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Yemen y Marrruecos

Iniciativas que llegan tarde

Fuentes: Al-Hayat

El presidente yemení, Ali Abdalá Saleh, aseguró antes de hacer público su plan de reformas, que éste sería rechazado por la oposición. Saleh no explicó el por qué de esta aseveración, pero el hecho de que fuese acertada se basa en varias razones. Tal y como pasó con las medidas propuestas por Ben Ali y […]

El presidente yemení, Ali Abdalá Saleh, aseguró antes de hacer público su plan de reformas, que éste sería rechazado por la oposición. Saleh no explicó el por qué de esta aseveración, pero el hecho de que fuese acertada se basa en varias razones.

Tal y como pasó con las medidas propuestas por Ben Ali y Hosni Mubarak en sus últimos discursos tras el desencadenamiento de las revoluciones tunecina y egipcia, las propuestas que ha hecho Saleh son pocas y llegan tarde. Además, la naturaleza de las demandas de los opositores yemeníes ha cambiado.

El camino hacia un régimen parlamentario, la consolidación de la división de poderes y la celebración de un referéndum sobre una nueva Constitución antes de finales de año habrían sido propuestas muy oportunas si el presidente las hubiera hecho hace dos o tres años. Hoy estas propuestas no son nada más que un intento por obtener el «finiquito», tal como dijo el propio presidente yemení. Está claro que él mismo sabe que es tarde para proponer iniciativas de este tipo y de esa naturaleza. La oposición no le defraudó y le respondieron que las propuestas son el «anuncio de la muerte» del régimen de Ali Abdalá Saleh.

En Marruecos, el rey Mohamed VI ha propuesto reformas que incluyen división de poderes y refuerzo de las competencias del primer ministro sin llegar a aceptar la demanda de la monarquía constitucional en el marco de una división total de poderes tal como pide la oposición. Por ello, podemos aventurar que el llamamiento del rey no va a lograr aplacar el sentimiento de malestar, ni el alto grado de necesidad de cambio y de reformas que tiene Marruecos.

Saleh no dio en el centro del movimiento de la oposición yemení. A día de hoy, no es exagerado prever un aumento de la ira de la calle tras el anuncio de esta iniciativa que no ha aportado ninguna aportación concreta sobre los problemas del desempleo, la pobreza, el separatismo del Sur o la cuestión de los seguidores de Al Hauzi. La iniciativa se ha olvidado de todo lo que corean los manifestantes en las plazas de Saná y Adén, para lanzar la idea de la separación de poderes que debería haber sido aplicada desde los primeros años de la unión o incluso desde la revolución de Abdalá al Salal.

La retirada del Frente Islámico de Acción en Jordania del diálogo que mantenían con las autoridades refleja la dificultad de cerrar la brecha entre lo «ofrecido» (las concesiones políticas que la autoridad es capaz de asumir) y lo «exigido» (lo que las fuerzas implicadas en el diálogo aspiran a conseguir).

El gran problema de los gobiernos es que las revoluciones de Túnez, Egipto y Libia han dejado un modelo a seguir que ahora los opositores difícilmente pueden abandonar, al tiempo que no es probable que los gobiernos tengan capacidad de respuesta. El mantenimiento de las manifestaciones pacíficas hasta la caída del régimen, como pasó con los tunecinos y de los egipcios, o hacer frente a la violencia con violencia aceptando el desafío del gobernante que amenaza con dividir al país en tribus y provincias, como está siendo el caso de Libia, son experiencias asumidas en las filas de los árabes que protestan y que se niegan a que se mantenga la situación actual.

Al mismo tiempo, restan valor a lo ofrecido por la autoridad, que intenta presentar logros económicos y mejoras de la situación social de las masas a quien amenazada con caer en el pozo de la pobreza, pero sin que sus propuestas incluyan ningún ofrecimiento real para compartir el poder o participar en las tomas de decisiones políticas. Los ciudadanos quieren sobre todo que se les reconozca como dueños de sus derechos y no solo usufructuarios de logros y decretos de indulto que excluyen a los presos políticos, tal como ocurrió en Siria hace unos días.

Parece que ningún gobernante árabe se da cuenta del peligro del incremento de esta brecha y de su capacidad para devorar a muchos regímenes. Aunque hay alguno que ven este peligro, y con razón, como una oleada fuerte que invade todo el mundo árabe. Otros menos inteligentes se han dedicado a hacer propaganda de esta oleada creyendo que los vientos de cambio pasarían por encima de sus cabezas sin despeinarles.

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