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La derecha uruguaya ante el TISA

El duelo de la casta representante

Fuentes: Editorial La República

Una primera impresión epidérmica sobre el debate político uruguayo de esta semana, llevaría a la conclusión equívoca de que es la derecha quien ofrece al Presidente Vázquez la colaboración que su fuerza política le restaría. ¿Para fortalecer el sistema político y la gobernabilidad? En modo alguno. Por oportunismo, ya que encontró una pelota picando en […]

Una primera impresión epidérmica sobre el debate político uruguayo de esta semana, llevaría a la conclusión equívoca de que es la derecha quien ofrece al Presidente Vázquez la colaboración que su fuerza política le restaría. ¿Para fortalecer el sistema político y la gobernabilidad? En modo alguno. Por oportunismo, ya que encontró una pelota picando en el área (el debate en la izquierda sobre el Trade in Services Agreement {TISA}) que le llega luego de impredecibles rebotes posteriores al tiro sigiloso y sorpresivo de la gestión del ex presidente Mujica. En contraposición al rechazo al TISA por parte del gobernante Frente Amplio (FA), este otro «frente amplio derechista» que se constituye sin fisuras en torno a esta polémica, no se aglutina exclusivamente en torno a la conveniencia del tratado sino que se vertebra fundamentalmente en una común concepción de la representación política y la democracia. La coincidencia táctica coyuntural en esta esfera diplomático-económica, no debe eclipsar la convergencia estratégica en el plano político respecto a la autonomía de los representantes. Los tratados comerciales de toda laya, particularmente aquellos con los países dominantes, atraen y amalgaman a los neoliberales de todas las latitudes. La derecha uruguaya no es la excepción ni se priva de repetir el slogan » à la mode» según el cual sin ellos, «nos aislamos del mundo».

Ningún dirigente se perdió la fiesta reivindicativa, pero ya no del TISA como excusa, sino de la fiducia. Tal vez animados por la sospecha de que Vázquez simpatizaría con las tratativas (como los ministros de economía y relaciones exteriores) salieron en jauría a denunciar el supuesto menoscabo de la autoridad presidencial a cuyo refortalecimiento interpusieron sus oficios. Comenzando por los 3 ex candidatos presidenciales derrotados por Vázquez, Lacalle Pou, Bordaberry y Mieres, los que suscribirán una declaración que el último quiere hacer votar en el senado para «evitar un grave error y que el país entre en un camino equivocado», ya que «implica una dinámica perversa. Queremos que el presidente cuente con nosotros para algo que es útil para el país porque están en juego intereses importantes». Seguramente conciba que esta «perversión» de consultar al propio partido, podría inocular el peligroso germen conocido como mandato, vector infeccioso de una abominable peste llamada programa. La mejor profilaxis es no consultar nada y tomar decisiones con un puñado de amigos entre cuatro paredes. Idéntica queja expresaron los ex presidentes Sanguinetti y Batlle, mientras el senador del partido colorado, José Amorín Batlle, sostuvo que «hay que decirle al presidente que cuenta con nosotros para lo importante» que entiendo que sería ejecutar las políticas que añora esa derecha. Pero más reafirma mi hipótesis el twit del 7 de este mes en el que se queja de que «Uruguay se quedó sin Presidente en seis meses. Vázquez pasó a ser portavoz del Plenario del FA». ¿De quién otro si no de la fuerza política que lo llevó a la presidencia con un detallado programa de gobierno en el que no hay una sola línea que sugiera explorar tratados de libre comercio?

A la salida de una reunión con la Asociación Rural, la rancia gremial de los terratenientes, una institución muy proclive al libre comercio, el Presidente Vázquez respondió a la prensa sobre la cuestión de fondo afirmando, que «el TISA no existe, no va a impactar ni positivo ni negativo, porque no sé siquiera si va a existir ese acuerdo, nadie lo sabe». Al respecto me explayé en junio en este mismo medio en el artículo «El secreto inconfesable» con idéntica conclusión a la de la mayoría del plenario del FA apoyada ahora por el Presidente, cosa habitualmente infrecuente ya que mis opiniones suelen ser minoritarias. Pero más significativo aún es que Vázquez se refirió a la cuestión política estratégica que pretendo subrayar en esta nota en términos que desmienten el posible prejuicio respecto a su autonomización o autoritarismo, incluyendo el mío propio que a pesar de no haberlo hecho público debo reconocer por elemental honestidad intelectual. Me alegra enormemente haberme equivocado al respecto ya que el Presidente dio una respuesta ejemplar a la ofensiva estratégica de la derecha. «Cuando me enteré que existía este tipo de encuentro o validez del TISA o no, lo primero que hice fue opinar, y opiné que era la fuerza política quien tenía que resolver este tema. Y como integrante de la fuerza política, acato la resolución en un tema que no es de conciencia. En los temas que son de conciencia, tomo mi posición personal». Sólo difiero con una eventual interpretación respecto al alcance de los aludidos temas de conciencia. No sólo Vázquez sino todo ser humano tiene derecho inalienable de orientarse y adoptar decisiones o fijarse límites según su conciencia. Pero nadie puede aprovechar el coyuntural ejercicio del poder para imponerla a la sociedad como de hecho sucedió durante su primera presidencia en la que apeló al instituto monárquico del veto para obliterar la ley de aborto que en cumplimiento del programa aprobaron trabajosamente los legisladores del FA. Inversamente, rescato al Vázquez actual que sostiene que «siempre respeté lo que dice mi fuerza política y lo que dice el programa de gobierno. Yo soy un hombre de partido político y nos guste o no, lo cierto del caso es que libre y democráticamente el pueblo uruguayo eligió a un presidente, a un programa de gobierno, y yo voy a trabajar para llevar adelante ese programa de gobierno». Bueno será recordarlo permanentemente. Mi satisfacción sería idéntica si, a diferencia de este caso, disintiera con la decisión final.

Sin embargo, la unanimidad de la ofensiva estratégica derechista no se debe sólo a sus propias convicciones y consecuente apropiación del poder, sino que está estimulada por la debilidad conceptual y teórica que expresan algunas filas del FA en la naturalización acrítica de la democracia y la representación, sin diferenciación de la derecha. Por ejemplo, en un reportaje en la WebTV del diario «El País», el agudo e influyente escritor Esteban Valenti sostuvo que el no hubiera consultado al FA, aunque lo fundamente en su rol de comunicador independiente que no quiere «lavarse las manos». Como mínimo, está afirmando que la consulta no es una obligación ni política ni ética, sino una posibilidad discrecional del elegido. Peor aún es fundarlo en que en la » discusión sobre TISA participo menos del 3 por mil de los votantes del FA» como sostuvo en twitter polemizando con Fernández Galeano. Si así fuera, en vez de desechar la participación de la fuerza política en las decisiones, habrá que ponerse a trabajar denodadamente para que el 99,7% restante pueda participar de la elaboración de las posiciones objeto de futuras consultas. Consentir la burocratización y autonomización por la desmovilización, indiferencia o ignorancia de las bases es la mejor forma de cristalizar irreversiblemente esa tendencia. La polémica en torno a la presidencia del FA o las críticas al ex ministro Olesker, que por razones de espacio abordaré en otra oportunidad, creo que suman a estas debilidades.

Con estas concepciones, el ex candidato Bordaberry sostiene la ilusión (que culminará en nuevo duelo) de que sea el parlamento donde se dirima la cuestión, ya que según él, el 70% de los uruguayos querían seguir negociando en el TISA. ¿De dónde saca esa cifra? De babearse con que su nuevo frente amplio de derecha representaría cerca de un 50%, y el resto son los sectores minoritarios del Plenario Nacional del FA. Sueña con partir al FA aprovechando la coyuntura del TISA pero apoyándose en la porosidad de algunas fracciones frentistas para con la pobre y restringida concepción de la democracia liberal-fiduciaria que enarbola la derecha.

Concepción que presupone el dualismo entre sociedad civil (representados) y sociedad política (representantes) reduciendo la participación del ciudadano al momento electoral y prescindiendo de toda otra instancia participativa. La relación de los representados con la casta representante se basa exclusivamente en tal momento. El ciudadano es activo sólo cuando vota, por tanto, es pasivo en el momento decisional ya que delega a los elegidos que actuarán en su nombre y ejercerán el poder. Una vez transferido el poder por delegación se produce, pues, la escisión entre representantes y representados. No existirá vínculo, garantías o controles. El sistema escinde la relación, autonomizando a los representantes o en otros términos, consagrando la llamada «irresponsabilidad jurídica del representante» que impide todo control del mismo.

La originalidad y la potencia que el FA fue logrando hasta llegar al poder se debe -aunque no exclusivamente- a su práctica política asentada en un diseño político-institucional donde el voto no se agota en sí mismo, ni es medio para delegar poder, sino sólo un momento en el ejercicio del poder como una forma más de acción política. No porque hoy se encuentre algo desgastado y esclerosado, ese diseño político-institucional debería desecharse sino profundizarse, perfeccionarse y estatuirse.

Comenzando por más consultas y menos autonomía.

Emilio Cafassi Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.