Traducido por Juan Vivanco
Estaban todos: Abdul Rasul Sayyaf, Ismail Jan, Abdul Rachid Dustum, Karim Jalili, Burhanuddin Rabbani y Mohamed Qasim Fahim. Los principales protagonistas y responsables de 25 años de guerras, matanzas, crímenes y horrores que se han cobrado la vida de casi dos millones de afganos.
Una ley para la impunidad. Esta mañana llegaron al estadio de Kabul -donde los talibanes lapidaban a las mujeres y ahorcaban a la gente- en lujosos todoterrenos blindados, rodeados de guardaespaldas y aclamados por miles de partidarios y excombatientes muyahidín. Por lo menos 30.000 personas, reunidas para pedirle al presidente Karzai que firme una controvertida ley de amnistía recién aprobada por el parlamento afgano. Una ley que en nombre de la «reconciliación nacional» les libraría de ser procesados por crímenes de guerra precisamente a ellos, a los antiguos comandantes muyahidín que en los años ochenta encabezaron la resistencia antisoviética, en los noventa guerrearon entre ellos y en 1997 se unieron en la Alianza del Norte para luchar contra los talibanes. Una ley votada por los mismos que hoy -en vez de comparecer ante un tribunal internacional- ocupan puestos en el «democrático» parlamento y en el gobierno del «nuevo Afganistán». Se instalaron en ellos en 2005 con la bendición de USA, que de este modo les recompensó por los servicios prestados contra los enemigos de ayer y hoy, e hizo la vista gorda sobre sus crímenes y su integrismo islámico que no tiene nada que envidiar al de los talibanes (de hecho también el mulá Omar y su aliado Gulbuddin Hekmatiar se beneficiarían de la amnistía).
Ayer aliados, hoy ya no. Pero de 2005 a hoy los vientos han cambiado en Afganistán. La prolongación y el endurecimiento de la ocupación militar extranjera está generando una creciente hostilidad hacia USA y la OTAN en toda la población afgana y también en estos caudillos que siguen encabezando poderosos ejércitos privados. «¡Muera USA!», «¡Mueran los enemigos de Afganistán!», «¡Mueran los enemigos del islam!» eran los gritos de sus 30.000 partidarios en el estadio de Kabul, los mismos que hace poco gritaban «¡Mueran los talibanes!» y daban a los B-52 usamericanos las coordenadas para que bombardearan sus líneas. Hoy la unión de talibanes y muyahidín, una alianza contra el nuevo enemigo común, el infiel invasor occidental, es más que una probabilidad. Hace tiempo que se mantienen contactos y negociaciones entre los emisarios del mulá Omar y los de los comandantes de la Alianza del Norte. Si llegan a buen término, el resultado sería una insurrección armada general contra el gobierno de Karzai y las tropas de la OTAN desplegadas por todo el territorio afgano, de Kabul a Herat, de Kandahar a Mazar-i-Sharif.
El mensaje de la manifestación de hoy es claro: si el presidente Hamid Karzai cede a las presiones de las Naciones Unidas y las organizaciones de derechos humanos internacionales -para que no firme una amnistía que echaría tierra sobre 25 años de crímenes de guerra-, los comandantes muyahidín de todo el país podrían hacer valer sus razones con el único argumento que conocen: los kalashnikov. Karzai lo sabe, y por eso -a pesar de sus gestos de cara a la galería- no tendrá más remedio que firmar.
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Fuente: http://www.peacereporter.net/dettaglio_articolo.php?idc=0&idart=7393
Véase la crónica de ayer: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=47310
Juan Vivanco es miembro de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente, a condición de respetar su integridad y de mencionar al autor, al traductor y la fuente.