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Irán-EEUU: Crece la presión sobre Bush

Fuentes: IPS

El gobierno de George W. Bush está sometido a creciente presión –dentro y fuera de Estados Unidos– para que entable un diálogo directo con Irán, pese a la oposición de neoconservadores proisraelíes y el vicepresidente Dick Cheney. En las últimas semanas, cada vez más legisladores del gobernante Partido Republicano, así como del opositor Demócrata, urgen […]

El gobierno de George W. Bush está sometido a creciente presión –dentro y fuera de Estados Unidos– para que entable un diálogo directo con Irán, pese a la oposición de neoconservadores proisraelíes y el vicepresidente Dick Cheney.

En las últimas semanas, cada vez más legisladores del gobernante Partido Republicano, así como del opositor Demócrata, urgen a Bush a procurar negociaciones cara a cara con Irán sobre varios asuntos, entre ellos su programa de desarrollo nuclear y la seguridad de Iraq.

Al mismo tiempo, los aliados europeos de Washington, que actuaron como virtuales representantes del gobierno de Bush en las tratativas con Teherán en los últimos tres años, pierden rápidamente la paciencia a causa de la intransigencia que perciben en el bando estadounidense.

«Los europeos están a los saltos diciéndole a Estados Unidos que ya es hora de negociar», dijo Charles Kupchan, director de estudios europeos del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), centro académico de alto nivel con sede en Washington.

«Si Estados Unidos no se compromete en algún tipo de negociación, las posibilidades de una gran bronca transatlántica son muy altas», agregó.

Algunas señales de la presión que sufre la Casa Blanca se notaron esta semana, cuando el nuevo portavoz de Bush, Tony Snow, dijo que el gobierno podría disponerse a mantener negociaciones directas con Irán si su régimen islámico suspendía el enriquecimiento de uranio.

«Cuando eso suceda, podrá haber oportunidad», dijo. Snow sugirió, además, que ese diálogo se registraría en un contexto multilateral, presumiblemente con el grupo de tres países que representan a la Unión Europea (Alemania, Francia y Gran Bretaña), y posiblemente a China y Rusia», sostuvo.

Diplomáticos de las cinco potencias se entrevistaron con otros de Estados Unidos en Londres esta semana para elaborar un nuevo paquete de palos y zanahorias con los que persuadir a Irán de detener el enriquecimiento de uranio, a través de un acuerdo que impida a ese país la construcción de un arma nuclear.

El paquete podría incluir el suministro de reactores de agua liviana, incentivos comerciales y económicos y discusiones de un «marco» para atender las preocupaciones de Teherán en materia de seguridad.

Pero los representantes estadounidenses se opusieron al último ítem de esa agenda, al parecer por el continuo bloqueo dentro del gobierno entre el círculo de Cheney, que promueve un «cambio de régimen» en Irán, y otros funcionarios, en especial del Departamento de Estado (cancillería), que consideran tal meta poco realista y potencialmente contraproducente.

«Las garantías de seguridad no están sobre la mesa», dijo este jueves un anónimo «alto funcionario del Departamento de Estado» al diario The New York Times, quien también informó que Europa le indicó a Estados Unidos que Irán no haría concesiones en materia nuclear en ausencia de esas garantías.

El gobierno de Bush, que en 2002 incluyó a Irán en el «eje del mal», presiona al Consejo de Seguridad para que apruebe sanciones contra Irán por supuestas violaciones del Tratado de No Proliferación Nuclear.

Los miembros europeos del Consejo, en general, apoyan la iniciativa, pero Rusia y China la resisten, preocupadas por el impacto de eventuales sanciones en sus intereses estratégicos y comerciales en Irán y ante la posibilidad de que Estados Unidos use el incumplimiento de las condiciones como argumento para un ataque militar.

Incluso los europeos tienen reticencias hacia el tipo de sanciones que propone Estados Unidos, como un embargo a las importaciones de gasolina, petróleo y gas iraní, según Kupchan.

El experto pronosticó que el mejor modo de mantener la unidad transatlántica era mediante la imposición de «sanciones livianas», como un embargo de armas y anulación de visas para dirigentes iraníes.

«De última, lo que Estados Unidos quiere es un cambio de régimen y la Unión Europea no», indicó Kupchan. Una eventual operación militar estadounidense no tendría apoyo europeo, agregó: «Aún estoy por encontrar a algún político de Europa que prefiera la guerra a un Irán nuclear.»

Pero no son solo los aliados europeos de Washington, Rusia y China los que urgen a Bush a cambiar de sendero comprometiéndose directamente en un diálogo con Teherán. Otros aliados clave de Medio Oriente, como Arabia Saudita y Turquía, realizaron exhortaciones similares.

Bush está desolado por la caída de su popularidad marcada en las encuestas, y también está sometido a la presión de sus correligionarios del Partido Republicano.

En los últimos dos meses, dos ex altos funcionarios del Departamento de Estado durante la presidencia de Bush, Richard Haass y Richard Armitage, propusieron entablar un diálogo con Irán sobre una amplia gama de asuntos, como su programa nuclear, su supuesto apoyo al terrorismo y sus políticas regionales.

Esa posición coincide con la del presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Dick Lugar, el también senador republicano Chuck Hagel, posible candidato presidencial para 2008, y prominentes demócratas como el ex consejero de Seguridad Nacional Sandy Berger y la ex secretaria de Estado Madeleine Albright.

Otros connotados legisladores demócratas proisraelíes, como el senador Joseph Biden y Dianne Feinstein, también promueven el diálogo con Irán.

Pero el apoyo más sorprendente a las negociaciones directas con el régimen islámico es el del ex secretario de Estado Henry Kissinger, quien consideró en una columna publicada por el diario The Washington Post que el conflicto era demasiado importante como para «negociarlo a través de apoderados, por más cercanos que sean».

Estas exhortaciones fueron alentadas por señales emitidas por el propio Irán, como la extensa carta pública enviada por el presidente Mahmoud Ahmadinejad a Bush. Según Kissinger, la misiva tenía el objetivo de «ir acostumbrando al sector más radical del régimen iraní al diálogo con Estados Unidos».