Al menos 36 personas murieron y otras 250 resultaron heridas en un atentado suicida registrado ayer en la ciudad paquistaní de Lahore, considerada como la capital cultural del país. Aunque la magnitud del ataque pone en este momento el foco de la atención internacional en la zona, la violencia extrema no es en absoluto noticia […]
Al menos 36 personas murieron y otras 250 resultaron heridas en un atentado suicida registrado ayer en la ciudad paquistaní de Lahore, considerada como la capital cultural del país. Aunque la magnitud del ataque pone en este momento el foco de la atención internacional en la zona, la violencia extrema no es en absoluto noticia para la población paquistaní. En los dos últimos años han perdido la vida cerca de 1.900 personas, víctimas de una oleada de ataques y atentados sin precedentes y de los bombardeos de los ejércitos paquistaní y estadounidense. No menos preocupantes son las graves consecuencias de la campaña militar en el valle de Swat, en la frontera noroccidental, donde se recrudecen los combates con la milicia talibán. Más de 2,5 millones de desplazados sin alimentos, agua potable ni medicinas huyen de los bombardeos paquistaníes y del avance talibán y conforman lo que la ONU califica ya de desastre humanitario.
No cabe duda de que el caos se ha apoderado de Pakistán, como antes lo hizo de Irak o de Afganistán. La intervención de la administración de Estados Unidos en esta convulsa región de Asia, con Bush antes y con Obama ahora, tiene siempre la misma coartada: la ficticia necesidad de estabilizar la zona para proteger al mundo de las «expresiones del mal», llevada hasta sus extremos tras el 11-S; y una consecuencia inevitable: el crecimiento exponencial de la inestabilidad y el indescriptible sufrimiento de la población.
Porque la consecuencia última de la intrincada política geoestratégica de EEUU, de sus pretensiones unilateralistas, codicia económica y control de recursos es el sufrimiento de millones de personas inocentes. Personas a las que su demagogia política llama civiles a proteger y su lenguaje militar convierte en daños colaterales perfectamente asumibles. Obama sigue sin fijar un nuevo rumbo; ante esa estrategia y en este territorio las milicias talibán persisten y son eficaces, mientras el Estado paquistaní y el plan de EEUU se desmoronan.
Un potente atentado sacude Lahore en plena ofensiva del Ejército