«La victoria electoral de Pérez Molina no implicará por supuesto el retorno de los militares al poder. La dictadura militar terrorista no tiene las condiciones externas e internas que le dieron origen en 1963. Sí implicará el retorno de una mentalidad contrainsurgente aliada al oscurantismo reaccionario propio de la clase dominante guatemalteca». «Nos esperan pues […]
«La victoria electoral de Pérez Molina no implicará por supuesto el retorno de los militares al poder. La dictadura militar terrorista no tiene las condiciones externas e internas que le dieron origen en 1963. Sí implicará el retorno de una mentalidad contrainsurgente aliada al oscurantismo reaccionario propio de la clase dominante guatemalteca». «Nos esperan pues cuatro años de hábito contrainsurgente y dogma neoliberal». Esto lo escribí en mis columnas publicadas en el periódico guatemalteco La Hora el 10 de noviembre de 2011 y el 23 de febrero de 2012. No me equivoqué y lamento sinceramente que así haya sucedido. Porque la mentalidad contrainsurgente es la que ha estado detrás de las acciones represivas que en apenas 9 meses ha hecho gala el actual gobierno y su ministerio de gobernación. La represión y Estado de sitio en Santa Cruz Barillas (Huehuetenango), la brutalidad represiva contra los estudiantes normalistas (ciudad de Guatemala), la disolución violenta de la manifestación en San Rafael las Flores (Santa Rosa) y ahora en la matanza contra los 48 cantones de Totonicapán en Cuatro Caminos, Cumbre de Alaska y Xecanchavox.
Los informes y reportajes gráficos que han profusamente han circulado por internet, confirman que el bloqueo carretero fue enfrentado con una simulación de negociación en la capital del país y un operativo militar contrainsurgente en la carretera. En el mismo, una operación combinada de policía antimotines y ejército hizo uso de armas de grueso calibre usadas para combate. El operativo también utilizó vuelo de helicópteros y lanzamiento de bombas lacrimógenas. En suma una acción bélica digna de este gobierno gestionado por una cantidad significativa de ex militares contrainsurgentes, entre ellos el presidente de la república y el ministro de gobernación, Mauricio López Bonilla. El hábito contrainsurgente comienza por concebir la seguridad nacional dirigida entre otros enemigos hacia «los terroristas». Como bien lo ha destacado Mario Roberto Morales, se deja en la ambigüedad lo considerado como «terroristas». Los terroristas bien pueden ser todos los sectores sociales que están protestando en 1,600 lugares del país, según nos informa airadamente la vicepresidenta Roxana Baldetti, por las consecuencias de la avorazada explotación de recursos naturales.
Pero además del hábito contrainsurgente, lo que sustenta la vocación represiva de este gobierno es el dogma neoliberal. La paranoia anticomunista persiste indudablemente, pero hoy el ánimo terrorista estatal está sustentado en las necesidades de acumulación salvaje que propicia el neoliberalismo. Los 48 cantones de Totonicapán protestaban en contra de las notoriamente abusivas tarifas eléctricas que ha impuesto una empresa privada, llamada ahora Energuate. También protestaban contra la reforma educativa que hace inaccesible la carrera magisterial para los más pobres y finalmente contra las reformas constitucionales que se han hecho para profundizar la implantación neoliberal. La violencia desmesurada tiene como objetivo no solo frenar el descontento en Totonicapán, sino infundir el terror necesario para desarticular la creciente protesta popular contra la minería a cielo abierto, las hidroeléctricas, el proyecto cementero, proyectos carreteros, cultivos como la palma africana. La dirigente de una cámara empresarial ha dicho que lo que sucede es que hay grupos interesados en boicotear a los guatemaltecos que trabajan. Suena a la vieja cantaleta de los pobres haraganes y los ricos industriosos. Lo que sucede es que todos estos proyectos empresariales necesitan despojar a comunidades campesinas e indígenas, envenenarlas con la contaminación, destruir su tejido comunitario y modo de vida para lograr la máxima ganancia.
La masacre en la carretera panamericana, recuerda el persistente hábito contrainsurgente en Guatemala y el ánimo represivo del gobierno actual. Pero más allá del gobierno de turno, a mí me recuerda lo que escribió Marx: si el dinero nace con una mancha de sangre en una mejilla, el capital nace chorreando lodo y sangre por cada uno de sus poros.
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