Traducido del ruso por Josafat S. Comín
Boris Yeltsin ya está enterrado. No vamos a enumerar ni valorar los actos del difunto, demasiado bien conocidos por todos. Lo importante ahora es preguntarse, qué cambios en el paisaje político ruso introduce la muerte del ex-presidente. Un presidente, aunque esté retirado, continúa representando a determinadas fuerzas. Y Yeltsin seguía siendo, de un modo formal si se quiere, el cabeza de «la familia»: uno de los más poderosos clanes políticos y económicos de la Rusia contemporánea.
Ante todo, cabe señalar, que el fallecimiento de Yeltsin ha pillado a muchos por sorpresa, aunque desde el punto de vista médico y cotidiano, la muerte a los 77 años de una persona gravemente enferma, no debería sorprender. Sin embargo ha sido algo inesperado, que ha roto los planes de ciertos jugadores políticos y favorecido los proyectos de otros. Así se explicarían ciertas incongruencias incluso en la comunicación oficial de la noticia.
Aunque todos conocían los innumerables males que aquejaban a Yeltsin, durante el último año, su estado de salud no hacía temer a los médicos. Tras su retiro, había seguido un prolongado tratamiento. Se había revisado en Alemania, había ido a China, donde había sido sometido a un tratamiento integral, accesible únicamente a los más altos dirigentes y a los líderes de otros países. El cardiólogo Renat Akchurin, que le hizo el bypass en el 96, dijo directamente que no esperaba el fallecimiento del paciente, y que ni siquiera lo había tenido que visitar últimamente, porque no había habido necesidad.
Es decir que la tradicional fórmula:» tras y una grave y prolongada enfermedad» no encajaría aquí. Pero por otra parte, se informa que Yeltsin llevaba 12 días ingresado en estado grave, en el Hospital Clínico Central. Sin embargo los médicos del HCC hablan de paro cardiaco «repentino», al tiempo que aclaran que este era el segundo paro. ¿Cómo puede ser repentino, si era el segundo? Y sin embargo en el decreto de Putin para declarar luto nacional se dice: «falleció súbitamente».
La discordancia en los informes médicos sólo es un pequeño detalle, que refleja el nerviosismo político general. Mayores discrepancias se observan en el flujo de reacciones y condolencias. En los telegramas del extranjero predomina una aflicción sincera. Las condolencias de los gobiernos regionales y federales, mantienen un tono de pesar moderado, habitual en el lenguaje oficial. La oposición liberal y los infortunados oligarcas expresan un dolor genuino, e incluso desolación. Pero lo más interesante es el casi total silencio de los oligarcas en activo de la quinta de Yeltsin. Precisamente los que le deben a Yeltsin todo lo que son. Pero la vida les ha enseñado a ser cautos, y no se apresuran a pronunciarse, mientras no se aclare la «línea general». Incluso con las palabras de Putin como fondo sobre «un líder nacional directo y valiente», no consideran que sea del todo seguro alabar demasiado a Yeltsin y lamentar su desaparición.
Se podría pensar: ¿qué hay que temer?, los últimos siete años Yeltsin había estado apartado, en la sombra, sin tomar parte activa visible en la lucha política. Sin embargo, continuaba siendo un factor de peso y su desaparición obliga a muchos a prepararse para nuevas perturbaciones. No debemos olvidar, que Yeltsin era el último jefe directo de Putin, ante quien este último tenía obligaciones, aceptadas de forma oficial y pública (sobre las no públicas no vamos a hacer conjeturas).
El penúltimo jefe de Putin, había sido el antiguo alcalde de S. Petersburgo, Sobchak, ya fallecido, también por un paro cardíaco repentino, poco antes de que Putin saliese elegido como presidente. Los dos tenían desavenencias con la ley, los dos necesitaban garantías de inmunidad, que su protegido garantizó. Sobchak, en noviembre de 1997 fue llevado en secreto a Francia, en un avión medicalizado privado, delante de las narices de la fiscalía, con la participación personal del vicedirector de la administración presidencial, y jefe de la dirección general de seguridad, V.V. Putin.
Yeltsin también fue protegido ante cualquier requerimiento legal, en el primer decreto del nuevo presidente en funciones.
Ahora Putin ya no tiene ataduras políticas, a excepción hecha lógicamente, del juramento presidencial, al tiempo que tiene la conciencia del deber cumplido. En situaciones así la gente cambia interiormente.
El país tiene un año por delante para vivir con un presidente completamente nuevo. Nadie sabe como hubiera sido el primer mandato de Putin, de haber estado vivo Sobchak. Igual que nadie sabe como hubiera sido el segundo mandato, si Yeltsin hubiera muerto hace tres años. Y es precisamente la suma de estos dos intangibles, que se ha producido ahora, lo que pone de los nervios a nuestra «élite». A un año del final de su gobierno, el presidente ha dejado se ser, por primera vez, un «pato cojo». Por primera vez tiene las manos completamente libres. ¿Para qué? Eso es algo también desconocido.
Hace cosa de año y medio, Putin en una entrevista a unos periodistas holandeses, al tiempo que prometía no aspirar a un tercer mandato, añadió una frase misteriosa, que aseguraba que mantendría el poder hasta el juramento del nuevo presidente y «no permitiría desestabilización alguna de la situación». ¿A que desestabilización se refería? ¿A la «revolución naranja»? ¿A la lucha de los sucesores en el Kremlin? Lo más probable es que a esto último.
Para nadie es un secreto, que tras la decisión del «problema 2008″(elecciones presidenciales. N de la T.), la lucha en las altas esferas no es «a vida o», sino sólo a muerte. Hay múltiples variantes de resolución: un «sucesor», un «tercer mandato», «alargar el plazo», Putin como «primer ministro», etc.
Pero el problema no está tanto en las variantes, como en que debe haber un árbitro en la pelea, con autoridad para advertir a los luchadores, declarar un K.O., o descalificar. Y llegado el caso, decir: con tanto alboroto me vais a echar todo a perder, no voy a permitir la desestabilización de la situación y voy a seguir mandando yo solo. Ningún dirigente de un régimen autoritario desea confiar ese papel de árbitro a nadie.
A pesar de todo su aparente poderío y falta de alternativa, Putin tenía y sigue teniendo aspirantes a jugar ese papel de árbitro. Gente que posee medios propios, independientes, de influencia. No, no me estoy refiriendo en este caso al pueblo, quien de acuerdo con la constitución es «el garante de la soberanía y la única fuente de poder». Me estoy refiriendo a Yeltsin, que nos ha dejado y a Ramzan Kadyrov (1), que todavía sigue aquí.
Sobre Kadyrov hablaremos en otra ocasión. Yeltsin era el cabeza de «la familia», que aupó a Putin al poder. Él PODÍA ser propuesto como un árbitro en potencia, en esa lucha de los aspirantes a ocupar el sillón del Kremlin.
Su recurso independiente se basaba en sus viejas relaciones con Occidente; en sus amigos George, Bill, Gerhard, Jack y demás, así como en sus relaciones en el territorio de dos de sus ex -dirigentes de su gobierno, hoy electro-magnates, Chubais y Voloshin.(2)
A juzgar por ciertas señales, ese recurso se estaba comenzando a activar, o cuando menos, empezaba a sonar esa amenaza. Y desde entonces estaban apareciendo síntomas de cierta-de momento suave- presión sobre Yeltsin. Baste recordar la última ocasión en que apareció el nombre de Yeltsin en la prensa. Esa extraña historia con la pérdida de los documentos sobre 4 hectáreas de terreno en la prestigiosa zona residencial de Odintsovo, en las afueras de la capital.
Ciertamente extraño: ¿Realmente guardaba Yeltsin esos documentos en un estuche? No parece propio de un zar. ¿Para qué necesita entonces una corte de secretarios y ayudantes? Pero no es eso lo más raro. La pérdida de los documentos que sean, de un jubilado de su rango que cuenta con seguridad del estado, es un escándalo que debe ser objeto de investigación a nivel oficial, en el Servicio Federal de Seguridad. Pero que esto se haya hecho público, es un escándalo aún mayor. ¿No hubiera sido más lógico arreglar el asunto de otro modo, en lugar de presentar una denuncia en la comisaría local, como el resto de ciudadanos de a pie?
Demostraciones de ese tipo, como apuntarse en un ambulatorio normal, eran propias del Yeltsin de hace veinte años, pero hoy ese «democratismo» era extraño e inapropiado.
Surgió la hipótesis de que esos documentos sobre esa propiedad los necesitaba para poder incluirlos en el testamento. Una siniestra alusión a su cercano final. Pero sus herederos directos (mujer e hijas) hubieran recibido la herencia sin testamento alguno, por ley. ¿Significa que Yeltsin las quisiese desheredar? Poco probable. La versión más creíble, es que esos documentos «se perdieron» como advertencia. A Kasianov le quitamos los terrenos en Sosnovka y tú ya no tienes quien te asegure (3). Una alusión a la posible conversión de una «emperatriz enviudada» en un «ciudadano normal». La analogía no parece exagerada, si tenemos en cuenta que el principal encargo de Yeltsin a Putin consistía en que tuviese una buena amistad con Kasianov, y siguiese sus recomendaciones en lo económico.
Repito: a pesar de que Yeltsin vivía tranquilo en Barvija (hacienda en las afueras de Moscú. N de la T.)y guardaba silencio, seguía siendo un factor de peso importante. La desaparición de ese factor significa una determinada alteración de la correlación de fuerzas.
Podemos estar seguros de que se adoptarán medidas urgentes para restablecer el equilibrio. Yeltsin en vida, permanecía en silencio. Pero Yeltsin muerto sin falta hablará, y de hecho ya empezado a hacerlo por boca de los liberales.
Apenas unas horas después de la muerte del ex presidente, su antiguo correligionario, responsable de la administración presidencial en tiempos de Yeltsin, S.Filatov, recordó e hizo públicas las siguientes palabras de Yeltsin sobre Putin:»Es especialmente duro, cuando tú has elegido a una persona, para que continúe tu obra, y esa persona, quebranta las bases de todo por lo que tú has luchado». Y añadió:» Nos hemos quedado huérfanos por completo. Antes, confiábamos al menos, en que interviniese y dijese algo. Creo, que en cierto sentido, era un factor de contención para el poder. Hoy en ese lugar hay un gran vacío».
Pero el vacío se puede rellenar. Para eso existen técnicas de manipulación informativa. No me asombraría que en un futuro cercano fuese hecho publico, el «testamento político» de Yeltsin, donde se califique a Putin, como traidor a la causa de la libertad y la democracia. Nos inculcarán la idea, de que Putin no es fiel continuador de la causa de Yeltsin, con el que había democracia y libertad de expresión.
En realidad Putin es el más fiel continuador de la causa de Yeltsin, solo que…con muchísimos más recursos financieros y de fuerza. Dicen, que Yeltsin dio al pueblo la libertad, que hoy Putin les arrebata.
¿Pero qué significa libertad con Yeltsin? El simple testimonio de la falta de los recursos necesarios para aplastar completamente a la oposición: fusiló, pero no acabó de fusilar, encarceló, pero no terminó de encarcelar, prohibió, pero no terminó de prohibir. O como se dice coloquialmente «no llegó a beber demasiado». Es decir, bebió más de lo que pudo, pero menos de lo que quiso. Esas son la libertad y la democracia a lo Yeltsin. Un periódico liberal resumió esto de un modo brillante:»Seguimos utilizando, lo que recibimos en los 90, y a muchos les parece, que hemos superado el caos y la ruina de la perestroika». Verdaderamente es así: no superamos, utilizamos.
Yeltsin ha muerto, pero su causa todavía sigue «viva y triunfando». Por ahora…
Notas de la T.
1. Ramzan Kadyrov
Nombrado por decreto presidencial de Putin, presidente de Chechenia, el 15 de febrero de 2007. Hijo de Ajmat Kadyrov, elegido presidente en 2003. Tras la muerte de su padre en mayo de 2004, fue nombrado vice primer ministro.
2. Alexander Voloshin, ex director de la administración presidencial, desde 2002 presidente del Consejo de Directores de «Eléctricas de Rusia».
Anatoli Chubais, uno de los ideólogos de las reformas liberales en los años 90, continúa siendo uno de los personajes más influyentes de la política rusa. Actual director de «Eléctricas de Rusia».
3. Se refiere a la denuncia hecha por la fiscalía en septiembre de 2006, donde se ponía en duda la legitimidad de una propiedad de 12 hectáreas, que figura a nombre de Mijail Kasianov (primer ministro del gobierno ruso entre 2000 y 2004, y hombre de confianza de B.Yeltsin).