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Corea del Norte

El gran gulag norcoreano cambia de jefe

Fuentes: Brecha

Otra vez, como cuando el «presidente eterno» Kim-il Sung murió en 1994, miles de norcoreanos se lanzaron a las calles para expresar su pesar en escenas colectivas de llanto y tristeza. La propia periodista encargada de dar la noticia lo hizo entre sollozos. Es difícil saber a la distancia cuánto de todo eso es un […]

Otra vez, como cuando el «presidente eterno» Kim-il Sung murió en 1994, miles de norcoreanos se lanzaron a las calles para expresar su pesar en escenas colectivas de llanto y tristeza. La propia periodista encargada de dar la noticia lo hizo entre sollozos.

Es difícil saber a la distancia cuánto de todo eso es un sentimiento real (una especie de síndrome de Estocolmo) y cuánto de las clásicas reacciones del socialismo real de hacer lo que se espera que uno haga: ya se vio en Rumania, donde quienes ensalzaban a los Ceaucescu los trataban de dráculas y otras cosas por el estilo apenas fueron derrocados.

En el caso norcoreano se muestra, además, a la elite capitalina de Pyongyang, bien vestida y lejos de una situación social que lleva a que el país deba recibir donaciones de alimentos para evitar las hambrunas. Un público parecido al que hace poco se mostraba en las mesas de la primera pizzería tipo italiano de la capital norcoreana.

Pese a que el régimen suele hablar de que su realidad es manipulada por los medios, bastaría que se permitiera el ingreso más o menos libre de periodistas para que todos tuviéramos datos reales del «paraíso de los trabajadores», un sistema comunista sui géneris en el que el poder es hereditario. Y en el que sólo la corrupción permite algunas válvulas de escape (a veces literalmente por la frontera china).

De hecho, Kim Jong-il ya había nombrado -el 10-X-10- a su hijo veinteañero Kim Jong-un, «el brillante camarada», nacido en 1983 o 1984 -ni eso se sabe a ciencia cierta-. De todos modos, de acuerdo con la teoría del songun, el poder reside en la hermética y privilegiada elite militar. El primogénito Kim Jong-nam, de 39 años, hijo del primer matrimonio de Kim Jong-il, había caído en desgracia en 2001, tras ser detenido en el aeropuerto de Tokio cuando trataba de entrar en Japón con un pasaporte dominicano falso para ir a la Disneylandia nipona. Después se exilió en Macao. Por eso ahora se abre un período de incertidumbre sobre hasta qué punto el joven príncipe ascendido a rey -que como sus hermanos estudió en Suiza con una identidad falsa- podrá arbitrar los juegos entre las diferentes facciones del poder. Por si acaso, la machacona agencia estatal kcna señaló que «la ideología y las hazañas de Kim Jon-il serán inmortales».

Si en los años setenta Corea del Norte superaba en varios indicadores a Corea del Sur, hoy es un país aislado, empobrecido hasta el límite de sus fuerzas y sometido a una delirante dictadura dinástica que no duda en sacrificar a todo un pueblo (imprimiendo la sensación de una guerra permanente contra los imperialistas y los títeres del sur) para mantenerse en el poder, y destinando alrededor del 30 por ciento del PBI a gasto militar. De hecho, como forma de mostrar su fuerza tras el anuncio de la muerte del «querido líder», ese semidiós temeroso que tenía terror a volar y sólo viajaba en un tren blindado, los norcoreanos lanzaron un misil de corto alcance.

A tal punto el abuelo del flamante sucesor es un «presidente eterno», que desde que murió, el jefe del Estado es el presidente de la Comisión Nacional de Defensa (ya no un presidente). Todo ello en el marco de la ideología juche, que bajo las particulares cosmovisiones del régimen es una superación del marxismo. En realidad se trata de una justificación más o menos obvia del totalitarismo bajo el argumento de defender la soberanía nacional.

El culto a la personalidad apela a imágenes religiosas con las que Stalin nunca hubiera soñado. Por ejemplo, según los informes oficiales, Kim Jong-il nació en una cabaña de madera (en 1941) y el acontecimiento fue celebrado por la naturaleza con un doble arco iris y una estrella brillante en el firmamento.

Paradojas del capitalismo, las bolsas del Pacífico cayeron por la incertidumbre creada por la muerte del dictador «comunista». Ya sabemos que la democracia no es un valor que cotice bien en las bolsas; la estabilidad y algunas zonas francas son más valoradas, aunque sea a costa de campos de concentración y el sometimiento de millones de personas.

Con todo, el joven heredero llega al trono en otro estadio del mundo, y las nuevas tecnologías que se infiltran por la frontera china junto a tráficos diversos quizás se aprovechen de este resquebrajamiento del poder para hacer «su trabajo».

Pocos como Kim Jong-un reciben semejante herencia: un país estructurado monolíticamente en derredor de un líder iluminado -¿ahora él?-, junto a un enorme arsenal que incluye armas nucleares. Quizás algún día llegue ahí también la primavera democrática y se escriba esta triste historia de la Corea juche.

Fuente: http://www.brecha.com.uy/mundo/item/9613-el-gran-gulag-norcoreano-cambia-de-jefe