A un año y medio de la destitución del ex presidente Jean Bertrand Aristide (29 de febrero del 2004) Haití vive uno de los momentos más complejos de su historia contemporánea. La violencia cotidiana se impone y el nuevo gobierno que había prometido la «normalización» no logra controlar la situación. El descontento crece
Así lo señala Paola Iten, voluntaria helvética que vive en ese país desde inicios de la década de los setenta y que se encuentra de visita en Suiza. «Por primera vez en tantos años de vivir allá mis amigos haitianos me dicen que no regrese… la inseguridad aumenta en la capital Puerto Príncipe y llega a límites inimaginables», afirma iniciando esta entrevista.
Paola Iten ha colaborado en estas últimas décadas con numerosas organizaciones religiosas, comunidades de base y movimientos de mujeres, campesinos, artesanos y pescadores haitianos, realizando múltiples tareas de desarrollo social. «En los últimos años integro el consejo de fundación o los comités de varias organizaciones de promoción económica, micro créditos, agricultura biosalud», explica.
INESTABILIDAD Y VIOLENCIA
«Nadie está a salvo hoy en Haití. Cualquiera puede ser secuestrado o asesinado en el momento menos esperado», enfatiza la experimentada cooperante. En general los secuestros son «para exigir el pago de un rescate». Ante el aumento constante de la pobreza y de la miseria «el secuestro se ha convertido en un medio de sobrevivencia o de negocio especialmente en Puerto Príncipe».
El año pasado, se hablaba de «barrios calientes» para indicar a aquellos grupos poblacionales donde se encuentran los simpatizantes de Aristide . «Pero el fenómeno de la violencia va mucho más allá. Todo se mezcla. Lo político, lo social, la tremenda crisis económica con precios tan elevados que la gente no los puede pagar».
Hasta hace algún tiempo «los secuestros eran en la calle», desde hace un tiempo, sin embargo, «te vienen a buscar a tu casa». La inestabilidad es creciente. Mucha gente se va hacia el campo donde la situación es un poco menos grave, explica.
En el pasado mes de julio dos hechos impactaron sensiblemente al país. La intervención militar a «Cité Soleil» (Ciudad Sol) y el asesinato del periodista Jacques Roche. Lo más sorprendente, señala Iten, es que cuando destituyeron a Aristide el en febrero del 2004, los «nuevos gobernantes proclamaron el inicio de la recuperación, de la pacificación». Lo que sucede en realidad, «es todo lo contrario…todo va mucho peor, la situación es incontrolable y la crisis política aumenta».
Existen importantes sectores, especialmente mucha gente marginada y muy pobre, que siguen apoyando al ex – presidente, subraya. «Todos saben que si hoy se hace una elección libre y lo dejan participar, Aristide gana porque los pobres son la mayoría»
«FUE UN GOLPE DE ESTADO»
La intervención de febrero del año pasado «fue una especie de golpe de Estado, promovido por los Estados Unidos y por Francia». ¿El objetivo del mismo? «No sólo sacar a Aristide sino también atacar a Cuba, que estaba presente con unos 600 a 800 médicos distribuidos en todo el país, en las zonas más alejadas y empobrecidas», evalúa la cooperante suiza. Quien recuerda, además, la construcción de una Universidad de Medicina en la capital Puerto Príncipe con el apoyo de Cuba y de otros países.
«Cuando entraron las tropas de Estados Unidos en febrero pasado, ese recinto fue utilizado como base por las tropas…se suspendieron las clases. Los estudiantes estaban muy enojados…Finalmente 280 de ellos viajaron a Cuba para poder continuar sus estudios de medicina». Los estudiantes admitidos eran «jóvenes pobres y exclusivamente del campo». ¡Nunca hubieran podido hacer estudios superiores de medicina! subraya Iten. Recordando que no hay suficientes puestos de estudios en el país: «para 120 mil bachilleres hay apenas 2000 cupos en la universidad del Estado…»
«LA VIDA NO TIENE NINGÚN VALOR»
En ese clima de tensiones, no hay estabilidad posible. Con un elemento que agrava la situación.: «todo el mundo está armado». Y con un marco natural dramático: «todavía están vivas las secuelas de los ciclones que devastaron dos veces el país el año pasado». Sin que se cuente con una cooperación internacional significativa a la altura de los daños de esos cataclismos. «Sólo el ciclón Denis dejó 40 muertos y más de 1.500 viviendas destruidas».
El pasado 14 de julio en un viaje a Francia, el presidente de Brasil Lula da Silva, insistió nuevamente en la necesidad que la comunidad internacional se responsabilice de Haití. Lula -cuyo país dirige las fuerzas que componen el contingente de las Naciones Unidas-, subrayó que sin un real desarrollo no se podrá resolver el problema haitiano. Para ello, la ayuda financiera internacional debe agilizarse. En el 2004 hubo promesas hacia Haití por más de mil millones de dólares. «Pero hasta ahora ha llegado sólo una parte insignificante de la misma», sostiene Iten.
La pausa, un momento de reflexión y la proyección hacia el futuro. «Es difícil predecir. No es fácil entender quien se beneficia realmente en este clima de inestabilidad. La vida en Haití parece no tener ningún valor. Y los políticos no se preocupan si los pobres no logran sobrevivir».
En cuanto a la salida política, «hay elecciones previstas para noviembre de este año». Lavalas -el movimiento creado por Aristide- anticipó su decisión de participar pero si se cumplen ciertas condiciones como la libertad de los presos políticos, señala Iten. Pero, por el momento, «todo está abierto y nada es claro». El sistema en Haití «está en un callejón sin salida…No querían a Aristide, lo secuestraron, lo sacaron, y sin embargo no se resuelve nada». Luego de dos años «no sólo no logran normalizar la situación sino que ésta se degrada». Esto es un verdadero laberinto. «Y la respuesta parece no estar ni a la mano, ni a corto plazo», concluye.
*Colaboración E-CHANGER ONG de cooperación solidaria
HAITI: HECHOS CLAVES EN BREVE
Luego de un clima de polarización política en aumento, el 29 de febrero del 2004 el entonces presidente, el ex sacerdote católico Jean Bertrand Aristide, fue destituido del poder haitiano y condenado al exilio en Sudáfrica.
Para controlar la situación, se instaló en Haití la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH), que cuenta con más de 6 mil efectivos, entre ellos cerca de 1200 de Brasil, país que tiene el principal contingente en la isla caribeña y ejerce la dirección de la fuerza.
A pesar de esta presencia militar internacional, la situación está lejos de encontrarse normalizada. A año y medio del derrocamiento de Aristide, el secuestro generalizado, los asesinatos diarios -un promedio de una decena por día- y la inseguridad ciudadana, especialmente en la capital, alcanzan niveles nunca antes visto.
«Aunque están previstas elecciones generales para los últimos meses de este año, la crisis económica y social y la violencia creciente, le restan efectividad a cualquier salida política.
La ayuda financiera hacia Haití es absolutamente insuficiente. De las promesas de la comunidad internacional de aportar 1.300 millones de dólares estadounidenses , sólo ha llegado una parte ínfima, tal como lo confirman diversas fuentes oficiales.
El 21 de julio de este año, Haití firmó contratos con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para préstamos por el orden de 162 millones de dólares destinados a rutas rurales, agricultura, un sistema precoz de alerta de inundaciones etc.