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Las mujeres en la guerrilla kurda

El PKK y la mujer kurda

Fuentes: Gara

Las montañas qandil, en pleno Kurdistan pero oficialmente en la frontera entre Irak e Iran. es el refugio del PKK, guerrilla kurda en la que la mujer juega un papel central. «Nosotras abrimos los ojos a la sociedad kurda», señala orgullosa la combatiente Arsehem Kurman. Cuando una mujer abandona su hogar y toma las armas […]

Las montañas qandil, en pleno Kurdistan pero oficialmente en la frontera entre Irak e Iran. es el refugio del PKK, guerrilla kurda en la que la mujer juega un papel central. «Nosotras abrimos los ojos a la sociedad kurda», señala orgullosa la combatiente Arsehem Kurman.

Cuando una mujer abandona su hogar y toma las armas no estamos ante un hecho anodino. Es una revolución social. Nosotras abrimos los ojos a la sociedad kurda», asegura Arshem Kurman, mujer y guerrillera del PKK.

En una región del mundo donde también prima la sumisión de la mujer, las combatientes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) juegan un papel de primera línea en el movimiento de liberación kurdo, refugiado en las montañas del norte de Irak, cerca de la frontera con Irán.

Históricamente anclado en el marxismo ortodoxo, el PKK, que lucha por la independencia del Kurdistán Norte, mantiene una estructura militar que ha dado lugar a un feminismo guerrillero único. Pero no ha venido del cielo. Ha sido necesaria, y sigue siéndolo a día de hoy, la lucha constante contra los prejuicios de la sociedad, de los que participan muchos de sus camaradas varones, reconocen las guerrilleras.

«Ha sido sobre todo la cuestión del martirio lo que ha dado fuerza a nuestra causa», asegura Arshem Kurman, insistiendo en que han sido las mujeres caídas en combate o que llevaron a cabo atentados suicidas las que han forzado a los hombres de este movimiento armado a tomarlas en serio. «Las mujeres mueren todos los días, así que, cómo no va a calar nuestro mensaje», señala esta respetada instructora guerrillera, que recuerda cómo una kurda se inmoló en los años noventa causando la muerte a medio centenar de soldados de ocupación turcos.

A lo largo de sus años de lucha, el PKK ha llevado a cabo quince atentados suicidas. Once de ellos fueron protagonizados por mujeres.

En el campamento situado en las faldas del Monte Qandil, la mayor parte de los barracones muestran una fotografía de Vian Jaf, que se quemó a lo bonzo en febrero pasado para protestar por la opresión contra los kurdos por parte del Estado turco. Oficialmente, la dirección del movimiento no aprueba actualmente este tipo de acciones individuales.

Arrancar el respeto a los varones y lograr que les traten como iguales tampoco es fácil en las sociedades de Oriente Medio, reconocen las guerrilleras del PKK.

«Una mujer no puede reivindicarse en este contexto. En la sociedad tradicional kurda, sólo los varones tienen el derecho a la palabra. Si el marido no está en casa, es el hijo de más edad el que habla, sea cual sea su edad», asegura Reha Baran.

«En nuestras sociedades retrasadas, las mujeres son confinadas a los márgenes. Nuestro objetivo es resituarlas en el centro de la vida pública», añade.

Reha Baran muestra a un público compuesto por militantes feministas y responsables del PKK, en una escuela improvisada sobre la roca, cómo las mujeres han sido privadas de sus derechos y cómo pueden reconquistarlos.

Ella ha sido encargada por la guerrilla para transmitir estas ideas revolucionarias en sus aldeas y unidades guerrilleras, a fin de que se extiendan poco a poco en la sociedad kurda sin perder el inestimable apoyo por parte de la población.

La vida en el hogar familiar

Para las jóvenes combatientes del movimiento, vivir con el arma en la mano, al lado de sus camaradas masculinos, es mucho más interesante que la vida que les esperaba en sus pueblos y aldeas.

Una decena de entre ellas, con edades comprendidas entre los 15 y los 21 años, beben té contemplando la puesta de sol tras los montes Qandil, coronados por la nieve. Ellas estallan en carcajadas cuando se les pregunta si no hubieran preferido quedarse en sus casas y criar a sus hijos.

«Las mujeres que viven en la familia no tienen derecho a recibir instrucción. Muchas veces, el movimiento ayuda a adolescentes que no se resignan a ese futuro a escapar de casa y unirse a nosotras, particularmente en Irán», explica Rojbin Hajjar, una kurda llegada de Siria.

Hay que recordar que el Kurdistán está repartido en cuatro estados: Turquía, Irak, Siria e Irán.

Pero estas guerrilleras aseguran que su ejemplo va incluso más allá. «No somos tan sólo un modelo para las mujeres de Oriente Medio, sino para las del mundo entero», sentencia Sozdar Serbiliz, mujer y comandante guerrillera del PKK. –