Desde la llegada de Cristóbal Colón, la historia de América latina se ha escrito buscando momentos épicos de batallas contra conquistadores, oligarcas, tiranos y hoy neo-liberales. A cada paso en la lucha contra el imperio español, el imperialismo británico o el estadounidense le siguen una lista de mártires y héroes. Epopeyas y gestas se narran […]
Desde la llegada de Cristóbal Colón, la historia de América latina se ha escrito buscando momentos épicos de batallas contra conquistadores, oligarcas, tiranos y hoy neo-liberales. A cada paso en la lucha contra el imperio español, el imperialismo británico o el estadounidense le siguen una lista de mártires y héroes. Epopeyas y gestas se narran como parte de un destino forjado entre avances y retrocesos, triunfos y derrotas. Toda una marea de nombres y circunstancias disímiles se agrupan en la guerra contra la explotación. Amalgama donde resalta el talante popular o anti-imperialista de personajes llenos de fuerza y entereza. Hombres y mujeres. Ellos, singularizando gestas y proyectos. Ellas, en igualdad de condiciones no escatiman gallardía ni están a la saga. No faltan luchadoras. Desde comandantes guerrilleras, dirigentes indígenas, sindicales y políticas hasta las madres de la plaza de Mayo, sin olvidar las bregadoras por la igualdad de género. Un amor tan grande como un continente. Es el ansia profunda de sentirse libre de imperialismos y de tiranos. Así, nace un relato mítico encerrado entre la fertilidad de los pueblos y las practicas de esterilización de sus amos cipayos. La espada de la justicia se bate en duelo contra la daga asesina. Tanta ignominia e infamia no debe quedar impune, y no lo hará. Airosa tras su paso por el purgatorio, América latina vivirá para contar su gloria. Un camino arduo y espinoso donde la canalla será derrotada por los anhelos de paz social, democracia, igualdad y libertad.
Han pasado treinta años desde la primera lectura de «Las Venas abiertas de América latina». Chiquillo y sometido a los avatares de la emigración recalé en la España franquista, tras dejar Chile en 1974. En plena dictadura del Caudillo, cierta permeabilidad facilitaba la lectura de la realidad latinoamericana, ejerciéndose, por el contrario, un férreo control sobre obras y autores españoles y extranjeros obstinados en hablar de la guerra civil, ensalzando a la Segunda República y sus defensores. Era fácil encontrar los discursos de Che Guevara o la I y II declaración de la Habana. Las editoriales latinoamericanas cubrían la censura interior.
En Madrid, me perseguía la imagen de la muerte de Salvador Allende junto a sus colaboradores en el palacio presidencial mientras este era bombardeado. Los años de ilusión y de esperanza se trastocaron por un futuro incierto y lleno de interrogantes. En plena búsqueda de explicaciones, la poco atractiva librería de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, puso en su escaparate con el cartel de (Novedad! La novena edición de Las venas abiertas de Eduardo Galeano. En esa época , para un estudiante costaba un dineral: 275 pesetas. Unos 25 euros de hoy. Me apasionó el relato, lloré y sentí impotencia. En cierto sentido, fue mi graduación. Una historia llena de sangre, similar para todo el continente, se abría a mis ojos. Chile no era una excepción, constituía parte de una larga lista de atentados y crímenes realizados en nombre de la lucha anticomunista. Cada cierto tiempo retomo su lectura. Magistralmente, la narración nos sumerge en un relato de saqueo y despojo. Desde el oro y la plata, el salitre y el guano, el estaño y el azúcar, el cobre y el café, las frutas y el petroleo. Todas las riquezas que posee el Continente son codiciadas por extranjeros y vende-patrias. Multinacionales, piratas, especuladores, empresarios configuran una larga lista de personajes cuya existencia esta signada por su falta de escrúpulos, sus sueños de riquezas, sus ansias de poder e sus ínfulas de grandeza. De poco a nada sirve defenderse, casi siempre los cipayos y sus amos extranjeros se salen con la suya. Las víctimas, siempre las mismas, deben ser conscientes de su labor y aceptar el desafío impuesto por su tiempo. Resistir, no perder la dignidad y seguir adelante. En este orden de cosas, la historia se vengará. ALos despojados, los humillados, los malditos tienen, ellos sí, en sus manos, la tarea. La causa nacional latinoamericana es , ante todo, una causa social: para que América latina pueda nacer de nuevo, habrá que empezar a derribar a sus dueños país por país. Se abren tiempos de rebelión y cambio.@ El drama, enunciado por Bolívar, cierra el epígrafe del último capitulo: ANunca seremos dichosos, (Nunca!.
Romper el destino. Ese es el mensaje. No dejarse intimidar. Ser fuerte. Capear el temporal. ¿Pero cuánto tiempo hay que esperar?. ¿Cómo evitar que la profecía se cumpla?. Parece ser que estamos avocados a sufrir siempre. El futuro no nos pertenece, esta diseñado por otros y es excluyente. Poco o nada se puede hacer. El fatalismo cierra las puertas. No es tiempo para la democracia, la justicia y la igualdad social. Es la hora del mercado, de la gobernabilidad, del progreso, del orden, de la globalización, de la responsabilidad, del ALCA. Ese es el destino. Caminar hacia el progreso de la mano responsable de nuestras élites pragmáticas. No se puede ser irresponsable. El mañana juzga y no será benevolente con los demócratas. América latina no puede perder el tren del progreso. Es su última gran oportunidad. Si se pierde, irrevocablemente seremos víctimas de nuestra propia indolencia. Discurso pobre, sin embargo eficiente. Pero la realidad es otra. De nada sirve ser agraciados por la naturaleza con ricos frutos minerales y vegetales para terminar estos en manos de hombres enfermos de plutocracia.
Ser países ricos y vivir en la miseria. Empobrecidos por sus clases dominantes y sus dirigentes preocupados por ampliar sus ajuares y perfeccionar su ingles antes que por el bienestar de sus pueblos. En esta perspectiva: ¿no hubiese sido mejor carecer de tanta abundancia?. Esta duda asalta la razón y nos ubica en el problema central. Las venas abiertas de América latina es el mejor ejemplo del ensayo donde la historia es el devenir trágico de un continente abocado a sufrir el dominio de burguesías locales, elites empresariales y financieras borrachas de riquezas y llenas de odio y desprecio hacia sus gentes. Caciques, terratenientes, tiranos, oligarcas, autócratas cobran vida con sus historias mezquinas de poder y ambición. Sin embargo, el relato épico, puede, si se asigna su sitio en la lucha por la liberación, ser un recurso válido para pensar que «Nuestra América» es también una historia salpicada de gestas y de proezas capaces de romper el destino y convertirse en un referente para las revoluciones sociales y políticas del siglo XXI. Recuperar la historia épica es un comienzo para lograr vencer un silencio guardado bastante parecido a la estupidez. Frase de la proclama insurreccional de la Junta Tuitiva en la Ciudad de La Paz, 16 de julio de 1809. , con que Galeano abre su ensayo.