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Gladio: por qué niegan la guerra clandestina

Fuentes: Red Voltaire

Los recientes secuestros perpetrados en Europa y el escándalo de los vuelos secretos ordenados por la administración de Bush demuestran la vigencia del «gobierno de las sombras», instaurado por la OTAN, la CIA y el Servicio de Inteligencia Secreto. Dieciséis miembros de la alianza militar atlántica avalaron ese régimen extralegal y la guerra clandestina desarrollados […]

Los recientes secuestros perpetrados en Europa y el escándalo de los vuelos secretos ordenados por la administración de Bush demuestran la vigencia del «gobierno de las sombras», instaurado por la OTAN, la CIA y el Servicio de Inteligencia Secreto. Dieciséis miembros de la alianza militar atlántica avalaron ese régimen extralegal y la guerra clandestina desarrollados durante la Guerra Fría en el occidente europeo.

La existencia del gobierno de las sombras, instituido por Estados Unidos y Gran Bretaña en el conjunto de países aliados, quedó fehacientemente demostrada durante las investigaciones judiciales y parlamentarias realizadas en las décadas de 1980 y 1990. A pesar de ello, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) y el MI6 (Servicio de Inteligencia Secreto) lo siguen negando hoy en día. Y es que Washington y Londres no ven en ello una etapa histórica, sino un dispositivo actual. Esto último ha quedado demostrado con los recientes secuestros perpetrados en Europa y con el escándalo de los vuelos secretos de la CIA que marcaron la era de George Bush. Si los ejércitos secretos de la OTAN siguen siendo un secreto militar, es porque se mantienen activos.

Cuando se producen las revelaciones sobre la red Gladio, en 1990, la OTAN, que es la alianza militar más grande del mundo, contaba con 16 países miembros: Alemania, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Francia, Grecia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Holanda, Portugal, Gran Bretaña, Turquía y Estados Unidos, país que asume el papel de comandante.

Ante las revelaciones del primer ministro italiano Giulio Andreotti (Contralínea 161), la reacción de la alianza atlántica fue de confusión y de temor por su imagen cuando se estableció el vínculo entre los ejércitos stay-behind y los atentados, actos de tortura, golpes de Estado y otras operaciones terroristas que se habían cometido en varios países de Europa occidental.

El lunes 5 de noviembre de 1990, al cabo de un largo silencio que había durado cerca de un mes, la OTAN negó categóricamente las alegaciones de Andreotti sobre la implicación de la alianza atlántica en la Operación Gladio y sus vínculos con los ejércitos secretos. El principal vocero de la OTAN, Jean Marcotta, afirmó desde el cuartel general del Supreme Headquarters Allied Powers Europe (SHAPE), en Mons (Bélgica): «La OTAN nunca ha previsto recurrir a la guerrilla o a operaciones clandestinas. Siempre se ha ocupado de cuestiones exclusivamente militares y de la defensa de las fronteras de los países aliados».

Posteriormente, el martes 6 de noviembre, otro vocero explicó que el desmentido del día anterior era falso. Este otro vocero sólo proporcionó a los periodistas un breve comunicado en el que se precisaba que la OTAN nunca comentaba asuntos que eran secreto militar y que Marcotta debió haberse mantenido en silencio. La prensa internacional criticó amargamente aquellas contradicciones en la estrategia de relaciones públicas de la alianza militar: «Mientras que verdaderos sismos sacuden el continente entero, un vocero de la OTAN hace un desmentido: nada sabemos de Gladio ni de las redes stay-behind. Y ahora un lacónico comunicado viene a desmentir el desmentido «incorrecto» y nada más.

Mientras se producía el derrumbe de la credibilidad de la OTAN, los titulares de los diarios eran: «Unidad clandestina de la OTAN, sospechosa de vínculos con el terrorismo»; «Red secreta de la OTAN, acusada de subversión. La comisión descubrió que Gladio, brazo armado clandestino de la OTAN en Italia, se había convertido en un refugio de fascistas que combatían el comunismo mediante atentados terroristas que debían justificar un endurecimiento de las leyes»; «La bomba que estalló en Bolonia provenía de una unidad de la OTAN».

Un diplomático de la OTAN, que insistió en conservar el anonimato, justificó ante los periodistas: «Ya que se trataba de una organización secreta, no espero que abunden las respuestas, aunque ya haya acabado la Guerra Fría. Si hubo vínculos con organizaciones terroristas, ese tipo de información debe estar enterrada muy hondo. Y si no es el caso, ¿qué hay de malo en preparar el terreno para la resistencia en caso de que los soviéticos atacaran?»

Según la prensa española, inmediatamente después del fiasco de la operación de comunicación del 5 y 6 de noviembre, el secretario general de la OTAN, Manfred Worner, convocó a los embajadores de la alianza atlántica para una reunión a puertas cerradas sobre Gladio, el 7 de noviembre. El SHAPE, órgano de mando del aparato militar de la OTAN, coordinaba las acciones del Gladio. Eso fue lo que reveló el secretario Manfred Worner durante una entrevista con los embajadores de las 16 naciones aliadas de la OTAN», reportó la prensa española. «Worner habría pedido tiempo para realizar una investigación sobre las causas del desmentido formal» que la OTAN había publicado el día anterior. «Eso es lo que habría anunciado a los embajadores del Consejo Atlántico reunidos el 7 de noviembre, según ciertas fuentes».

El más alto oficial de la OTAN en Europa, el general estadunidense John Galvin, había confirmado que las alegaciones de la prensa eran en gran parte correctas, pero que había que mantener el secreto. «En aquella reunión a puertas cerradas, el secretario general de la OTAN precisó que los altos oficiales interrogados (se refería al general John Galvin, comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Europa) habían indicado que el SHAPE coordinaba las operaciones que realizaba el Gladio. En adelante, la política de la OTAN será negarse a hacer cualquier comentario sobre los secretos oficiales».

Según fuentes que han solicitado el anonimato, el Buró de Seguridad de la OTAN estaba directamente implicado en la Operación Gladio. Con sede en el cuartel general de la OTAN, en Bruselas, el misterioso Buró de Seguridad es parte integrante de esa organización desde la creación de la alianza atlántica, en 1949. Su misión consiste en coordinar, supervisar y aplicar las políticas de seguridad de la OTAN. El director de Seguridad es el principal consejero en esa materia del secretario general, dirige el Servicio de Seguridad del cuartel general y es responsable de la coordinación general de la seguridad en el seno de la OTAN.

Pero lo más importante es que preside el Comité de Seguridad de la alianza atlántica, órgano que reúne regularmente a los jefes de los servicios de seguridad de los países miembros de la OTAN para discutir sobre cuestiones de espionaje, terrorismo, subversión y otras amenazas, entre ellas el comunismo en Europa occidental, que pudieran representar un peligro para la OTAN.

En Alemania, el investigador Erich Schmidt Eenboom reveló que los jefes de los servicios secretos de varios países de Europa occidental -sobre todo los de España, Francia, Bélgica, Italia, Noruega, Luxemburgo y Gran Bretaña- se habían reunido varias veces a finales de 1990 para elaborar una estrategia de desinformación que debía contrarrestar las numerosas revelaciones sobre Gladio.

Aquellas reuniones se desarrollaron al parecer en el muy secreto Buró de Seguridad. «El hecho que las estructuras clandestinas de Gladio fuesen coordinadas por un comité internacional de seguridad que se componía únicamente de representantes de los servicios secretos», resalta el diario portugués Expresso, «plantea otro problema: el de la soberanía nacional de cada uno de los Estados». Durante la Guerra Fría, ciertos servicios de inteligencia actuaban fuera de todo marco democrático. «Parece como si varios gobiernos europeos hubiesen perdido el control de sus servicios secretos» mientras que la OTAN mantenía, por su parte, relaciones particularmente estrechas con los servicios secretos militares de cada uno de los Estados miembros. «Es evidente que la OTAN aplica un principio de confianza restringida. Según esa doctrina, ciertos gobiernos no son lo suficientemente activos en la lucha contra el comunismo, así que no es de utilidad informarlos sobre las actividades del ejército secreto de la OTAN».

Bajo el título «Manfred Worner habla sobre el Gladio», la prensa portuguesa publicó detalles suplementarios sobre la reunión del 7 de noviembre. «El secretario general de la OTAN, el alemán Manfred Worner, explicó a los embajadores de los 16 países aliados de la OTAN la función de la red secreta -que fue creada en la década de 1950 con el fin de organizar la resistencia ante la eventualidad de una invasión soviética».

Tras las puertas cerradas, «Worner confirmó que el comando militar de las fuerzas aliadas, el SHAPE, coordina las actividades de la Red Gladio, instaurada por los servicios secretos de los diferentes países de la OTAN, a través de un comité creado en 1952 y presidido actualmente por el general Raymond Van Calster, jefe de los servicios secretos militares belgas». Posteriormente se supo que se trataba del Allied Clandestine Committee. Según el diario, «la estructura se creó en Italia antes de 1947, más tarde redes similares se crearon en Francia, Bélgica, el Reino Unido, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, Noruega y Grecia. El secretario general reconoció también que el SHAPE había proporcionado «informaciones falsas», negando la existencia de esa red secreta, y sin explicar las numerosas contradicciones en las que se enredaron numerosos gobiernos al confirmar o negar la realidad sobre las redes Gladio en sus respectivos países».

En medio de la tormenta, la prensa trató repetidamente de obtener una explicación, o al menos algún comentario, de la más alta autoridad civil de la alianza atlántica, el secretario general de la OTAN, Manfred Worner. Pero, conforme a la política de la alianza que consistía en no pronunciarse sobre secretos militares, Worner rechazó todos los pedidos de entrevistas. El término «secretos militares» focalizó la atención de los periodistas, que empezaron entonces a buscar exresponsables de la OTAN ya retirados que pudiesen expresarse con más libertad sobre el caso. Joseph Luns, un exdiplomático de 79 años que había ocupado las funciones de secretario general de la OTAN desde 1971 hasta 1984, concedió una entrevista telefónica a varios reporteros desde su apartamento en Bruselas. Afirmó no haber sido informado nunca de la existencia de la red secreta, hasta que se había enterado, en fecha reciente, a través de la prensa: «Yo nunca había oído hablar de eso a pesar de que ejercí algunas responsabilidades en el seno de la OTAN».

Luns admitió, sin embargo, haber sido puesto al tanto «de forma limitada» en ocasión de operaciones especiales y estimó como «poco probable pero no imposible» que Gladio hubiera podido existir sin que él lo supiera. «El único organismo internacional que ha funcionado es la OTAN, simplemente porque se trata de una alianza militar y porque nosotros estábamos al mando», respondió un día el presidente estadunidense Richard Nixon.

Hacía notar, con toda razón, que aunque la OTAN tenía su sede europea en Bélgica, su verdadero cuartel general estaba en Washington, en el Pentágono. Desde la creación de la alianza atlántica, el comandante en jefe de la zona Europa, el supreme allied commander europe (saceur), que ejerce sus funciones desde su cuartel general, el SHAPE, con sede en Casteau (Bélgica), fue siempre un general estadunidense. Los europeos podían, por su parte, nombrar al más alto responsable civil, el secretario general. Pero, desde la nominación del general Dwight Eisenhower como primer saceur, la más alta función militar en Europa estuvo sistemáticamente en manos de oficiales estadunidenses.

Thomas Polgar, oficial de la CIA en retiro, confirmó, después de que se descubriera la existencia de los ejércitos secretos en Europa occidental, que la coordinación de dichos ejércitos estaba a cargo de «una especie de grupo de planificación de guerra no convencional» vinculado a la OTAN. Sus palabras fueron confirmadas por la prensa alemana cuando ésta subrayó que, durante todo el periodo de la Guerra Fría, ese departamento secreto de la OTAN estuvo bajo control estadunidense. «Las misiones de los ejércitos secretos son coordinadas por la Sección de Fuerzas Especiales, que se encuentra en un ala altamente vigilada del cuartel general de la OTAN en Casteau», reportó un diario alemán. «Una puerta gris de acero que se abre como la caja fuerte de un banco y mediante una combinación cifrada impide el acceso de toda persona no autorizada».

Los oficiales de los demás departamentos invitados a penetrar allí tienen que presentarse en una ventanilla oscura en la que son sometidos a un control. La Sección de Fuerzas Especiales está bajo la dirección de oficiales británicos y estadunidenses exclusivamente, y la mayoría de los documentos que allí circulan llevan la inscripción «american eyes orly» (únicamente para el personal americano).

Para contrarrestar la influencia de los partidos comunistas en ciertos países de Europa occidental, la OTAN había emprendido, desde su creación al término de la Segunda Guerra Mundial, una guerra secreta no convencional. Según los descubrimientos de la investigación parlamentaria belga sobre el Gladio, esa lucha comenzó incluso antes de la fundación de la alianza atlántica, bajo la coordinación, a partir de 1948, del Clandestine Committee of the Western Unión (CCWU). Según la prensa, todas las «naciones (participantes en Gladio) eran miembros del CCWU y asistían regularmente a reuniones a través de un representante de sus servicios secretos. Éstos estaban generalmente en contacto directo con las estructuras stay-behind».

En 1949, al firmarse el Tratado del Atlántico Norte, el CCWU fue secretamente incorporado al nuevo aparato militar internacional y operó, a partir de 1951, bajo la nueva apelación del Comité de Planificación y Coordinación (CPC). En aquella época, el cuartel general europeo de la OTAN se encontraba en Francia y el CPC tenía su sede en París. Como antes lo había hecho el CCWU, el comité se encargaba de la planificación, la preparación y la dirección de las operaciones de guerra no convencional que realizaban los ejércitos stay-behind y las Fuerzas Especiales. Sólo los oficiales que disponían de autorizaciones emitidas por el nivel superior estaban autorizados a penetrar en la sede del CPC donde, bajo la vigilancia de los expertos de la CIA y del MI6, se reunían varias veces al año los jefes de los servicios secretos de los Estados de Europa occidental para coordinar las operaciones de guerra clandestina que se desarrollaban en toda la parte occidental del continente.

En 1966, cuando el presidente de la república francesa Charles de Gaulle expulsó a la OTAN de Francia, el cuartel general europeo de la alianza atlántica tuvo que mudarse de París a Bruselas, lo cual provocó la cólera del presidente de Estados Unidos Lyndon Johnson. En el más absoluto secreto, el CPC también se mudó para Bélgica, como se reveló gracias a la investigación sobre el Gladio belga. La histórica expulsión de la OTAN del territorio francés ofreció entonces una primera imagen real de los oscuros secretos de la alianza atlántica. Para Philip Willan, especialista en operaciones secretas, «la existencia de protocolos secretos de la OTAN, que implicaban a los servicios secretos de los países firmantes y que tenían como objetivo evitar que los comunistas tuviesen acceso al poder, se divulgó por vez primera en 1966, cuando el presidente De Gaulle decidió retirarse del comando conjunto de la OTAN y denunció esos protocolos como una violación de la soberanía nacional».

Si los documentos originales de los protocolos anticomunistas secretos de la OTAN siguen siendo confidenciales, las especulaciones sobre su contenido no dejaron de multiplicarse como consecuencia del descubrimiento de la existencia de los ejércitos secretos stay-behind. En un artículo dedicado al Gladio, el periodista estadunidense Arthur Rowse escribió que «una cláusula secreta del tratado inicial de la OTAN de 1949 estipulaba que todo país candidato a la adhesión tenía que haber instaurado anteriormente una autoridad de seguridad nacional encargada de dirigir la lucha contra el comunismo por grupos clandestinos de ciudadanos».

Un especialista italiano en servicios secretos y operaciones clandestinas, Giuseppe de Lutiis, descubrió que en el momento de su integración a la OTAN, en 1949, Italia firmó, además del Pacto Atlántico, una serie de protocolos secretos que estipulaban la creación de una organización no oficial «encargada de garantizar el alineamiento de la política interna italiana con la del bloque occidental por todos los medios necesarios, incluso en caso de que la población llegara a manifestar una inclinación divergente».

El historiador italiano especializado en el Gladio, Mario Coglitore, ha confirmado también la existencia de esos protocolos secretos de la OTAN. Después de las revelaciones de 1990, un exoficial de inteligencia de la OTAN, que puso énfasis en conservar el anonimato, llegó a afirmar que esos documentos protegían explícitamente a los miembros de la extrema derecha, considerados útiles en la lucha contra los comunistas. Truman, presidente de Estados Unidos, y el canciller alemán Adenauer al parecer «firmaron un protocolo secreto durante la adhesión de la República Federal Alemana (RFA) a la OTAN, en 1955, en el que se estipulaba que las autoridades de Alemania Occidental se abstendrían de emprender acciones judiciales contra reconocidos extremistas de derecha».

El general italiano Paolo Inzerilli, quien dirigió el Gladio en su país desde 1974 hasta 1986, subrayó que los «omnipresentes americanos» controlaban el CPC secreto que se hallaba a cargo de la coordinación de la guerra clandestina. Según el general Inzerilli, el comité había sido fundado «por orden del comandante en jefe de la OTAN en Europa. Era (el comité) el intermediario entre el SHAPE, el cuartel general de las potencias aliadas en Europa y los servicios secretos de los Estados miembros para las cuestiones de guerra no convencional».

Estados Unidos controlaba el CPC, con sus vasallos británicos y franceses, y constituía junto a estos últimos una comisión ejecutiva en el seno del comité. «Las reuniones se sucedían al ritmo de una o dos al año en el cuartel general del CPC, en Bruselas, y los asuntos del orden del día se debatían entre la Comisión Ejecutiva y los responsables militares», testimonió Inzirelli.

«La coordinación entre las acciones de nuestra red stay-behind y las de las estructuras clandestinas análogas en Europa la hacía el CPC del SHAPE, el cuartel general de las potencias aliadas en Europa», explicó el general italiano Gerardo Serravalle. Predecesor del general Inzirelli, el general Serravalle había tenido bajo sus órdenes el Gladio en Italia, entre 1971 y 1974. Serravalle contó que «durante la década de 1970, los miembros del CPC eran los oficiales responsables de las estructuras secretas de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Bélgica, Luxemburgo, Holanda e Italia. Esos representantes de las redes clandestinas se reunían cada año en una de las capitales europeas».

Altos responsables de la CIA asistían a cada una de esas reuniones. «Siempre había representantes de la CIA en las reuniones de los ejércitos stay-behind», recuerda Serravalle. «Pertenecían a la estación CIA de la capital donde se desarrollaba la reunión y no participaban en las votaciones. La directiva SHAPE desempeñaba el papel de referencia oficial, por no decir de doctrina para las redes stay-behind», explica el general Serravalle en su libro dedicado al Gladio. Precisa también que las grabaciones del CPC, que él mismo pudo consultar pero que siguen siendo confidenciales, «abordan (sobre todo) el entrenamiento de los miembros del Gladio en Europa, cómo activarlos desde el cuartel general secreto en caso de ocupación del conjunto del territorio nacional y otras cuestiones técnicas como, por citar la más importante, la unificación de los diferentes sistemas de comunicación entre las bases stay-behind».

Daniele Ganser. Historiador suizo, especialista en relaciones internacionales contemporáneas. Se dedica a la enseñanza en la universidad de Basilea, Suiza.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article163967.html