este golpe, no continuará. Zelaya volverá, si EE.UU. – si Obama e Hillary Clinton son sinceros en sus declaraciones sobre la vuelta de Zelaya al poder.»

El domingo, Obama expresó su «profunda preocupación» por «la detención y expulsión del presidente Mel Zelaya» y llamó a «todos los protagonistas políticos y sociales en Honduras a respetar las normas democráticas» y el «vigor de la ley» para resolver «las tensiones y disputas existentes… mediante el diálogo libre de toda interferencia extranjera.»

A pesar de todo, la Casa Blanca, que mantiene más de 500 soldados y una cantidad de aviones y helicópteros en una base hondureña, se ha negado a declarar oficial/legalmente que la destitución de Zelaya es «un golpe». Una declaración semejante provocaría (bajo la Ley de Ayuda al Exterior) un recorte de decenas de millones de dólares de la ayuda de EE.UU. a la nación centroamericana. Según Reuters, «El Departamento de Estado [de EE.UU.] ha solicitado 68,2 millones de dólares en ayuda para el año fiscal 2010 [para Honduras], que comienza el 1 de octubre, un aumento respecto a los 43,2 millones de dólares en el actual año fiscal y a los 40,5 millones de dólares de un año antes.»

John Negroponte, ex embajador de EE.UU. en Honduras y un destacado personaje, sanguinolento, de la coordinación estadounidense del terror derechista de asesinato masivo en toda Centroamérica bajo Ronald Reagan, dijo al Washington Post que la renuencia del gobierno de Obama a reconocer plenamente la realidad de los recientes eventos «parece reflejar renuencia a que Zelaya vuelva incondicionalmente al poder.»

¿Trabajará seriamente EE.UU. por el retorno de Zelaya? La secretaria de estado de Obama, Hillary Clinton, dijo: «No hemos presentado ninguna demanda en la que insistamos, porque estamos trabajando con otros a favor de nuestros objetivos en última instancia.» En una información para periodistas del lunes, el portavoz de la Casa Blanca, Ian Kelly, tuvo un interesante intercambio con la prensa:

Mr. Kelly: Creo que [el golpe] es ilegal, sí. Quiero decir, no creo que hubo – mire… Como digo, no soy un abogado internacional. Pero esto no fue una solución democrática para algunos de los conflictos que vimos que conducían a los eventos de ayer. Y creo que eso – ese es nuestro problema real con este, y creo que ese el problema con todos nuestros colegas en la Organización de Estados Americanos.

Pregunta. ¿Es justo decir que el Secretario dijo, mire, como cosa práctica, esto es un golpe, pero todavía no hacemos esa determinación legal formal que, claro está, provocaría entonces el corte de la mayor parte de la ayuda?

Mr. Kelly: Sí.

Pregunta: ¿Que estabais esencialmente tratando de crear un cierto espacio para tratar de llegar a un resultado negociado?

Mr. Kelly: Creo que nosotros – ahora mismo, estamos llamando a todas las partes a llegar a una solución negociada.

La superpotencia podría haber impedido el golpe anticipadamente con algunos llamados telefónicos y amenazas bien dirigidas. Con sólo una ínfima parte de la fuerza militar y política que invierte en el apoyo a invasiones y ocupaciones ilegales (Iraq, Afganistán, y Palestina) y dictaduras en el Sudoeste Asiático rico en petróleo, podría (en línea con la mayoría de la opinión latinoamericana y global) restaurar rápidamente al poder al presidente democráticamente elegido en Honduras.

Contra el desarrollo independiente

Hay que esperar alguna especie de «solución negociada.» Frente a un equilibrio de fuerzas y de opinión modificado, tendiente a la izquierda, en Latinoamérica, la Casa Blanca probablemente dejará volver a Zelaya bajo una base condicional (hay que pensar en Bill Clinton y Jean Bertrand Aristide de Haití en 1994), reinstalándolo bajo términos más disciplinados, amistosos hacia EE.UU. La resolución intermediaria que busca la Casa Blanca ciertamente no llega a lo que se esperaría de una verdadera «fuerza enorme por el bien en el mundo» y corresponde bastante bien al modo de pensar imperial articulado en «Audacia de la Esperanza» de Obama, antes mencionado (y profundamente conservador):

«Por cierto existen aquellos que estarían en desacuerdo con mi premisa inicial – que cualquier sistema global construido a la imagen de EE.UU. puede aliviar la miseria en los países más pobres… En lugar de ajustarse a la reglas de EE.UU., dice el argumento, otros países debieran resistir los esfuerzos de EE.UU. por expandir su hegemonía; en su lugar debieran seguir su propio camino hacia el desarrollo, siguiendo la orientación de populistas tendientes a la izquierda como Hugo Chávez de Venezuela, o volviéndose hacia principios más tradicionales de organización social, como la ley islámica… Creo que [Chávez y otros críticos de EE.UU. y del neoliberalismo] se equivocan… El sistema de [así llamados – P.S.] libres mercados y [así llamada – P.S.] democracia liberal… ofrece a los pueblos del mundo su mejor probabilidad de una vida mejor»
(Obama, Audacity of Hope, p. 315).

Es obvio que el capitalismo no hace algo semejante. Las reflexiones del candidato Obama terminaron en un juicio profundamente falso, apropiadamente rechazado por Mel Zelaya, quien llegó al poder a principios de 2006 como político de centroderecha, pero subsiguientemente se orientó hacia la izquierda y condujo a su nación, desesperadamente empobrecida y controlada por EE.UU., hacia la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) de Hugo Chávez.

A decir verdad, el no tan «libre mercado» y el sistema «democrático liberal» de capitalismo de Estado y democracia administrada por las corporaciones se oponen obviamente cada vez más a la «probabilidad de una vida mejor» de la gente de a pie dentro del propio EE.UU. Pero ese es otro tópico, aunque íntimamente relacionado, en la saga del Imperio Estadounidense y de Desigualdad y Cía.

El veterano historiador radical Paul Street ([email protected]) es autor de «Empire and Inequality: America and the World Since 9/11» (Boulder, CO: Paradigm), «Segregated Schools: Educational Apartheid in the Post-Civil Rights Era» (New York: Routledge, 2005); «Racial Oppression in the Global Metropolis» (New York: Rowman & Littlefield, 2007 y «Barack Obama and the Future of American Politics»: www.paradigmpublishers.com/Books/BookDetail.aspx?productID=186987.

Fuente: The Empire and Inequality Report

http://www.zmag.org/znet/viewArticle/21841