Diógenes caminaba por donde una vez se erigió la muralla de Montevideo, lamentando la decisión de aquellos constituyentes progresistas que en 1829 la derribaran restándole belleza a la ciudad, cuando vio caminar hacia él, sudando, pero engalanado con su mejor sonrisa, a Sócrates. -¿Por qué ese gesto adusto, oh Diógenes, cuando la ciudadanía se apresta […]
Diógenes caminaba por donde una vez se erigió la muralla de Montevideo, lamentando la decisión de aquellos constituyentes progresistas que en 1829 la derribaran restándole belleza a la ciudad, cuando vio caminar hacia él, sudando, pero engalanado con su mejor sonrisa, a Sócrates.
-¿Por qué ese gesto adusto, oh Diógenes, cuando la ciudadanía se apresta a seguir cumpliendo sus sueños en vez de volver a las pesadillas tenebrosas?
-Amigo Sócrates, no podrías haber elegido mejor tus palabras. Pareciera que hablaras de gentes que todavía están dormidas.
-¡Cínico Diógenes! ¿Negarías las conquistas de estos últimos diez años? El matrimonio igualitario, la liberación de la marihuana, el millón de ceibalitas repartidas, el aumento del presupuesto de la educación, la vuelta de los consejos de salarios y la caída de la desocupación? Recuerda cómo estábamos en la crisis del 2002.
-Tus logros no me parecen proporcionales a cuarenta años de lucha y sacrificios inenarrables. Si partiéramos de la crisis del 29 también nos pondríamos de acuerdo en que blancos y colorados nos llevaron al auge de la posguerra. No se trata de medir a partir de una crisis, pues con poco que se haga ya parecería bueno. Se trata de ver si se hace lo que se puede en función del potencial que se dispone. Tus logros me recuerdan aquello de «Y la montaña parió un ratón».
-Las pruebas están a la vista.
-Si las pruebas fueran tan evidentes no veo por qué estarías sudando con gesto desencajado. Con diez años de un gobierno tan eficiente y amigo del «pobrerío» deberías recibir votos a toneladas.
– La derecha confunde a la gente.
-Acaso te refieras a artículos como el que leí ayer en El PAÍS, que cuenta cómo fajaban a botijas en el SIRPA; cómo las autoridades negaban los hechos; cómo se pretendió amedrentar al funcionario que hizo la denuncia y cómo se lo despidió. O acaso te refieras a los que informaron sobre el agua contaminada, la cual OSE asegura que es una maravilla.
-No gobernamos con ángeles, gobernamos con seres de carne y hueso.
-Pero estos seres de carne y hueso se parecen demasiado a los seres de carne y hueso que nos gobernaban antes. Todo indica que estamos condenados a salir del fuego para caer en las brasas y así saltar eternamente. Es el juego de la democracia, basado en una memoria que no llega a lanzar el reel más allá de cuatro años.
-Con el material que disponemos hemos hecho grandes avances. La gente tiene más poder adquisitivo.
-La humanidad crea, Sócrates, cada vez más riquezas. Cuando aparecieron los celulares valían una fortuna, igual que las computadoras, pero ahora son masivos. Tres siglos atrás sólo accedía al azúcar la élite. Si blancos y colorados argumentaran que gracias a ellos todos disfrutamos del azúcar, caerían en la misma falacia. No se trata de ver si ahora cada cual tiene más bienes que antes, se trata de ver si los bienes están mejor repartidos que antes.
-Precisamente, ahora los bienes están mejor repartidos.
-¿En que te basas, oh Sócrates, para afirmar eso?
-En las estadísticas oficiales (Al rostro de Diógenes emergió una sonrisa mefistofélica, pero nada dijo) Nos basamos en los estudios del Instituto Nacional de Estadística que elabora los datos de la Encuesta Continua de Hogares (ECH).
-Lo que digan los ricos, que por astucia tienden a declarar al Estado que ganan menos de lo que ganan, y lo que digan los pobres, que por vergüenza tienden a declarar al encuestador que ganan más de lo que ganan, no puede ser una fuente del todo fiable. Dudo mucho que en la ECH puedan encuestar a cualquiera de los propietarios de tierras extranjeros, como los principales latifundistas del país, los dueños de Montes del Plata, o a los de UPM, ni a ninguno de los inversores extranjeros. Se advierten (1) gruesas diferencias entre los datos elaborados a partir de la ECH y los datos elaborados a partir de la información de la DGI (que tampoco es una garantía). En los dos casos la desigualdad se habría reducido algo, pero difieren en cuánto, y en función de una de ellas el porcentaje de riquezas del 1% más rico permanece estable. Aquí nos enfrentamos al problema del manejo de los datos, un asuntillo sensible a nuestras democracias. Cuando una fuente es favorable para determinados propósitos, los gobernantes se amparan en ella despreocupándose de la dosis de verdad que pueda contener. Parece no importar mucho si el que maneja los datos (amén de una jerga inextricable) sea un «rosadito» o un multicolor.
-Son las reglas del juego. Como ellos tuercen el árbol para un lado, nosotros lo torcemos para el otro, así lo equilibramos.
-Uno sospecha que las dos partes tuercen el árbol para su beneficio. Supongamos, Sócrates, que hubo una leve mejora igualitaria con respecto a la crisis del 2002, que responda, sea a que disminuyó la desocupación, sea a que algunos trabajadores pagan menos impuestos, en tanto los trabajadores medianos pagan más. Se ha repartido sacándole a los del medio para darle a los de abajo sin tocar a los de arriba, o mejor dicho, exonerando a los de arriba. ¿Te recuerdo algunas cifras acerca de los peces gordos y las mojarritas?
-No sé por qué, estimado Diógenes, pretendes introducir información que nadie en esta campaña ha traído a cuento.
-Por eso mismo. En función de los datos de la DGI, el 1% más rico gana casi lo mismo que el 50% más pobre (2). Como nos referimos a la población mayor de 20 años, estamos diciendo que 23.000 habitantes ganan casi lo mismo que 1.150.000 (3).
-Es el mundo que vivimos, Diógenes. No pretenderás luchar contra eso. Ya lo hicimos y nos fue mal. Como dijo el Pepe: «cuando era joven quería cambiar el mundo, ahora me conformo con arreglar la vereda».
-Por este camino, Sócrates, cuando seas viejo dirás: «Cuando era joven quería arreglar la vereda, ahora me conformo con arreglar la baldosa».
-¿No estarás dándome a entender que traicionarás a la causa, como Hoenir Sarthou? ¿No estarás pensando en votar a la derecha?
-Si no me multaran, aprovecharía ese domingo para actividades más loables, pero habida cuenta que se me «obliga» a ejercer un «derecho», pondré en mi hoja de votación esta consigna: «A otro perro con ese hueso». En cuanto a Sarthou disfruté su artículo, pero su decisión alcanza sólo a octubre y en noviembre otro gallo cantará y ya no podrás tacharlo de traidor ni de ninguna otra lindeza.
-Lo que me temía: te has convertido en el típico pseudo intelectual elitista que mira el mundo desde una nube, desentendiéndose de la política y haciéndole el campo orégano a la derecha.
-Depende cómo entendamos la palabra «política». Cuando uno vota, Sócrates, afirma al menos dos cosas: la primera y menos importante: a un partido determinado; la segunda y trascendente: legitima una forma de conducir la cosa pública.
-¿Qué pretendes, volver a la monarquía?
– En absoluto, en tanto ya vivimos una monarquía, más bien la tiranía de ese 1% que aquí, allá y acullá, y cada vez más, acapara tanto como el 50% más pobre, y no satisfecha, determina qué se piensa, qué se investiga en las universidades, qué medicamentos se producen, qué granos se plantan, qué guerras se hacen. Ellos logran que imaginemos, cual esclavos que creen conocer la realidad en función de las sombras proyectadas en tu célebre caverna, que vivimos en una democracia cuando nunca jamás como ahora la democracia estuvo más ausente. Bajo ningún otro modo de producción tan pocos reunieron tanto poder en sus manos; unos pocos que por añadidura no sólo ostentan una moral sospechosa, sino que parecen empeñados, compitiendo cual babeantes epilépticos, en conducirnos al abismo.
-Nadie interpretará así tu voto. Si votaras a los mejores, o a los menos peores, nos iríamos aproximando a…
-Reparar más eficientemente la baldosa. No me opongo a que se decidan las cosas mediante votaciones, ni siquiera la mejor forma de lustrar la baldosa, pero como no veo alguna propuesta que ponga en tela de juicio la verdadera naturaleza de las imágenes proyectadas en la pared de la caverna y el fundamento de un sistema que utiliza la «democracia» como quien usa de una máscara, anulo el voto junto a un 3 %, como una forma de generar el espacio para una nueva propuesta, que podríamos llamar democrática sin violar tan abiertamente el lenguaje.
-Ese 3% es inexistente.
–«Vengo haciendo punta solo pero atrás viene un montón». En el 82 el Partido Comunista exhortaba a votar los sectores más progresistas dentro de lo que permitía la dictadura, sin embargo, afortunadamente, hubo un 10% «inexistente» que votó en blanco.
-La opción, Diógenes, no es entre construir una nueva democracia o no. La opción es elegir lo mejor ahora, pues la gente cobra el sueldo hoy y no en un delirante futuro utópico.
-El problema, Sócrates, es creer que sólo existen dos opciones, cuando en rigor esas dos opciones están englobadas en otras dos (acaso innumerables) más trascendentes. ¿Me permitirías, para explicarme, recordar un breve relato de Kafka?
-Cuéntame lo que quieras, pero te advierto que la campaña me llama y ese señor no es autor de mi preferencia. Me gustan Benedetti, Neruda, Gorki y otros escritores actuales progresistas, sumamente premiados, que…
-Dejemos tus gustos de lado, aunque bien mirados me llevan a pensar que «la lógica de las cosas no puede ser más perfecta».
-Relata tu historia de una vez (aquí Sócrates cotejó la hora en su Rolex) que ya veo que nada podrá impedirlo y prométeme continuar nuestro diálogo la semana próxima.
-Prometido está, que nos queda mucha tela por cortar. Kafka nos habla de un campesino que llega a las puertas de la Ley. Cuando pretende ingresar, un imponente guardián lo detiene. «¿Cuándo podré entrar?». Se le responde: «Ahora no, acaso mañana». El campesino duerme a las puertas de la Ley. En la mañana insiste, mas le dicen: «Si tu deseo por entrar es tan grande ¿por qué no lo intentas? Pero te advierto que soy el último de los guardianes y después de ésta hay otra puerta con un guardián más aterrador y luego otra y otra». El campesino aguarda y va dando, infructuosamente, todas sus pertenencias para sobornar al guardián hasta llegar a rogarle a las pulgas del gabán del guardián para que que intercedan por él. Por fin, el campesino ya decrépito y casi enceguecido logra atisbar la luz que emerge inextinguible por los resquicios de la puerta de la Ley y en su último esfuerzo pregunta: «¿Cómo es posible que en todos estos años nadie acudiera ante las puertas de la Ley?», ante lo cual el guardián le responde: «Porque esta puerta era sólo para ti. Ahora mueres, mi labor concluye y permanecerá cerrada para siempre».
Notas:
(1) «Desigualdad y altos ingresos en Uruguay», Burdín, Esponda y Vigoritto
http://www.cef.org.uy/images/
(2) Un 13,2 contra un 13,9. Ahora, de esos 23.000, los más ricos entre ellos, el 0,5 % de la población, gana más que el 40% más pobre: un 9,5 contra un 8,9. Y el 0,1 más rico, 2.300 personas, ganan un poco menos que 690.000, el 30% más pobre: un 4,6 contra un 5,2.
(3) Antonio Elías http://www.rebelion.org/
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