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Uruguay

El callado (y peor, negado) envenenamiento del país

Fuentes: revistafuturos

En una nota reciente, «Buenos modales para atender (o escamotear) lo atroz» registramos un rasgo que entendemos caracteriza al Uruguay actual; una cierta dificultad autocrítica o incluso una cierta autocomplacencia… y cuando registramos este rasgo, procuramos desnudarlo por su inadecuación con la realidad, por su falsedad manifiesta o por su patética pretensión de creerse mejores […]

En una nota reciente, «Buenos modales para atender (o escamotear) lo atroz» registramos un rasgo que entendemos caracteriza al Uruguay actual; una cierta dificultad autocrítica o incluso una cierta autocomplacencia… y cuando registramos este rasgo, procuramos desnudarlo por su inadecuación con la realidad, por su falsedad manifiesta o por su patética pretensión de creerse mejores de lo que realmente somos (elija el lector la lectura que prefiera).

Aquella nota versaba sobre el estado del agua y remataba con comentarios de otros autores apuntando a esa conducta de Public Relations y de su efecto contraproducente.

Trataré ahora de abordar el tema del envenenamiento del territorio uruguayo, algo por otra parte íntimamente relacionado con el estado de sus aguas, pero que reconoce, empero, una cierta especificidad.

Primero unos datos cronológicos, que entiendo reveladores.

Hay dos estados únicamente en el planeta que iniciaron cultivos transgénicos en el s. XX: EE.UU. y Argentina, en ese orden. El promotor en ambos fue el USDA (United States Department of Agriculture), el Ministerio de Agricultura de EE.UU., con su teoría de las ventajas comparativas.

Pasado el período soviético, los think tanks de EE.UU (y de otros centros de poder planetario) se dedicaron a diseñar una política global. Financiera, industrial, educativa, sanitaria, militar, y también una política alimentaria… mundial. La década de los ’90, que consideraron el reinicio de un unicato american,1 los encontró diseñando, por ejemplo, la urbanización de la India (¡proyectando el traslado de unos 500 millones de campesinos! en un país que no es el de ellos…) y diseñando el suministro global de granos «con las praderas estadounidenses y las pampas argentinas».2 Afortunadamente, tanta estulticia no pudo con la realidad.

Pero obtuvo sí muchos logros parciales. Como la transgenetización generalizada de la soja primero y el maíz después, en EE.UU. y en Argentina. Aquí se inaugura la soja transgénica en 1996, aprobando «las formalidades» del caso (decretos del P. Ejecutivo), valiéndose incluso de textos escritos en inglés… tanto era el apuro por concretar. Por entonces se barajaban otros proyectos de vegetales transgénicos, como el tomate, finalmente descartados (y siempre quedó en la bruma sobre si se trataba de lácteos transgénicos el episodio trágico con la muerte de dos operarios de un tambo hipermoderno en Azul).

En 2010 se concreta en Argentina la Red de Médicos de Pueblos Fumigados, fundamentalmente dedicada al relevamiento de enfermedades en las áreas sojeras. Habían pasado 14 años desde la implantación de los cultivos GM y el aumento de malformaciones congénitas, alergias, trastornos coronarios y respiratorios, y sobre todo enfermedades asentadas en la sexualidad de los más pequeños era ya inocultable. En los órganos sexuales se podía registrar cáncer de testículos, de ovarios y úteros; hipospadias, baja de los niveles de testoterona, baja de calidad espermática en el caso de los varoncitos y endometriosis, abortos espontáneos y anencefalias en el sexo femenino. Y en general, pérdida de capacidad de concentración, cánceres de los más diversos.

La frecuencia de la aparición de tales anormalidades se hizo altísima, a veces duplicando, triplicando, quintuplicando las estadísticas «tradicionales» (cuando las había). Hay poblaciones que se han hecho tristemente célebres por la invasión de la fumigación aérea: La Leonesa (Chaco), Ituzaingo (Córdoba), Salta… En dicha provincia, en 2013, se registraba el increíble porcentaje de 19% de abortos espontáneos… para humanos y «en algunas zonas»· hasta un 100% de abortos espontáneos en cabras.3

Pero ya sabemos que en los países periféricos, mentalmente colonizados, como nos enseñaba Carlos Vaz Ferreira, las verdades periféricas tienen menos valor que las mentiras metropolitanas:

«El pasado primero de mayo [2013], la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos [EPA] aumentó el nivel aceptable de residuos de glifosato en alimentos tras llegar a la conclusión, basada en estudios presentados por la empresa, de que «hay una certeza razonable de que no causará perjuicios en la población en general ni en los bebés y niños por su exposición acumulada»4

Este llamativo pasaje en el artículo escrito por dos corresponsales levantados por la prensa argentina contrasta con el testimonio que también se recoge en la misma nota, de una médica chaqueña: «María del Carmen Seveso, quien dirige desde hace 33 años las unidades de terapia intensiva y comisiones de ética en hospitales del Chaco, [y que] se alarmó al ver que, según certificados de nacimiento, los defectos congénitos de los bebés se habían cuadruplicado, de 19,1 a 85,3 por cada 10.000 nacimientos, desde que se aprobó la siembra de cultivos modificados genéticamente hace una década.» (ibíd.) 5

La Organización Mundial de la Salud de la ONU, OMS, terminó aceptando, en 2015, que el glifosato es cancerígeno… algo que había negado reiteradamente siguiendo la «doctrina EPA-Monsanto» de su inocuidad, como acabamos de ver con la cita de la nota de Warren y Psiarenko.

La soja transgénica y la consiguiente difusión del paquete agrotóxico data en Uruguay de 2002. La fumigación de los monocultivos forestales para fabricar celulosa es anterior.

Con lo cual, los plazos de contaminación nos están alcanzando. O ya nos alcanzaron. Con ese perverso mecanismo según el cual cuando se la descubre ya es tarde para remediarla.

Y con un agravante: Uruguay carece de la «generosidad» territorial que tiene Argentina. Entre nosotros, está todo más cerca… los cultivos fumigados y las poblacio-nes. Ya hemos visto penosos ejemplos como el de Toledo con su cantera casi en el patio de los vecinos, para sufrir un miniensayo de minería de gran porte a cielo abierto.

Pero claro que en «el paisito» tenemos nuestras defensas, como señala un crítico: «[…] no hay registro de enfermedades que podrían estar relacionadas con la actividad industrial, porque no se hacen conocer los datos de cáncer relevados en los últimos años, u otras enfermedades, glandulares, respiratorias, sus causas posibles.» 6

Esta omisión de estudios epidemiológicos, que en Argentina constituyó una política, no tenemos porqué pensar que en Uruguay obedece a otros motivos; por el contrario, pensamos que obedece al mismo cuidadoso descuido, a la misma deliberada negligencia, a calificar, por ejemplo, el paro cardiorrespiratorio como «causa de muerte» cuando es claramente consecuencia.

Pero en lugar de alarmarnos por la ausencia de elementos de análisis, hay quienes se sienten orgullosos: «[…] Uruguay está en un proceso dinámico de transformación, con aumentos notables de productividad en algunos rubros más que en otros. Nuestro país se especializa cada vez más en actividades intensivas en el uso de recursos naturales. Ésa es la clave de la inserción internacional del Uruguay.» Así nos arenga el actual ministro de Agricultura y Ganadería, Tabaré Aguerre. (ibíd.)

Pocas veces más ajena la consigna, tan frecuentemente invocada, «Uruguay país natural».

El acento que el ministro neomenemista Aguerre pone en la productividad (en dólares) nos permite dimensionar cuán lejos estamos de las coordenadas culturales de la década del ’60, cuando llegaran al Uruguay los pollos «doble pechuga», inflados con hormonas -gran invento made in USA− que la sociedad resiste, o cuando aparece, aproximadamente en la misma época, un edulcorante «revolucionario», el ciclamato, y nuestros bromatólogos piden la prohibición de tal aditivo porque ya entonces había numerosos informes (EE.UU., Suecia) que lo consideraban cancerígeno.

Sin embargo, el abajo se está moviendo… Cuando hace apenas un mes, el gobierno exhibe su gabinete de trabajo en la ciudad de Dolores, Soriano, vecinos plantean su inquietud por el avance de cánceres y alergias, enfermedades cuyo aumento es típico precisamente en los casos de contaminación por agrotóxicos.7

Hay un cambio significativo en los destinatarios de las intoxicaciones. Hasta no hace mucho se registraban intoxicaciones entre los operarios con agrotóxicos. Hoy, nos lo dice Eduardo Egaña a cargo del laboratorio de Residuos de Plaguicidas de la Intendencia de Montevideo, «más que afectarse al trabajador que coloca el plaguicida hay una contaminación ambiental8 Lo cual significa que el uso de agrotóxicos se ha ampliado «industrialmente», sus efectos alcanzan ahora más directamente a todo el ambiente, humanos incluidos.

En Guichón, nada menos que 15 mujeres perdieron sus embarazos durante una única zafra… sojera. Pero las autoridades no han logrado establecer como causa la creciente difusión de agrotóxicos. Federico Gyurkovits registra que los vecinos, con sorna mencionan dos «industrias pujantes» en Guichón. Pero no la sojera y la forestal. Sino la de purificadores y agua embotellada.9 Vecinos de Guichón presentaron a las autoridades nacionales un escrito explicando las características tanto de la soja GM como de las plantaciones de árboles para la elaboración de celulosa: «todo este paquete viene de la mano de un gigantesco cóctel de uso masivo e indiscriminado de agrotóxicos.«

Tales «cultivos llegan hasta escasos metros de las cuencas y microcuencas hídricas, que es desde donde se toma agua para las UPA [usinas potabilizadoras de agua][…] las mismas tienen un sistema de piletas de decantación que se encuentra a cielo abierto. Las plantaciones llegan hasta 40 metros de la planta potabilizadora y 30 metros del arroyo del que se toma el agua, no existiendo legislación al respecto que regule esta situación, que es por demás preocupante, dado que no se hace desde los organismos competentes análisis que detecte residuos de agrotóxicos en agua«.

DINAMA contestó tranquilizadoramente: «No existe traza de contaminación, esto no significa que tengamos el 100 por ciento de seguridad de que no haya contaminación. Por eso se harán nuevos controles en los períodos de preparación de los cultivos y cuando éstos requieran aplicaciones de agroquímicos10 En buen romance, ¡tomaron las muestras cuando no hay descargas de agrotóxicos! Así da fácil, y por eso tan precautoriamente se cubrieron con lo de «no significa que tengamos el 100% de seguridad»…

«La cuenca del Río Santa Lucía tiene una enorme importancia estratégica para la sociedad uruguaya, ya que es la principal fuente de abastecimiento hídrico: provee de agua potable al 60% de la población de todo el país. Desde hace varios años, muchos expertos han advertido sobre el exceso de nutrientes (especialmente fósforo y nitrógeno) en los cursos de agua de la cuenca del Río Santa Lucía. A raíz de esto, se ha dado un fenómeno llamado floración de cianobacterias, que podría potencialmente perjudicar la salud de la población. […] Ahora estamos frente a un proceso, en el cual la agroindustria ha generado una contaminación tan grande del ambiente, […] y a su vez los controles que hay fallan permanentemente.»

Quien esto afirma es Federico López Romanelli, documentalista, entrevistado por Ma. Eugenia Nuñez.11 Entonces, ¿fallas de DINAMA?

López Romanelli, continúa con este testimonio: «En el último canotaje que hice en lo que va del tramo de San Ramón hasta Rincón de Conde, encontré 32 cubiertas de vehículos adentro del agua e infinidad de bolsas. En Semana de Turismo, desde Fray Marcos a San Ramón, encontré 15 trasmallos. El trasmallo está prohibido y ésa es otra forma de agredir el ambiente […] contribuyendo a la desaparición de la fauna marina«.

Nuñez comenta a continuación: «la OSE se equivocó en no aclarar y ocultar lo que realmente pasaba con el agua del río. «Yo sé que la OSE tiene que lidiar con todo esos productos químicos que hay en al agua, y a veces no tiene la infraestructura para hacerlo», señala. Y agrega: «Yo no culpo a la OSE, pero no tendría que haber dicho que no había ningún problema. Ese fue el gravísimo error que cometió la OSE para con todos nosotros. Nos mintieron.»

Vecinos se agrupan en asambleas locales, regionales reclamando agua potable porque no se confía en el agua disponible (¡en un país que contaba con tener entre las mejores corrientes de agua del planeta!) y ante este reclamo, lógico tras tener que recibir como agua corriente o potable, agua en mal estado, contaminada o con mal olor, «las autoridades» aseguran que «El cuidado ambiental es irrenunciable para el gobierno«. 12

Y encontramos hasta delirios uruguayocéntricos que nos acunan con que «afuera todo es oscuridad y turbulencias; Uruguay puede dar otro ejemplo» […] Uruguay puede mostrar al mundo […] cómo construir una sociedad desarrollada con la mejor calidad de aire y agua del planeta.» 13

Eso que tuvimos, y que no tenemos, que seguramente estaba entre lo mejor del planeta, ¿no sería bueno mostrárselo al Uruguay y a sus habitantes primero?

Y evitar lo que Carlos Reherman califica como «práctica del elogio desbocado». 14

Notas:

1 Que había sido tan fugaz en su período anterior, desde 1945 hasta muy a principios de la década del ’50…

2 Salvando el planeta con plaguicidas y plásticos [sic, sic], Hudson Institute.

3 El Intransigente, Salta, «Intoxicación por fumigación en los cultivos, el asesino silencioso», 27/5/2013.

4 Michael Warren y Natacha Psiarenko, «Argentina: mal uso de los agroquímicos provoca problemas de salud», infobae, Buenos Aires, 21/10/2013.

5 Aunque en Argentina los OGMs se implantaron hace casi 20 años en algunas provincias, como en Chaco o Salta, los comienzos transgénicos fueron más tarde.

6 Marco Rojo, «De estos polvos… futuros lodos. Medio ambiente. Informe opinativo». Reunión/charla de difusión en Minas. 15 junio 2015 (posta portenia, no.1425, 30/6/2015).

7 Véanse investigaciones de Darío Gianfelici, médico, en Entre Ríos. Como, por ejemplo, «El impacto del monocultivo de soja y los agroquímicos sobre la salud», en futuros, no 12, Río de la Plata, 2008.

8 Tomer Urwicz, «Una plaga dura de tragar», El País, Montevideo, 20 jun 2015.

9 La Diaria, 29 julio 2014.

10 El Telégrafo, Paysandú, 31 diciembre 2012.

11 http://apiculturauruguay.blogspot.com.ar/, Ma. Eugenia Nuñez, «Nueva advertencia sobre la altísima contaminación de la cuenca del río Santa Lucía» 21 jun 2015. .

12 Ministra Eneida de León, La República, 6 jun 2015. 

13 Eduardo Blasina, «El reloj del apocalipsis», El Observador, 31 enero 2015.

14 «Imperativo de la gestión cultural», henciclopedia, 2015.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.