Haití fue el primer país de Nuestra América que alcanzó su independencia. Fue el refugio elegido por el Libertador Simón Bolívar cuando derrotado por los españoles en la Primera Campaña Libertadora, debió huir de Venezuela. Fue el Presidente Alexandre Petion quien proporcionó armas y dinero al Libertador para que emprendiera la definitiva campaña de independencia […]
Haití fue el primer país de Nuestra América que alcanzó su independencia. Fue el refugio elegido por el Libertador Simón Bolívar cuando derrotado por los españoles en la Primera Campaña Libertadora, debió huir de Venezuela. Fue el Presidente Alexandre Petion quien proporcionó armas y dinero al Libertador para que emprendiera la definitiva campaña de independencia del dominio español en su Patria.
Sin embargo la historia de Haití es un camino de sangre y dolor desde hace doscientos años. Luchas por el poder entre negros y mulatos, invasiones de Francia e Inglaterra (1869/1872), intervención de Alemania (1877), ocupación norteamericana (1915/1935), masacre de haitianos refugiados en la República Dominicana (1937), dictaduras de los Duvalier y de Raoul Cedrás. Sangre, dolor, torturas, asesinatos, desapariciones, pero también resistencia y obstinación de numerosos sectores de la sociedad que pagaron con sus vidas y el exilio sus sueños de un Haití justo, libre y soberano. En 1999 y en el 2000, dos integrantes del Cemida, los Cnls (R) Horacio P.
Ballester y José Luis García fueron designados por la ONU y la OEA, en forma conjunta, como peritos militares a fin de colaborar con la incipiente democracia haitiana en el juicio que se desarrollaba en ese país contra integrantes del Ejército y de las fuerzas paramilitares conocidas como el Fraph (Frente Revolucionario para el Avance y Progreso del Pueblo Haitiano), acusados de cometer delitos de lesa humanidad en un pequeño pueblo haitiano llamado Raboteau. En el juicio realizado en Gonaives en el año 2000, aparte de otras sanciones menores, se impusieron 49 condenas a prisión perpetua y trabajos forzados a los ejecutores de la matanza de Raboteau y «en ausencia» a 37 integrantes de la cúpula militar incluído el ex – Tte Gral Cedrás y conspicuos integrantes del Fraph. Todos ellos, serían puestos en libertad durante la nueva invasión y ocupación de Haití por EE.UU en febrero de 2005. ¿Qué había sucedido en Haití? En 1990 en las primeras elecciones libres casi en 200 años de
independencia, asumió la Presidencia el sacerdote tercermundista Jean Bertrand Aristide, quien a los pocos meses fue destituído por un golpe militar organizado por el Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Tte Gral Raoul Cedrás que instaló una sangrienta dictadura al estilo Duvalier.
Los «Tonton Macoutes» disueltos oportunamente fueron reemplazados por otra organización no menos sangrienta: el Fraph. En 1994, EE.UU invadió Haití y repuso al Presidente Aristide quien fue sucedido al término de su mandato por René Preval. Fue durante el gobierno de este último que el Cemida fue llamado a Haití. En el año 2000, Aristide fue elegido nuevamente Presidente como candidato de su partido Lavalas (La Avalancha) en medio de un clima de sospechas de fraude electoral. Pero el Presidente había cambiado.
A su tolerancia religiosa, nacida de su militancia en el grupo de los sacerdotes tercermundistas, que proponía un sincretismo religioso entre el catolicismo y los ritos africanos del vudú opuso una férrea intolerancia; a sus promesas de elevar el nivel de vida de su pobre pueblo rompiendo con los lazos del Imperio y el discurso neoliberal contrapuso sus compromisos con quienes lo repusieron en sus funciones y él, personalmente, se corrompió adoptando los hábitos de las antiguas dictaduras: las duvalieristas y la militar de Cedrás. El pueblo haitiano buscó otros cauces políticos para continuar una resistencia social que se vigorizaba día a día mientras intentaba resguardar los incipientes elementos de la vida democrática tan difícilmente lograda agrupándose en una oposición llamada Plataforma Democrática. Para el Imperio Aristide ya no era útil pues las masas populares se organizaban contrariando sus normas y apoyando reivindicaciones más cercanas a las de sus vecinos cubanos,
cuyos médicos y maestros ayudaban a los sectores más desprotegidos de Haití, que a la teoría liberal globalizada de sus poderosos mentores.
Y pese a que esos sectores propugnaban una solución pacífica resguardando la democracia, los EE UU prefirieron volver a sus antiguos métodos. Para evitar esos «peligros» en una zona tan estratégicamente vulnerable para el gobierno de Bush y ya que no se contaba con la Fuerza Armada, disuelta por Aristide, y la Policía, fiel al Presidente, pese a sus desvaríos e inconductas, se organizaron desde la República Dominicana «fuerzas populares», verdaderas bandas de forajidos reclutados entre ex – integrantes del ejército de la dictadura de Cedrás, antiguos miembros del Fraph y aún de los Tonton Macoutes, que recibieron armamento y dinero provenientes directamente de los EE UU e iniciaron, desde ese país contiguo, una descarada invasión con el objetivo de derrocar a Aristide.
Como éste resistía y la Plataforma Democrática se oponía al accionar de estas bandas terroristas, la solución fue enviar una avanzada de los depredadores «marines», irrumpir por la fuerza en el Palacio de Gobierno, exigir a Aristide que renunciara, y como éste se negó a hacerlo, embarcarlo hacia la República Centroafricana, lejos de todos sus apoyos. Semanas después se instaló en Jamaica y luego, ante la posibilidad de su asesinato, Sudáfrica le ofreció asilo. Allí recibe honores correspondientes a un Presidente en ejercicio. Francia, Chile y Canadá se sumaron sumisamente a semejante accionar que, según la Editorial del New York Times respondió a «la abierta presión de la Administración Bush, demasiado dispuesta a ignorar la legitimidad democrática, para permitir que se removiera a un líder que no le gustaba y de quien desconfiaba.»
La nueva invasión y ocupación terminó con todo atisbo de democracia y convivencia. Las bandas de delincuentes organizadas para la revuelta, que aspiraban a ser el núcleo del próximo ejército haitiano, (esa fue la promesa que el gobierno de EE UU les hizo) se enfrentan hoy por despecho a las tropas de ocupación y se cobran venganza en los sectores democráticos que lograron su enjuiciamiento y castigo. Estos últimos se han quedado sin referentes, la mayoría de ellos están encarcelados, desaparecidos y asesinados, sin el manejo de los mecanismos de poder. Luchan por su supervivencia, cada día más difícil, pero no bajan los brazos, continúan resistiendo, reclamando el regreso de Aristide, que complete su mandato, y elecciones libres.
Las fuerzas de la ilegal ocupación tratan inútilmente de resguardar el orden perdido y aspiran a tener el pomposo título de «Fuerzas de las Misiones de Paz de las Naciones Unidas», ponerse los cascos azules y que todo quede perdonado y olvidado, como son los usos y costumbres. Pero nada será olvidado y perdonado. ¿Pueden acaso ser olvidadas las torturas, vejaciones, asesinatos, desapariciones, humillaciones, las matanzas como la de la cárcel de Puerto Príncipe y las barriadas de Cité Soleil que esa fuerzas de ocupación ejecutan a diario contra el pueblo de Haití ¿ Las denuncias sobre las violaciones a los derechos humanos en el país hermano se acumulan y crecen día a día en el Tribunal Internacional de la Haya.
Son crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad. Esperemos que haya justicia para Haití. Se han acallado las voces de los periodistas. Se persigue a los luchadores populares, se los mata, tortura, desaparece, masacra. El país se ha transformado en una gigantesca maquila, llamada «zona franca», donde por un dólar diario, cientos de haitianos explotados producen, en condiciones de verdadera esclavitud, elementos como los jeans Levis que en el mercado alcanzan precios que oscilan entre los 100 y 200 dólares cada prenda.
Cada euro de ayuda que le envía Europa, incrementa los intereses y el volumen de la deuda externa del país que no ha sido perdonada. Haití recibió últimamente 34.000.000 de euros como ayuda y debió pagar una semana después.. ¡52.000.000 de euros de intereses de su deuda externa! ¿Quién ayuda a quién? Haití, sangre y lágrimas. Haití, sangre y dolor. ¿Hasta cuándo?Haití no está solo. Frente a la complicidad de la mayoría de los gobiernos del Continente a la invasión, Venezuela, Jamaica y los países del Caricom solicitaron una reunión urgente de la OEA para exigir el retiro de las tropas norteamericanas y el regreso de Aristide, que jamás renunció a su cargo.
Las presiones de EE UU impidieron que la reunión se llevara a cabo. También Venezuela, Jamaica, los países del Caricom y Cuba, hicieron presentaciones ante la ONU que tuvieron el mismo resultado por decisión del Consejo de Seguridad, no debemos olvidar que junto a EE UU, Francia participó de la invasión. La mayoría de las naciones asiáticas, la Organización de Estados Africanos y algunos países europeos, no reconocen al tirano impuesto, traído de Miami, Gerard Latortue como Presidente Provisional de Haití. Siguen reconociendo a Aristide y exigen devolver el poder de decisión al pueblo haitiano.
Organizaciones sociales y de derechos humanos del Continente y del mundo acompañan esta lucha. Es lamentable que el Gobierno Argentino no se haya sumado al reclamo por la libertad y democracia del pueblo haitiano y que haya enviado efectivos para presuntas «Misiones de Paz» que son un engaño vil y que constituyen un procedimiento para avalar un nuevo Golpe de Estado del imperialismo norteamericano y que exige la complicidad, entre otros, del gobierno de nuestro país. Hoy es Haití. ¿Y mañana? ¿Cuba? ¿Venezuela? ¿O quizás nosotros? Se ha consumado una nueva traición contra una nación hermana de Nuestra América. ¡Que esa traición no quede impune!
Elsa M. Bruzzone
Investigadora de Cemida, Especial de nuestramerica.info