El impasse político-diplomático entre México y Venezuela parece haber entrado en una fase de distensión. La ruptura de relaciones estuvo latente, pero el sábado, en Caracas, el presidente Hugo Chávez bajó el tono de la confrontación. Cabe consignar que no se trata de un «enfrentamiento personal» entre Vicente Fox y Chávez, ambos proclives a excesos […]
El impasse político-diplomático entre México y Venezuela parece haber entrado en una fase de distensión. La ruptura de relaciones estuvo latente, pero el sábado, en Caracas, el presidente Hugo Chávez bajó el tono de la confrontación. Cabe consignar que no se trata de un «enfrentamiento personal» entre Vicente Fox y Chávez, ambos proclives a excesos discursivos que no se acomodan con las reglas, las formas y la cortesía del mundo diplomático. Eso ayudó al crecimiento del conflicto; pero tiene que ver con la forma, no con el fondo del problema. Son aspectos que atañen a lo anecdótico, lo que a su vez ha sido explotado y potenciado con fines propagandísticos, a nivel mediático, por otros actores interesados en que la disputa llegara a un punto de ruptura. En ese sentido, el papel de la cadena de televisión privada CNN ha sido clave en la activación y dramatización de los hechos. Eso conduce a la pista estadunidense, diluida en México por la campaña de propaganda atizada desde Los Pinos e instrumentada por comentaristas de derecha y seudo-periodistas locales políticamente correctos.
Las razones de fondo de la confrontación entre Fox y Chávez son político-ideológicas y tienen alcance geopolítico. El diferendo tiene como eje la discusión sobre la utilidad y viabilidad del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que en la coyuntura -y con muchos matices- enfrenta a regímenes neoliberales pro estadunidenses y gobiernos nacionalistas y reformistas con cierto sentido social. Pero el ALCA, como señaló en La Jornada el embajador Gustavo Iruegas, no es un asunto prioritario para México, que ya tiene un asimétrico Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, el cual en una década de vigencia ha dejado de saldo la destrucción de la cadena productiva del agro y de sus estructuras sociales, el cierre de miles de fábricas y la miseria de 50 millones de mexicanos, provocando más emigración.
El ALCA es un proyecto neocolonial, anexionista y antidemocrático al servicio de las elites y las corporaciones con casa matriz en Estados Unidos, funcional a las fracciones hegemónicas de las oligarquías locales transnacionalizadas. Es un proyecto que pretende «integrar» a la superpotencia militar del orbe con las economías de países dependientes, subdesarrollados, endeudados, débiles. La integración entre el tiburón y las sardinas. En Mar del Plata, el ALCA formaba parte de la agenda estadunidense. Era un problema de Bush, no de Fox. Fue contra Bush y el ALCA que se preparó la tercera Cumbre de los Pueblos de América, cuya motivación central era que no se reviviera el cadáver del ALCA. Y aquí, el momento político importa. Bush ha dejado de ser todopoderoso en Estados Unidos. Llegaba a Argentina debilitado por la furia de la naturaleza, por la resistencia iraquí a la ocupación militar, por su pérdida de popularidad y por un asunto judicial: el caso Plame (la filtración de identidad de una agente de la CIA), que involucra Lewis Libby, ex jefe de asesores del vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, acusado de obstrucción a la justicia. Libby podría arrastrar a Karl Rove, asesor político de primer nivel de Bush, y al propio Cheney. Es inocultable que en Washington se respiran aires que recuerdan los tiempos de Watergate, y que Bush está acorralado y a la defensiva porque las elites conservadoras marcaron distancia y quieren limpiar la mesa como en los tiempos de Richard Nixon.
Fue en ese contexto que Fox decidió jugar el papel de promotor y defensor a ultranza del proyecto de Estados Unidos. No fue otro viaje turístico. No. Llegó a Mar del Plata de manera provocadora, a dar línea. Como capataz de Bush y de la fracción imperial que éste representa. Estados Unidos maniobró en Mar del Plata para introducir en la agenda su exigencia de avanzar hacia el ALCA y para ello utilizó a México y Panamá. La cuestión no es la gran capacidad de Fox para meter la pata cada vez que abre la boca e improvisa. Eso es anecdótico. Pero además, Fox no se equivocó en Mar del Plata. Fue a hacer su trabajo. Como dijo la ex canciller Rosario Green: fue a hacer el «trabajo sucio» de Estados Unidos, a «dividir» a América Latina. Como cabildero del imperio, su papel era alinear a los países que conforman el Mediterráneo de Estados Unidos (México y el Caribe) y arrastrar a otros presidentes del área. Fox desempeñó el papel que en los ochentas jugó Napoleón Duarte, entonces al frente de la república bananera de El Salvador. Y se vio, sí, más bushista que Bush. Algo deberá. O, como dijo Federico Arreola, igual que José María Aznar, Fox ya está pensando en su retiro y busca la «protección» de Bush y su pandilla de criminales de guerra.
El asunto trasciende al ALCA. Fox y el Partido Acción Nacional están llevando a cabo la agenda del Departamento de Estado. El presidente del PAN, Manuel Espino, opera como peón asalariado de la propaganda de guerra de Washington. Entre las versiones más sonadas está la «información», amplificada por la derecha local y los medios electrónicos oligopólicos, de que Chávez ha canalizado recursos económicos para la campaña de Andrés Manuel López Obrador. Se trata de fabricar un enemigo artificial, Hugo Chávez, a quien se tilda de «dictador» y «populista autoritario», con el fin de homologarlo de manera negativa con López Obrador. A lo que habría que agregar una rocambolesca versión manufacturada por la CIA y sembrada en los medios, según la cual Chávez habría enviado un lote de fusiles de asalto AK-47 (cuernos de chivo) al Ejército Popular Revolucionario (EPR, de México). Las armas habrían sido adquiridas con «fondos del Gobierno del Distrito Federal», que llegaron a Caracas previa triangulación por La Habana. ¡La trama perfecta: el eje del mal latinoamericano y AMLO!