En noviembre de 2014, el líder de Estado Islámico, Abu-Bakr al-Bagdadí o el califa Ibrahim, declaró que el mullah Omar, fundador y jefe del Movimiento Talibán, que para entonces llevaba más de un año muerto, aunque la noticia era el secreto mejor guardado por sus comandantes: «era un simple señor de la guerra analfabeto, que […]
En noviembre de 2014, el líder de Estado Islámico, Abu-Bakr al-Bagdadí o el califa Ibrahim, declaró que el mullah Omar, fundador y jefe del Movimiento Talibán, que para entonces llevaba más de un año muerto, aunque la noticia era el secreto mejor guardado por sus comandantes: «era un simple señor de la guerra analfabeto, que no estaba preparado para dirigir la creación de un Estado Islámico en Asía Central».
Abu-Bakr al-Bagdadí, con la clara voluntad de rivalizar con el movimiento Talibán afgano, y aprovechando, la pugna interna de los talibanes pakistaníes venían manteniendo desde finales del 2013, cuando su jefe, Hakeemullah Mehsud, fue abatido por un dron norteamericano en la provincia de Waziristán del Norte, al-Bagdadí aprovecha la debilidad del nuevo líder talibán Mullah Maulana Fazlullah, para crear el Walayat e Khorasan, que incluían Afganistán, Pakistán, India y Bangladesh, colocando en su jefatura Hafiz Saeed Khan, (muerto en julio de 2016).
Fue por esto que a partir de enero de 2015 el Movimiento Tehrik-E Talibán Pakistán (TTP) comienza a sufrir una importante ola de deserciones las que estuvieron a punto de hacerlo desaparecer.
Fueron varias las organizaciones que integraban el TTP, como Jamaat-ul-Ahrar o Lashkar-e-Islam, que realizaron juramento de lealtad o bayat a al-Bagdadí.
La más poderosa de las organizaciones, Mehsud Mujahideen o Movimiento de los Talibanes en Waziristán del Sur, de la que Khalid Mehsud (muerto en noviembre de 2015), tomó el mando tras la muerte del Hakemullah, si bien esta facción nunca se incorporó a Walayat e Khorasan, se separó del TTP, en enero de 2014, por disputa con el liderazgo de Mullah Fazlullah.
El Mehsud Mujahideen concentró sus operaciones en la región Waziristán del Sur. Otro de los grupos que emigró del TTP y opera de manera independiente es capitaneado por Sheheryar Mehsud, radicado en Waziristán del norte.
Por su parte Hafiz Mohamded Saeed (no confundir con el líder de Estado Islámico ya nombrado Hafiz Saeed Khan) quien controla una importantísima organización de bien público, Jamaat-ud-Dawa (JuD,) prácticamente un estado autónomo dentro de Pakistán, al estilo del Hezbollah, libanes, que en realidad enmascara una organización terrorista llamada Lashkar-e-Taiba (LeT). El JuD posee un extenso complejo en Muridke, al noroeste de Lahore, en la provincia de Punjab, una ciudad al que no tienen acceso las autoridades pakistaníes.
Hafiz Mohamded Saeed está sometido a arresto domiciliario desde este último 31 de enero, por las autoridades de Islamabad acusado, por autoridades indias, de haber sido el cerebro de los ataques de 2008, en la ciudad de Bombay, que dejaron 166 muertos. Hafiz Mohamded Saeed ya estuvo bajo arresto domiciliario entre 2001 y 2008, sin que sus actividades pudieran ser interrumpidas.
Según los seguidores de Saeed, esta nueva detención se produjo por presiones del presidente norteamericano Donald Trump, quien habría intercedido a pedido de Nueva Delhi.
A pesar de que Washington ofrece una recompensa de 10 millones de dólares por Hafiz Mohamded Saeed y existe una alerta roja de Interpol para su captura, por los atentados de Bombay, Saeed transita libremente por Pakistán, participa en reuniones públicas, actos donde figura como el principal orador. Según las autoridades indias la organización Lashkar-e-Taiba controlada por Saeed, es responsable además de lo de Bombay, de otros ataques terroristas en la Cachemira india.
Tanto Washington como Nueva Delhi han presionado a Islamabad para que desmantele tanto su red terrorista Lashkar-e-Taiba como su organización «humanitaria» Jamaat-ud-Dawa durante más de diez años, pero su poder lo convierte prácticamente en un intocable dentro de Pakistán. Además existen fuertes indicios de que la organización Lashkar-e-Taiba es utilizado por la inteligencia pakistaní a la hora de realizar operaciones militares y terroristas en Jammu y la Cachemira india.
Lashkar-e-Taiba es una de las más poderosas organizaciones de Asia Central, y se la consideró por mucho tiempo un aliado de al-Qaeda; ambas organizaciones entrenan en los mismos campamentos. Lashkar-e-Taiba ha llegado a tener centros de entrenamiento en la provincia afgana de Kunar, en las provincias pakistaníes de Khyber y Pakhtunkhwa y en la Cachemira ocupada por Pakistán.
La red Jamaat-ud-Dawa a lo largo del país cuenta con hospitales, clínicas, escuelas, mezquitas y otros servicios. Su financiación, más allá de las fuentes locales, provienen, como siempre en estos casos, de las monarquías sunitas del golfo, particularmente Arabia Saudita y Qatar.
Tras el terremoto de 2005, en Cachemira y las inundaciones de 2010, Jamaat-ud-Dawa tuvo mucha más presencia que el propio estado pakistaní atendiendo a millones de damnificados.
Viejos aliados, viejos rencores.
La presencia del Daesh o el Walayat e Khorasan ha comenzado a desdibujarse rápidamente, el nuevo giro que está tomando la lucha del Talibán en Afganistán, que durante 2016 se ha afianzado en más de la tercera parte del país y tiene bajo su control más de 2 millones de habitantes, ha dado nuevos impulsos a sus hermanos pakistaníes.
Este último dos de febrero, el Tehreek Taliban Pakistan anunció que la poderosa Mehsud Mujahideen, también conocido como el Movimiento de los Talibanes en Waziristán del Sur, se ha reincorporado al talibán pakistaní.
En mayo de 2015, después de poco menos de un año, la temible Jamaat-ul-Ahrar, también reincorporó al TTP. Aunque esta última organización ha operado con un importante grado de autonomía. Como bien lo demuestra el ataque realizado por uno de sus comandos contra los visitantes a un parque de la ciudad de Lahore, cuando una multitud festejaban la Pascua cristiana en abril pasado, en que murieron 72 personas mayoritariamente niños y resultaron más de 300 heridos.
Los grandes ataques de estos últimos meses fueron revindicados tanto por el talibán como por el Daesh, lo que hace más difícil deservir en realidad quien está en realidad con más operatividad.
Según se cree el ataque de 26 de noviembre de 2016 contra la base militar en Ghalani fue obra de algunos dirigentes medios que habían abandonado el TTP y se incorporaron a Walayat e Khorasan.
Otro de los letales terroristas que cabalgan entre Estado Islámico y El Talibán es al que la prensa califica como «el hombre más odiado de Pakistán», Khalifa Umar Mansour, el comandante del grupo Tehreek-i-Taliban Geedar, a quien se le adjudica de haber organizado el ataque a la escuela de Peshawar, en diciembre de 2014, la masacre que terminó con la vida de 141personas, de ellos 132 eran niños o el ataque contra la universidad de Bacha Khan en el Charsadda, donde quedó un saldo de 25 muertos. A Khalifa Umar Mansour también conocido como naray voz pastún que significa flaco, fue quien en 2012 dio la orden de asesinar a la militante Malala Yousafzai, Nobel de la Paz 2014.
Otros de los importantes líderes talibanes, que ha tomado gran injerencia a partir del reagrupamiento, es Omar Khalid al- Khurasani, de fluidas relaciones con al-Qaeda y particularmente con su jefe Ayman al-Zawahiri. Al-Khurasani está obsesionado con conseguir armas nucleares, lo que en un país con los niveles de corrupción oficial no sería nada descabellado, de creer posible.
Teniendo en cuenta la escalada en aumento del talibán afgano, en estos últimos dos años, que está obligando a los Estados Unidos a rediseñar su política respecto Afganistán y este reagrupamiento en Pakistán, esta convirtiendo nuevamente, a ese rincón de Asia Central, en el epicentro de la violencia integrista.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.