Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
«Si llegara a suceder lo peor, lo impensable,» dijo recientemente Hillary Clinton a Fox News, «y este avance de los talibanes, alentados y apoyados por Al Qaeda y otros extremistas llegaran a derrocar esencialmente al gobierno… tendrían llaves al arsenal nuclear de Pakistán.» Muchos señalarán que, para comenzar, los extremistas que plantean esa perspectiva impensable fueron establecidos por EE.UU. Muy bien oculto está el hecho de que ese arsenal nuclear que no debe caer en manos de los antiguos aliados de EE.UU., ha sido en sí durante años objeto del estímulo de EE.UU. y que hasta hoy mismo recibe una crucial ayuda financiera de EE.UU. y su apoyo técnico.
En 1979, Zbigniew Brzezinski, empeñado en su propia yihad contra la URSS, declaró que había que suministrar dinero y armas a la «resistencia afgana.» Eso, claro está, necesitaba la plena cooperación de Pakistán, lo que, subrayó Brzezinski, «requeriría una revisión de nuestra política hacia Pakistán, más garantías, más ayuda en armas, y, lamentablemente, una decisión de que nuestra política de seguridad hacia Pakistán no puede ser dictada por nuestra política de no-proliferación.» En otras palabras, Pakistán tenía libertad para seguir construyendo una bomba mientras EE.UU. pudiera seguir armando a aquellos que después volvieron a atormentarnos. Cuando le preguntaron su punto de vista sobre las ambiciones nucleares de Pakistán, Ronald Reagan respondió: «No creo que nos incumba.» Durante los años en los que el ignominioso A.Q. Khan mercadeaba por doquier su tecnología de enriquecimiento de uranio, su jefe de embarques era un agente de la CIA, cuyos patrones parecen haber tenido pocos problemas para autorizar la continuación de ese comercio.
Ahora llegan noticias desde el interior del gobierno de Obama que dicen que poco ha cambiado. «La mayor parte de la ayuda que les hemos enviado durante los últimos años ha sido desviada hacia su programa nuclear,» me dijo un alto funcionario de seguridad nacional del actual gobierno. La mayor parte de esa ayuda desviada – 5.560 millones de dólares hasta hace un año – fue denominada oficialmente «Fondos de Apoyo de la Coalición» para operaciones militares paquistaníes contra los talibanes. Puede que esa diversión haya significado un choque terrible para Washington, pero el dinero ha sido entregado rutinariamente en lo esencial sin pedir cuentas a los paquistaníes. La GAO (oficina de contabilidad del gobierno de EE.UU.) ha reaccionado con mal humor ante ítems como los 30 millones de dólares gastados en carreteras inexistentes, el 1,5 millón para «vehículos navales dañados en combate,» pero hasta ahí llegaron las quejas públicas. Mientras tanto, como confirmara recientemente el jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Mullen, los paquistaníes han estado aumentando urgentemente su producción de armas nucleares.
Un ex funcionario nacional de seguridad conocedor de la política me explicó esa despreocupación. «Queremos entrar ahí y dirigir [su programa nuclear]. Si lo logramos, podemos asegurarnos de que no comiencen a hacer ensayos, o a hacer una guerra.» En otras palabras, EE.UU. ayuda a los paquistaníes a que modernicen su arsenal nuclear en la esperanza de que con ello EE.UU. logre un cierto control.
El objetivo oficial del apoyo técnico de EE.UU., con un coste estimado de 100 millones de dólares al año, es hacer que las armas paquistaníes sean más seguras, es decir, que sea menos probable que estallen al caer, y más «seguras,» quiere decir que estén fuera del alcance de nuestros antiguos amigos, los extremistas.
Sin embargo, en pos de este objetivo, es inevitable que EE.UU. no sólo esté haciendo que las ojivas sean más fiables en lo operativo, también está transfiriendo la tecnología requerida para diseñar ojivas más sofisticadas sin tener que probarlas, un sistema conocido como «administración de arsenal.»
Concebido después que EE.UU. renunciara a las pruebas nucleares en vivo en 1993 como medio para «probar» armas mediante simulaciones en computadores, ese programa extremadamente costoso no sólo asegura la fiabilidad de las armas (por lo menos en teoría), sino también la factibilidad de diseños nuevos y mejorados. En realidad, el programa de administración ha constituido una tal pérdida de tiempo y dinero para los laboratorios nucleares de Livermore y Los Alamos, con gran poder político, que extenderlo en forma de ayuda a los paquistaníes sólo puede complacer a nuestros propios especialistas en armas.
«Si no se tiene confianza en la seguridad del manejo de armas, es más probable que sean conservadas en el sótano,» dice el experto en el comando y control nuclear Bruce Blair, presidente del World Security Institute. «Los militares siempre presionan para desplegar las armas, lo que requiere un aumento en los preparativos.» En 2008, los militares paquistaníes tomaron contacto con el propio Blair pidiendo consejo sobre medios para hacer que sus armas fueran más seguras. Su objetivo, dice, era obviamente hacer que su fuerza fuera «madura» y «operacional.» Del mismo modo, dice Blair, hace unos pocos años una delegación militar india se presentó en la Oficina Impulse de Diseño rusa en San Petersburgo para pedir ayudar a fin de lograr que el manejo de sus armas fuera más seguro. «Dijeron que querían poder asegurar a su dirección política que sus armas eran suficientemente seguras como para ser desplegadas.»
El impulso de Pakistán de construir más bombas nucleares es un subproducto inevitable del acuerdo de cooperación nuclear de 2008 de EE.UU. con India que revocó la ley estadounidense y dio acceso a los indios a tecnología nuclear de EE.UU., para no hablar de masivas ventas de armas, a pesar de su continuo programa de bombas nucleares.
El acuerdo hizo un inmenso agujero en el Acuerdo de No Proliferación, pero las protestas iniciales de los pacifistas del Congreso pronto fueron aplastadas por olas humanas de ataques de lobistas de las compañías de armamentos y de la industria nuclear. Los israelíes prestaron ayuda adicional y potente en el Congreso. No fue una coincidencia que traficantes de armamentos israelíes, a los que se prometió una parte significativa de la acción, hayan cosechado por lo menos 1.500 millones de dólares en pedidos de Delhi. (El respetado periódico israelí Haaretz destacó informes mediáticos indios de que los sobornos involucrados totalizaron 120 millones de dólares.) El lobby del calentamiento global, recadero de la energía nuclear, también fue una fuente de ardiente apoyo, dirigido por Rajendra Pachauri, el ingeniero de ferrocarriles indio que es presidente del Panel Intergubernamental del Cambio Climático que compartió el premio Nobel de Al Gore.) Llegaron a reclutar al Dalai Lama para que utilizara su influencia con miembros impresionables del Congreso.
El éxito consiguiente en la revocación de un antiguo tratado de control de armas, que por su parte ha llevado a que EE.UU. extienda su ayuda a los rivales nucleares de India en Pakistán, debe ser visto como la tendencia del futuro. En lugar de excitarnos por el programa nuclear iraní, deberíamos estar listos para supervisar su diseño de bombas nucleares más seguras, más fiables, y después de eso ¿quién sabe? La bomba norcoreana probablemente también necesite alguna ayuda.
——–
Andrew Cockburn escribe sobre temas de seguridad nacional y otros relacionados. Su libro más reciente es: «Rumsfeld: His Rise, Fall and Catastrophic Legacy.» Es coproductor de «American Casino,» el largo metraje documental sobre el actual colapso financiero. Para contactos, diríjase a [email protected].