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Fortalecer los avances e impulsar los cambio

Fuentes: Rebelión

La asunción de Tabaré Vázquez como presidente de Uruguay y la mayoría absoluta en el parlamento conquistada por la coalición de izquierda, Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría, renovó un debate ya iniciado con la asunción de Lula Da Silva en Brasil, sobre la posibilidad de cambiar las estructuras económico sociales de nuestros países, profundizar en la […]

La asunción de Tabaré Vázquez como presidente de Uruguay y la mayoría absoluta en el parlamento conquistada por la coalición de izquierda, Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría, renovó un debate ya iniciado con la asunción de Lula Da Silva en Brasil, sobre la posibilidad de cambiar las estructuras económico sociales de nuestros países, profundizar en la construcción de un modelo económico alternativo, y para otros, sobre la posibilidad de comenzar a transitar un camino de construcción de un socialismo latinoamericano.

Apenas se anunció el gabinete de Tabaré Vázquez, sectores de la izquierda cuestionaron la designación del contador Danilo Astori como ministro de Economía y Finanzas, y comenzó una corriente de oposición, desde la izquierda, a un gobierno que todavía no había asumido, porque se pronosticaba «continuista» y no anunciaba cambios drásticos en el modelo económico.

Este oposición de izquierda continuó después de la asunción de Vázquez, y en general apunta a contraponer el proceso venezolano o cubano con el uruguayo, para demostrar la inoperancia del triunfo electoral de la coalición de izquierda y pronosticar su «fracaso» al no cambiar las estructuras del país.

Entre estos opositores existe la opinión de que no hay que participar de las iniciativas del gobierno para poder demostrar después «donde está la verdadera izquierda» y capitalizar -no se sabe si electoralmente- ese fracaso. Para no debatir estos argumentos, aún no anunciados públicamente, alcanza con recordar qué ha pasado con las organizaciones que se marginaron del Frente Amplio por considerarlo reformista, y estudiar el efecto que ha tenido sobre la izquierda y la región, cuando también sectores de izquierda se marginaron de los proceso populistas en Latinoamérica en las décadas del 40, 50 y principios del 60.

Es evidente que la plataforma electoral con la que la izquierda conquistó el gobierno en octubre de 2004, dista mucho de ser revolucionaria, y ni siquiera se parece al programa de gobierno con que el Frente Amplio debutó en la contienda electoral en 1971, que apuntaba a cambios más radicales que los actuales.

En estos 34 años, las condiciones de vida de la mayoría de la población ha empeorado. La mitad de los niños menores de 14 años viven en situación de miseria y ya forman parte de una segunda generación nacida en condiciones de marginación. El poco desarrollo industrial del país desapareció, sólo entre 1985 y 1995 se perdieron 50 mil puestos de trabajo en la industria. La pobreza es más general y más profunda y la sociedad se ha desestructurado.

La deuda del Sector Público alcanza los U$S 13.428 millones, el 100% del PBI de 2004. En los próximos cinco años, período del nuevo gobierno, se concentran pagos por U$S 6.552 millones en amortizaciones y U$S 2.567 millones en intereses.

Todo esto debería hablar de la necesidad de apostar a cambios más radicales, que vayan en dirección opuesta al modelo económico liberal aplicado en las últimas décadas. Al mismo tiempo, la extrema miseria también reclama atención urgente, para antes de que se realicen los cambios para eliminar las causas que la producen.

Sin embargo, el desarrollo de un modelo económico alternativo -del que no hay recetas ni experiencias cercanas- debe enfrentar una situación internacional adversa, donde el capitalismo más salvaje domina casi sin excepciones el mundo -Cuba que se resiste ha tenido que modificar muchos de sus principios básicos y admitir inversión extranjera controlada-, a la vez que se asume una pesada herencia de los modelos liberales que sumergieron a la mayoría de la población en la miseria.

La alternativa impulsada por el EP-FA-NM, no es revolucionaria ni anticapitalista, sólo define a grandes rasgos la apuesta a un país productivo atendiendo a que se trata de un modelo alternativo y contrario al aplicado hasta ahora en el país, y que sólo fomentó la plaza financiera y la especulación. Toda la izquierda aceptó en principio esta alternativa, en el entendido que así se podían fomentar inversiones, recuperar la capacidad productiva del país, generar empleos y activar el comercio interno, y «poner un plato de guiso» en los hogares uruguayos. Esto ya era de alguna manera un modelo diferente al vigente. La opción se presentaba entre un modelo de plaza financiera y otro que apuesta a la producción y al trabajo, dentro del capitalismo.

Este modelo no apunta a transformar las estructuras económicas, sino que, dentro del marco de capitalismo, mejorar un poco la distribución del ingreso.

Obviamente hay sectores que integran el Frente Amplio que quieren profundizar en un cambio de modelo económico. A la vez que respaldan las medidas del nuevo gobierno, exigen cambios más profundos, en la misma medida en que la población acompañe esas exigencias y se movilice. Es imprescindible y necesario que la población participe activamente de este proceso de pequeños avances y exigencias de pasos más profundos, como forma de dar garantía y seguridad al proceso de cambios. Venezuela, que no ha hecho una revolución anticapitalista, ha emprendido cambios importantes apoyándose en grandes movilizaciones populares, lo que ha impedido que el gobierno quede aislado cada vez que arriesga en una medida de profundización del proceso.

Algunos sectores de la izquierda uruguaya pretenden una definición ya de un modelo más radical que el presentado y votado en las elecciones, y asumen desde ahora una actitud opositora y contradictoria. Contradictoria porque a la vez que no participan de las acciones de gobierno y las critican duramente, reclamaron el voto a la coalición en las pasadas elecciones nacionales y reclaman el voto para las inmediatas elecciones municipales de mayo. Así, curiosamente, sus votos llevaron este programa limitado al gobierno, y lo sostienen con el voto en las elecciones de mayo.

Es claro que el programa actual no es suficiente ni resuelve las causas que provocaron el deterioro económico y social del país, y es legítimo y deseable que el pueblo continúe reclamando por medidas más profundas. Ese mismo pueblo que todavía no ha juzgado al gobierno y espera verlo aún en acción.

Al mismo tiempo hay otro aspecto que la izquierda comprometida con la Revolución Cubana y que respalda el proceso venezolano debe considerar a la hora de criticar o defender el gobierno de Vázquez.

El mantenimiento de gobiernos populares en la región contribuye a frenar la escalada imperialista contra los procesos cubano y venezolano.

Apostar al deterioro del gobierno de Vázquez -porque no realiza los cambios profundos- es contribuir a aislar a los procesos cubano y venezolano. El llamado del presidente Hugo Chávez para que no dejen solo a Tabaré Vázquez, es también un llamado a ayudar a sostener a un gobierno que no se plegará a los designios de Washington para agredir Venezuela.

La posibilidad de una agresión norteamericana a Cuba y/o Venezuela -manejada por los halcones de la Casa Blanca- se reduce o se ve limitada, en la medida que los gobiernos de la región mantienen lazos diplomáticos y comerciales con esos dos países, y en la medida que ascienden gobiernos con una política exterior más independiente.

El reclamo al gobierno del EP-FA-NM para que asuma medidas económicas más radicales, debe ir acompañado del apoyo a su gestión para que a traves de su permanencia, se sume a la corriente regional que se enfrenta a las políticas hegemónicas norteamericanas. La supervivencia de Cuba y el avance en Venezuela, y en los demás países que recien comienzan a transitar un camino de cambios tímidos, pasa también por sostener y fortalecer estos gobiernos.

La grave situación internacional obliga a juntar fuerzas contra el imperialismo norteamericano y la agresiva política de George Bush. Y para esto hay que juntar fuerzas de todos lados.