El domingo pasado, con la votación de las municipales, asistimos a un crecimiento impensable del Frente Amplio, Encuentro Progresista en todo el país. Sin embargo vemos con tristeza cómo se repite la escasa representación de las mujeres en cargos de responsabilidad política. Ocho intendentes, ninguna intendenta ni candidata a intendenta. Una suplente del Intendente de […]
El domingo pasado, con la votación de las municipales, asistimos a un crecimiento impensable del Frente Amplio, Encuentro Progresista en todo el país. Sin embargo vemos con tristeza cómo se repite la escasa representación de las mujeres en cargos de responsabilidad política. Ocho intendentes, ninguna intendenta ni candidata a intendenta. Una suplente del Intendente de Montevideo. La misma tendencia de género que hemos visto en el parlamento y en el gobierno central, se repite, quizá aún más agravada, en estas elecciones municipales. Esto profundiza una contradicción que siempre ha estado latente en el seno del progresismo.
En estos días, a raíz de un artículo escrito en Comcosur Mujer No. 107 titulado «href=»http://www.lahaine.org/articulo.php?p=7546&more=1&c=1″>Autoritarismo humanista«, recibí de Diana Mines, militante por la diversidad sexual una ponencia que ella presentó ante un panel de la Vertiente Artiguista hace un año atrás, cuando faltaron 4 votos en la Cámara de Senadores para aprobar el proyecto de Ley de Salud Reproductiva que entre otras cosas, despenalizaba el aborto.
Yessie Macchi
«Se ha dicho ya en esta mesa (…) que los temas que hoy nos ocupan transversalizan el pensamiento político tradicional, más allá que sea de izquierda o de derecha, en el Uruguay.
(…) En realidad yo me pregunto si el género transversaliza o si en realidad el eje que habitualmente se considera para establecer qué es conservador y qué es rupturista, qué es izquierda y qué es derecha, no es en sí mismo una transversalización y una deformación. Habitualmente creemos que, o nos enseñaron que (…) el criterio es el económico (…). En realidad, la historia nos va demostrando que el verdadero eje que divide las aguas es el género. Y si esto no ha sido visualizado antes es porque prácticamente la totalidad del poder político, del pensamiento académico, del saber científico, ha sido monopolizado por uno de los géneros, el género masculino, que no gusta de verse a sí mismo como tal y ha asumido la representatividad de toda la especie. (…) Cuando decimos género hablamos de una construcción, una construcción cultural, porque no se trata de la diferencia macho/hembra; se trata de roles asignados a hombres y a mujeres. Y con los roles, esa construcción introduce relaciones de poder.
Clasificada la especie en «fuertes» y «débiles», de allí en adelante todas las variantes que puedan generarse por la interacción de las personas, van a caer dentro de una división similar. Esa división de género se va a reproducir en ricos y pobres, en blancos y negros, en heterosexuales y homosexuales, en acreedores y deudores, en hombres y mujeres, en el padre y en la madre. A partir de esas relaciones de poder en las que cada uno de estos grupos va a tener «valor mujer» o «valor hombre», se arma un esquema cuyo mantenimiento es esencial para el «orden». Cuando los sectores de la Iglesia más conservadora y muchos sectores políticos conservadores insisten en el papel de la familia tradicional como célula básica, en realidad se están refiriendo a una célula básica de un organismo que se llama «poder». Toda trasgresión a esas relaciones va a significar un peligro para el mantenimiento de ese orden, que es un orden injusto.
Esto introduce una perspectiva para el análisis de todos los problemas de la sociedad que creo que nos permite entender por qué ese entrecruzamiento de opiniones a la hora de votar determinadas leyes; porque cuando está en juego la relación de poder entre los géneros, está en juego la relación de poder entre todos los grupos opresores y sus oprimidos. Por ahí pasa entonces la verdadera óptica de los derechos humanos. Pasa por crear relaciones realmente igualitarias, por llevar a la práctica lo que dice realmente la Constitución: que la única diferencia de las personas radique en sus virtudes y sus talentos y no en su situación referida a un eje divisorio de la humanidad.
Estas contradicciones existen dentro del Frente Amplio, si no no hubiera sucedido lo que sucedió, no solamente en la votación del proyecto de salud reproductiva sino en otras votaciones anteriores. Tal vez el ejemplo más estridente de contradicción fue el que planteó el senador Fernández Huidobro. Es cierto, fue tremendamente contradictorio todo lo que planteó con su concepción del mundo y su postura frente a la vida. Pero hubo otros casos. Pasó muy desapercibida la contradicción en la que incurrió el senador Alberto Cid, que pocos meses antes, al votarse la ley de reproducción asistida, había insistido en que el embrión era embrión desde el momento de la concepción, y era sagrado desde el momento de la concepción, por lo tanto no se podía experimentar con él ni se podía conservarlo en frío más allá de pocos días. Y, sin embargo, a la hora de votar la ley de salud reproductiva, votó a favor de la despenalización del aborto.
El ingeniero Álvaro Fernández es un personaje que, si no lo han escuchado nombrar, les aconsejo que se acostumbren a su nombre porque tiene un protagonismo peligrosísimo en el pensamiento de la derecha uruguaya. Tiene una página web y una revista que se llama «Vivir en familia». Y en esa revista, que está en Internet, (…) él se felicita de haber logrado que en la discusión del proyecto de reproducción asistida se hubiera podido matar al «pre-embrión». El pre-embrión era lo que, en un principio, el senador Cid había considerado en su proyecto como ese primer manojo de células que se forma luego de la fecundación. En su afán de que el proyecto de ley fuera aprobado, Cid negocia con el senador García Costa, con el senador Walter Riesgo, y decide no hablar más de pre-embrión, y empezar a hablar de «embrión» desde el momento de la concepción. Y el señor Álvaro Fernández se felicita por el logro! Es bueno recordar estas cosas para saber realmente a qué juegos de intereses estamos sirviendo a veces.
¿Cuál es la perspectiva del tratamiento de estos temas con vistas a un proyecto de país progresista, de gobierno progresista? Eso es lo que nos convoca hoy aquí. Para eso nos ha convocado la Vertiente. Esperemos que sí, que esto se pueda jugar en un ámbito más democrático del que se está jugando en el esquema político actual. Pero no rehuyamos la realidad. Nuestro país tiene una estructura presidencialista. Nuestra Constitución otorga grandes poderes a la figura del Presidente de la República; y bien que lo sabemos por lo que hemos sufrido hasta ahora.
Un gobierno del Frente Amplio va a llevar a Tabaré Vázquez a la presidencia. El Dr. Tabaré Vázquez ha demostrado no ser, en ninguno de los ámbitos en que se mueve, una figura decorativa. No lo ha sido como Intendente, no lo es dentro del Frente Amplio, ni lo va a ser como Presidente.
Específicamente al día siguiente de la votación de la ley de salud reproductiva, el Dr. Vázquez declaró al Observador (nada menos) que una ley de salud reproductiva en lugar de ocuparse del aborto debía de haberse ocupado de las enfermedades de transmisión sexual. Esto, a lo que además le da un sustento científico, yo tengo derecho a interpretarlo, y creo no equivocarme, como que en la concepción del Dr. Tabaré Vázquez, la sexualidad y la reproducción son una y la misma cosa. Y esto no tiene una base científica, tiene una base moral y confesional. Tengo por seguro, díganme si me equivoco, que el tema de los derechos humanos en el Frente Amplio no es materia opinable. Si los derechos de las mujeres son materia opinable para el líder del Frente Amplio-Encuentro Progresista-Nueva Mayoría entonces yo tengo que concluir que los derechos de la mujeres no son derechos humanos para el Dr. Vázquez.
Y a esto, con la costumbre que tenemos la mujeres… costumbre no, con la educación que hemos recibido, de postergar nuestras reivindicaciones, de servir a los demás, podemos tener la tendencia a decir «bueno, pero, están los pobres, están todo el problema económico, está el problema de la deuda externa, lo nuestro puede esperar». Lo nuestro no puede esperar porque las mujeres estamos atravesando un momento muy difícil, cualitativamente más difícil que los varones de esta sociedad. Y mucho más difícil en las colectividades que estamos acá representadas. Porque están las mujeres pobres, están las mujeres negras, están las mujeres con raíz indígena, están las mujeres homosexuales lesbianas, están todas las mujeres que luchan por ser respetadas en la sociedad y no lo están logrando. Y está el tema de la violencia. Las estadísticas hablan de que un 50% de las mujeres sufren alguna forma de violencia doméstica y si somos más del 50% de la población estamos hablando de más de un 25% de mujeres que están sufriendo violencia en esta sociedad. Y eso no puede esperar!
(…) Creo que es muy peligroso ver nuestros problemas, los problemas de nuestras colectividades, exclusivamente como tales, cuando estamos hablando de un problema mayor dentro del cual lo nuestro es sólo un ejemplo. Creo que nosotros tenemos que empezar a movilizar desde las bases hasta las dirigencias en la discusión de esta temática. No hay nada que sea postergable en esto; no hay nada que se pueda posponer. Puede haber algunas prioridades, pero no existe la posibilidad de desconocer la importancia de nuestros problemas.
En la práctica se irá viendo, cuando aparezcan los distintos proyectos de ley, los distintos proyectos sociales, en qué medida vamos a ir pudiendo defenderlos. Lo vamos a hacer porque todas las personas que integramos hoy esta mesa pertenecemos a colectivos que asumen sus responsabilidades, que asumen sus compromisos y que están ansiosos de participar. No vamos a dejar de participar, pero tampoco vamos a dejar de exigir a la dirigencia política de este país, si es del Frente Amplio, será al Frente Amplio, y si no lo es, a cualquiera que sea; que respete a todas las personas.
Que más allá de las opiniones personales, que las pueden tener, (todo el mundo tiene derecho a tenerlas) cuando hablen como dirigentes tengan el cuidado máximo de respetar a la totalidad de la población. Sus opiniones personales, cuando hablan como dirigentes, adquieren carácter político. Ningún dirigente político puede hablar exclusivamente de lo suyo, de sus ideas, y creer que eso va a ser tomado como personal. No lo fue cuando el Dr. Batlle le dijo a un periodista del New York Times a pocos días de haber asumido como Presidente, que su familia provenía de un pueblo que era muy bonito antes de que aparecieran en él los homosexuales. Y después siguió hablando de que él era normal, porque le gustaban las mujeres. Que la homosexualidad era una enfermedad. En ese momento él hablaba como Presidente de todos los uruguayos y uruguayas, de todos los habitantes de este país. Y en ese rol tenía que haberse callado la boca. Él y cualquier personalidad política a la hora de emitir un pensamiento discriminatorio. No podemos cejar en la exigencia de ese respeto.»