En base al desarrollo de un país el desastre tiene un impacto particular en su población civil. Japón, Chile y Haiti, son tres ejemplos que rompen con el discurso anticlasista de la Sociedad del Riesgo de Ulrich Beck El sociólogo alemán Ulrich Beck escribió en 1986 su obra «La sociedad del riesgo. Hacia una nueva […]
En base al desarrollo de un país el desastre tiene un impacto particular en su población civil. Japón, Chile y Haiti, son tres ejemplos que rompen con el discurso anticlasista de la Sociedad del Riesgo de Ulrich Beck El sociólogo alemán Ulrich Beck escribió en 1986 su obra «La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad», enfocando bajo una visión post-industrial y post-modernista las consecuencias globales del impacto medioambiental, y presentando la conclusión que actualmente estos fenómenos no tienen diferencias para las clases sociales dado que afectan a toda la humanidad por igual. Beck define el concepto de «Globalidad» como cualquier suceso que ocurra en el planeta afecta a todo el mundo creando el vínculo local y global, y fundando así la «Teoría de la sociedad del riego global», donde son sociedades que padecen estos riegos fuera de las condiciones de clase social. Beck, ingenuamente, no solo elimina las diferencias graduales sobre las consecuencias de una catastrote natural según las clases sociales dentro de un estado, sino también el efecto que provoca cierto fenómeno en un estado desarrollado o en desarrollo.
Según el marco teórico de Sistema-Mundo del intelectual marxista Immanuel Wallerstein, inspirado en la teoría de la dependencia de Samir Amin y Gunder Frank sobre las relaciones internacionales de poder entre el centro y periferia en el capitalismo global, hace la tipología jerárquica de dominación sobre tres tipos de economía, la centro, la periferia y la semiperiferia, donde pueden existir resistencias y dinámicas de cambio como el caso de los «Tigres Asiáticos».
En esta tipología de Wallerstein encontramos tres ejemplos como son Japón (centro), Chile (semiperiferia) y Haití (periferia), que han vivido tres fuertes terremotos afectando duramente su economía nacional. En base al desarrollo de cada país el desastre tiene un impacto particular en su población civil, contraponiéndonos a la tesis de Beck de eliminar los indicadores económicos como causa de los efectos de los impactos.
En Haití el terremoto de magnitud 6,5 escala Ritcher produjo unas consecuencias devastadoras de 300.000 muertos y 1 millón de damnificados. En Chile el terremoto del 27 de febrero de 2010, de 8,8 escala Ritcher provocó un saldo de 525 muertos, 23 desaparecidos, 79 hospitales destruidos, 219 puentes colapsados y 200.000 mil viviendas totalmente destruidas. Y en Japón, con fenómenos naturales más catastróficos que los de Haití y Chile por varios terremotos y maremotos de magnitudes entre 8,9 y 6,5 de escala Ritcher, han provocado cerca de 10.000 muertos, hasta ahora. Como podemos apreciar, según la escala numérica de Ritcher el fenómeno natural fue inferior en Haití pero sus consecuencias e impactos fueron mayores que en Chile y Japón.
Así, el nivel de desarrollo económico de un país y el bienestar medio de la población con infraestructuras sólidas sigue siendo parte de la protección de la humanidad a estos desastres. Añadiendo que los desastres son parte de la agenda de negocios del capitalismo para reconstruir las economías y lucrarse las multinacionales de las desgracias acontecidas, aunque la injerencia de estas empresas varía según el desarrollo del capitalismo y el poder de las burguesías en sus naciones, donde unos pueden volver a ser ricos y otros simplemente continuar siendo pobres.
El caso de Haití
Actualmente en el modo de producción capitalista salvaje, el neoliberalismo, todo tiene beneficio, hasta la pobreza. Haití es el estado mas pobre de América, todo y haber sido la segunda nación política, después de Estado Unidos, que se hizo independiente en 1804 tras la victoria contra las tropas francesas napoleónicas en la Batalla de Vertierres. La soberanía de Haití duró poco, y dada cierta inestabilidad política interna el imperio de los Estados Unidos inició su injerencia invadiendo la isla en 1915, y posteriormente dando apoyó, con respaldo de Francia, a la implantación de una dictadura cruenta y represiva liderada por François Duvalier -Papa Doc- y sustituido por su hijo Jean Claude Duvalier en 1971. El papel al que fue sometida Haití como neocolonia impidió su desarrollo soberano económico y político. La llegada del gobierno democrático constitucional en 1987 a causa de una insurrección popular contra la dinastía Duvalier, hizo resurgir la figura de Jean Bertrand Aristide. Sacerdote salesiano de izquierdas y miembro de la Teología de la Liberación Nacional, fue el primer presidente haitiano escogido democráticamente para el periodo de 1991 a 1996 -todo y el intento del golpe de estado del General ultraderechista Raul Cédras en 1994-, y fue reelegido en 2001. El fortalecimiento de relaciones de Haití con el bloque contrahegemónico de Cuba-Venezuela -posteriormente el ALBA-TCP- para llevar un proceso de desarrollo soberano molestó a Estados Unidos y en 2004 tropas estadounidenses dieron un golpe de estado, con presencia de su embajador, James B.Foley, y del francés, Thierry Burlad, trasladando forzosamente a Aristide a Sudáfrica. La inestabilidad política generada en Haití siguió con la ocupación de tropas norteamericanas durante unos meses, con ayuda de Francia, Chile y Canadá. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas propuso la creación de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH en inglés), dado que Estados Unidos no se podía hacer cargo teniendo miles de soldados en las invasiones de Irak y Afganistán. Brasil cogió la dirección con 20 países restantes.
Injerencia militar
El 12 de Enero de 2010 Haití fue golpeada duramente por el terremoto más duro de su historia, con una magnitud de 6,9 en la escala Richter, generando más de 300.000 muertos y 1 millón de damnificados. ¡Datos escandalosos! Estos desastres naturales no dejan de tener su construcción social consecuente, donde un país de alta pobreza sufre unas consecuencias más desastrosas, al compararse empíricamente con los terremotos de Chile en enero de 2010 y los actuales de Japón.
No solamente la injerencia histórica a la que ha sido sometida Haití ha producido su subdesarrollo y su indefensa a los impactos naturales, sino que actualmente su sometimiento a la dominación imperial con el sufrimiento de «una especie de ocupación neocolonial de 8900 soldados de Naciones Unidas«, como dijo el expresidente Aristide en Sudáfrica, ha hecho que en 7 años de ocupación de la MINUSTAH en Haití (2004-2011), el Índice del Desarrollo Humano no ha mejorado, situándose en 2003 en la posición 150 de 180 países con el dato de 0,475 y en el 2009 manteniéndose en el mismo lugar. Además, no solamente el terremoto afectó a la población civil haitiana sino que el contingente nepalés de la ocupación de la MINUSTAH insertó en el país la epidemia del cólera al dejar materias fecales cerca del río Melle expandiéndose por canales de agua de todo el país. La epidemia ha provocado desde mediados de octubre, según datos actualizados del Ministerio de Salud Pública y Población del pasado 21 de febrero, 4625 muertos y 245.183 personas afectadas atendidas, de las cuales 132.293 hospitalizadas.
Dos tipos cooperación
El desastre del terremoto de Haití no solo «justificó» el 19 de enero la invasión de 12000 soldados norteamericanos con la falacia de ser una misión de «ayuda humanitaria» para poder controlar el país y ocupar el mismo Palacio Presidencial, sino que también movilizó a organismos neoliberales internacionales como el Fondo Internacional Monetario, agencias de la cooperación como la USAID, a Organizaciones No Gubernamentales y a empresas multinacionales para hacer negocio con la pobreza. Haití es llamada «La República de las ongs», con organizaciones como Médicos Sin Fronteras, Asociación Cristiana de Motociclistas, o asociaciones de grupos evangélicos estadounidenses financiados por la USAID que también afectan como control social a la conciencia de protesta de la población, y según datos del Banco Mundial es el país con mayor número de ongs por habitantes, donde cerca de 10000 agencias de cooperación que intervienen crean un estado paralelo superando el PIB de Haití. La onG Cruz Roja Americana consiguió por fondos de ayuda privada 225 millones de dólares pero solo asignó para intervenciones en Haití 106 millones, «perdiéndose» 149 millones por el camino, según el estudio realizo por Hill Quigley del Centro de Derechos Constitucionales. Empresas como la trasnacional Monsanto, la compañía más grande de semillas a nivel mundial que controla un 20 % del mercado propietario de simientes y un 90% de las patentes biotecnológicas en agricultura, mediante el Foro Social Mundial de Davos de 2010 quiso ponerse la mascara afirmando que habían «donado» al gobierno de Haití 475 toneladas de semillas híbridas para distribuir entre el campesinado y potenciar la soberanía alimentaría. Todo fue una estrategia de mercado como afirmó Chavannes Jean-Baptiste, coordinador del Movimiento Campesino Papaye y miembro de la Vía Campesina, denunciado que la donación implícitamente escondía una colonización económica, dado que las semillas transgénicas no podrán ser reutilizadas en cada cosecha, sino que al ser modificadas genéticamente, el campesino – el 80% de la economía de Haití es agrícola – deberá comprar a la multinacional Monsanto si quiere volver a cultivar, generándose, así, una dependencia económica del campesinado con la empresa.También el organismo internacional del Fondo Monetario Internacional hizo presencia en la injerencia económica que seguirá ahogando el desarrollo del país. Mientras el director del FMI, Dominique Strauss Kahn, vendió la idea de que el organismo «donaría como ayuda» 100 millones de dólares, ocultó la letra pequeña que informaba sobre la concesión de un crédito con intereses y con implementación de políticas neoliberales. Si un estado estaba más que fallido, ahora, entre militares, el FMI, las onGs y las multinacionales, en Haití el estado ha desaparecido y el negocio económico y político está más que vigente para manos privadas.
Mientras el capitalismo sigue vendiendo su injerencia como «cooperación solidaria», y unos pocos se llenan los bolsillos con la pobreza y el subdesarrollo de muchos, existen otros modelos contrahegemónicos que buscan solidariamente el desarrollo de los pueblos, sin mediación de préstamos bancarios, ongs, empresas privadas o presencia militar, sino en cooperación directa entre estado y estado, entre pueblos y pueblos. Cuba es el ejemplo. Todo y los problemas económicos que padeció Cuba, y que va resolviendo con plena independencia, tras la caída del bloque soviético en 1989 y el endurecimiento del bloqueo económico por Estados Unidos con la ley Torricelli (1992) y la ley Helms Burton (1996), la brigada médica de más de 400 cubanos en Haití salvó la vida a 70.890 haitianos tras la reconstrucción rápida del principal hospital de Port-au-Prince tras su derrumbe por el terremoto, algo que han ocultado los medios de comunicación. A Cuba no le sobran los recursos, ya dijo El Premier de Haití Jean Max Bellerive, como a la cooperación de los países desarrollados capitalistas, pero tampoco busca ningún lucro por ello. Sino simplemente el desarrollo soberano de los pueblos.
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