El destino de los uruguayos de adentro y de afuera se juega el último domingo de octubre, unos días después se pondrá en juego la suerte de toda la humanidad. En Estados Unidos la recta final será palmo a palmo, entre Bush y Kerry, y la sospecha de fraude ronda la cabeza de muchos norteamericanos. […]
 El destino de los uruguayos de adentro y de afuera se juega el último   domingo de octubre, unos días después se pondrá en juego   la suerte de toda la humanidad. 
  En Estados Unidos la recta final será palmo a palmo, entre Bush y Kerry,   y la sospecha de fraude ronda la cabeza de muchos norteamericanos. 
  ¿Podrá revertir este proceso el triunfo en el debate reciente   de John Kerry frente a George Bush?
  Al parecer Kerry tendrá que vencer todavía muchos obstáculos   durante los veinte días que restan de campaña. 
  La demostración de superioridad intelectual de Kerry ante Bush no dice   mucho y resulta poco ventajoso cuando los norteamericanos reconocen las incapacidades   de su presidente actual desde hace mucho tiempo. 
El triunfo durante el debate solo ha permitido hasta ahora reavivar una pequeña   luz de esperanza para los demócratas que ya se consideraban perdidos.
  Los debates ya no juegan el viejo papel definitorio como hace unos años   atrás.
  A pesar de haber perdido, Bush no se da por vencido, y por tanto aparece como   inconsciente frente a su derrota y sigue su marcha hacia delante ante la perplejidad   de los demócratas.
  Menos en una etapa final donde los asistentes y técnicos de campaña   están con su mira únicamente puesta hacia el 2 noviembre. 
El hecho de que George W. Bush no se desmorone a pesar de haber perdido tres   debates al hilo uno tras otro explica las nuevas condiciones y respuestas de   los electorados en Estados Unidos y por lo visto en cualquier parte del planeta.   
  La predisposición lograda por las empresas formadoras de opinión   pública, los grandes medios de comunicación sobre el auditorio   es mucho más fuerte y definitoria que el mismo discurso del candidato.
  Define mucho más el «formato» de la campaña que el   propio discurso del candidato.
En realidad los parecidos entre Bush y Kerry son tantos que al electorado norteamericano   le importa mucho menos el triunfo de Bush nuevamente que a los hombres y mujeres   del planeta para quienes resultará mucho más relevante. 
  Otro elemento que el norteamericano medio tiene en cuenta, es si el resultado   del escrutinio será transparente o resultará de unos comicios   falseados como se sospecha acerca de la última elección del año   2000. 
  Pero esto también incidirá mucho más en los próximos   años en la vida, la democracia, la libertad, la política y la   guerra de los hombres y mujeres más distantes del planeta.
Puede pensarse en razón de la similitud de las campañas electorales   de allá y de aquí cual ha des ser el hilo conductor de los últimos   días de campaña electoral.
  En Estados Unidos surge la evidencia de que pesa en el electorado norteamericano   la amenaza terrorista. 
  Cada ventaja obtenida por Kerry es descontada inmediatamente hasta alcanzar   la paridad frente a la amenaza terrorista.
  Un estudio de un técnico de la Universidad norteamericana demuestra que   en cada oportunidad que el gobierno republicano emite en los últimos   un alerta de atentado, se demuestra que la aceptación de Bush creció   incluso en los momentos de mayor debilidad de Bush. Así se demuestra   como la verdad no parece encontrar un lugar importante en los discursos y el   debate mucho menos todavía. 
Kerry ha culpado a Bush de ser el presidente estadounidense que más   puestos de trabajo perdió en los últimos 72 años, perdió   un millón y medio de puestos. De haber rebajado los salarios y producido   recortes impositivos que solo beneficiaron a un 1% de los más ricos mientras   crecía y crecía el déficit público.
  Sin embargo estos golpes, separados o juntos, afectan en algo el interés   de voto de los norteamericanos en forma decisiva.
  Pudiera ser que el miedo y el temor originen en el electorado mayor interés   que el trabajo, el salario y el bienestar social. 
Hoy se publica en la prensa Argentina los trabajos de un psiquiatra de Harvard   el doctor Daniel Siegel según este académico la sociedad norteamericana   está obnubilada por lo que llama «la bruma del miedo» y esto   está impactando en la forma en que los norteamericanos reaccionan frente   a los dos candidatos. 
  Esta influencia es mucho menos visible que lo anterior pero se explica por la   parte del cerebro en que se aloja lo que determina la reacción sino que   es dominada por el temor. 
  Y por último todavía existen otros temores como los riesgos de   fraude.
  Según se supo en los meses de invierno una empresa de mediciones de opinión   pública realizó una prueba con una máquina de voto electrónico   de la clase que se usarán en noviembre y tardo solamente diez segundos   en burlar su cierre y remover la tarjeta de su memoria. 
Las tres firmas de las máquinas electrónicas de votar han sido denunciadas por tener vínculos entre sí y a la vez, estar demasiado vinculadas a la administración Bush. La elección según los expertos se decidirá en no más de diez estados de la unión que son 50 en total. Y en varios de estos estados ha habido denuncias por procedimientos fraudulentos.
En el estado de Nevada por ejemplo, hay una investigación en marcha   que trata de establecer si una consultora republicana se dedicó a registrar   votantes eliminando deliberadamente a quienes se identificaban como demócratas.   En la Florida donde mayor escándalo se suscitó en las últimas   elecciones un equipo de abogados reclutados con anterioridad por Kerry estudia   como evitar el fraude y por último probarlo ante la justicia.
  Ojalá no lleguemos a ese extremo de los norteamericanos donde lo más   importante es que haya elecciones y donde los que deciden son los que cuentan   los votos en lugar de los que votan.
Para eso habrá que trabajar duro en estos escasos quince días que faltan para las elecciones. Hoy todo el mundo lamenta haber perdido el sábado sin poder concretar todas las tareas que había programadas para la jornada. Esto nos demuestra como un accidente cualquiera nos resta tiempo y nos limita más aún las posibilidades de trabajo concreto.
En cuanto a la táctica de la derecha se podrá entender más   los objetivos de los asesores de campaña cuando tratan de utilizar imágenes   o hechos del pasado que se relacionen con la violencia y la confrontación.
  Los ejemplos de estados Unidos de la campaña en curso de Bush debemos   asimilarla a la que llevan adelante los partidos de la derecha contra el Frente   Amplio. 
  Lo único a que ellos pueden apelar es a los temores el miedo y los aspectos   psicológicos de la gente lejos del razonamiento de la gente.
  De ahí que estén difundiendo películas, documentales, y   declaraciones de otros tiempos para tratar de infundir miedo y temores en la   población que siempre serán más redituables que los discursos   sobre empleo, salario, bienestar y salud.
Cuando los spot publicitarios del partido Colorado muestran imágenes   de represión en las calles de las ciudades argentinas apuntan a generar   esos miedos y temores en los uruguayos. 
  Tratando de razonar como ese público uruguayo frente a las imágenes   de represión en la Argentina diríamos que: «vieron, es mejor   estar sin trabajo, sin mutualista, pasar hambre y que los banqueros se lleven   la plata antes que haya represión en las calles y vuelvan nuevamente   los milicos».
  «Y eso es lo que puede pasar si gana el Frente Amplio, los trabajadores,   estudiantes y pobres vuelven a la calle otra vez».
Estas son algunas de las razones por las cuales los blancos desde su formato   de campaña electoral proveniente de los asesores norteamericanos de la   década de los años sesenta apostó mucho más al debate   que en realidad hoy tiene poca incidencia en un electorado que es aluvional   hacia el Frente Amplio. Se diga lo que se diga no interesa, porque la mentalidad   de cambiar está presente en toda la ciudadanía. Tanta es la fuerza   del cambio que los blancos y colorados debieron prescindir de sus iconos más   sagrados, Lacalle y Sanguinetti, con tal de brindar una imagen renovada de sus   partidos. Un grave error que les está costando muy caro por que la única   ventaja que tenían sobre el progresismo era la continuidad, el conservadurismo,   el reaccionarismo. Tratar de difundir una imagen de un partido renovado sin   sus líderes naturales ejemplo de verticalismo y mano dura es incompatible.
  Para atemorizar con los «cucos» de la violencia, la izquierda o   el caos hace falta tener timoneles como Sanguinetti cuando señaló:   «A mi gobierno ningún sindicato le ha ganado una huelga».   
  O Lacalle, un hombre al que «no le tembló la mano cuando ordenó   la masacre de Jacinto Vera».
  Se amenaza con la violencia y el temor pero se muestra imágenes poco   confiables para un público temeroso como son las inseguridades que muestra   un Stirling y un hombre de aspecto bonachón proveniente del interior   como es Larrañaga. 
Estas probablemente sean las causas por las cuales los blancos se pronunciaron   más por buscar el debate político a pesar de lo cual en caso de   haberse producido difícilmente hubiera cambiado el resultado electoral   aunque podría haber detenido el proceso de crecimiento del Frente. 
  En cambio se entiende que a los colorados solo les quede como opción   recurrir a los intentos desesperados de infundir miedos y temores. Una política   que a esta altura resulta contraproducente para ese sector que se ve cada día   más debilitado, porque ataca al sector más importante del Frente   Amplio el cual la derecha no ha alcanzado a comprender que se beneficia con   el resultado de su accionar en el pasado precisamente y no la imagen actual   tan distante de su concesión original. 
  En la medida que la derecha insista en atacar al Frente Amplio por el flanco   de la izquierda consolidará más su crecimiento y sumará   a más jóvenes a sus filas porque refuerza la idea que ellos tienen   de los viejos luchadores sociales.
La izquierda está bajo la protección de su dimensión actual   no interesa tanto a la gente como al propio enemigo que electoralmente sabe   que no cuenta demasiado a la hora de la estrategia de restarle fuerzas al Frente   Amplio. 
  Por esa razón electoral los ataques más certeros se centrarán   en los partidos mayoritarios del Frente Amplio y fundamentalmente sobre su candidato.   
  Pero sus ataques ideológicos hasta los más superficiales y rastreros   no harán otra cosa que aumentar las simpatías hacia la fuerza   que ya se considera ganadora. 
  No temamos por tanto a la labor conspirativa de los partidos de la derecha y   analicemos permanentemente sin descanso la verdadera campaña que nos   corresponde a nosotros y en la cual tenemos incidencia. 
Se trata de que tensemos todas nuestras fuerzas políticas que están   en franca minoría interna y tratemos de demostrar en cada movimiento   que hagamos la necesidad de que la izquierda no desaparezca y sus dirigentes   principales obtengan un lugar en el parlamento. 
  Sabemos que las encuestas de opinión pública también contribuyen   a formar opinión sobre los acontecimientos. Todas las consultoras dan   ganador al Frente Amplio en la primera vuelta con o sin los votos de los indecisos   actuales. 
  La única duda que se nos plantea entonces es sobre el tipo y la cantidad   porcentual del triunfo en la primera vuelta. 
  La izquierda minoritaria y a pesar de ser ínfima, pudiera a tener un   gran peso definitorio en caso de que el triunfo de octubre fuera más   ajustado de lo que se piensa.
  Las elecciones también son una confrontación donde conviene asegurar   la derrota del adversario hasta su dispersión total o su capitulación   sin condiciones. 
  Por tanto, hasta que esa instancia no se concrete en la práctica nuestro   deber ha de ser combatir al enemigo como si nada hubiera pasado tratando de   unificar fuerzas muy superiores a las del adversario para tratar de infligirle   una derrota total. 
  No dejemos arrastrarnos por el triunfalismo y el clima de deseo y ansiedad,   aguantada desde hace tantos años. 
  Si el triunfo es por un punto alcanzará, pero si es de cinco puntos será   mucho mejor y si lográramos derrotarlos por diez puntos de ventaja mucho   mejor aún. 
Tratemos de evitar que en estos quince días que restan de campaña el adversario se reagrupe, se fortalezca, se atrinchere y se vuelva fuerte en sus posiciones. Ataquemos sin desmayos, mantengamos la iniciativa, conquistemos pequeños triunfos cotidianos.
Nosotros les pedimos un último esfuerzo a nuestros compañeros más conscientes de la izquierda, a aquellos militantes que puedan haber sido influidos por algunas dudas pero no se han sentido defraudados y piensan votar al lema, en blanco o anulado. No perdamos esos votos tan preciados y valiosos fortalezcamos una posición de izquierda y no sigamos engordando las mayorías que se dicen de ellas mismas, oficialistas.
Pedimos un último esfuerzo a todos los compañeros que militan   a corazón sin recursos económicos, con escasos medios materiales,   y en un clima de dificultades a veces complejas y poco gratificantes que debemos   echar el resto.
  ¿Qué significa echar el resto? 
  Es no bajar los brazos y redoblar la militancia cada día. Como si se   tratara de una ofensiva final no podemos escatimar el esfuerzo individual y   colectivo aunque estemos con sueño, sintamos el cansancio y el peso de   las responsabilidades, y hasta la incomprensión pública de nuestro   aporte.
  Es un momento donde toda la militancia debe categorizar cada esfuerzo y cada   paso concreto en la dirección deseada y común. Una etapa en la   cual debemos evitar dispersar fuerzas, evitar que afloren debilidades y dudas   que nos paralicen o hagan mermar nuestra eficacia. 
Ahora la izquierda tiene que concentrar sus esfuerzos en las elecciones, en   llegar a todos los lugares, en solidarizarse mucho más todavía,   en ofrecerse para trabajar para aportar al triunfo. 
  Ahora hay que abrir los locales durante todo el día, hay que colaborar   doblando listas, repartiendo listas en la calle, saliendo a pintar y a pegar   afiches, a participar en los actos, en los cabildos, en atender a las agrupaciones,   ir a las ferias, salir al interior participar, dar una mano, hacer acto de presencia   donde haya una movida.
La izquierda en esta etapa de dispersión y pequeñez tiene dos   problemas importantes durante un periodo electoral y una campaña como   la que se desarrolla: 
  Primero, no accede a los grandes medios de difusión masiva, sobre todo,   al espacio hegemónico de la televisión. 
  Segundo, su disminución influye en los militantes que no se identifican   normalmente con los grupos de izquierda por el tamaño que representan   y que los cohibe y les resta valor, para identificarse como de izquierda. 
  La izquierda tiene temor a identificarse, a defender sus posiciones y hasta   de mostrar un accionar que no convoque y exponga su fuerza verdadera. 
En cambio sabemos muy bien que en los momentos de debilidad hace falta reunificar   fuerzas, demostrar como varias minorías pueden convertirse en mayorías   definitorias. 
  Hay que identificarse de izquierda y hay que concentrar fuerzas en un sitio   para recuperar el peso social. 
  Las consecuencias de unificar la izquierda electoralmente no solo pueden resultar   beneficiosas en caso de un triunfo ajustado sino que abre las perspectivas futuras   del proceso uruguayo. 
  La izquierda uruguaya deberá pensar muy bien en caso de obtener una representación   parlamentaria su política de aquí en adelante. 
  La izquierda en un nuevo Gobierno progresista que definirá para los trabajadores   y sectores populares mayores condiciones de democracia y libertad deberá   pensar inmediatamente como aprovechar esas posibilidades para organizarse mejor,   y para aumentar su incidencia política y social.
  Por todo esto es que nosotros les estamos pidiendo todos los compañeros   de la izquierda que uno a uno sigan militando hasta el final sin descansos sin   claudicaciones, pero sobre todo para salir a convencer a esos compañeros   que aún tienen dudas para votar al Frente Amplio.
  A los que dudan por la izquierda por sentirse descontentos por carecer de confianza,   por no ver claras las cosas. 
  A esos compañeros debemos llegarle para que no desperdicien su voto y   nosotros no perdamos esa fuerza que junta es tan importante como la que nosotros   llegamos a organizar.
  Entre votos en blanco, anulados o al lema hay un porcentaje tan importante como   el que a nosotros nos cuesta convencer. 
  Vayamos hasta allí y apuntemos a quienes solo nosotros podemos convencer   y están lejos de los avisos de la televisión y las fuerzas mayoritarias. 
16 de octubre del 2004


