El próximo domingo 27 de octubre Uruguay dirime un pleito electoral en el que el gobierno del Frente Amplio aspira lograr un cuarto mandato y su contrincante más cercano, el Partido Nacional, suplantarlo para concretar un cambio en la conducción del país. Hacer pronósticos, aunque sean planteados apenas pocos días antes de los comicios, resulta […]
El próximo domingo 27 de octubre Uruguay dirime un pleito electoral en el que el gobierno del Frente Amplio aspira lograr un cuarto mandato y su contrincante más cercano, el Partido Nacional, suplantarlo para concretar un cambio en la conducción del país.
Hacer pronósticos, aunque sean planteados apenas pocos días antes de los comicios, resulta aventurado en esta oportunidad pues los datos objetivos provocan incertidumbres más que certezas. Para entender esta contradicción es necesario conocer, aunque sea a grandes rasgos, las características del sistema electoral del Uruguay.
Las encuestadoras, con algunas leves diferencias, dan al candidato del Frente Amplio, (FA) el ingeniero Daniel Martínez, una ventaja promedial de 10 puntos sobre su rival, el abogado Luis Lacalle Pou del Partido Nacional (PN).
Pero la diferencia no es suficiente si el puntero de la disputa no sobrepasa la mitad más uno de los participantes en el acto electoral. Sería un milagro, dicen, si ello sucediera. Con dicho requisito los analistas consideran que la realización del balotaje -un mes después- será ineludible y su desenlace vaticinan como con bandera verde.
No hay presidente en primera vuelta
En ese marco, la elección del domingo próximo no determinará quién será el presidente pero servirá para definir la integración de las bancadas de diputados y senadores. Y con ese dato se sabrá si el mandatario que surja de la elección de noviembre contará, o no, con mayorías parlamentarias para llevar adelante su programa.
Y es con esas certezas, asumidas por todos los actores, que se encara la disputa electoral. En buena medida es un voto a futuro ya que en marzo de 1920 se disputarán los 19 gobiernos departamentales, incluyendo Montevideo.
No es un dato menor, pues nada asegura que el partido que logre la titularidad del Poder Ejecutivo triunfe en esas competencias locales. Hoy mismo, ocho departamentos están en manos de lo «blancos» (PN) y, dado el sistema descentralizado le disputan gobernabilidad al poder central.
Lo dicho no deja de ser el encuadre normativo de las elecciones, pero lo que pone el toque de incertidumbre es la forma en que las organizaciones políticas participan en el mismo. Un número más o menos estable de cinco ó seis lemas partidarios eran los que se presentaban tradicionalmente ante la ciudadanía, pero esta vez son 11 las organizaciones habilitadas y, acentuando la dispersión del abanico de ofertas, cada uno de ellos ha habilitado varios sublemas.
Por ejemplo: el Partido Nacional se presenta con diez, la Unidad Popular con ocho, el Partido Colorado con tres y el Frente Amplio con seis. Pero enumerar la cantidad de sublemas no brinda la visión real de esa amplia diversidad, ya que cada sublema a su vez contiene buena cantidad de grupos, organizaciones o partidos.
Un ejemplo: el FA lleva en sus seis sublemas 35 ofertantes que se presentan, cada uno de ellos con su respectiva lista, coincidentes en la fórmula Martínez-Villar, pero diversas en sus propuestas de integración legislativa. En términos reales esto significa que el votante, si no lleva su lista en el bolsillo, deberá buscar entre unas 100 hojas de votación.
Dificultad que no será menor cuando se contabilicen los votos, discriminados por lemas y sublemas, a la que se debe sumar la papeleta (así se la denomina) del plebiscito que propicia una reforma constitucional. La misma habilita a los militares a realizar actividades propias de la policía a fin de brindar seguridad a la ciudadanía, entre otras realizar allanamientos nocturnos sin orden judicial.
Esta reforma, si bien consiguió inicialmente la cantidad de firmas necesarias como para presentarse, ahora ya no goza del apoyo necesario. Su creador e impulsor el senador Jorge Larrañaga, de larga trayectoria política en filas del Partido Nacional, fue desplazado a un tercer lugar en los resultados de las elecciones internas de mediados de año. Ningúnotro sector de supropio partido respalda dicha iniciativa y es casi seguro que la misma morirá en el intento.
El partido de los milicos y la voluntad divina
Un nuevo partido, hecho para la ocasión, inaugura su actividad política con un rasgo particular, se denomina Cabildo Abierto, aunque en la calle le dicen «el partido de los milicos». Su candidato es el ex general Guido Manini, que supo desempeñarse como comandante en jefe del Ejército. Dado de baja por decisión del presidente Vázquez se dedicó a organizar su partido y ahora especula en convertirse en una bisagra articuladora de toda la oposición.
La candidatura y su casi segura elección como legislador le permiten, chicanas legales mediante, ir cuerpeando una sentencia por ocultamiento de datos ante inconductas penales de compañeros de armas acusados de torturas y crimen contra mujeres y hombres detenidos por las fuerzas armadas.
Recientes excavaciones en predios del Batallón 13 del Ejército permitieron el hallazgo de restos óseos que resultaron ser de Eduardo Bleier, un dirigente del Partido Comunista desaparecido en 1975 de quien las Fuerzas Armadas informaron oficialmente a las autoridades que había fallecido y sus restos cremados.
La mentira y la complicidad con hechos de esa naturaleza acompañan a Manini ya que reconocidos y denunciados entusiastas torturadores integran su lista electoral.Es probable que, junto con Manini, algunos de ellos alcancena ocupar algún escaño como resultado de las próximas elecciones, en las que además de la adhesión política de la «familia militar» conciten el apoyo de otros sectores de la sociedad.
Un escribano, de apellido Domenech, compone la fórmula presidencial de Cabildo Abiertoy ya ha anunciado que no habrá juez que juzgue a Manini pues allí estarán los «cabildantes» para impedirlo. Y además, ha explicado a la opinión pública que la presencia de Manini «al frente de los artiguistas» es una «decisión de Dios», y con esos argumentos conceptuales es muy posible que la próxima legislatura inicie una nueva etapa en el espíritu de las leyes que elabore.
Según las previsiones frente a este panorama, el nuevo parlamento podría integrarse hasta con nueve partidos.Considerando que actualmente son cinco y que algunos de ellos desaparezcan, la avalancha de los «nuevos» duplicaría la presencia tradicional. En su mayoría serían presencias unipersonales que puede suponerse decidirían la balanza en casos de votación complicada y que cotizarían alto su voto.
Este panorama se suma a la deriva de contradicciones en las que está sumido el candidato nacionalista pero que mantiene una línea coherente de rechazo a todas -a todas, digo- las leyes de contenido social, igualitario y justiciero que se han aprobado.
Así la ley de ocho horas de trabajo para el trabajador rural, la ley que ampara el trabajo del servicio doméstico, la legalización del aborto, el reconocimiento legal del matrimonio entre personas del mismo sexo y en fin, una extensa serie de avances que no contaron con el voto del dirigente Lacalle Pou.
Esa constelación de partidos está siendo convocada por el Partido Nacional, en base a un programa de gobierno que no se da a conocer públicamente pero del cual se adelanta que sería tratado como «urgente» en caso de que Lacalle Pou obtenga la presidencia de la república. Pero las filtraciones que se conocen del extenso articulado aluden a la existencia de medidas similares a las adoptadas en Brasil, Argentina, Perú, Ecuador y Chile.
Los blancos confesaron que habían incorporado a su programa las exigencias de las cámaras empresariales y algunos deslices en la comunicación permiten pensar que han puesto los ojos en la privatización de las empresas públicas tal como en los países mencionados y que no quedarían fuera del intento las medidas de alcance social.
Además de estos aspectos a los que habría que agregar la connivencia con los grupos neopentecostales y haberles servido de plataforma para sus carreras políticas, los «blancos» hacen un extraordinario aporte al brindar ejemplos constantes, numerosos y claros de abuso ordinario de poder con clientelismo cobrado con sexo y uso de los bienes públicos en beneficio personal.
El Intendente del departamento de Colonia, Carlos Moreira, candidato a senador en las listas oficialistas del Partido Nacional, redactor del proyecto de reforma constitucional que se plebiscita ha sido expulsado del partido, ha renunciado a su candidatur senaturial pero conserva el cargo de Intendente que no piensa abandonar.
Todo es resultado de la filtración de unas conversaciones telefónicas mantenidas con una mujer que aspiraba a realizar pasantías que el jerarca aseguraba otorgar a cambio de un truque por sexo. Existen serias sospechas de que la filtración fue promovida desde dentro del mismo partido en ese departamento.
Pese a esto el Partido Nacional se mantiene como el firme opositor del gobierno, ante la implosión ignominiosa del Partido Colorado que ha sido relegado a un tercer lugar, que muchos dudan pueda mantener.
Su rama más conservadora se ha desplazado hacia Manini mientras que los sectores más democráticos, liberales y con sensibilidad social que se veían reflejados en el batllismo hoy no existen o se han sumado al Frente Amplio.De modo que ya hay quienes adelantan que el Partido Colorado ocuparía un cuarto lugar en la preferencia de la ciudadanía.
A estas características de la puja electoral que ensombrecen las posibilidades del FA se debe agregar una debilidad interna que se ha venido acentuando y del cual son conscientes los dirigentes y los militantes del núcleo duro.
Se trata de los errores humanos que superan lo que la sensibilidad frenteamplista puede soportar con su estructura, dicha y sobrentendida, de principios morales y comportamientos éticos que le ha quitado entusiasmo a muchos militantes. A eso se debe agregar la desideologización que ha ganado a la fuerza política.
En definitiva la opción es entre dos modelos de país
Queda claro que, más allá de los fuegos de artificio comunes en toda campaña electoral lo que se define en este puja es la opción entre dos modelo de país, muy diferentes y contrapuestos.
Si bien los errores masivos en que pueden incurrir los pueblos cuando se dejan manipular por los medios de comunicación, como por ejemplo en Brasil, ponen una cuota de duda sobre su capacidad para discernir de acuerdo a sus intereses, la militancia frenteamplista en el Uruguay parece marcar una diferencia importante al hacer una síntesis postergando diferencias con alegría y han reeditado su confiada seguridad en que conquistarán un cuarto mandato.
Garabed Arakelian. Periodista, docente, analista uruguayo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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