En el 51 aniversario de la más aparatosa y abusiva acción estadounidense en la segunda mitad del siglo XX, la segunda intervención militar en República Dominicana, es preciso reconocer como urgente e inaplazable la tarea de derrotar el fascismo, que hoy intenta devolver a los sectores más recalcitrantes de la derecha y de la ultraderecha […]
En el 51 aniversario de la más aparatosa y abusiva acción estadounidense en la segunda mitad del siglo XX, la segunda intervención militar en República Dominicana, es preciso reconocer como urgente e inaplazable la tarea de derrotar el fascismo, que hoy intenta devolver a los sectores más recalcitrantes de la derecha y de la ultraderecha la cuota de control político perdida en América Latina con la instalación de un conjunto de gobiernos progresistas.
Parafraseando a Barack Obama, se diría que el imperialismo reinventa una y otra vez sus tácticas y rediseña su estrategia, pero mantiene constante el objetivo general de su política hacia este continente y el resto del mundo: impulsar el atraso político e impedir que los pueblos arrebaten el poder a los sectores explotadores.
El despliegue ordenado por Lyndon B. Johnson
En abril de 1965, Lyndon B. Johnson ordenó el desembarco en Santo Domingo de miles de marines para impedir el triunfo del bando constitucionalista en la contienda bélica iniciada el 24 de abril, evitando que se materializara el propósito de reinstaurar el gobierno encabezado por Juan Bosch (derrocado por la ultraderecha en septiembre de 1963) y fuera puesta en vigencia la Constitución de 1963.
Fue invadido el territorio de República Dominicana, que ocupa menos del 0.22 por ciento del área geográfica reconocida como América Latina, pero el brutal despliegue de fuerza dejó bien claro que el poder estadounidense no toleraría la instauración de otro gobierno revolucionario en el Hemisferio Occidental.
La acción política y diplomática evidenció el control de Estados Unidos en los mal llamados organismos multilaterales y su decisión de hacer uso del mismo para preservar los regímenes nacionales amenazados por el aumento en el nivel de organización de los sectores populares.
El 28 de abril es, pues, herida abierta, ofensa imperdonable a esta América y a los pueblos del resto del mundo.
Obama contra la Patria Grande
«En un mundo que se ha reinventado una y otra vez, una constante ha sido el conflicto entre Estados Unidos y Cuba», dijo Barack Obama en La Habana en marzo pasado.
Dada la pretensión de presentar como inútil la memoria histórica, no se ocupó de describir fenómenos y mucho menos de enmarcar procesos en los 57 años de reinvención del mundo y de conflicto constante entre Estados Unidos y Cuba.
Intentó, aunque lo logró solo parcialmente, mantener ocultas las prendas íntimas de la conspiración imperialista contra Cuba y contra otros países.
La constante tiene mayor incidencia y es de amplitud mucho mayor que la reconocida por Obama. Distorsiona su descripción el presidente de Estados Unidos al particularizarla y localizarla.
El orden imperialista rediseña su estrategia, pero no cambia su definición esencial.
Se explica de ese modo el espaldarazo de Obama a Mauricio Macri, respaldando con ello el pago a los fondos buitre (holdouts), el despido de miles de trabajadores, el encarecimiento de los servicios básicos a toda la población y la disminución del gasto social, revirtiendo conquistas de los sectores populares en materia de salud, educación, vivienda y estabilidad laboral.
Es la definición clasista de la política imperial.
Al hablar sobre la situación política en Brasil, Barack Obama ha dicho, en más de un escenario, que ese país «saldrá fortalecido» y que no guarda relación alguna lo que ocurre allí con la situación en Venezuela.
Se expresó como espectador y no como actor, que es su condición real. No merece comentario el hecho de que Macri se manifestara de acuerdo, no tiene importancia, porque el presidente de Argentina está identificado como agente del retroceso político y consecuentemente como aliado y servidor del imperialismo.
Sin pretender santificar a Luiz Inácio Lula da Silva o negar que haya en el Partido de los Trabajadores grupos aliados a empresarios con historial de saqueo, hay que decir que la situación política creada en Brasil es parte de la conjura contra los gobiernos progresistas de América Latina.
A la presidenta Dilma Rousseff, no se le acusa de gestionar ilegalmente recursos para enriquecerse, se dice que utilizó el dinero para cubrir déficits «arriesgando la estabilidad económica del país».
¿No es sintomático que actúen como impenitentes acusadores legisladores ligados a actividades sucias? Afonso Hamm, por ejemplo, está acusado de recibir sobornos.
En el caso de Venezuela, la desaparición de Hugo Chávez (acaso por la acción deliberada), ha allanado el camino para el avance de la derecha.
Elevar el nivel de enfrentamiento a los especuladores, «guarimberos» e involucrar efectivamente a las mayorías en la acción y en la teoría, es tarea que debería estar mucho más avanzada.
La confrontación es inevitable, porque la ultraderecha tiene apoyo económico y logístico del centro del poder imperialista, que no revisa su propósito, porque ese propósito lo dicta su definición misma.
La conspiración no es solo contra Dilma Rousseff, Nicolás Maduro, Rafael Correa o Evo Morales, es contra la decisión de utilizar para el desarrollo regional los recursos naturales de América Latina, contra el proyecto de fortalecer los mecanismos de integración efectiva y de ejercicio de soberanía plena, contra el proyecto de un banco regional y de una moneda única que permita a América Latina actuar como bloque en el orden económico mundial.
Y es presente la memoria
Al presentarse como espectador siendo actor, Barack Obama sigue la tradición de sus antecesores.
En abril de 1965, cuando Lyndon B. Johnson ordenó el desembarco de 42 mil marines en Santo Domingo, Joaquín Balaguer era un protegido del poder estadounidense, que lo había escogido para dirigir el proceso de unificación de la clase dominante en República Dominicana.
Están documentadas sus conversaciones con el director del FBI, J. Edgar Hoover. Resultó de una elección previa la decisión tomada por Johnson, Thomas Mann y Kenndy Crockett de crear las condiciones para entregarle la presidencia en 1966.
Hoy, en Venezuela, en Cuba, en Brasil o en Ecuador, hay lacayos protegidos del imperialismo, y para hacer la lista solo hay que buscar los discursos de Obama en las ceremonias a las cuales son invitados contrarrevolucionarios de toda laya.
Es la definición de la acción imperialista.
La memoria histórica (no hay que cumplir la orden de Obama renunciando a sus enseñanzas) lo pone en evidencia.
En mayo de 1895, José Martí (Barack Obama en Cuba lo citó, pero no dijo que fue un antiimperialista) escribió a su amigo mexicano Manuel Mercado: «…ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber -puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso».
El enfrentamiento al orden imperialista estuvo entre los objetivos de la lucha por la independencia de Cuba.
Hoy, el enfrentamiento al orden imperialista define a nivel mundial la lucha por el avance político y por la dignidad de los pueblos.
Y vale continuar, a propósito del aniversario 51 de la brutal intervención contra República Dominicana, citando a Martí: «En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para logradas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias pª alcanzar sobre ellas el fin. Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos, -como ese de Vd. , y mío,- más vitalmente interesados en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino, que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal q. los desprecia, -les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos. Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas;- y mi honda es la de David». (Cita textual, de acuerdo con el original).
Habló el Martí visionario en el vocabulario en que hoy debe hablar todo revolucionario. Martí que murió 70 años antes de la acción brutal ordenada por Johnson y 121 años antes de que Obama pidiera descaradamente sepultar la memoria histórica.
Estos dos hechos se suman a las muestras de desprecio a nuestros pueblos por parte del Norte revuelto y brutal que en un momento auspicia invasiones y en otro momento golpes disfrazados, pero siempre auspicia el retroceso político.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.