Se cumple un mes del mayor desastre ocurrido en Japón desde el final de la II Guerra Mundial. Un terremoto de magnitud 8,9 que sacudió las costas del país provocando un tsunami causante de la mayor crisis nuclear desde Chernobil. A las 14:46 hora local, ciudadanos de todo el país inclinaron la cabeza y guardaron […]
Se cumple un mes del mayor desastre ocurrido en Japón desde el final de la II Guerra Mundial. Un terremoto de magnitud 8,9 que sacudió las costas del país provocando un tsunami causante de la mayor crisis nuclear desde Chernobil.
A las 14:46 hora local, ciudadanos de todo el país inclinaron la cabeza y guardaron un minuto de silencio en memoria de las miles de personas que han perdido la vida por la catástrofe.
Según los últimos recuentos, 13.116 personas han muerto y 14.377 continúan desaparecidas. Además, 147.000 refugiados siguen viviendo en pabellones habilitados al perder sus hogares. Las labores de búsqueda de víctimas se han extendido ya a la zona de exclusión de veinte kilómetros alrededor de central nuclear de Fukushima.
Desde aquel 11 de marzo, la tierra no ha dejado de moverse. Las fuertes réplicas de hasta magnitud 7,1 no ayudan a recuperar la calma ni a las tareas de reconstrucción.
Sin duda, la mayor preocupación se centra a día de hoy en el peligro de la planta nuclear de Fukushima tras sufrir graves daños en varios de sus reactores. En los últimos 30 días, debido a la información -no siempre transparente- ofrecida tanto por el Gobierno como por la empresaria propietaria Tepco, se ha extendido el debate mundial acerca de la energía nuclear.
La economía japonesa es la otra gran preocupación. Un mes después, Japón piensa en la reconstrucción de la zona devastada por el seísmo, que causó daños que el gobierno nipón cuantifica provisionalmente en hasta 200.000 millones de euros y obligará a diseñar tres presupuestos extra. A pesar de ser la tercera mayor economía del mundo, se convertirá en una de las más endeudadas tras la catástrofe.
Una sucesión de crisis humanitaria, energética, nuclear y económica ha sacudido Japón en tan sólo un mes. Desde el principio, la vida en las grandes ciudades continuó con una enorme tranquilidad, mientras que los supervivientes de las zonas costeras han demostrado una gran entereza al perder sus hogares y a sus seres queridos.