En vísperas de las elecciones, uno puede preguntarse si existe realmente una izquierda en Nicaragua. Sin embargo, esta interrogación sobrepasa las fronteras de esta nación centroamericana y plantea el problema del conjunto de los países latinoamericanos. En la campaña electoral nicaragüense se presentan de manera predominante cuatro partidos políticos: dos liberales y otros dos que […]
En vísperas de las elecciones, uno puede preguntarse si existe realmente una izquierda en Nicaragua. Sin embargo, esta interrogación sobrepasa las fronteras de esta nación centroamericana y plantea el problema del conjunto de los países latinoamericanos.
En la campaña electoral nicaragüense se presentan de manera predominante cuatro partidos políticos: dos liberales y otros dos que se refieren al sandinismo. Los dos partidos liberales son claramente de derecha. Se trata, por una parte, del partido Alianza Liberal Nicaragüense, que tiene como candidato a Eduardo Montealegre, y el otro es el Partido Liberal Constitucionalista, del cual José Rizo es su candidato. El primer partido está ligado con el actual presidente de la república, Enrique Bolaños, un terrateniente y empresario de origen conservador, y el otro se sitúa como la herencia de Arnoldo Alemán, de siniestra reputación. La división entre estos dos partidos es más personal que ideológica. El de Montealegre tiene una base tradicional de tipo clientelista mucho más grande que el otro partido liberal.
A pesar de los esfuerzos de Estados Unidos para llegar a la unidad de los dos partidos liberales, lo que podría llevar a la victoria electoral de la tendencia políticamente cercana de ellos y económicamente en acuerdo con la lógica neoliberal, las dos organizaciones no han podido reunirse hasta el momento. Frente a la división de la oposición sandinista, tal unidad podría garantizar la consolidación del proceso actual.
Las corrientes sandinistas son representadas por el Frente Sandinista y por el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS). Este último está gratificado en los sondeos de más o menos 15 por ciento de los votos. El MRS se presenta como una fuerza de izquierda, inspirada por la gran tradición de la lucha de Augusto César Sandino. De hecho, las declaraciones de sus dirigentes y los documentos del partido no permiten estar muy seguro de su carácter de izquierda. El candidato a la presidencia es un antiguo alto funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo y tanto la política interna como las posiciones frente a la coyuntura latinoamericana de hoy, no ofrecen muchas garantías en este sentido.
Sus principales críticas al Frente Sandinista son el autoritarismo que prevalece en el interior del partido (danielismo), la falta de ética de varios dirigentes, la alianza dudosa que se realizó con el partido del ex presidente Alemán (el Pacto) y su reconciliación a sentido único con una jerarquía eclesiástica que no reconoce ningún error. No hay duda que estas críticas son, en gran parte, pertinentes. No obstante, tendrían más credibilidad si el MRS presentara una real perspectiva de izquierda, como es el caso del Partido del Socialismo y de la Libertad en Brasil. No se puede acusar al movimiento de ser, como se ha dicho, un lacayo de Estados Unidos. Sin embargo, no hay duda que el hecho de dividir la oposición no puede sino favorecer el proyecto imperial sobre la región. Es lo que se manifestó con la visita en septiembre del senador Burton (tristemente famoso por la ley Helms-Burton, que refuerza el embargo contra Cuba), donde marcó claramente el deseo de encontrarse sólo con el partido liberal de Montealegre y con el MRS.
Analizar la situación en términos de izquierda no permite abandonar un análisis de clase. De hecho, el MRS es, ante todo, iniciativa de clase media y media alta, con personajes de alto nivel intelectual y moral, donde la dimensión ética inmediata predomina sobre lo político.
Por su parte, el Frente Sandinista ha sido perjudicado por varios factores. El primero fue la falta de ética de varios de sus dirigentes presentes y pasados. La segunda razón fue la lógica de las alianzas políticas constituyentes de la democracia parlamentaria, a fin de garantizar partes de poder, que llevaron a contradicciones insoportables política y éticamente. Empero, el Frente Sandinista cuenta con un apoyo popular real. Tiene también un programa de gobierno más claramente de izquierda que incluye una aproximación con el eje progresista latinoamericano. En la situación actual de Centroamérica, tal aspecto político es fundamental frente a la dominación neoliberal promovida por los intereses estadunidenses aliados con las clases compradoras en América Central.
A título de conclusión podemos proponer algunas consideraciones. De hecho, no existen partidos realmente de izquierda en Nicaragua, pero el que se acerca más a esta perspectiva es el Frente Sandinista. Dejar la vía abierta al triunfo del liberalismo político en el país y de la línea neoliberal de Estados Unidos en la región sería suicida para los que quieren construir una sociedad sobre otras bases, es decir, una alternativa de izquierda.
La problemática nicaragüense plantea además un problema de base: ¿cuál es la lógica de la democracia parlamentaria, que en su funcionamiento mata los fines (transformar la sociedad) para privilegiar los medios (acceder al poder), este último transformándose en un fin? Es la lógica electoral que se impone, los partidos (aun los que se llaman de izquierda) actúan en función de las elecciones y olvidan tanto la reflexión de fondo sobre lo que es un proyecto de izquierda como la formación de sus cuadros.
Las elecciones nicaragüenses permiten también reflexionar sobre la importancia central de la ética en política, lo que se puede situar a tres niveles.
En primer lugar, la ética de la vida, es decir, como lo dice Enrique Dussel, la producción, la reproducción y el desarrollo de la vida humana. El sistema actual es un factor de muerte. En Nicaragua sus efectos son dramáticos. Frente a un desarrollo espectacular de 15 a 20 por ciento de la población, se ha creado una vulnerabilidad fuerte de la clase media y una extensión de la miseria y de la pobreza en el campesinado y en las poblaciones urbanas del sector informal. Es el conjunto del sistema neoliberal que construye este modelo, no solamente su sistema económico, sino también político y cultural. La lucha contra el neoliberalismo es el imperativo moral más importante. Se trata del nivel ético que tiene que orientar todos los otros y que constituye la base de cualquier izquierda.
La ética interna a los sistemas políticos (partidos) es un segundo nivel que tiene también su importancia. La opinión popular es severa en este sentido. La falta de ética política ha tenido un precio, tanto en Brasil como para el Frente Sandinista en Nicaragua. Se trata, tanto de la organización democrática interna como del rechazo de todas las prácticas de corrupción o de alianzas que contradicen los principios. El tercer nivel es la ética personal de los actores políticos. Hemos visto en muchos casos, y particularmente en Nicaragua, que también esta ética importa y que el precio político de su ausencia puede ser alto.
Ninguna duda que para una posición de izquierda, los tres niveles de la ética cuentan. Sin embargo, es el primer nivel el que debe ser la base fundamental de todo juicio político. Los dos otros tienen que ser reivindicados de manera permanente, pero en subordinación al primero. Eso tiene consecuencias para las elecciones en Nicaragua, donde el acento puesto por el MRS sobre los dos últimos niveles de la ética podría acabar con el primero, es decir, una victoria de la derecha.