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Kosovo independiente, ¿y después?

Fuentes: Le Monde Diplomatique

Traducido por Caty R.


El 17 de febrero de 2008 Kosovo acaba de declarar, unilateralmente, su independencia. Esta decisión desesperada se presenta, desde hace mucho tiempo, como ineludible tras el fracaso programado de las discusiones entre Belgrado y Pristina. La independencia, ¿conseguirá calmar las tensiones generadas por el estatus que prevalece desde la instauración del protectorado internacional en 1999? O, por el contrario, ¿no provoca el riesgo de avivar todos los braseros mal apagados de la región? ¿Y que será del Kosovo de mañana, «independiente» pero bajo control y sin ninguna perspectiva económica viable?

Durante dos años, el gobierno serbio y las autoridades albanesas de Kosovo han llevado a cabo «negociaciones» que, en muchos aspectos, no fueron más que pantomimas. Para empezar, Estados Unidos ya había establecido las normas, declarando que la escisión -la independencia- era inevitable. Mientras que esta opción era, y sigue siendo, inaceptable para Belgrado, nunca se ha emprendido ningún intento real de llegar a un compromiso. Por su parte, Serbia basó toda su estrategia en el apoyo de Rusia y en los principios del Derecho Internacional, reclamando el respeto de la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que reconoce explícitamente la soberanía serbia sobre Kosovo.

Para los dirigentes de Pristina, la proclamación de independencia de Kosovo es el resultado de un proceso «concertado» con los principales protagonistas de la escena internacional. Sin embargo, parece que triunfan las discordancias. En efecto, la Unión Europea aparece profundamente dividida en este asunto. Ciertos Estados miembros (España, Grecia, Chipre, Rumania y Eslovaquia) no tienen previsto el reconocimiento inmediato de la independencia del nuevo Estado, incluso aunque no se opongan al envío de la misión europea Eulex, que asumirá una parte de las competencias que posee, desde junio de 1999, la Misión de las Naciones Unidas en Kosovo (Minuk), especialmente en los ámbitos policial y jurídico.

Todo el problema es que el envío de dicha misión necesita la luz verde del Consejo de Seguridad. Es necesario, como mínimo, que el Secretario General de las Naciones Unidas Ban Ki Moon decida que el envío de esta misión no es incompatible con la Resolución 1244, que seguirá estando formalmente en vigor mientras no se adopte otra resolución. Serbia y Rusia han pedido una asamblea urgente del Consejo de Seguridad, cuya mayoría de miembros, en la actualidad, son hostiles a la independencia. Esta ofensiva diplomática podría complicar todavía más la tarea de los europeos, acentuando sus divisiones internas.

No sabemos hasta dónde llegará la reacción de Rusia. ¿Moscú se limitará a sus reacciones políticas y diplomáticas? A menudo Rusia ha advertido del precedente que podría representar la independencia de Kosovo en los territorios secesionistas del Cáucaso o en la Transnistria moldava. Además, Rusia también dispone del arma del gas y el petróleo y acaba de ratificar varios contratos energéticos con los países de los Balcanes (Bulgaria, Serbia y pronto Macedonia), de grandes consecuencias para el abastecimiento de Europa Occidental.

En realidad nadie sabe cuándo se va a desplegar efectivamente la misión europea en Kosovo, ni cómo combinará su actuación con el Minuk, siempre presente. Sólo hay una cosa que parece cierta, la seguridad del territorio permanecerá bajo la competencia de las fuerzas de la OTAN, la KFOR. El control de las fronteras y aduanas debería estar garantizado, básicamente, por la policía local de las Naciones Unidas y la KFOR.

Por lo tanto, está claro que la independencia de Kosovo no será más que una pura formalidad: inmediatamente después de la proclamación, muy pocas cosas cambiarán. Los albaneses habrán obtenido la satisfacción simbólica de la reivindicación que los une desde hace años; pero, ¿cuánto tiempo se conformarán con una independencia simbólica?

Riesgos regionales

Serbia considerará nula e ilegal la proclamación de la independencia, pero la amplitud de las reacciones y represalias que emprenderá es incierta. Belgrado, al menos, tendrá que convocar a sus embajadores de los países que reconocerán la independencia de Kosovo y aplicar a este último un embargo. Esta última medida podría tener importantes consecuencias en el territorio, que depende mucho de Serbia para su abastecimiento energético y de numerosos productos básicos. Kosovo ya vive, desde 1999, al ritmo los continuos cortes de corriente, pero la situación podría empeorar todavía mucho más, aunque el Minuk asegura que se han tomado algunas medidas preventivas. La escasez de productos alimentarios que podría originarse también puede provocar el riesgo de enriquecer a los contrabandistas.

A priori, Serbia ha descartado el envío del ejército a Kosovo, pero esta promesa podría ponerse en entredicho si la violencia se generalizase en las zonas serbias del territorio. No se puede descartar el riesgo de ataques y provocaciones en los enclaves serbios, aunque los dirigentes albaneses aseguran que controlan a sus tropas y que no tienen, por ahora, ningún interés político en permitir que se desarrolle esa situación. Seguramente los mayores riesgos se concentran, de momento, en la zona norte del territorio, mayoritariamente serbia.

Lo mismo que Belgrado, el Consejo nacional serbio de Kosovo y Metohija debería considerar como nula de pleno derecho la proclamación de la independencia, pero sin declarar la secesión de la zona norte, que equivaldría a reconocer la escisión del resto del territorio. Mientras que milicias, grupos paramilitares y provocadores de todo tipo abundan en Mitrovica, en el campo serbio, así como en el albanés, la chispa más pequeña podría prender la mecha.

Aunque se consiga evitar el estallido en las horas y días siguientes a la proclamación de la independencia, ¿qué ocurrirá en las zonas serbias de Kosovo, donde funcionan desde hace ocho años las instituciones «paralelas»? Imaginar su «reintegración» en el Kosovo independiente es totalmente ilusorio y los diplomáticos occidentales parece que podrían adaptarse, en principio, a una «separación suave» del sector norte, una escisión que no se llamaría así y que no sería nada más que el mantenimiento de la situación actual…

También ignoramos la amplitud del impacto que causará la independencia de Kosovo en la región. Los albaneses de Macedonia, Montenegro y el Valle de Presevo también deberían celebrarla. Se puede suponer que los problemas no se plantearán inmediatamente en estas regiones, aunque la independencia de Kosovo acarreará la apertura de otra cuestión, la de una posible unificación nacional albanesa. Por su parte, los serbios de Bosnia-Herzegovina podrían alegar el precedente de Kosovo para reclamar, ellos también, el derecho de autodeterminación. Mientras tanto Bosnia no consigue salir de una interminable crisis política y está claro que la independencia de Kosovo endurecerá, todavía más, los conflictos internos de esta República. Por otra parte, Bosnia rechazó el reconocimiento inmediato de la independencia de Kosovo.

Kosovo, ¿un país «posmoderno»?

Kosovo será el Estado más joven de Europa y también, probablemente, el «más moderno». En efecto, experimentará formas todavía inéditas de organización política, basadas en una soberanía muy limitada y un protectorado internacional de nuevo cuño.

En el aspecto económico, este Kosovo ha renunciado, prácticamente, a cualquier actividad productiva. Las fábricas de la región no funcionan desde hace tiempo y la economía del territorio sólo se basa en el comercio y los servicios. La independencia no cambiará nada. Los proyectos de reactivación de las actividades mineras siguen siendo muy aleatorios y Serbia no renunciará a sus derechos de propiedad sobre la mayoría de las empresas de Kosovo. Incluso después de la independencia, el mantenimiento de estos derechos de propiedad se reclamará ante los tribunales internacionales de comercio.

Kosovo también está comprometido en una particular forma de «globalización», la de las emigraciones de los trabajadores. Las aportaciones económicas de cientos de miles de albaneses de la diáspora establecidos en Suiza, Alemania, países escandinavos, Bélgica o Estados Unidos, son vitales para Kosovo. No se prevé que esos flujos migratorios se agoten ya que el desempleo afecta, más o menos, al 60% de la población activa del territorio, un 60% de los kosovares tienen menos de 25 años y cada mes 40.000 jóvenes celebran su decimoctavo cumpleaños sin casi ninguna posibilidad de construir su vida en su país…

¿Los kosovares aceptarán durante mucho tiempo el sucedáneo de soberanía que se les ofrece y la terrible miseria que va a seguir reinando en el país? Desde las revueltas de marzo de 2004, las misiones internacionales en Kosovo temen la explosión de un nuevo estallido de cólera del que serían los objetivos directos. Aunque la independencia satisfaga las pretensiones políticas de los albaneses, no desactivará la bomba social que simboliza Kosovo.

Original en francés: http://www.monde-diplomatique.fr/carnet/2008-02-17-Kosovo

Jean-Arnault Dérens es historiador y periodista especializado en Los Balcanes. Nació en 1968 y es profesor de Historia. Vive entre París y Belgrado donde es corresponsal para Los Balcanes de Ouest-France, Le Temps (Ginebra), La Libre Belgique (Bruselas) y RFI (París). Es el fundador y redactor jefe del Courrier des Balkans y también colaborador de Le Monde diplomatique. Ha escrito los siguiente libros: Comprendre les Balkans (Non lieu, 2007); Kosovo, année zéro (Paris-Méditerranée, 2006 – Non lieu, 2008); Balkans, la crise (Gallimard-Folio, 2000) y Les conflits yougoslaves de A à Z, (L’Atelier, 2000), en colaboración con Catherine Samary.

Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.