El artistocrático matutino argentino «La Nación» dedicó en su edición de ayer un artículo a lo que considera la «reinvención para no perecer» de la «centroderecha» sudamericana (aunque en varios casos el antepuesto afijo «centro» resulte un ideologismo cosmético) sobre la que celebra su apoliticismo, desideologización y pragmatismo. Los rasgos expuestos no resultan errados. Precisamente […]
El artistocrático matutino argentino «La Nación» dedicó en su edición de ayer un artículo a lo que considera la «reinvención para no perecer» de la «centroderecha» sudamericana (aunque en varios casos el antepuesto afijo «centro» resulte un ideologismo cosmético) sobre la que celebra su apoliticismo, desideologización y pragmatismo. Los rasgos expuestos no resultan errados. Precisamente la ambigüedad y la vacuidad forman parte de las nuevas muecas propagandísticas de la vieja derecha encomendados a frescos rostros que fingen renovación. El campo propicio para estas maniobras de seducción comunicativa siempre estuvo a disposición de las derechas y nunca ha estado yermo, pero es ahora cuando se propone potenciar exponencialmente el cultivo. No es otro que el de la mercadotecnia y video política que imponen la subcultura de la imagen por sobre la enunciación de problemas y soluciones, la telegenia de los actores políticos por sobre sus trayectorias y argumentaciones y los slogans por sobre los programas de gobierno. ¿Quién podría estar contra «la positiva», tal como se autoposiciona el candidato Lacalle Pou para las próximas elecciones uruguayas?
¿Avanzaría entonces la redistribución de la riqueza? En absoluto, está por la negativa. ¿Se profundizarían las investigaciones sobre violaciones a los derechos humanos y el procesamiento de sus perpetradores? Por el contrario, se abandonarán las búsquedas. ¿Se aceleraría la resolución del déficit habitacional con un impulso de acceso a la vivienda? Menos aún, su preocupación es reducir el déficit fiscal. ¿Se incrementará el presupuesto educativo y la calidad de la educación pública? Nuevamente por la negativa. ¿Se garantizará la vigencia de conquistas como el matrimonio igualitario o la interrupción voluntaria del embarazo? Negativo. Las preguntas que pueden formulársele sobre adquisiciones últimas de derechos populares u horizontes futuros son infinitas y variadas, mientras las respuestas son unívocas. Siempre por la negativa. Pero no se trata de suposiciones o proyecciones futurológicas. Se desprende sin ambages de la posición parlamentaria «por la negativa» que tanto el partido que lo erige candidato, el blanco, hoy casi mimetizado en alianza carnal con su histórico rival, el colorado, mantuvieron ante cada proyecto de ley del gobierno progresista durante los últimos 9 años. Y si no bastara, deberá recordarse que hace exactamente 5 años, la campaña que el entonces candidato homónimo por el mismo partido (ex presidente de ultraderecha en los ´90 y padre del actual candidato histrión) no pudo apelar a esta clase de ardides simuladores precisamente por haber desnudado su práctica en el ejercicio pasado del poder. Así que optó por la sinceridad y la contundencia. Propuso recortar la inversión pública con una motosierra, desvalorizó al actual presidente Mujica por su vivienda a la que calificó de sucucho y propuso crear peluquerías y baños en los asentamientos con fines higiénicos y desodorizantes entre otras medidas de cuneo racista.
En ningún caso atribuyo a la genética inclinación ideológica alguna, sino que en este caso tanto la convergencia partidaria, sumada a la ausencia de toda crítica o distancia respecto a la gestión paterna cuanto la campaña precedente que tuvo por protagonista al progenitor, nos autoriza a concluir que el verdadero rostro del candidato actual no es del Dorian Grey esplendoroso sino el de su oculto retrato carcomido.
Sin embargo, para mejor digestión de un homo ludens, la mercadotecnia política diseña un atractivo envase opaco al que etiqueta con slogans eludiendo toda precisión sobre su contenido. Ya desde su etimología, esta rama de la sociología entiende la política como un mercado y el producto como una competitiva mercancía cuya virtud depende de su capacidad de venta. Pretende mcdonalizar la polis induciendo al ciudadano a autoservirse chatarra en salsas sintéticas empaquetada en una cajita feliz.
Mientras calcula discretamente la recaudación y perfecciona sus recursos publicitarios, la derecha expondrá con retrato y sincero reconocimiento a su más eficiente empleado: el payasito del mes.
Emilio Cafassi. Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano.
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