El elogiado discurso del presidente uruguayo Pepe Mujica en la ONU es un conjunto de obviedades explícitas y algunos mensajes retrógrados solapados. Comienza afirmando que de muchacho quiso cambiar el mundo soñando con «una sociedad libertaria y sin clases» y de inmediato sugiere que esos sueños eran errados, «hijos de mi tiempo» y de ellos […]
El elogiado discurso del presidente uruguayo Pepe Mujica en la ONU es un conjunto de obviedades explícitas y algunos mensajes retrógrados solapados.
Comienza afirmando que de muchacho quiso cambiar el mundo soñando con «una sociedad libertaria y sin clases» y de inmediato sugiere que esos sueños eran errados, «hijos de mi tiempo» y de ellos solo le queda la nostalgia de haber albergado tanta utopía. Y enseguida viene el primer mensaje ladino: «no miro hacia atrás» porque se debe asumir el «hoy real». El «hoy real» que es la aceptación de los dictados del neoliberalismo. Y concluye con un precepto malicioso «no vivo para cobrar cuentas o reverberar recuerdos»; que es la base argumentativa de su propuesta pública de liberar «los viejitos» torturadores de la cárcel de Domingo Arena. Y una de las razones esgrimidas por los gobernantes y parlamentarios frenteamplistas que defienden y mantienen con tenacidad la impunidad para los criminales de la dictadura.
Volvió a repetir sus endebles anatemas contra el consumismo que ni rozan sus verdaderas causas. Y utilizó esa condena para introducir otro mensaje reaccionario: es el consumismo no consumado el responsable de «la frustración, la pobreza y hasta la autoexclusión». No se trata, por supuesto, de la imposibilidad de un sector de la población de cubrir sus necesidades mínimas, menos aún la exclusión que la sociedad impone a los habitantes pobres de los barrios suburbanos. Para él el problema no es de desigualdad y exclusión social, sino de autoexclusión» y de pobreza auto-infligida.
«Cuenta regresiva contra la naturaleza»
Luego con descaro y cinismo condena un pecado del cual él es principal responsable protagónico: «Prometemos una vida de derroche y despilfarro, y en el fondo constituye una cuenta regresiva contra la naturaleza, contra la humanidad como futuro.» Parecería que Mújica nada tuvo que ver con la actual extensión de los plantíos de soja en Uruguay que es de 1 millón 275 mil hectáreas, o 12.750 km2 -una superficie mayor que Líbano-, o el millón de hectáreas apropiadas por las pasteras de celulosa para transformarlas en «desierto verde» de eucaliptus. Sin embargo fue el propio gobierno del Frente Amplio el responsable de iniciar «esa cuenta regresiva contra la naturaleza» en el país. Esa escalada de guerra química contra la naturaleza fue promovida por José Mujica cuando fue ministro de ganadería, agricultura y pesca (MGAP) en la presidencia de Tabaré Vásquez. Fue en esos años que Monsanto invadió sin control con sus semillas transgénicas y que las pasteras de celulosa imperialistas se instalaron en el país. El ministerio agrícola de Mújica tiene además el triste record de la mayor extranjerización de la tierra en la historia de Uruguay. Proceso continuado luego bajo la presidencia del propio José Mújica por el ministro Tabaré Aguerre que opera abiertamente como apoderado de los intereses de Monsanto, realizando gestiones en el marco de su visita a China, para que ese país apruebe la autorización de la soja Tecnología Intacta RR2 PRO que Monsanto pretende imponer en las zafras 2013-2014 del enclave sojero sudamericano.
Nos increpa con la denuncia genérica de que «arrasamos la selva, las selvas verdaderas, e implantamos selvas anónimas de cemento». Mientras, bajo su gobierno hace algunas semanas, se aprueba una leonina ley de minería, dictada por la minera Aratirí, que va a transformar en Valentines, 14.505 hectáreas de campos de invernada y nacientes de agua, en enormes boquetes de tierra arrasada, montículos de desechos de material estéril y manantiales contaminados. A esto habría que agregar el posible inadecuado manejo de almacenamiento o transporte de insumos (combustibles, lubricantes, reactivos químicos y otros residuos) algo que está lejos de ser una anomalía en las mineras a cielo abierto. O el desperdicio y envenenamiento del agua con el faraónico mineroducto para transportar el concentrado de hierro en una corriente de agua hasta la costa atlántica de Rocha. A aquellos ciudadanos preocupados por el problema de la basura en Montevideo debemos recordarles que en el mundo los residuos sólidos urbanos son apenas 2,5% de los residuos totales, mientras la escoria de la minería es el 38% del total. Así que vayan multiplicando la basura de las ciudades uruguayas por 15 para tener idea de lo que va a amontonarse como sobrante de la minera Aratirí.
El discurso está salpicado de invocaciones en defensa de la naturaleza, de la vida, de la especie humana, todo palabras vacías contradictorias con la experiencia concreta de su acción gubernamental. Es entonces innecesario abundar en más ejemplos del cinismo de un discurso que no condice con la trayectoria práctica del personaje.
Solo restaría llamar la atención sobre una ausencia importante en la oratoria de Mujica: ni una palabra sobre los grandes medios monopólicos de comunicación. Ni su responsabilidad respecto a la promoción del consumismo, ni su práctica sesgada frente a la información. Se ve que ahí hay un compromiso sagrado de boca cerrada.
Es el capitalismo…
Pero creo que hay un aspecto que puede haber quedado nebuloso en medio del palabrerío vacío del discurso y que es necesario destacar. Así como su condena al consumismo está lejos de abarcar el origen real de ese desenfreno atolondrado actual, toda la pieza oratoria es indigente desde el punto de vista conceptual. ¿Las críticas del discurso a quién están dirigidas? ¿A una degradación del planeta y la especie humana, que no tiene responsables identificables? Por momentos parece que el consumismo es el culpable. En otros trechos del discurso el truhan sería la globalización. Hay párrafos que acusan a la codicia individual. Y otros que toman como reo a la guerra y los presupuestos militares. Por el final aparece como malhechor la civilización del despilfarro, la civilización del use-tire.
En todo el discurso Mújica evita hablar del sistema global de dominación. El sistema capitalista que rige el mundo actual. La categoría Capital solo se menciona una vez para elogiar y justificar el «capitalismo productivo, francamente productivo, que está medio prisionero en la caja de los grandes bancos». Poniéndolo en contraposición del capital bancario. Mújica siempre ha defendido el capitalismo. En Punta del Este, al inicio de su gobierno, frente a un público de empresarios dijo «comprender al capitalismo» y al alentar las inversiones externas agregó «no tengo que pedirle al capitalismo altruismo, está para multiplicar riqueza y reproducirse». Y en una reunión con la central que agrupa todos los sindicatos del país, llamó a los trabajadores a aceptar los «límites del capitalismo».
Ese «capitalismo productivo» con el que Mujica simpatiza, y se ha dedicado a administrar, en el siglo pasado fueron las fábricas textiles o metalúrgicas y hoy es un extractivismo imperialista depredador que domina el agro-negocio y la minería a cielo abierto y contamina el país con sus funestos procedimientos productivos. Y que lejos está de contraponerse al capital financiero ya que es éste quien invierte en la especulación sobre las tierras agrarias; quién financia la maquinaria agrícola y los insumos de la agro-industria, que aporta el capital para los «pools de siembra» y que luego especula en los mercados de futuro de commodities donde se compran y venden las cosechas de transgénicos. Es también el capital financiero el que sostiene el lucrativo negocio de la minería.
No es casual que Mújica se haya entrevistado en Nueva York con George Soros y David Rockefeller. El primero es el mayor especulador financiero del planeta y como tal con intereses en el extractivismo que asola Latino América. Es inversionista de Monsanto. Y la fundación Rockefeller fue la financiadora de la biotecnología de los transgénicos de Monsanto, empresa que cuenta con un ministro de Mujica como lobbysta. Tanto Soros como Rockefeller, interesados ahora en el futuro negocio de la liberalización del consumo de la marihuana. Y los dos plenamente conscientes de que Mújica lejos está de ser una amenaza para el capitalismo. Deben concluir que tienen un socio un tanto bufonesco, pero confiable.
En definitiva, me quedo con Cambalache.
* Para los lectores no rioplatenses explico que Cambalache es un tango de 1935 con letra y música de Enrique Santos Discépolo. Donde se compara el siglo XX con un negocio -cambalache- donde se compran y venden objetos usados. Para quién quiera escucharlo aconsejo la versión de Julio Sosa en el link: http://www.youtube.com/watch?v=T0kTiKCC3UI
Fuente original: http://www.resumenlatinoamericano.org/?p=773