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Haití es Latinoamérica

Fuentes: Rebelión

En una época donde las novísimas «Teoría de la Complejidad»/»Teoría del Caos» sustentan las lecturas de la relación humanos/naturaleza-sociedad/naturaleza-sociedad/sociedad, el milenarismo del universo greco-latino irrumpe en la tragedia, y se sabe que la tragedia puede dar movimiento a la épica. El dualismo tragedia-épica, como emergente de un mundo complejizado a la vez que -en apariencias- […]

En una época donde las novísimas «Teoría de la Complejidad»/»Teoría del Caos» sustentan las lecturas de la relación humanos/naturaleza-sociedad/naturaleza-sociedad/sociedad, el milenarismo del universo greco-latino irrumpe en la tragedia, y se sabe que la tragedia puede dar movimiento a la épica. El dualismo tragedia-épica, como emergente de un mundo complejizado a la vez que -en apariencias- extenuado en sus posibilidades, debe servir para renovar las ligazones entre utopía-solidaridad-activismo (surgiendo las categorías que le son propias a esta ligazón). Estos vínculos, a la sazón de los procesos histórico-culturales, deben presentarse desde una perspectiva de respeto a las identidades y las decisiones que cada pueblo genere para conseguir su libertad y soberanía.

Haití se descubre en la tragedia; en la naturaleza empecinada sobre los humanos empobrecidos que habitan esa tierra. Haití se descubre en las epopeyas de médicos y enfermeros, voluntariosos y organizados, que creen en la vida y en la lucha por la vida. Haití se descubre en el ojo agudo del halcón carroñero. En el hedor, en la putrefacción. Haití descubre los límites de las organizaciones internacionales. Haití nos enseña, o mejor dicho, como indica Ignacio Ramonet hay que «aprender de Haití».

Una compañera me envía «Haití, hambriento de muertos y deseos», cuando ya trabajaba sobre este texto. No puedo detener las imágenes del dolor. Ese relato del rescatista mexicano, en donde se escribe que él «introduce la mano debajo de las piedras entre una nube de polvo. Otra mano la recibe, la aprieta. Un fluido cargado de memorias los conecta como una milenaria electricidad. La mano sepultada comprende que no va a morir, la del mexicano para qué ha vivido».

Se puede decir, no sin cierto margen de equívoco, que la épica no es más que el relato literario de las epopeyas de los pueblos. Cuando los preceptos posmodernos asolaron el campo de las ideas, muchos eufóricos desterraron la posibilidad de la epopeya y diezmaron las prácticas honrosas de la lucha por la condición humana. No sabemos, como bien dijo Nicolás Casullo hace veinte años, por qué no le gustará la vida a los muchachos escépticos de París o Nueva York, así como tenemos en las antípodas de estos muchachos -devenidos en intelectuales y teóricos de lo post- el deseo y pedido de Ernesto Guevara a sus hijos: hay que ser siempre capaz de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. ¿Existe la postinjusticia? (la postinjusticia es, en todo caso, la subversión que elimina las condiciones de injusticia -pero el escepticismo post ha dejado de creer en la subversión-).

¿El terremoto en Haití es una injusticia? Sí. La naturaleza con su azar convalidó lo que los humanos habíamos hecho antes (y la responsabilidad es de todos); allí se desnudó la miseria, sobre todo en esa variante de cierta concepción cartesiana planteada por Sartre, que viene a afirmar que es lo mejor repartido en el mundo y, de hecho, no nos han de faltar ni miseria ni miserables (en todas las acepciones del término).

Esa miseria es también retrato de las derrotas que sufre el triunfalismo liberal posmoderno, encaramado en las concepciones del «fin de la historia» y la unilateralidad de un sistema económico-político; sistema que la mugre que esconde debajo de la alfombra no es otra cosa que los cuerpos muertos de los pobres hambrientos (que, además y en general, son negros).

En la introducción a la nota » Los jacobinos negros» se expone que «la catástrofe producida por el terremoto no puede comprenderse sin una historia de explotación y opresión», sin lugar a dudas. Sin embargo, «Haití es también la historia de una lucha por la libertad», porque debe decirse tantas veces como sea necesario: «entre las numerosas rebeliones de esclavos ocurridas desde la Antigüedad clásica hasta los tiempo modernos, solamente una fue victoriosa: la insurrección (iniciada en 1791) de los esclavos de la colonia francesa de Santo Domingo, donde hoy se localiza la República de Haití». Ese es el legado más importante de la historia de este pueblo hacia la historia de los pueblos; Haití hoy sumido en la barbarie desoladora de políticas opresivas, invasiones impiadosas, y terremotos «casuales».

¿Ha muerto el deseo justificado de la lucha por una vida mejor en un mundo mejor? ¿La realidad de Haití, como la imagen de «La Niña y el Buitre», no refutan las ideologizaciones teoricistas del «todo vale» en el universo de la descomposición de la historia y los sujetos? ¿No se han confundido, no han errado, esos filósofos de lo post y la inmanencia del presente como única posibilidad de futuro? ¿No son válidas ni viables las alternativas de cambio? ¿Su discurso, legitimado tautológicamente sobre sí mismo, no ha sucumbido frente a los «terremotos» económico-socioculturales?

Más allá del fenómeno natural, «la desintegración social del país más pobre de América es fruto también de un comportamiento de su élite predatoria directamente influenciada por los EUA», como bien se expone en la nota » Los EE.UU. y el país de los Tonton Macoutes «, donde además se da cuenta que la «ayuda humanitaria» llega a bordo de la cuarta flota estadounidense, lo que intensifica «la nueva ofensiva imperialista sobre América Latina». Pero cabe mencionar, para no caer en reduccionismos simplistas, que esa ofensiva en ningún caso se da por sencilla prepotencia estadounidense, sino por una anuencia entre representantes locales e internacionales (de ninguna manera dentro de los representantes locales se encuentra el pueblo haitiano, bravío pueblo de la rebeldía que ha pagado con tantas vidas su osadía antiesclavizante).

Pasado el sismo, la presencia militar (eufemismo: cascos azules) no hace más que seguir las directrices del poder híper-omnívoro estadounidense (que envió más de diez mil soldados al territorio haitiano, cuando lo que se necesitan son médicos, insumos sanitarios y alimentos). La Organización de Naciones Unidas ha fracasado sistemáticamente, desde hace más de dos décadas, en la intervención en conflictos armados y catástrofes frente a las condiciones impuestas por la tropelía imperialista. Aun esperamos -con ingenuidad virginal- que la ONU o el gobierno de Barak Obama ofrezcan explicaciones sobre estos movimientos ocupacionales.

Los militares de los países que invaden el suelo montañoso de parte de La Española deberían repensar su condición de «fuerzas de paz»; la invasión es una condición dada debido a la desaparición del Estado haitiano y de todo tipo de organización social. Las «fuerzas de paz» son a la vez «fuerzas de ocupación». Sin soberanía no hay paz, con ocupación no hay paz. De una u otra manera, esta lista de países, en tanto se doblegan y por ende doblegan el poder de Naciones Unidas frente a los intereses económicos, contribuye a que los haitianos no sean soberanos: Argentina, Benin, Bangladesh, Brasil, Burkina Faso, Camerún, Canadá, Chad, Chile, China, Colombia, Côte d’Ivoire, Croacia, Egipto, El Salvador, España, Estados Unidos, Federación de Rusia, Filipinas, Francia, Guinea, Jordania, India, Jamaica, Madagascar, Malí, Nepal, Níger, Nigeria, Pakistán, República Centroafricana, Rwanda, Rumanía, Senegal, Serbia, Sri Lanka, Suiza, Togo, Turquía, Uruguay y Yemen.

Como Frei Betto nos preguntamos «¿Existe Haití?». Existe, para CNN, BBC, FOX, existe (después del terremoto, como los negros pobres estadounidenses después del Katrina). Esta existencia es en grado cero (la historia y penuria de Haití comienza en el minuto cero pasado el terremoto, no hay antes, no hay contexto, no hay fundamentación crítico-histórica; es noticia en grado cero). Existe aquello que es imagen (imagen transmitida globalizadamente), cumpliéndose eso descifrado por Pierre Bourdieu: los medios de comunicación informan a la vez que encubren el objeto y los objetivos de lo que informan (por el interés subrepticio). O dicho de otra manera: responden a las estructuras capitalistas de poder dominante, por lo tanto existe una predominancia del ocultamiento, porque qué otra cosa ha habido más que un » apagón informativo sobre la ayuda cubana» tal titula Dave Lindorff, o como se reportó en «La Jornada» que «Cuba, a pesar de ser un país pobre y bloqueado, desde hace años viene cooperando con el pueblo haitiano». Dado que «alrededor de 400 médicos y especialistas de la salud prestan cooperación gratuita al pueblo haitiano». Esto es un ejemplo: Haití necesita de brigadas, brigadas de médicos (profesionales en el arte de curar y salvar vidas) no de militares y soldados (profesionales en el arte de la guerra y la muerte).

En el colmo de la impudicia se concentran los atropellos a las condiciones de la infancia. Traficantes de toda calaña se agolpan en el territorio, sin límite alguno, dado que quienes deberían ser ejemplo han hecho poco más que reproducir las condiciones de indignidad humana. La MINUSTAH (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití), con un presupuesto anual promedio de seiscientos millones de dólares, «ha sido denunciada por la organización inglesa Save the Children (No one to turn on to, 2008) por las sistemáticas violaciones sexuales, maltrato o incitación a la prostitución de niñas y niños haitianos».

En la tierra arrasada proliferaron las organizaciones religiosas, con su proselitismo, fabricando fieles y demonios. Max Beauvoir, sacerdote en la jerarquía vudú (religión propia de los haitianos), denunció la discriminación que sufren por parte de estas organizaciones: «la distribución de ayuda está siendo llevada adelante por protestantes norteamericanos que parecen haber tomado el control del aeropuerto». Además agregó que «están yendo detrás de las personas más vulnerables. Están yendo detrás de los niños. ¿Por qué crees que quieren tener a tantos de nuestros niños en adopción?». «Vista la situación caótica en la que el gobierno (haitiano) se encuentra en este momento, queríamos hacer simplemente lo que nos parecía justo», dijo Laura Silsby, cabeza visible de un grupo de baptistas norteamericanos , en declaraciones a un periodista del Idaho Press-Tribune, luego de ser detenidos diez miembros de este grupo «mientras trataban de cruzar a 33 niños de entre 7 meses a 14 años de edad hacia la República Dominicana», en tanto un familiar de los detenidos declaró indignado que «nada puede estar más lejos de la verdad. Los niños iban en busca de la ropa, el alimento y el amor que tanto necesitan», según da cuenta Kim Sengupta para el diario «Página 12».

La cruz evangelizadora siempre ha secundado a la segadera de la opresión.

Tan pernicioso como el contrabando de niñas y niños es el cinismo filantrópico (moda entre infértiles y caritativos) del «adopte un niño haitiano», valiéndose de la debilidad legal del país de la isla La Española. Para abandonar Haití, un niño sólo necesita de una autorización del Instituto de Bienestar Social, que es el organismo que se ocupa de los casos de adopción (permiso fácilmente obtenible en las condiciones actuales). Existen muchas denuncias acerca de los actuales permisos de adopción. Bajo el supuesto de que los niños han quedado sin familia luego de la catástrofe natural son dados en amparo a diferentes padres solicitantes en diferentes países del mundo. Estas acciones de adopción, ejemplares según los pareceres de morales individualistas, son puestas en duda no porque no se desee buena vida y condiciones dignas de existencia para los niños haitianos, sino y muy por el contrario porque lo que se desea y propone es la dignidad de existencia humana para los haitianos en Haití (y esto es un trabajo político tanto más arduo que una minúscula adopción).

Haití, por estos días, arrancó de mí este poema sencillo, porque siempre he tenido presente aquella epopeya independentista anti-esclavizante, desde el momento en que lo supe hace ya casi veinte años. En estos días he aprendido que el vocablo Haití significa montaña, o tierra montañosa, y que el vudú fue fiel compañero en la redención y conquistas soberanas.

 

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Tierra Montañosa… de la primera libertad NEGRA

 

Toussaint Louverture iniciador

tu dios reza

en boca de Boukman

porque seguís queriendo…

La libertad y la igualdad (reinen en Santo Domingo)

Bois-Caïman

¡Libres!

Los primeros esclavos libres

ahora esclavos (esclavizados) muriendo

en el hambre

Tierra Montañosa

que se sacude…

sacude-la…

angurrienta.

 

El omnipresente esclavizador

opera

(en la cruz Charlemagne Péralte)

Papa Doc/Baby Doc

viven (son una gran familia)

viven en otra casa

mismo es el tirano

(en balas

siempre aparecen las palabras).

Fuck you

Black Americans (listen) :

ellos eran libres mucho antes que ustedes

 

¡Barack Obama Premio Nobel de la Paz! (risas entre el público)

(de la Comedia a la Tragedia)

Jean Jacques Dessalines (aplausos del pueblo)

 

ahora lo esperan a él

ceremoniosos para no ser esclavos

Boukman bebe espíritus

y nuevamente… la batalla de Vertierres…

 

Uníos, hermanos, y luchad conmigo por la misma causa. Arrancad de raíz conmigo el árbol de la esclavitud…

[para que]

La libertad y la igualdad reinen…

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Frei Betto ha preguntado certeramente: «Terminadas las ayudas de emergencia, ¿quién habrá de reconocer a Haití como nación soberana, independiente, con derecho a su autodeterminación? ¿Quién seguirá el ejemplo de la Dra. Zilda Arns, de enseñar al pueblo a ser sujeto multiplicador y emancipador de su propia historia?». ¿Estados Unidos? ¿Francia? ¿Brasil? Todos ellos «entusiasmados» en reconstruir la isla.

La catástrofe de Haití, desnuda también alguna de las falencias de las teorías «avant garde» que se propusieron descartar (o pulverizar) las ideas de rebelión, de lucha por la condición de justicia social, que erradicaron las nociones de imperialismo, donde «multitud» intentó reemplazar categorías como «clase», «sociedad» y «pueblo» (multitud como sinónimo, casi, de apilamiento y con las flaquezas político-ideológicas consiguientes), donde los desencantos personales de algunos intelectuales norcéntricos oficiaron de marco exclusivo de validación teórica, y sobre todo la invalidación de consignas con vigencia universal, como pretensión superadora de un humanismo moderno, o de teorías críticas donde la condición humana es uno de los ejes esenciales.

Las palabras de Toussaint Louverture seguirán teniendo validez, e impugnando sofisticadas teorías provenientes -en su mayoría- de disímiles claustros académicos, siempre que exista un esclavo, y más aun: siempre que existan países sojuzgados.

Estas diatribas («Uníos, hermanos, y luchad conmigo por la misma causa»)escritas-pronunciadas por los líderes independentistas haitianos hace más de doscientos años, genuinamente modernas, convocan a la rebelión, a sentar las bases de la soberanía. En épocas de los bicentenarios, en momentos que los sistemas de inteligencia estadounidenses vuelven a concentrar su atención en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba y Nicaragua primordialmente, en tanto comandan las operaciones ocupacionales de Haití y encubiertamente de Honduras, necesitamos resignificar valores como los de soberanía e independencia (política, económica y cultural). Haití es la historia extremada de Latinoamérica, llevada al agotamiento de las posibilidades. Por ello Haití es Latinoamérica, y América Latina toda es Haití. El mundo empobrecido por el imperialismo depredador, todo, es Haití.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.