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Entrevista a Pietro Ingrao, ex dirigente comunista italiano:

«El comunismo ha sido parte del gran movimiento mundial que derrotó a Hitler»

Fuentes: El Mundo

Ha sido uno de los grandes dirigentes comunistas italianos, ha visto desfilar el siglo XX desde la primera fila, ha conocido a personajes como Mao, Stalin o el Che Guevara, del que tiene un pequeño retrato en su escritorio y al que recuerda como «un hombre muy simpático y de gran vitalidad». «Le conocí en […]

Ha sido uno de los grandes dirigentes comunistas italianos, ha visto desfilar el siglo XX desde la primera fila, ha conocido a personajes como Mao, Stalin o el Che Guevara, del que tiene un pequeño retrato en su escritorio y al que recuerda como «un hombre muy simpático y de gran vitalidad». «Le conocí en un viaje a Cuba. Pero dijo algo que no me gustó. Le pregunté que qué pensaba de la situación en Europa y, con tono despectivo, me respondió algo así como: ‘Bah, Europa’, como dejando caer que era un lugar que en términos comunistas no revestía ningún interés», dice.

A sus 93 años y arrebujado junto a su vieja gata ciega en el sofá de su casa romana, Pietro Ingrao echa atrás la mirada y pasa revista a su existencia. Es un ejercicio que le ha llevado varios años de empeño, casi 400 páginas de espacio y que culmina en una autobiografía titulada Quería la Luna (Editorial Península), a la que hace un par de años le puso el punto final y que ahora se publica en España.

«He vivido una vida turbulenta que ha recorrido ese siglo extraordinario y sangrante que fue el siglo XX», comienza diciendo. Para, en seguida, entrar en materia.

«El gran error del comunismo fue no reconocer el valor de la duda», afirma. Aunque matiza que «el comunismo italiano, con sus delitos, fue aquel que más buscó, el que más investigó». «De hecho un par de veces nos dieron toques desde Moscú. Obviamente éramos hijos de aquella matriz, pero éramos conscientes de ser distintos. Por ejemplo, cuando tuvo lugar la invasión de Hungría por parte de los soviéticos, no todos los comunistas italianos la apoyaron aunque, evidentemente, las críticas no se airearon para evitar una ruptura», afirma. El mismo, que por aquel entonces era director de L’Unitá, el periódico oficial del Partido Comunista Italiano (PCI), defendió la invasión las páginas de ese rotativo.

La suya ha sido una vida de luces y sombras. Pero se muestra satisfecho. «He sido parte de un gran movimiento mundial que ha derrotado a Hitler. Para mí eso es lo más hermoso de mi vida. Porque hemos estado a un pelo de la derrota, ¿eh? Hubo un momento en el que parecía que todo, absolutamente todo estaba perdido», sentencia.

Ingrao iba camino de dedicarse al cine cuando el levantamiento franquista se cruzó en su camino. «Franco ha marcado mi vida», confiesa. «Yo amaba el cine, me encantaba Chaplin y era amigo de Rudolf Arnheim, uno de los primeros teóricos del cine. Cuando Franco desembarcó en España yo trabajaba en el centro Experimental del Cine y mi idea era dedicarme al séptimo arte. Pero le levantamiento de Franco me hizo cambiar de idea y darme cuenta de que me debía consagrar a la lucha antifascista. El 18 de julio de 1936 fue un día crucial en mi vida».

Dice que de lo que más se arrepiente es de unos ripios que escribió siendo adolescente y con los que ensalzaba Litoria, una ciudad fundada por Mussolini que equivale a la moderna Latina. ¿Y no le pesa más haber votado a favor de la expulsión, en 1969, del PCI de un grupo de críticos, entre los que se encontraban muchos de sus hijos políticos? «Aquello fue una estupidez mía. No actué por miedo, no. Actué un poco por venganza contra mis amigos de Il Manifiesto, que habían actuado sin seguir mi consejo y había llevado las cosas a un punto en el que solo era posible la ruptura. Y yo no pensaba que fuera el momento adecuado para eso. Así que hice una cosa absurda. Yo, que había hecho un discurso en el congreso del PCI defendiendo el derecho a dudar, voté en contra de los que dudaban. Si me permite decir una palabrota, hice una gilipollez».

Se sulfura cuando piensa en el neofascista Gianni Alemano, convertido en alcalde de Roma, o en Silvio Berlusconi nuevamente como primer ministro. «Pero nos lo hemos buscado», concluye.