ENTENDIENDO A HAITI Hoy, como ya ha ocurrido varias veces desde el nacimiento de esta nación en 1804, Haití está sangrando. Sangra porque las naciones poderosas del mundo están una vez más poniendo a Haití como ejemplo, están forzando a Haití a cumplir su tiempo en la cruz. Para entender esta tragedia se requiere un […]
ENTENDIENDO A HAITI
Hoy, como ya ha ocurrido varias veces desde el nacimiento de esta nación en 1804, Haití está sangrando. Sangra porque las naciones poderosas del mundo están una vez más poniendo a Haití como ejemplo, están forzando a Haití a cumplir su tiempo en la cruz. Para entender esta tragedia se requiere un examen crítico del pasado de este país, una tarea que ha sido evadida reiteradamente por la prensa tradicional. Por el contrario, los medios corporativos sólo ofrecen imágenes descontextualizadas del «caos» y el «desconcierto» indiferenciado que rige hoy en Haití. Como consecuencia de esta perspectiva antihistórica, los comentarios consisten frecuentemente en referencias superficiales (y no tan sutilmente racistas) a la deficiente cultura política del país (Vudú, corrupción, sectarismo, etc.) que podrían frustrar nuestras benevolentes intenciones una vez más. (1)
Contrariamente a las descripciones de los medios corporativos, el susodicho caos en Haití está lejos de ser indiferenciado y «nuestras» intenciones lejos de ser benevolentes. Los asesinatos y la violencia que se han intensificado desde el 30 de septiembre son parte de un esfuerzo sistemático del gobierno interino y los militares para silenciar y someter a quienes apoyaban al depuesto presidente Jean Bertrand Aristide y a su partido, Fanmi Lavalas. Más aún, los EE.UU., Francia y Canadá jugaron un rol crucial en la creación de las condiciones para derrocar a Aristide (lo cual lograron finalmente los Marines estadounidenses) y desde aquel momento han apoyado resueltamente los brutales esfuerzos del nuevo gobierno. Estos eventos no quiebran la norma: incluso el repaso más superficial a la historia de este país revela la influencia preponderante que las potencias extranjeras han mantenido sobre el desarrollo de esta empobrecida nación caribeña. En particular, las fuerzas armadas haitianas y el gobierno de los EE.UU. han tenido una participación prominente en las luchas políticas del país a lo largo del siglo XX.
La historia de Haití es la historia de una explotación extranjera y de una lucha de clases nacional, de una violencia visceral y de una corrupción debilitante; sin embargo, la historia de Haití es sobre todo una historia de resistencia. Como tal, el patrón de intervención estadounidense en Haití debe estudiarse en el gran contexto del imperialismo después de la Segunda Guerra Mundial contra movimientos progresistas y en apoyo de las oligarquías latinoamericanas (2). Mientras que las limitaciones de espacio impiden una revisión completa de la historia de las relaciones entre EE.UU. y Haití desde esta perspectiva, antes de analizar el reciente golpe de estado y la situación actual del país, es importante destacar el origen del ejército haitiano y revisar algunas de las escandalosas afirmaciones de los medios estadounidenses en contra del Padre Aristide durante su primera presidencia.
«UN EJERCITO PARA COMBATIR AL PUEBLO»
Nacido de la única rebelión de esclavos exitosa de la historia, Haití afronta la antipatía de los EE.UU. y de Francia desde sus comienzos como país. La invasión y ocupación de los Marines estadounidenses desde 1915 hasta 1934 es significativa por dos razones: 1) revela los motivos del involucramiento estadounidense en Haití antes de la Guerra Fría, es decir, las mismas preocupaciones que guían la política de los EE.UU. hoy día, y 2) dejó cicatrices importantes en Haití y creó las fuerzas armadas, una institución que dominaría la vida política del país incluso mucho después del final de la ocupación. Según el presidente de los EE.UU. Woodrow Wilson, los objetivos de la ocupación eran la «pacificación» de los campesinos, el control de las aduanas y la disminución de la influencia europea en Haití. Noam Chomsky describe los numerosos «éxitos» de la misión: «La aceleración de la centralización económica, militar y política, su dependencia económica y sus agudas divisiones de clase, la explotación viciosa de los campesinos, los conflictos internos intensificados por el racismo extremo de las fuerzas de ocupación, y quizás lo peor de todo, el establecimiento de un ejército para combatir al pueblo» (3). Otros logros de la ocupación fueron la restitución virtual de la esclavitud y la disolución de la Asamblea Nacional con el fin de imponer una constitución diseñada por los EE.UU. que permitía la propiedad extranjera de la tierra local. Este fue el legado político e institucional del «idealismo wilsoniano» y los esfuerzos estadounidenses para «traer la democracia» a Haití (escasamente diferentes de sus nobles aventuras actuales), un legado cuyo control sobre el país solo se debilitaría en 1986 con la caída de la dictadura de Duvalier. (4)
«CONTRAPESOS VITALES»: EL GOBIERNO DE LOS EE.UU. Y LA PRENSA TRADICIONAL VS. LA DEMOCRACIA
Luego de la retirada de «Baby Doc» Duvalier del país en 1986, los haitianos sufrieron un período de «duvalierismo sin Duvalier» marcado por golpes de estado, masacres los días de elecciones y gobiernos militares, hasta las elecciones de diciembre de 1990, cuando una gama diversa de organizaciones de base llamada Lavalas (que significa «inundación súbita») llevó a Jean Bertrand Aristide a la presidencia. Las clases altas de Haití y el gobierno de los EE.UU. esperaban que su candidato, Marc Bazin, ex economista del Banco Mundial, ganara fácilmente y quedaron sorprendidos por la victoria de Aristide, sacerdote y abogado de los pobres. Los siete primeros meses de Aristide como presidente trajeron la interrupción de las violaciones de los derechos humanos, una reducción de la cantidad de gente en balsas huyendo de Haití, una exitosa campaña anti-corrupción, un salario mínimo más alto y, el 30 de septiembre de 1991, un golpe militar. La brutalidad con la cual los militares y sus aliados lidiaron con el movimiento Lavalas está bien documentada: masacres, asesinatos políticos, violaciones, palizas y arrestos arbitrarios eran comunes. El ejército, ayudado por el grupo paramilitar FRAPH (Frente Revolucionario para el Avance y el Progreso de Haití), asesinó a unas 5.000 personas entre 1991 y 1994. El golpe siguió el guión habitual en el cual la élite de Haití organiza y financia la operación mientras que los militares se encargan del trabajo sucio. El gobierno de los EE.UU. estaba profundamente implicado en el golpe: el líder del golpe, el General Raúl Cedras y otras figuras militares de alto rango, habían sido empleados de la CIA previamente y durante el golpe, y el FRAPH había sido organizado y financiado por la CIA, según el líder Emmanuel «Toto» Constant», a fin de actuar como un «contrapeso vital» al movimiento Lavalas. (5)
Mientras que el gobierno de los EE.UU. se ha opuesto a los regímenes revolucionarios, nacionalistas o incluso reformistas en América Latina (1954: Arbenz en Guatemala, 1964: Goulart en Brasil, 1973: Allende en Chile, 2002 hasta hoy: Chávez en Venezuela), la prensa estadounidense ha intentado justificar esa oposición. La mayoría de las veces los medios han recurrido a la práctica venerable de demonizar a los líderes de los gobiernos «enemigos.» El líder es entonces calificado de «autoritario» o de «mano dura», acusado de fomentar la «violencia» y la «guerra de clases.» En consecuencia, cuando los militares entrenados por los EE.UU. derrocan a los gobiernos elegidos y los reemplazan por juntas militares sangrientas, la prensa se lamenta que el gobierno haya sido la causa de su propio fracaso, mientras que los sectores más reaccionarios celebran que la iniciativa militar haya llegado justo a tiempo para «salvar la democracia» del «comunismo totalitario.» A este respecto, las acusaciones estrafalarias emitidas contra el Presidente Aristide se mantuvieron fieles al guión tradicional, culpando al presidente por su caída mientras ocultaban el papel de los EE.UU. en el golpe. Por ejemplo, Newsweek describe a Aristide como «un demagogo anti-estadounidense, un populista de izquierda inestable que amenazaba la empresa privada y aprobaba la violencia contra sus oponentes políticos.» Otros medios repetían las declaraciones de la oposición de que Aristide estaba construyendo un nuevo «fascismo», que era «peor que Duvalier» o que era un narcotraficante. (6) Todas estas afirmaciones carecían de fundamento: los abusos contra los derechos humanos alcanzaron el nivel más bajo de la historia del país y Aristide dio comienzo a una iniciativa para frenar el tráfico de drogas. A la vez que condenaba ocasionalmente la masiva inequidad reinante en el país, con frecuencia exhortaba a los empresarios a cooperar y ayudar a los pobres. Difícilmente Aristide podría haber sido culpado por las tensiones y los conflictos en una sociedad en la que el 1% de la población recibe el 46% del ingreso nacional mientras la vasta mayoría vive en la miseria.
DOMANDO AL SACERDOTE
Mientras que los EE.UU. se unieron nominalmente a la comunidad internacional al aplicar sanciones contra la junta militar, la verdadera presión se estaba ejerciendo sobre Aristide. El embargo de los EE.UU. era extremadamente poroso y ni Bush padre ni Clinton tenían intenciones de cerrar ninguno de sus agujeros. (7) Mientras tanto, durante las negociaciones iniciadas por los EE.UU. entre Aristide y los militares, el ex sacerdote era frecuentemente forzado a hacer concesiones a sus adversarios, aún cuando estaban masacrando a su gente en Haití. El razonamiento era el siguiente: Aristide es un líder que ha dividido y polarizado al país (nuevamente, una retórica muy habitual cuando se trata de líderes latinoamericanos que no le can bien a la burguesía). Por lo tanto es necesario que Aristide forme un gobierno más «inclusivo» antes de volver a Haití. Sin embargo, el haber reunido al 67% de los votos es difícilmente un indicador de polarización, a menos que descartemos las opiniones de los «analfabetos que votaron por Aristide», como quería la elite haitiana. Más aún, los EE.UU., al forzar a Aristide a negociar con los militares y las elites, estaban implícitamente reconociendo que las demandas de cada parte eran igualmente válidas. Cuando el torrente de refugiados que escapaban de Haití rumbo a Florida forzó la reacción de Clinton, en octubre de 1994 Aristide fue restaurado en el poder por los Marines estadounidenses. Sin embargo, su regreso implicó un precio muy alto en términos de justicia y democracia: amnistía para los militares, «ampliación» del gobierno para incluir a miembros de la oposición que apoyaron el golpe, implementación de «ajustes estructurales,» el plan económico que favorecía a su oponente Marc Bazin, y el terminar los cinco años de mandato en 1995, contando sus tres años en el exilio como parte de su gobierno.
Sin embargo Aristide demostró que era un hueso duro de roer. «En septiembre de 1995 Aristide despidió a su Primer Ministro por aprobar un proyecto para privatizar los molinos harineros y las fabricas de cemento sin insistir en los términos progresistas que el FMI había prometido respetar» (8) y antes del final de su truncado mandato, Aristide disolvió el ejército asesino. Ésta fue probablemente la mayor contribución que jamás se haya hecho a la causa de la democracia en Haití. Luego de que Rene Préval asumiera la presidencia en 1996, Aristide se distanció de aquellos miembros de la Organización Política Lavalas (OPL) que se sentían cómodos implementando el paquete de políticas neoliberales (liberalización comercial, desregularización del sector privado, y privatización de las empresas estatales) y formó Fanmi Lavalas (FL). Desde esta posición de ventaja Aristide era libre de criticar las reformas que le impusieron a su gobierno, mientras que sus opositores las llevaban a cabo, situándolo a él en una posición políticamente muy sólida para las próximas elecciones. (9)
EL REGRESO TRIUNFANTE PERO «DEFECTUOSO» DE ARISTIDE
La crisis actual de Haití comenzó en Mayo de 2000 con las notoriamente «defectuosas» elecciones legislativas. Se votó una plétora de posiciones nacionales y locales y Aristide emergió con una victoria aplastante, ganando 89 de los 115 puestos municipales, 72 de los 83 asientos en la Cámara de Diputados y 18 de los 19 asientos en juego en el Senado (hay 27 asientos en el Senado). La OEA (Organización de Estados Americanos) y otros observadores estimaron que la participación electoral había sido del 60% con «muy pocos» incidentes de violencia o fraude. El impacto, como afirma Meter Hallward en New Left Review, fue tremendo:
«Las elecciones de 1995 han desacreditado completamente a los llamados partidos políticos tradicionales, especialmente a aquellos que colaboraron con el régimen militar entre 1991 y 1994 eliminándolos de cualquier rol futuro en la política electoral. En mayo de 2000, los miembros de la coalición original de Lavalas que se habían vuelto contra Aristide sufrieron el mismo destino. Para la oposición anti-Aristide las elecciones demostraron que no había posibilidad de derrotar a FL en las elecciones del futuro inmediato» (10).
Enfrentados con esta masiva derrota en las elecciones de mayo y con la perspectiva inminente de otra derrota en las próximas elecciones presidenciales, la oposición y sus aliados imperialistas hicieron lo único que podían hacer: gritaron fraude. El esfuerzo propagandístico para desacreditar las elecciones, y por extensión a FL, comenzó con la OEA (comúnmente considerada como un instrumento de la política exterior de los EE.UU. en América). Esta organización revirtió su anterior informe acerca de las elecciones sobre la base de un detalle técnico, afirmando que el método utilizado para contar los votos para 8 asientos del Senado por el CEP (Coalición de Elección Provisional) era «defectuoso». La Constitución de Haití estipula que el ganador debe obtener más de la mitad más uno de los votos. El CEP determinó esto calculando el porcentaje de votos de los cuatro candidatos principales, mientras que la OEA reclamó que deberían haber incluido a todos los candidatos (11). Estas preocupaciones sobre la validez de las elecciones cobraban fuerza en muchos frentes. En primer lugar, la OEA había estado trabajando con el CEP para preparar las elecciones desde 1999, y por lo tanto estaba totalmente al tanto del método a ser utilizado y no levantó la voz en su momento. En segundo lugar, la utilización del método de la OEA muy difícilmente hubiera cambiado el resultado de las elecciones. Tomando el ejemplo dado por James Morrell, un politicucho anti-Aristide, el departamento del noreste en el cual dos asientos del Senado estaban en juego ofrece una idea de cuán «defectuosas» fueron las elecciones. En esta contienda, para lograr la mitad más uno de los votos demandada por la OEA se necesitaban 33.154 votos, mientras que los dos candidatos del FL habían ganado con 32.969 y 30.739 votos respectivamente, mientras que el rival más cercano había ganado alrededor de 16.000 votos. Por lo tanto, si esta elección hubiera ido a una segunda vuelta como fue solicitado por la OEA, los dos candidatos del FL hubieran necesitado 185 y 2.418 votos respectivamente, mientras que su oponente hubiera necesitado unos 17.000 votos.(12). Finalmente, los resultados de las elecciones legislativas concordaban con los de las elecciones municipales y la Cámara de Diputados, sobre las cuales la OEA no tenía objeciones.
Las calumnias emitidas por la OEA se convirtieron en el punto de partida de todos los esfuerzos de la oposición y sus aliados imperialistas para derribar al gobierno de Fanmi Lavalas. La oposición denunció las elecciones como fraudulentas y sus representantes en el CEP dimitieron como protesta. Las dispares ramas de la oposición -OPL y otros disidentes «de izquierda» anteriormente asociados a Lavalas, junto con líderes empresarios, exduvalieristas y otros elementos de la derecha- se unieron en el verano de 2000 bajo la bandera de la Convergencia Democrática (CD) y anunciaron un boicot a las elecciones presidenciales que se llevaría a cabo en noviembre. Demostró ser un gesto vacío. Cerca del 50% del electorado se presentó a votar a pesar del boicot, y entregaron a Aristide la presidencia con alrededor del 92% de los votos. Pese a que la Convergencia Democrática y las embajadas aliadas afirmaron que la participación en las elecciones fue mucho menor, entre 10 y 20%, una encuesta pedida por USAID realizada en octubre de 2000 por Gallup justo antes de la elección confirma las declaraciones oficiales demostrando que era «muy probable» y «algo probable» que más de 3 cada 4 personas concurrieran a votar. En la misma encuesta, alrededor del 50% nombró a Aristide como la figura política en la que «más confiaban». La figura siguiente era el miembro de la CD Evans Paul que recibió solamente un apoyo del 3,8% (13).
ASUNTOS HABITUALES EN EL PATIO TRASERO DE LOS EE.UU.
Por su parte, los EE.UU., Canadá, y la UE (a petición de Francia), junto con las instituciones prestamistas multilaterales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, interrumpieron toda ayuda y créditos a Haití, llevando su frágil economía hacía la crisis. Los EE.UU. declararon que el final del embargo estaba condicionado a una solución política. Sin embargo la oposición no tenía intención alguna de resolver el asunto (al menos democráticamente). «Desde el comienzo, el objetivo de la CD era la opción cero: la anulación total de las elecciones de 2000 y el rechazo a que Aristide participara en las siguientes elecciones» (14). Después de que Aristide asumiera la presidencia logró persuadir a 7 de los 8 senadores a presentar su renuncia para llevar a cabo nuevas elecciones de los asientos disputados, pero la CD se negó sabiendo perfectamente bien que perderían en unas nuevas elecciones tal como lo habían hecho en las anteriores. En cada negociación subsiguiente Aristide y FL ofrecían más y más concesiones a la CD y la CD las rechazaba cada vez. La intransigencia de la oposición fue continuamente apoyada por los EE.UU., que fundaron la CD y varias organizaciones anti-Aristide a través de USAID y la NED (Nacional Endowment for Democracy, Fondo Nacional para la Democracia). Una de estas organizaciones era el muy neoliberal Grupo de los 184, una asociación de varios grupos de la «sociedad civil» liderados por Andy Apaid, un empresario dueño de fábricas de maquila. Este «bloqueo político» creado por la oposición fue el pretexto utilizado por los EE.UU. y otros países imperialistas para estrangular económicamente a Haití hasta el derrocamiento de Aristide.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, la estrangulación económica y la desestabilización política, combinadas con un aumento de los programas de entrenamiento y ayuda a los militares, fue la estrategia estadounidense para derribar a los gobiernos latinoamericanos errantes. Desde la década de los 60, de acuerdo con documentos internos desclasificados, la ayuda y el entrenamiento militar estadounidense ha servido para reorientar a las fuerzas armadas latinoamericanas hacia la «seguridad interna» y otros «objetivos estadounidenses,» principalmente «para proteger y promover las inversiones y el comercio de EE.UU.,» produciendo una fuerza local preparada para intervenir a favor de los «intereses estadounidenses» una vez que el gobierno atacado comience a debilitarse.(15) Cuando la implementación de este tercer y crucial elemento de la estrategia se volvió imposible, los EE.UU. financiaron y organizaron fuerzas en estados aliados limítrofes para «liberar» ese país. Esta alternativa fue utilizada contra Nicaragua en los 80, con los Contras lanzando ataques desde su base en la vecina Honduras, y ha sido puesta en práctica nuevamente en Haití.
El 28 de Julio de 2001, ex miembros del Ejército y/o de las brigadas de la muerte FRAPH lideradas por el ex policía Guy Philippe, organizaron ataques contra las comisarías situadas a lo largo de la frontera entre Haití y República Dominicana asesinando al menos a cinco oficiales. Guy Philippe había recibido entrenamiento militar estadounidense en Ecuador durante el golpe de 1991-1994, y fue incorporado a la Policía Nacional Haitiana (HNP) en 1995. Su carrera en la HNP estuvo marcada por las ejecuciones que los policías llevaron a cabo bajo sus órdenes y acusaciones de narcotráfico (16). En octubre de 2000, Philippe huyó a la República Dominicana después de habérsele descubierto planeando un golpe contra el gobierno de Préval junto a otros jefes de policía. Desde el exilio y junto al segundo en rango en la FRAPH, Louis Jodel Chamblain, dirigieron ataques contra el Palacio Presidencial el 17 de diciembre de 2001 y contra la represa hidroeléctrica de Peligre el 6 de mayo de 2003. Éstos y otros muchos ataques a través de la frontera provocaron la muerte de docenas de policías y miembros de Fanmi Lavalas (17). Mientras tanto, el gobierno dominicano no hizo nada para impedir estos ataques e ignoró las repetidas peticiones que hicieron las autoridades haitianas para extraditar a los culpables de abusos contra los derechos humanos que se escondían en su territorio. Stan Goff fue parte de una delegación organizada por el Internacional Action Center (Centro de Acción Internacional) que en marzo de 2004 visitó la República Dominicana y descubrió, a través de entrevistas con el ex general del ejército dominicano, agentes de aduana y otras fuentes, que ex militares y paramilitares haitianos habían sido discretamente integrados en el ejército dominicano y entrenados en una base cercana a la frontera con Haití. Más aún, según Goff, «el gobierno dominicano es un gobierno colonial y nada más…nada de esto hubiera pasado sin la complicidad de los EE.UU., sin la facilitación de los EE.UU. sin el financiamiento y el apoyo de los EE.UU.» Es más, Goff indica que la embajada de los EE.UU. en la República Dominicana estaba al tanto de la presencia de paramilitares e incluso los entrenaban y armaban. Cita declaraciones del general dominicano retirado Nobel Espejo en las que dice que 20.000 M-16 enviadas por EE.UU. en febrero de 2003 jamás fueron recibidas por el ejército, armas éstas cómo las utilizadas por los hombres de Philippe (18). Las M-16 eran parte del programa de asistencia militar llamado «Operación Jaded Task» destinado a entrenar a los militares dominicanos en estrategias de contra-insurgencia.(19)
LOS DERECHOS HUMANOS COMO ENCUBRIMIENTO DEL IMPERIALISMO
Los medios occidentales jugaron un rol integral en la campaña contra el gobierno de Lavalas, planteando preguntas falsas sobre las credenciales democráticas de Aristide mientras los imperialistas y sus varias «instituciones internacionales» luchaban para derrocarlo. Con este objetivo, los medios recurrieron a la misma retórica difamatoria utilizada con anterioridad y durante el golpe de 1991-1994. Se retrató a Aristide como a un líder corrupto y hambriento de poder que tomó el poder mediante elecciones «defectuosas» y «fraudulentas» y utilizó la violencia para aplastar a la oposición política de su gobierno. Mientras que los opositores reavivaron y exageraron las antiguas acusaciones sobre sus tendencias autoritarias, su extrema corrupción y su involucramiento en el narcotráfico, que la prensa tradicional sostuvo sin cuestionamiento alguno; quizás la afirmación más seria en su contra fue que Lavalas había otorgado armas a las pandillas y había utilizado a estos «Chimères» para atacar a opositores y sofocar el disenso. Como la mayoría de las buenas mentiras, había una pizca de verdad en estas acusaciones. Los partidarios de Aristide habían utilizado la violencia contra las manifestaciones de la oposición y algunos eran miembros de pandillas criminales. Robert Fatton, un implacable crítico de Aristide y sus supuestas tendencias autoritarias, ofrece una interesante interpretación de las motivaciones de las pandillas: «Los Chimères de Lavalas y sus seguidores están amenazando a la oposición porque ellos creen que están exacerbando la crisis para generar un caos que incite el regreso de los militares. Temen que el objetivo último de la CD es derribar a Aristide y están comprometidos a utilizar la violencia para prevenir ese resultado» (20). A la luz de los recientes eventos en Haití, sus miedos parecen estar bien fundados. En cuanto al presunto apoyo de Aristide a los Chiméres, no hay evidencia alguna. Es más, el actual Ministro de Justicia interino de Haití ha preferido trabajar con el Departamento de Justicia de los EE.UU. para encontrar pruebas de que Aristide envió dinero del tesoro estatal a cuentas bancarias personales en el extranjero, abandonando aparentemente los esfuerzos para ligar al depuesto presidente con la violencia que ocurrió durante su mandato.
Los medios ofrecieron una visión unilateral de lo que estaba pasando en Haití, enfatizando constantemente la violencia contra la oposición e ignorando los ataques contra Lavalas provenientes de la República Dominicana y de dentro de Haití. Por lo tanto, la historia de Haití fue descripta como «una crisis de derechos humanos» en lugar de como una lucha política entre ex militares y la élite local por un lado, y el gobierno de Lavalas y sus seguidores por otro. Voces estridentes de la CD y la «sociedad civil» igualaban frecuentemente a Aristide y los «Chimères» con la dictadura de Duvalier y sus «Tonton Macoutes.» Meter Hallard observa:
Sin embargo, en comparación, la violencia política durante la administración de Lavalas fue mucho menor que bajo los regímenes previos. Los informes de Amnistía Internacional de los años 2000 a 2003 atribuyen un total de aproximadamente 20 o 30 asesinatos a policías y seguidores de FL, un número mucho menor que los 5.000 asesinatos cometidos por la junta y sus partidarios entre 1991 y 1994, y menor aún que los 50.000 que se le atribuyen usualmente a las dictaduras de los Duvalier. El estudio de la violencia de Lavalas sugiere a su vez que mayormente fue un asunto de pandillas. Existen pandillas armadas en Puerto Príncipe, como las hay en San Pablo, Lagos o Los Angeles, y sus números se han incrementado durante los años recientes con la deportación a la isla de más de mil convictos haitianos y haitianos-estadounidenses del sistema carcelario de los EE.UU. (21)
UN GOLPE HECHO EN CANADA
Mientras se apretaban las tuercas en Haití, el gobierno canadiense, representado por el entonces Ministro de la Francofonía Denis Paradis, organizó una «mesa redonda de alto nivel sobre Haití «para discutir «la situación política actual del país.» La «Iniciativa Ottawa» llevada a cabo del 31 de enero al 1 de febrero no incluyó a ningún oficial haitiano, quienes se enteraron de esa reunión después de que Paradis comentara los detalles de la misma con el periodista de L’Actualité Michel Vastel, en marzo de 2003. Según Vastel, Paradis le dijo que los temas discutidos incluyeron la posibilidad de derrocar a Aristide, el regreso potencial de las desbandadas fuerzas armadas haitianas, y la opción de imponer en Haití un protectorado al estilo del de Kosovo. Como consecuencia del escándalo que este reportaje causó en Haití, Paradis fue retirado de su posición como Secretario de Estado para América Latina y reemplazado como Ministro de la Francofonía. Más tarde Paradis declararía que el verdadero tema de la reunión había sido «la responsabilidad de proteger» la doctrina impulsada por Paul Martin mediante la cual la comunidad internacional tiene la obligación de intervenir militarmente en los «estados fracasados» por el bien de sus pueblos, por supuesto. «En retrospectiva, como ha comentado el periodista independiente Anthony Fenton, la distinción es algo sutil: ya sea que la intervención militar haya sido discutida explícitamente, como afirma Vastel, o implícitamente, como insiste Paradis, el hecho importante es que la intervención militar tuvo lugar, Aristide fue derrocado, las fuerzas armadas haitianas efectivamente han vuelto y se ha impuesto un protectorado de facto sobre el pueblo haitiano.» (22)
En febrero de 2004, la intensa presión ejercida sobre Haití desde el tiempo del embargo fue acompañada por el crecimiento de la oposición financiada por el imperialismo, y de los ex militares y paramilitares. La CD y el Grupo de los 184 organizaron una serie de manifestaciones antigubernamentales; y una coalición de pandillas liderada por Butter Metayer y el ex líder de FRAPH Jean Tatoune organizaron una «rebelión» en Gonaives que luego se vio reforzada por la invasión de Guy Philippe. Los medios describieron la situación como una revuelta popular contra el régimen autoritario y corrupto, y para nada se mostraron compungidos por los ataques liderados por gente que no respetaba los derechos humanos, ignorando por completo el pasado sórdido de estos cabecillas. Los medios frecuentemente exageraban el tamaño de las manifestaciones de la oposición mientras ignoraban las contra-manifestaciones mucho mayores de los partidarios de Lavalas. Se decía que la oposición de la sociedad civil tenía amplias bases e incluía a gente de todo el espectro político, mientras que jamás se mencionó que Aristide aún seguía teniendo el apoyo de la mayor parte de la población. En una encuesta de USAID de marzo de 2002, el 60% de los entrevistados respondieron que Aristide era el político en quien más confiaban y el 61,6% dijo que simpatizaban o eran miembros de FL, mientras que sólo el 13% se decantaban por la convergencia o alguno de sus partidos miembros (23). Desde el golpe, funcionarios de las embajadas estadounidense y canadiense en Haití han confirmado estos resultados y le dijeron al periodista Anthony Fenton en julio de 2004 que, de haber convocado a elecciones, Lavales hubiera ganado. (24)
Los «rebeldes» arrasaron Haití ciudad por ciudad, asesinando a policías e incendiando edificios públicos, llegando rápidamente a la capital Port-au-Prince. Aristide pidió «dos docenas de pacificadores» a la comunidad internacional para ayudarle a restaurar el orden y prevenir que los ex militares tomen el país nuevamente, pero su petición cayó en oídos sordos. Jeffrey Sachs recuerda los eventos de la noche del 29 de febrero de 2004, cuando los hombres de Guy Philippe esperaban en las afueras de Port-au-Prince:
«Según el Sr. Aristide, oficiales estadounidenses que estaban en Port-au-Prince le dijeron que los rebeldes estaban en camino hacia la residencia presidencial, y que él y su familia no sobrevivirían si no tomaban inmediatamente un avión estadounidense listo para llevarlos al exilio . Los EE.UU. dijeron bien claro, afirmó, que no le otorgarían protección en la residencia oficial a pesar de que podrían haberlo arreglado fácilmente.»
Es más, el abogado de Aristide declaró que los EE.UU. bloquearon el refuerzo de la propia seguridad de Aristide y se negaron a dejarlo entrar al avión hasta que firmara una carta de renuncia.
Luego se le negó acceso a un teléfono por cerca de 24 horas y no supo nada de su destino hasta que fue depositado en la República de Africa Central» (25),
El gobierno de los EE.UU. desmintió las declaraciones de Aristide calificándolas de «ridículas», sin otorgar en respuesta evidencia o explicación alguna de lo que había ocurrido. (26). Como de costumbre, los medios demostraron su falta de compromiso y rápidamente abandonaron el tema.
Canadá jugó un papel principal en el secuestro/golpe de estado. La Fuerza Conjunta de Tareas Nº 2, un grupo comando de elite de las Fuerzas Armadas Canadienses, se encontraba en Haití el 29 de febrero de 2004, vigilando la pista desde la cual los marines estadounidenses secuestrarían al Presidente Jean-Bertrand Aristide. Canadá, junto con Francia y Chile, también suministró tropas para la subsecuente ocupación, liderada por EE.UU. y aprobada por las Naciones Unidas, que dio a los invasores el nombre de Fuerza Interina Multinacional (MIF).
Parte II: Después del golpe en Haití – Marzo de 2004 a enero de 2005
EL DESASTRE DESDE EL GOLPE
La situación de los derechos humanos en Haití es muy grave. La insurgencia de febrero de 2004 que culminó con el secuestro del Presidente Aristide desembocó en una ola de abusos contra su partido, Fanmi Lavalas, y sus seguidores. La campaña de persecución se ha llevado a cabo por los rebeldes con el apoyo activo de autoridades de facto instaladas por los EE.UU. y con la complicidad de los ocupantes.
Numerosos grupos de derechos humanos han documentado los abusos generalizados que han ocurrido y continúan ocurriendo desde la caída de Aristide. Veintenas de ex funcionarios del gobierno, miembros de organizaciones populares, gente de las barriadas pobres, campesinos, y otros seguidores de Lavalas han sido asesinados; muchos otros han sido golpeados, amenazados y forzados a esconderse por temor a perder sus vidas. Un informe del Instituto para la Justicia y la Democracia en Haití (IJDH) ofrece una imagen terrorífica de la escalada de la violencia: «El director de la morgue del hospital público de Puerto Príncipe informó que ha recibido más de 1.000 cuerpos solo en el mes de marzo. A pesar de que algunos han muerto por causas naturales, en un mes normal la morgue recibe unos 100 cadáveres. El Director dijo que muchos de los 1.000 cuerpos habían llegado con las manos atadas en la espalda y con orificios de balas en la parte trasera del cráneo.» (27)
En marzo de 2004, la delegación de la Asociación Nacional de Abogados (NLG) en Haití informó que entre 40 y 60 cuerpos habían sido arrojados a la Pista de Aviación en Delmas 2, un barrio de Puerto Príncipe; donde encontraron una pila de cenizas y cerdos comiendo carne humana de huesos que no habían sido quemados. El grupo fotografió cráneos frescos y otros huesos humanos, algunos todavía enredados en ropas o con zapatos o zapatillas al lado. La delegación observó que el combustible utilizado para el fuego era divisa local errada.» La Pista de Aviación se había utilizado durante el gobierno de la junta militar de 1991-1994 para deshacerse de cuerpos. (28)
Amnistía Internacional (AI) ha informado que: «En febrero y marzo, la Comisión de Justicia y Paz de la Iglesia Católica documentó unos 300 casos de asesinatos sólo en Puerto Príncipe, a pesar de que estimaban que el verdadero número de asesinatos podía llegar a ser de 500.»
De acuerdo con los hallazgos de prácticamente todas las delegaciones de derechos humanos, AI remarcó que «la identidad de las víctimas y la naturaleza de las amenazas y otros abusos cometidos concordaban con un patrón de persecución contra aquellos especialmente cercanos o percibidos como cercanos al ex régimen de Fanmi Lavalas.» (29)
Desafortunadamente, la situación en el campo, donde viven 2 de cada 3 haitianos, bien podría ser aún peor. Las fuerzas de la policía local han sido diezmadas por los rebeldes, que están actuando como autoridades de facto: «(los rebeldes) han ocupado las estaciones de policía y los ex cuarteles militares. En varias ocasiones las autoridades judiciales han emitido y entregado órdenes de arresto para hacerlas cumplir a estas fuerzas ya que son la única fuerza «policial» en el área. (30). El acceso a las áreas rurales se ha restringido, especialmente en el norte dominado por los rebeldes, pero ha habido muchos informes (en algunos casos documentados) de asesinatos e incendios provocados contra los seguidores de Lavalas.
Como resultado de la ola de violencia contra Lavalas y sus partidarios, muchas personas se han convertido en refugiados en su propio país, y han escapado a Puerto Príncipe, donde deben cambiar de lugar cada noche para no ser atrapados, o a las montañas, donde subsisten como pueden. (31)
El comportamiento de los rebeldes no sorprende a nadie que esté familiarizado con el pasado de sus líderes, un grupo de notorios violadores de los derechos humanos salidos de los altos mandos del FRAPH y las ex fuerzas armadas. Guy Philippe ha sido citado diciendo que el hombre que más admira es Pinochet, y Louis-Jodel Chamblain fue condenado por liderar la masacre de Raboteau en 1994. Hombres como Jean «Tatoune» Baptiste y el auto declarado General Remissainthes Ravix poseen historias personales similares. El rango y las filas de los rebeldes están compuestos por miembros de las ex fuerzas armadas, violadores de los derechos humanos ya condenados pero liberados después de que las cárceles fueran vaciadas durante el golpe y pandillas criminales que presintieron hacia qué lugar soplaban los vientos políticos en aquel momento.
«NEUTRALIDAD» AL ESTILO ESTADOUNIDENSE Y LA POLÍTICA DEL RÉGIMEN DE LATORTUE
Con la caída de Aristide, los EE.UU. establecieron un gobierno «neutral» y «tecnocrático» para organizar elecciones inclusivas y «restaurar» la democracia (después de que los EE.UU. y sus fuerzas aliadas hubieran terminado de desmantelarla). Sin embargo, de acuerdo con el Consejo para Asuntos Hemisféricos, lejos de haber sido un actor político neutral, el gobierno de facto del Primer Ministro Gerard Latortue «es el equipo de ensueño para los partidos de oposición de Haití… que barrió con todos los vestigios del Aristidismo llevando al país hacia una dirección más conservadora y decididamente más pro-EE.UU.» (32) Tom Reeves describe la historia política del personal del nuevo gobierno: «Latortue fue miembro de un gobierno golpista en 1988. El gobierno instalado por los EE.UU. incluye a funcionarios de extrema derecha del anterior régimen golpista de Raúl Cedras y de los regímenes de los infames Duvaliers. El Ministro del Interior es Herard Abraham, un ex general haitiano que pretende restablecer las fuerzas armadas haitianas. La mayor parte del gabinete está formada por tecnócratas exiliados que trabajaron para el Banco Mundial, el FMI, USAID y las Naciones Unidas. Son campeones del ajuste estructural y las políticas neoliberales.» (33)
El gobierno de Latortue ha desmantelado programas sociales dirigidos a los pobres que establecidos durante las administraciones de Préval y Aristide. Ha recortado subsidios para fertilizantes destinados a los hacendados pobres, con el consecuente incremento de los precios de los mismos, acrecentando las dificultades que deben enfrentar estos sectores. El gobierno ha interrumpido el financiamiento de los programas de alfabetización y ha eliminado subsidios para niños en edad escolar y para libros de texto. El proyecto Accompaniment Haití ha informado que: «grandes terratenientes acompañados de fuerzas paramilitares armadas han tomado tierras que se habían entregado a familias campesinas como parte de los proyectos de reforma agraria de las administraciones de Préval y Aristide (300 hectáreas fueron distribuidas a 6.000 familias). Estas medidas se implementaron después de que el Primer Ministro de facto Gerard Latortue criticara el programa de reforma agraria de Lavalas en Jacmel. AI ha denunciado eventos similares. El sector público ha sido blanco de ataque: se ha despedido sin compensación a unos 10.000 empleados públicos, incluidos 2.000 empleados de la empresa estatal de telefonía, por su supuesto apoyo a Lavalas. (34) Médicos y enfermeras del Hospital General de Puerto Príncipe organizaron una huelga en enero porque el gobierno no ha pagado sus salarios durante tres meses, resultando en un severo deterioro del ya de por sí inadecuado sistema de salud. (35) Sin embargo, el régimen de Latortue ha ofrecido apoyo económico a los grandes negocios de Haití en forma de exención fiscal por tres años.
Desafortunadamente, la hostilidad del gobierno de facto hacia Lavalas y los pobres va más allá de estos ataques económicos. «En su primera declaración pública, (Latortue) anunció que la orden de Aristide de reemplazar al ejército por una fuerza de policía civil violaba la constitución de Haití; prometió nombrar una comisión para examinar los asuntos relacionados con su restauración,» informa Paul Farmer, un doctor estadounidense que trabaja en Haití. (36) En un discurso revelador realizado en Gonaives el 19 de marzo, el primer ministro de facto elogió a los rebeldes como «luchadores de la libertad» y pidió un minuto de silencio por todos aquellos que «cayeron luchando contra la dictadura.» El Ministro de Justicia de Latortue, Bernard Gousse, político de extrema derecha y miembro de la campaña anti-Aristide, ha declarado que no pretende desarmar a los rebeldes o detener a los convictos que escaparon, y ha estado persiguiendo con gran determinación a Lavalas y sus seguidores. Es más, el gobierno instalado por los EE.UU. ha copado todos los altos mandos de la Policía Nacional Haitiana (HNP) con ex militares (37) y ha incorporado a 500 miembros de las antiguas fuerzas armadas a esta institución, mientras entre 500 y 1.000 de ellos esperan ser contratados durante el próximo año. (38)
Bajo la mirada pasiva del gobierno interino, el antiguo ejército se ha reconstituido ilegalmente, estableciendo bases a lo largo del país, incluso una en el rico distrito de Petionville en Puerto Príncipe. Los soldados en Petionville son apoyados por los residentes de clase alta y colaboran con las operaciones de rutina de la HNP en los barios pobres, y también llevan a cabo sus propias operaciones. Además, los soldados demandaron el pago de salarios atrasados por el período que va de 1995 a 2004 ocupando edificios públicos y amenazando al gobierno. Entonces el gobierno de Latortue, tan servicial, les ofreció unos $ 30 millones en compensación provenientes del erario público. (39)
REPRESION POLITICA Y JUSTICIA UNILATERAL
Con el resurgimiento del cruel ejército haitiano y la hostilidad de las autoridades provisionales hacia Lavalas, que constituye el mayor movimiento político de masas en el país, la libertad política se ha visto severamente restringida.
Al menos cuatro estaciones de radio a favor de Lavalas han sido incendiadas y saqueadas en Cap-Haitian y San Marcos, y los ex rebeldes han amenazado, secuestrado o golpeado a todo periodista considerado seguidor de Lavalas o crítico del gobierno de facto. La Asociación de Periodistas Haitianos ha informado que varios periodistas que temían por su seguridad en las regiones norte y central de Haití han decidido ocultarse. El gobierno de facto también restringió la libertad de prensa cerrando ilegalmente Radio TiMoun y Tele-TiMoun, dos medios establecidos por la Fundación Aristide para la Democracia, y arrestó a uno de sus camarógrafos. (40). Mientras tanto los medios haitianos ya no defienden la libertad de prensa con el mismo vigor. Según Joseph Guy Delva, director de la Asociación de Periodistas Haitianos, corresponsal de Reuters y crítico de Aristide, si se arrestaba a un periodista durante el gobierno de Aristide, la prensa y la radio organizaban un alboroto tremendo. Hoy en día, declara Delva, cuando un periodista es arrestado «los diarios y las estaciones de radio aplauden». Lamentablemente, la razón de este cambio súbito es evidente: aproximadamente 20 de las 25 radios y medios gráficos en Haití pertenecen a miembros del Grupo de los 184 y han diseminado sin sentido crítico la propaganda anti-Lavalas del gobierno. (41)
Los opositores políticos al gobierno de Latortue y los seguidores de Lavalas son arrestados cotidianamente violando sus libertades civiles. El 16 de septiembre «oficiales de policía asaltaron las oficinas de la Confederación de Trabajadores Haitianos y arrestaron a 9 miembros del sindicato sin orden alguna. La justificación oficial del arresto fue que los acusados eran «cercanos a las autoridades de Lavalas». Horas más tarde, hombres encapuchados con uniformes militares atacaron la oficina del Comité para la Protección de los Derechos del Pueblo Haitiano». (42) Se ha arrestado a numerosos líderes de Fanmi Lavalas y activistas sin orden judicial, que han sido abandonados a su suerte en cárceles, negándoseles el derecho de ver a un juez dentro de las 48 horas siguientes a su detención. Las «búsquedas de armas» que realizó la policía en barrios pro-Lavalas de Puerto Príncipe han terminado con pocas armas en mano pero con muchos arrestos arbitrarios. El Instituto para la Justicia y la Democracia en Haití (IJDH) ha informado que: «las prisiones están peligrosamente abarrotadas y en malas condiciones sanitarias. Muchas cárceles fueron destruidas por los insurgentes, especialmente en Cap. Haitian, Gonaives, Les Cayes, y Jeremie. La gran afluencia de prisioneros, incluidos muchos prisioneros políticos, se amontona en las zonas que quedan. No hay comida adecuada, agua potable o servicios médicos, y muchos prisioneros están gravemente enfermos». (43) Son comunes las palizas y otras formas de abuso por parte de los guardias. Los atrasos en el sistema judicial constituían un problema ya en el régimen de Aristide, por tanto no se puede culpar enteramente al régimen de facto, pero el gobierno de Latortue está exacerbando conscientemente las malas condiciones carcelarias al arrestar ilegalmente y en masa a opositores políticos con el fin de silenciarlos.
Por otro lado, el sistema de «justicia» ha sido extremadamente amable con los amigos del nuevo gobierno. Louis-Jodel Chamblain, previamente condenado in absentia por el asesinato del empresario Antoine Izmery en 1993 así como por su participación en la masacre de Raboteau, se entregó entre llantos a las autoridades el 22 de abril (según la ley haitiana, los condenados in absentia tienen derecho a un nuevo juicio al regresar a su país). Chamblain declaró que sacrificaría su libertad a fin de que «Haití pueda tener la oportunidad de una verdadera democracia por la que él había estado luchando hasta ese momento». Incluso antes de que comenzara el juicio, toda esperanza de que éste fuera imparcial era minúscula: el Ministro de Justicia Bernard Gousse admitió que la entrega había sido negociada y declaró que Chamblain «no tenía nada que ocultar». Gousse continuó elogiando la decisión de Chamblain de entregarse «como un gesto bueno y noble» y sugirió que podría ser perdonado «por su gran servicio a la nación». La intimidación fue también un factor importante: En marzo de 2004, el juez que había condenado a Chamblain por la masacre del año 2000 fue golpeado por unos matones del ex comando FRAPH como represalia. De los cinco testigos que llamó la parte acusadora, sólo uno se presentó en el juicio a Chamblain de media noche y admitió no haber visto ningún crimen. Chamblain fue absuelto de todo cargo en un juicio denunciado por Amnistía Internacional como un «insulto a la justicia» y «una burla». (44)
«OPERACIÓN BAGDAD»: RESISTENCIA POPULAR Y PROPAGANDA DE LA ÉLITE
Las masas pobres de Haití no han permanecido pasivas frente a la violencia y la represión. Por el contrario, «uno de los hallazgos más sorprendentes del viaje del Proyecto de Acompañamiento de Haití (Haiti Accompaniment Project) fue que a pesar del incremento de la represión, muchos grupos en Puerto Príncipe y otras partes del país se estaban preparando para llevar a cabo una movilización a largo plazo y continua para exigir el regreso de la democracia al país». El 18 de mayo la policía, con la ayuda de los marines estadounidenses, disparó y dispersó a la fuerza una manifestación en favor de la democracia en Puerto Príncipe dejando al menos un muerto. Inicialmente la policía declaró que no habían recibido un aviso adecuado sobre la manifestación, pero luego admitió que la marcha había sido anunciada con bastante anterioridad y que habían recibido información apropiada por parte de los organizadores.
El 30 de septiembre, una gran manifestación que conmemoraba el aniversario del primer golpe que destituyó al presidente Aristide en 1991, fue recibida con la misma violencia por parte de la policía, esta vez complementada por una vasta propaganda del gobierno y los medios en manos de la élite. Más de 10.000 residentes de las barriadas pobres de Puerto Príncipe marchaban hacia el Palacio Nacional para exigir el fin de la persecución y el regreso de Jean Bertrand Aristide cuando la policía comenzó a disparar contra los manifestantes desarmados. El 1 de octubre, en una entrevista radial Gerard Latortue no estaba arrepentido: «Disparamos sobre ellos. Algunos murieron, otros fueron heridos, y otros escaparon». También indicó que las autoridades actuarán de la misma manera en la próxima protesta. (45)
Después, funcionarios del gobierno declararían que tres oficiales de policía habían sido asesinados y decapitados por seguidores de Lavalas durante aquella manifestación del 30 de septiembre. Cuando los periodistas y los grupos de derechos humanos preguntaron los nombres de los policías asesinados y demandaron ver sus cuerpos el gobierno se negó. El miembro de Plataforma Democrática Jean Claude Bajeux apuntó que las decapitaciones eran el comienzo de la «Operación Bagdad», una insurgencia organizada por Lavalas contra el gobierno interino. Esta historia sensacionalista, totalmente infundada, fue luego tomada y repetida hasta el cansancio por Latortue y la prensa local e internacional. (46) Los voceros de Lavalas negaron la existencia de una «Operación Bagdad» y condenaron la violencia, pero fueron ignorados por los informes de los medios tradicionales. Mientras tanto, el grupo local de derechos humanos CARLI (Comité de Abogados por el Respeto de las Libertades Individuales) realizó una investigación acerca de la «Operación Bagdad» que concluyó que esta operación no existía. La investigación de CARLI confirmó que dos oficiales habían sido decapitados, pero esto había sido obra de ex soldados el 29 de septiembre, y destacó que fue después de las manifestaciones del 30 de ese mes que el gobierno y los medios comenzaron a culpar a los seguidores de Lavalas. Los medios agitaron aún más el sentimiento anti-Lavalas cuando informaron del funeral de cinco oficiales de la Policía Nacional Haitiana. Si bien sólo dos de ellos habían sido víctimas de la violencia, el gobierno y los medios mostraron el evento como el funeral de cinco oficiales heroicos que murieron en manos de militantes pro-Aristide. (47)
Los disparos de la policía contra los manifestantes desarmados el 30 de septiembre generaron una ola de disturbios en la capital con más marchas de protesta, enfrentamientos con la policía y una resistencia armada de los residentes de las barriadas pobres contra las mortales incursiones policiales en sus barrios. La violencia presente en Haití desde el 30 de septiembre es en su mayoría el producto de los esfuerzos brutales del gobierno de facto para reprimir las protestas populares en la capital, y no el resultado de un mítico esfuerzo de Lavalas para desestabilizar al nuevo gobierno.
SILENCIANDO LAS BARRIADAS DE PUERTO PRINCIPE
La reacción del gobierno a la continua (y en gran parte pacífica) oposición de la población ha sido intensificar el terror y la represión, una política que continúa hasta el día de hoy. Las redadas de la policía «anti-pandillas» en las barriadas pobres de Puerto Príncipe, que ya eran frecuentes, se han convertido en un hecho cotidiano, con el consecuente aumento de arrestos arbitrarios y ejecuciones sumarias. Reed Lindsay informó el 1 de noviembre en el diario británico The Observer que «policías con máscaras negras dispararon y mataron a 12 personas y luego arrastraron sus cuerpos. Al menos tres familias han identificado los cuerpos de sus parientes en la morgue; otros que tienen seres queridos desaparecidos temen lo peor.» (48) La alerta que declaró Amnistía Internacional el 11 de noviembre es igualmente horripilante: el 26 de octubre en Fort National, «individuos identificados como miembros de la policía irrumpieron en una casa y asesinaron al menos a siete personas,» y al día siguiente en Carrefour Pean, «cuatro jóvenes fueron asesinados en la calle a plena luz del día por individuos que llevaban uniformes negros y pasamontañas. Testigos de estos hechos han identificado a los vehículos como patrulleros de policías.» (49) Los ataques de la Policía Nacional Haitiana son acompañados frecuentemente por ambulancias que se utilizan para cargar los cuerpos. Los heridos a consecuencia de la violencia policial no buscan asistencia médica ya que la Policía ha detenido a toda persona, especialmente hombres jóvenes, que se encuentre en los hospitales con heridas de bala. (50)
Las consecuencias mortales de la campaña posterior al 30 de septiembre se evidencian en los informes provenientes de la morgue. El periodista independiente Kevin Pina informó que el 15 de octubre «el Hospital General llamó al Ministerio de Salud para pedir vehículos de emergencia para llevarse más de 600 cuerpos que estaban apilados allí, que habían llegado como consecuencia de los asesinatos sólo de las dos últimas semanas.» (51) Desde el 21 de octubre se ha prohibido la entrada a la morgue estatal excepto para los visitantes aprobados previamente por el administrador del Hospital General; aparentemente debido a la atención indeseada generada por los periodistas e investigadores de derechos humanos a causa de la gran cantidad de cuerpos que ingresaban. Sin embargo, al entrevistar a empleados de la morgue a mediados de noviembre, el abogado Tom Griffin descubrió que «desde el 30 de septiembre de 2004 … la Policía Nacional Haitiana raramente trae gente asesinada violentamente a la morgue. Declararon que, sencillamente, la policía lleva los cuerpos de aquellos asesinados a vertederos secretos, algunas veces pasando por la morgue sólo para pedir prestado el camión vertedor.» (52)
Junto a la ola de asesinatos, los arrestos masivos de hombres jóvenes en las barriadas pobres de Puerto Príncipe y los arrestos de líderes políticos de Lavalas se han incrementado dramáticamente, engrosando la población carcelaria de Haití. El 2 de octubre, los senadores Yvon Feuillé y Gerard Pilles y el ex diputado Rudi Hérivaux fueron arrestados, sin orden judicial, después de que criticaran al gobierno interino en la Radio Caraibe. El 13 de octubre, la Policía Nacional haitiana golpeó y arrestó al reverendo Gérard Jean Juste, nuevamente sin orden judicial, mientras repartía comida a niños en su iglesia en el barrio pobre de Delmas. Ellos se unieron a muchos otros funcionarios del gobierno constitucional de Haití que están en la cárcel, incluido el ex Primer Ministro Yvon Neptuno, el ex Ministro del Interior Jocelerme Privert y el ex Delegado Jacques Mathelier.
La presión de grupos de derechos humanos sobre el gobierno de facto, como Amnistía Internacional, ha conseguido la liberación de varios prisioneros políticos prominentes, pero la situación es más sombría para las víctimas desconocidas detenidas simplemente por vivir en barrios pro-Lavalas. La Comisión de Justicia y Paz de la Iglesia Católica estima que hay unos 700 prisioneros políticos actualmente en Haití. Hill Quigley del grupo de derechos humanos Pax Christi menciona que la población carcelaria ha aumentado un 20% desde que comenzó la ofensiva del nuevo gobierno: «En septiembre de este año había unas 868 personas en prisión, 21 de las cuales habían sido condenadas por un crimen. Unos funcionarios de la prisión me advirtieron que «muchos no habían visto a un juez jamás y que no sabían cuando podrían hacerlo». A comienzos de diciembre, unas nueve semanas más tarde, la penitenciaría tenía 1041 reclusos, 22 de los cuales habían visto a un juez». (53)
La detenciones injustas y las condiciones deplorables de las cárceles llegaron a un punto crítico el 1 de diciembre cuando los guardias y la policía reprimieron violentamente una protesta de los prisioneros contra la transferencia de presos de la Penitenciaría Nacional hacia otras prisiones. Esta última y los funcionarios de la prisión afirmaron que sólo habían matado a 10 presos y que se había utilizado la fuerza en defensa propia. Sin embargo, ex prisioneros y otras personas que todavía permanecen en prisión declararon que el número de muertos fue de entre 60 y 110, y que la policía ejecutaba metódicamente a los prisioneros cargando sus cuerpos en ambulancias para arrojarlos a un vertedero secreto. Residentes de los alrededores de la prisión en aquel momento informaron que escucharon fuertes disparos después de que la policía entrara a la prisión, y que continuaron por varias horas. Un periodista de la radio Megastar, desde cuyas oficinas se ve la prisión, fue testigo de cómo la policía disparaba contra las celdas desde la pasarela. Funcionarios del gobierno y de la prisión prohibieron que grupos de derechos humanos independientes, periodistas, abogados de los prisioneros e incluso familiares entraran a la prisión, con pocas excepciones, y no han hecho pública una lista de muertos y heridos en el incidente. (54)
LEGITIMANDO EL TERRORISMO DE ESTADO: EL PAPEL DE LAS NACIONES UNIDAS EN HAITÍ
La presencia de MINUSTAH, el componente militar de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití que reemplazó a la Fuerza Multinacional Interina (MIF) el 1 de junio, ha fracasado como mínimo en la misión de proteger al pueblo de Haití. En el mejor de los casos, MINUSTAH ha hecho la vista gorda a las atrocidades que están sucediendo bajo su vigilancia y, en el peor de ellos, ha apoyado activamente al gobierno y sus aliados paramilitares, otorgando una apariencia de legitimidad a la violencia estatal de facto.
A pesar de que su mandato establece que debe «asistir … con programas de Desarme, Desmovilización y Reintegración de forma exhaustiva y sostenible a todos los grupos armados», las fuerzas de MINUSTAH han perseguido este objetivo loable de la misma manera unilateral con la que lo ha hecho el gobierno de facto. Es decir, se ha unido a la Policía Nacional Haitiana en el fervor con el que realizan «búsquedas de armas» en las zonas más pobres de la capital, mientras que no hace ningún esfuerzo para desarmar a las reconstituidas fuerzas armadas, e incluso colabora con ellas según algunos informes. En julio, la delegación del Proyecto Acompañando a Haití afirmó que: «De todos los informes que hemos recibido se desprende que el Comando Militar de la ONU trabaja en coordinación cercana con la Policía Nacional Haitiana, la cual ha integrado a muchos ex militares a sus rangos. La ONU ha enviado miles de tropas a Haití, y sin embargo tan sólo ha enviado a un funcionario de derechos humanos, que tiene que recibir permiso del que es Ministro de Justicia desde el golpe, Bernard Gousse, antes de visitar una prisión». El Proyecto Acompañando a Haití ha citado «numerosos informes donde se establece que el Comando Militar de la ONU en el norte coordina sus actividades con Guy Philippe, el líder rebelde responsable de grandes violaciones contra los derechos humanos -incluyendo asesinatos- en el período previo al golpe». (55) A comienzos de octubre, las fuerzas de la ONU que utilizaban Vehículos Personales Armados (APVs) y perros de ataque, ocupó posiciones alrededor de Bel Air junto a las unidades altamente armadas de la Policía Haitiana. El periodista independiente Kevin Pina informó que miembros de las ex fuerzas armadas estaban patrullando abiertamente junto con las fuerzas chilenas asignadas a la ONU. Las tropas de Naciones Unidas estaban respaldando a la Policía Haitiana mientras arrestaban ilegalmente a parlamentarios de Lavalas en una estación de radio el 2 de octubre. Algunos policías antidisturbios de la ONU estuvieron también presentes el 30 de septiembre mientras la Policía Nacional Haitiana disparaba sobre los manifestantes desarmados. El comandante de la policía antidisturbios jordana se negó a hacer comentario alguno cuando se le preguntó por qué la ONU no intervenía para impedir que la Policía Nacional Haitiana disparara contra gente desarmada. (56)
El apoyo material provisto por MINUSTAH durante las «operaciones» de la Policía Nacional Haitiana fue lo suficientemente dañino, pero la peor cara de la presencia de la ONU en Haití es la legitimidad que confiere a las acciones y la propaganda del gobierno interino. Desde el 30 de septiembre, altos funcionarios de la ONU han apoyado la afirmación de Latortue de que la violencia en su país es el resultado de una campaña de desestabilización orquestada por Lavalas, y han adoptado los adjetivos «Chimères» y «bandidos», que utilizaba el gobierno para referirse a los seguidores de Aristide, apoyo que ha resultado decisivo. Por ejemplo, el 8 de octubre en una entrevista de radio, el Comandante brasileño de MINUSTAH, el General Heleno, se hizo eco de la retórica generalmente sedienta de sangre del régimen de Latortue y declaró: «Debemos matar a los bandidos, pero tendrá que ser solamente a los bandidos, no a todo el mundo.» (57) De la misma manera, la perspectiva de los altos diplomáticos de la ONU sobre los hechos recientes es casi indistinguible de la propaganda del gobierno: «Lo que hemos visto en este país durante los últimos meses ha sido el resurgimiento de una violencia brutal organizada probablemente con el fin de provocar un proceso de desestabilización política» declaró Juan Gabriel Valdes, quien encabeza la Misión de Estabilización en Haití de la ONU (MINUSTAH). «Cualquier estado tiene derecho a defenderse. Nosotros hemos sido enviados por las Naciones Unidas para ayudar y asistir al gobierno, y esta tarea nos fue asignada por el Consejo de Seguridad de la ONU.» (58) Claramente, esta tarea tiene precedencia sobre la de defender la libertad política o los derechos humanos del pueblo haitiano.
CONCLUSIÓN: HAITÍ, CANADÁ Y EL NUEVO IMPERIALISMO
Ellen Meiksins Wood describe el nuevo imperialismo que emergió después de la Segunda Guerra Mundial como una compleja interacción entre algunos estados soberanos, en oposición a la antigua relación entre el amo imperial y el sujeto colonial. El sistema está gobernado por imperativos económicos (en el Tercer Mundo la deuda es el principal mecanismo) y es administrado por múltiples estados, mientras que el orden y la estabilidad de este sistema multiestatal es mantenido por la hegemonía militar y política de los EE.UU. (59) Los términos «orden» y «estabilidad» tienen en América Latina y el Caribe, como observa Noam Chomsky, un significado muy específico: el mantenimiento de «gobiernos a favor de la inversión privada por parte del capital doméstico y extranjero, de la producción para exportación y del derecho a sacar las ganancias del país.» (60)
Mucha gente podría objetar el análisis precedente sobre la base de que, en términos económicos, Haití simplemente no cuenta: el comercio y la inversión de los EE.UU. con Haití es minúsculo, tanto en términos absolutos como en relación con la economía estadounidense, y a diferencia de Irak, Haití no está asentado sobre una inmensa cantidad de valiosos recursos naturales. En este sentido, la exposición de Noam Chomsky del modus operandi de la política exterior de EE.UU. en América Latina es especialmente esclarecedora: «En cuanto a lo que de negocios estadounidenses se trate, Nicaragua podría desaparecer y nadie se daría cuenta. Lo mismo es cierto acerca de El Salvador. Pero ambos han sido objeto de asaltos asesinos por parte de los EE.UU. que les han costado cientos de miles de vidas y muchos billones de dólares». Entonces, cuál fue el motivo de los EE.UU. para atacar salvajemente a estas naciones pobres? «Si se quiere un sistema global que esté subordinado a las necesidades de los inversores estadounidenses, no se puede dejar de lado ninguna pieza.» En particular, «cuanto más débil y más pobre es un país, más peligroso es como ejemplo. Si un país diminuto y pobre como Granada puede tener éxito en otorgar una mejor vida a su pueblo, otro lugar que tiene más recursos se preguntará, ¿por qué no nosotros?» «En otras palabras, lo que los EE.UU. quieren es «estabilidad», es decir, seguridad para las clases altas y las grandes empresas extranjeras». Si esto se puede alcanzar a través de mecanismos formales democráticos, perfecto. Si no, la «amenaza a la estabilidad» que represente un buen ejemplo debe ser destruida antes de que el virus infecte a otros». (61) Reemplacen «Nicaragua» o «Granada» con Haití y tendremos una explicación casi perfecta de la lógica que hay detrás de la destrucción por EE.UU. de la democracia haitiana.
La intervención estadounidense en Haití es sólo la última aventura en una larga historia de emprendimientos imperialistas en América Latina, sin embargo el grado de involucramiento de Canadá en una operación como ésta no tiene precedentes. Este país fue la sede de la reunión para preparar el asalto a un gobierno elegido democráticamente y ayudó a garantizar una pista aérea para secuestrar a Aristide, y el gobierno canadiense continúa involucrado profundamente en las actividades cotidianas (y por lo tanto en los crímenes) del régimen interino. «Canadá ha prometido cerca de 200 millones de dólares estadounidenses en ayuda para Haití incluyendo el pago de salarios a Philippe Vixamar, un funcionario de alto nivel del Departamento de Justicia de Haití, y a Fernand Yvon, un consultor canadiense del Primer Ministro. Ambos son empleados de la Agencia de Desarrollo Internacional Canadiense (CIDA).» (62) Más de 100 oficiales de la Policía Real Montada Canadiense (RCMP) lideran la misión policial de la ONU que está controlando el entrenamiento de los ex militares y su integración en la fuerza de policía. Más aún, cuando tiene que hacer frente a la falta de apoyo a la agresión estadounidense en Irak, Paul Martin responde frecuentemente que Canadá participa activamente en otros asuntos como Afganistán y Haití. Por lo tanto, «El rol de Canadá en el mundo,» y utilizo así el título de una conferencia reciente que se llevó a cabo en Montreal a la cual asistieron muchos altos funcionarios de la política exterior, es claro: es un administrador de rango medio del Imperio estadounidense, que provee la «atención de largo plazo en los más altos niveles» necesaria para «realmente tener éxito en Haití» (63) y en otros estados «fracasados.» Este papel es aún más importante en un momento en que los EE.UU. están focalizados en otros asuntos, como ser la actual resistencia a la ocupación en Irak.
A fin de justificar este nuevo grado de participación canadiense en el imperialismo estadounidense, el gobierno liberal ha apelado repetidamente a la nueva «responsabilidad de proteger» la doctrina cuando se hable de Haití; algo que se asemeja sorprendentemente a las ideologías colonialistas «civilizadoras» de antaño. ¡Cuánta hipocresía se necesita para declarar que Canadá ha de intervenir para proteger a los ciudadanos de «estados fracasados» mientras organiza y participa activamente en los esfuerzos para conseguir que esos estados «fracasen»! Las afirmaciones específicas de los funcionarios canadienses relativas a Haití no son menos deshonestas. El Consultor Especial del Primer Ministro de Haití, Denis Coderre ha dicho que «habría una tolerancia cero a la impunidad pero que Canadá no se involucrará en el sistema judicial haitiano». El testimonio que obtuvo Tom Griffin de la marioneta del CIDA, Vixamar, en el Ministerio de Justicia no puede ser más claro: «Vixamar reveló que los gobiernos de EE.UU. y Canadá juegan un papel clave en el sistema judicial de Haití» y «declaró que él fue nombrado por la administración Latortue, pero que la Agencia de Desarrollo Internacional Canadiense (CIDA) le asignó este puesto y que es su empleador directo» (énfasis añadido). Coderre también ha manifestado que los únicos grupos que reclaman el recuento de los cuerpos apilados son partidarios de Aristide «que se niegan a admitir que ambos bandos tienen sangre en las manos» mientras a la vez afirma que «la situación es mejor hoy en día que antes de que partiera Aristide». (64) De nuevo, contradicen a Coderre las conclusiones unánimes de numerosas misiones observadoras enviadas por Amnistía Internacional, Human Rights Watch, el Centro de Estudios de los Derechos Humanos, el Instituto para la Justicia y la Democracia en Haití y otros, que no pueden considerarse un bloque uniforme pro-Lavalas, y han informado del incremento severo de las violaciones de los derechos humanos, siendo la mayoría de las víctimas miembros de Lavalas y sus seguidores. Se intenta que renunciemos a comprender el presente según muestran implícitamente las exhortaciones orwellianas de Paul Martin y otros funcionarios de que «no podemos ser nostálgicos» con el pasado de Haití. En el mundillo de la política exterior canadiense, la ignorancia (del pueblo) es la fortaleza (del gobierno).
Nosotros, que dependemos como nadie del imperio estadounidense, tenemos la responsabilidad de rechazar la creciente participación y apoyo de nuestro gobierno al imperialismo de los EE.UU., y la ideología engañosa, contradictoria, e hipócrita que utiliza para justificarlo. Tenemos la oportunidad de contribuir tremendamente en la lucha por la democracia y los derechos humanos en Haití. Los haitianos continúan desafiando las balas policiales exigiendo el regreso del gobierno electo. Los canadienses, que no tenemos que hacer frente a tales obstáculos, podemos impactar igualmente en la lucha por la democracia en Haití sin necesidad de un heroísmo tan extraordinario. Un puñado de activistas en Canadá, junto con la comunidad haitiana, han logrado que este asunto llegue a los titulares de los periódicos en muchas ocasiones, y cuantos más políticos se vean obligados a defender políticas neo-coloniales, más evidente será su bancarrota moral. Lograr que Canadá retire su apoyo y reconocimiento al gobierno de Latortue sería un golpe decisivo contra el imperialismo. Incluso con sólo lograr que el gobierno critique el historial de violaciones de derechos humanos de Latortue alentaría la lucha del pueblo haitiano. No estaremos solos en nuestra oposición al golpe de estado en Haití. La comunidad del Caribe (CARICOM), la Unión Africana y Venezuela todavía se niegan a reconocer al gobierno impuesto, y en enero de 2005, el Foro Social Mundial en Puerto Alegre aprobó una resolución que denuncia la represión en Haití. La oportunidad para comenzar a fraguar un sistema mundial más humano y más justo aquí en Canadá está en nuestras manos si estamos dispuestos a luchar por ella.
Investigación adicional de Diego Hausfather.
NOTAS AL PIE
1. En relación con estos temas véase Noam Chomsky, «Democracy Enhancement Part 2», Z Magazine, julio/agosto de 1994. http://www.zmag.org/ZMag/articles/chomdemenh2.htm
2. «La versión moderna (del terrorismo de estado) tiene sus raíces en las doctrinas de seguridad de la administración Kennedy, que se establecieron oficialmente con la decisión crucial de 1962 por la que la misión de los militares latinoamericanos pasó de ser la «defensa hemisférica» a la «seguridad interna»: la guerra contra el «enemigo interno», entendiéndose como tal a aquellos que amenazan el orden tradicional de dominación y control». Noam Chomsky, «Democracy Enhancement Part 1», Z Magazine, mayo de 1994. http://www.zmag.org/ZMag/articles/chomdemenh1.htm
Véase también el excelente libro de Noam Chomsky.»Deterring Democracy», disponible en su totalidad en http://www.zmag.org/chomsky/dd/dd-contents.html
3. Chomsky, «Democracy Enhancement Part 2».
4. Un informe completo sobre este período puede encontrarse en el libro seminal de Paul Farmer «The Uses of Haití».
5. Anthony Arnove, «An Interview with Allan Nairn», Z Magazine, junio de 1995. http://www.zmag.org/ZMag/articles/june95arnove.htm
6. Jim Naureckas, «Enemy Ally: The Demonization of Jean-Bertrand Aristide», Extra!, noviembre/diciembre de 1994. http://www.fair.org/extra/9411/aristide-demonization.html
7. Acerca del embargo y la excepción de las compañías petroleras estadounidenses en particular, véase Chomsky, «Democracy Enhancement Part 2».
8. Peter Hallward, «Option Zero In Haiti», New Left Review, mayo/junio de 2004. http://www.newleftreview.net/nlr26102.shtml
9. Robert White, «Haiti: Democrats Vs. Democracy», Centro de Política Internacional, octubre de 1997. Incluye una defensa increíblemente incorrecta de las políticas del Banco Mundial. http://ciponline.org/democrac.htm
10. Hallward, «Option Zero In Haiti».
11. La oposición, junto con sus partidarios de la «sociedad civil» internacional, como el centro de investigación anti-Lavalas Proyecto Democracia en Haití (Haití Democracy Project), ha denunciado un amplio fraude electoral por parte de FL, pero ni la OEA ni los EE.UU. ni ningún otro miembro de la comunidad internacional ha apoyado estas reivindicaciones.
12. James Morrell, «Snatching Defeat From The Jaws of Victory», Centro de Política Internacional, agosto de 2000. http://ciponline.org/oldiprsnat.htm
13. Ira Kurzban, «The February 29th Coup d’Etat Against President Jean Bertrand Aristide and the Role of the United States in the Coup», Haiti Progres, 17 de marzo de 2004. http://www.haitiprogres.com/2004/sm040317/eng03-17.html
14. Hallward, «Option Zero In Haiti».
15. Noam Chomsky, Perspectives on Power, 1997.
16. Paul Farmer, «Who Removed Aristide?» London Review of Books, 13 de abril de 2004. http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?ItemID=5318
17. Véase http://haitisupport.gn.apc.org/destabilisation.htm para obtener una amplia información.
18. Anthony Fenton, «The Invasion of Haiti: Stan Goff Interviewed», Znet, 19 de mayo de 2004. http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=40&ItemID=5557
19. Kurzban, «The February 29th Coup».
20. Robert Fatton, «Haiti’s Predatory Republic: The Unending Transition To Democracy», segunda edición, 2002.
21. Hallward, «Option Zero In Haiti».
22. Anthony Fenton, «Canada’s Growing Role In Haitian Affairs», Haiti Progres, 21 de marzo de 2005. http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?ItemID=7496
23. Kurzban, «The February 29th Coup».
24. Anthony Fenton, «Human Rights Horrors in Haiti», Dissident Voice, 27 de julio de 2004. http://www.dissidentvoice.org/July2004/Fenton0727.htm
25. Jeffrey Sachs, «U.S. Fingerprints», Christian Science Monitor, 10 de marzo de 2004. http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?ItemID=5123
26. Es más, toda renuncia firmada por un jefe de estado electo debido a una amenaza directa a su seguridad, ya sea por parte de insurgentes o por tropas de una potencia imperial, es un documento firmado bajo coacción y por lo tanto ilegítimo e inválido.
27. Institute for Justice and Democracy in Haiti, «Human Rights Violations in Haiti: February-March 2004», 19 de julio de 2004. http://www.ijdh.org/articles/article_ijdh-human-rights-violations.html
28. National Lawyers Guild, «Summary Report of Haiti Human Rights Delegation», 29 de marzo a 5 de abril de 2004. http://www.nlg.org/news/delegations.htm
29. Amnesty International, «Haiti: Breaking the Cycle», 21 de junio de 2004. http://web.amnesty.org/library/Index/ENGAMR360382004
30. AI, «Haiti: Breaking the Cycle».
31. Refugees International, «Haitians Displaced by Political Reprisals», 4 de agosto de 2004. http://www.refugeesinternational.org/content/article/detail/3119
32. Jessica Leight, «Another Failed Washington Regime Change: Haiti’s Caricature of Democratic Governance», Council on Hemispheric Affairs, 15 de junio de 2004. http://www.coha.org/NEW_PRESS_RELEASES/New_Press_Releases_2004/04.29_Haiti_PR.htm
33. Tom Reeves, «Haiti’s Disappeared», ZNet, 5 de mayo de 2004.
34. Laura Flynn, Robert Roth and Leslie Fleming, «Report of the Haiti Accompaniment Project», 28 de julio de 2004. http://www.haitiaction.net/News/hap6_29_4.html
35. Associated Press, «Doctors Strike, Crippling Haiti Hospital», 5 de enero de 2005. https://listhost.uchicago.edu/pipermail/haiti-news/2005-January/000066.html
36. Farmer, «Who Removed Aristide?»
37. Tom Griffin, «Haiti Human Rights Investigation», Centro para el Estudio de los Derechos Humanos, 11 a 21 de noviembre de 2004. http://www.law.miami.edu/news/368.html
38. Lyn Duff, «Haiti Rapes», ZNet, 24 de febrero de 2005. http://www.haitiaction.net/News/LD/3_10_5/3_10_5.html
39. Griffin, «Haiti Human Rights Investigation».
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41. Griffin, «Haiti Human Rights Investigation».
42. IJDH, «Haiti Human Rights Alert: Illegal Arrest of Political Prisoners», 8 de octubre de 2004. http://www.ijdh.org/articles/article_human_rights_alerts_oct8.html
43. IJDH, «IJDH Human Rights», 26 de julio de 2004. http://www.ijdh.org/articles/article_ijdh-human-rights_update-july-26-04.html#intro
44. IJDH, «IJDH Human Rights Alert: Haiti Assassination Trial An Affront to All Those Who Have Worked and Died for Justice», 17 de agosto de 2004. http://www.ijdh.org/articles/article_ijdh-human-rights_alert_august-17.html
45. IJDH, «Haiti Human Rights Alert: Illegal Arrest of Political Prisoners».
46. Haiti News Watch, «‘Operation Baghdad’ Brought to you by AP», HaitiAction.net, 3 de octubre de 2004. http://www.haitiaction.net/News/HNW/10_3_4.html
47. Griffin, «Haiti Human Rights Investigation». La transformación de CARLI, que pasó de ser un grupo de derechos humanos serio a convertirse en una máquina de propaganda anti-Lavalas, tal como lo detalla Tom Griffin, es un caso de estudio interesante de cómo el financiamiento imperialista puede distorsionar el trabajo de las organizaciones de la sociedad civil.
48. Reed Lindsay, «Police Terror Sweeps Across Haiti», The Observer, 1 de noviembre de 2004. http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=55&ItemID=6538
49. AI, «Haiti: Amnesty International calls on the transitional government to set up an independent commission of enquiry into summary executions attributed to members of the Haitian National Police», 11 de noviembre de 2004. http://www.ijdh.org/articles/article_ijdh-human-rights_alert_nov11.html
50. Griffin, «Haiti Human Rights Investigation».
51. Dennis Bernstein, «Death Squads Rampage: Flashpoints Radio Interviews Kevin Pina», HaitiAction.net, 15 de octubre de 2004. http://www.haitiaction.net/News/HIP/10_15_4a.html
52. Griffin, «Haiti Human Rights Investigation».
53. Bill Quigley, «Death Watch for Human Rights in Haiti», Counterpunch, 23 de diciembre de 2004. http://www.counterpunch.org/quigley12222004.html
54. Para un análisis completo de este caso, véase la documentación compilada por IJDH: http://www.ijdh.org/articles/article_ijdh-human-rights_alert_december-20.html
55. Flynn et al., «Report of the Haiti Accompaniment Project».
56. Ben Terrall, «‘We Must Kill The Bandits!'», Counterpunch, 17 de noviembre de 2004. http://www.counterpunch.org/terrall11172004.html
57. Terrall, «‘We Must Kill The Bandits!'».
58. Lindsay, «Police Terror Sweeps across Haiti».
59. Ellen Meiksins Wood, Empire of Capital, 2003.
60. Noam Chomsky, What Uncle Sam Really Wants, 1993. http://www.zmag.org/chomsky/sam/sam-contents.html
61. Chomsky, «What Uncle Sam Really Wants».
62. Sue Montgomery, «Lean on Haiti, Activists Urge», Montreal Gazette, 12 de marzo de 2005.
63. Carlos Dade de FOCAL (Fundación Canadiense para las Américas) citó en Fenton, «Canada’s Growing Role In Haitian Affairs».
64. Jooneed Khan, «Ottawa pressé d’enquêter en Haïti», La Presse, 12 de marzo de 2005.
- Título original: Haiti’s crucifixion
- Autor: Nikolas Barry Shaw
- Origen: ZNet, 2 de Junio de 2005
- Traducido por Cora Fernández Anderson y revisado por Genoveva Santiago