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La conexión de Colombia con Israel, la construcción de la paz y el Premio Nobel de la Paz

Fuentes: 972mag

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

Si el Comité del Nobel buscó poner la atención en la paz de Colombia premiando a uno de sus autores, haría bien en recordar un experimento similar que nos resulta demasiado familiar a los observadores del Oriente Medio.

 El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el presidente israelí en ese momento, Shimon Peres, en Jerusalén, 10 de junio de 2013. (Marcos Neyman / GPO)

Este año, el Premio Nobel de la Paz, que recayó en el presidente de Colombia Juan Manuel Santos «por sus esfuerzos decididos para poner fin en [Colombia] a más de 50 años de guerra civil», está siendo interpretado por algunos como un potencial contrapeso para el referéndum llevado a cabo en ese país y mediante el cual los colombianos voltearon un acuerdo de paz entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC.

Como reacción al premio Nobel, el periodista colombiano Carlos Arturo Charria, columnista del periódico El Espectador, dijo a 972 por correo electrónico que espera que el premio empuje a la mitad de su país «a salir de su odio y mala información» y apoye el acuerdo de paz.

Es un objetivo loable para un premio que, en 1973, fue nada menos que para Henry Kissinger. Pero la decisión del Comité del Nobel de la Paz puede, en cambio, hablar fundamentalmente de una mala interpretación de la dinámica de prolongación de conflictos.

Si el Comité del Nobel buscó poner la atención en la paz de Colombia premiando a uno de sus autores, haría bien en recordar un experimento similar que nos resulta demasiado familiar a los observadores del Oriente Medio. Fue en 1994, después de todo, cuando el premio de la paz fue para Yasser Arafat, Shimon Peres, y Yitzhak Rabin «por sus esfuerzos para crear la paz en el Oriente Medio».

Al igual que Peres y Rabin, que ayudaron a establecer la empresa de asentamientos de Israel, o Yasser Arafat, que no podía separarse de su uniforme característico ni siquiera en la ceremonia de entrega del Nobel, Santos forma parte de un grupo de galardonados que podría describirse como «Nobeles pacifistas» que presiden históricas aperturas hacia la paz, pero carecen desde siempre de la buena fe, por ejemplo, de Martin Luther king, Jr., el ganador del Premio Nobel de la Paz de 1964.

No puede haber ninguna duda de que Santos tiene más en común con el primer grupo. Como reacción al fallecimiento del expresidente israelí Peres -un hombre con el que el presidente de Colombia ahora comparte dos reconocimientos- dijo Santos en un tuit del 28 de septiembre: «Tuve el privilegio de conocerlo y de encontrar en él un amigo de la paz».

Es cierto, cuando Peres fue presidente de Israel, Santos, hablando a la prensa israelí, dijo que estaba orgulloso de que se hubiera llamado a su país «el Israel de América Latina». En un informe presentado en el momento, Ilana Dayan del Canal 2 de Israel dibujó un paralelismo aún más preocupante:

«Es difícil pasar por alto las huellas israelíes [en las operaciones militares en Colombia]… de repente suceden asesinatos selectivos, eliminando al personaje número dos de las FARC en Ecuador. Los métodos de operaciones que fueron probados con éxito en los casbahs de Nablus y Hebrón, ahora hablan español»

El «personaje número dos» al que Dayan se refería era Raúl Reyes, el líder de las FARC que fue asesinado en un ataque transfronterizo el 1 de marzo de 2008, durante el mandato de Santos como ministro de Defensa. Que Santos haya estado íntimamente involucrado en su planificación y ejecución -o que la Organización de los Estados Americanos en ese momento dijo del ataque que era «una violación de los… principios del derecho internacional»- parece no haber tenido consecuencias en la actualidad para el Comité del Nobel.

Pero incluso si el pasado del presidente de Colombia no es procedente (un sentimiento que la prensa colombiana de hoy parece estar exponiendo), queda la pregunta: ¿las fechorías que hizo un hombre en el pasado son un obstáculo superable en el camino hacia la paz?

Estableciendo paralelismos con el «proceso de paz» palestino-israelí, llevado a cabo en el terreno durante el mandato de los ganadores del Premio Nobel de la Paz de 1994, parece demasiado simplista, a excepción de que fue el propio Santos quien hizo la conexión.

En declaraciones a un entrevistador de Der Spiegel en 2014, Santos dijo que había estado «apoyándose en asesores internacionales desde el primer día» del proceso de paz en Colombia, incluyendo «personas que han estado muy estrechamente implicados en las negociaciones… palestinas- israelíes».

Uno se pregunta qué entendimientos pudo haber recibido el presidente de Colombia de alguien semejante a Dennis Ross, que se hizo conocido por haber escrito de su principal interlocutor palestino: «Con Arafat, es posible encontrar un modus vivendi, pero no la paz».

Esa comprensión sesgada de la «pacificación» puede no haber sido la razón para que Colombia vote por el «no» el 2 de octubre, pero si el fallido proceso de paz palestino-israelí es una guía para obtener el «sí» se necesitará más que un premio conferido a un hombre.

En su bien calificado discurso del 10 de diciembre de 1964, el doctor King proclamó:

«Creo en que los hombres egocéntricos pueden llegar a ser hombres generosos… La mayoría de estas personas nunca aparecerán en los titulares y sus nombres no aparecerán en Quién es quién. Sin embargo, cuando pasan los años y cuando la luz resplandeciente de la verdad se centra en esta maravillosa época en la que vivimos, los hombres y las mujeres sabrán y a los niños se les enseñará que tenemos una tierra más hermosa, un pueblo mejor, una más noble civilización porque estos humildes hijos de Dios estaban dispuestos a sufrir por causa de la justicia».

Mientras el sufrimiento continúe -desde Colombia hasta Tierra Santa- sólo podemos pensar que tenía razón.

Fuente: http://972mag.com/colombias-israel-connection-peacemaking-and-the-peace-prize/122511/