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La cumbre intercoreana y la situación en el noreste asiático

Fuentes: Europe Solidaire

La cumbre intercoreana celebrada del 18 al 20 de septiembre en Pyongyang entre los jefes de Estado Moon Jae-in y Kim Jong-un refleja su voluntad de conservar la iniciativa política. Ha tenido lugar en un contexto geoestratégico volátil. En una situación muy cambiante, los dirigentes coreanos han recuperado magistralmente la iniciativa, como han hecho una […]

La cumbre intercoreana celebrada del 18 al 20 de septiembre en Pyongyang entre los jefes de Estado Moon Jae-in y Kim Jong-un refleja su voluntad de conservar la iniciativa política. Ha tenido lugar en un contexto geoestratégico volátil.

En una situación muy cambiante, los dirigentes coreanos han recuperado magistralmente la iniciativa, como han hecho una y otra vez a lo largo del año. Rusia y China también se han manifestado espectacularmente con las grandes maniobras militares Vostok (Este) 2018, que han tenido lugar en Siberia y en el mar de Ojotsk, frente a Japón.

Mantener la iniciativa

La cobertura mediática de la cumbre de Pyongyang ha tenido una fuerte carga política. Más que nunca, escenificó la cercanía personal de Moon y Kim, hasta el punto de que en Corea del Sur muchos fruncieran el ceño. El propósito era mostrar su voluntad común de mantener la iniciativa en el expediente candente de la crisis coreana frente a todas las potencias que intervienen en la región.

El acercamiento entre las dos Coreas prosigue con un calendario apretado. Se ha firmado un acuerdo en el terreno militar con miras a reducir los riesgos de confrontación. De aquí a diciembre se eliminarán puestos avanzados en la zona desmilitarizada (DMZ). Se crearán zonas de transición a lo largo de la DMZ y de las fronteras marítimas. La zona de seguridad común en Panmunyom se desminará en el plazo de un mes. Se relanzará el centro turístico norcoreano del monte Kumgang (las visitas al mismo se suspendieron después de que un turista del sur fuera abatido en 2008 por soldados del norte). Se multiplicarán las reuniones de familias separadas por la guerra de Corea (1950-1953). Se incrementará la ayuda humanitaria a la población del norte. Se desarrollarán los intercambios económicos y se conectarán entre sí las redes ferroviarias y de carreteras entre ambos países antes de que termine el año. Además, Moon y Kim se plantean presentar una candidatura común para acoger los Juegos Olímpicos de verano de 2032.

En cuanto a la cuestión nuclear, Kim ha dado un nuevo pasito adelante, anunciando la clausura el centro de lanzamiento de misiles de Tongchang-ri y la promesa de cerrar las instalaciones de Yongbyon con la condición (precisión importante) de reciprocidad estadounidense. La política de desnuclearización y de desescalada afecta a toda la península y no solo a Corea del Norte. La pelota, por tanto, vuelve a estar en el tejado de Donald Trump. El 9 de septiembre, con motivo del desfile de celebración del 70º aniversario de la República Popular Democrática de Corea, Pyongyang ya dio muestras de su buena voluntad: no exhibió ningún misil intercontinental ni hubo referencia alguna al arma nuclear.

Trump recibió la noticia con el pie cambiado. En efecto, acababa de anular bruscamente una visita a Pyongyang del secretario de Estado, Mike Pompeo, y de denunciar a China por «complicar las cosas» con Corea del Norte. Ahora no puede sino felicitarse por la reafirmación de los compromisos por parte de Kim, pero no ha definido ningún rumbo: los principales consejeros presidenciales están enfrentados en torno a la política coreana y, mientras tanto, la situación geoestratégica se complica.

¿Adónde puede ir Corea del Norte?

Entre los interrogantes que hacen que toda previsión sea arriesgada figuran, por supuesto, los azares de la política exterior de Trump y de EE UU, aunque también la evolución de la situación en Corea del Norte. Esto no tiene que ver tanto con los objetivos de Kim, que parecen bastante claros, como con su realización. Después de haber dedicado un esfuerzo considerable al desarrollo de la capacidad nuclear (cabezas y misiles) del régimen y de haber logrado una especie de reconocimiento diplomático internacional, ahora la prioridad máxima se sitúa en el desarrollo económico, en un contexto marcado por la formación de una élite social ampliada, ávida de consumo, y de una economía de mercado tolerada, estrechamente relacionada con el sector estatal.

La dinámica parece ser similar a la que se vio en China: una transición capitalista. Sin embargo, Corea del Norte no dispone de las bazas de su vecina, ni siquiera de las de Vietnam. Gran parte de la población rural vive todavía en condiciones de gran pobreza, hasta el punto de que sería difícil extraer del mundo rural la necesaria financiación para la modernización de la industria. De este modo, en caso de apertura las empresas serían incapaces de hacer frente a la competencia de las compañías extranjeras, particularmente las chinas y surcoreanas.

En la cumbre de Pyongyang, el presidente Moon estuvo acompañado de los directivos de los principales chaebols (los grandes grupos empresariales surcoreanos), como Hyundai, Samsung, LG y SK. Desde su punto de vista, la apertura de Corea del Norte permitiría explotar una mano de obra muy barata, apropiarse de recursos naturales inexplotados, crear nuevos canales en dirección al mercado chino. Sin embargo, estas perspectivas todavía están bloqueadas debido al mantenimiento de las sanciones de la ONU, que aíslan económicamente a Corea del Norte. Además, las direcciones de los grupos empresariales, acostumbradas a colaborar con la presidencia de Moon, deberán tener en cuenta numerosos aspectos políticos. Nada garantiza que el régimen norcoreano logre gestionar los profundos cambios suscitados por las sacudidas de una transición capitalista sin entrar en crisis, con consecuencias imprevisibles.

Acercamiento ruso-chino

Frente a EE UU, Rusia y China tienden a formar un bloque, como se ha puesto de manifiesto con bombo y platillo en el Pacífico norte. En efecto, Moscú organizó en Siberia, del 11 al 15 de septiembre, la operación Vostok 2018, es decir, las mayores maniobras militares desde el fin de la URSS, con la cooperación de Pekín. Por lo visto se movilizaron unos 300.000 militares (las cifras oficiales son objeto de controversia), mil aviones, helicópteros y drones, 36.000 carros de combate, vehículos blindados y de artillería, además de 80 barcos. China participó con 3.200 soldados. Una parte de las operaciones se desarrollaron a lo largo de las costas japonesas, en el mar de Ojotsk, bastante lejos de la península coreana; no obstante, Rusia y China comparten la frontera continental de Corea del Norte y reafirman su voluntad de defender sus intereses estratégicos en el Pacífico norte. Un mensaje para Tokio y Washington.

En 2015, Xi Jinping asistió al desfile militar en Moscú en mayo y Putin al de Pekín en septiembre. Desde entonces se han regularizado las relaciones, y en 2017 Rusia decidió vender a China, superando sus dudas, 24 cazas Sukhoi 35 y, en 2018, equipos asociados a los sistemas de defensa antiaérea S-400 tierra-aire. Ello ha provocado un nuevo rebrote de la tensión con Washington. El pasado 20 de septiembre, Trump anunció sanciones contra la unidad del ministerio de Defensa chino encargada de la adquisición de armamentos. Dicho ministerio ya no podrá solicitar licencias de exportación o integrarse en el sistema financiero estadounidense, al haberse incorporado a la lista de entidades con las que los estadounidenses no pueden efectuar transacciones. Esta parece ser la primera vez que un país es sancionado por haber comprado armas a Rusia. Se ha dado un paso más en la escalada de tensiones. La guerra comercial parece extenderse, en efecto, al muy lucrativo mercado mundial de armamentos, del que Trump quisiera marginar a Moscú.

El rápido desarrollo de las fuerzas navales chinas

Aunque estos últimos acontecimientos tienen que ver con la venta de armas rusas, la preponderancia militar de China con respecto a su aliada aumenta rápidamente. El presupuesto militar chino, sin contar los gastos en investigación y desarrollo, es cuatro veces más elevado que el ruso: 228.200 millones de dólares frente a 55.300 millones de dólares, según los datos del Instituto Internacional de Investigaciones sobre la Paz de Estocolmo.

En lo concerniente a los sistemas de armamento, la marina china sobrepasa a la rusa en todos los terrenos, salvo en el de los submarinos estratégicos y los misiles nucleares. Desde 2010 se ha desarrollado espectacularmente, tanto en términos cuantitativos como cualitativos. Actualmente cuenta con dos portaaviones (uno de ellos construido enteramente en China), está construyendo un tercero y tiene previsto dotarse de dos más. China podría llegar a dominar la catapulta electromagnética, una tecnología compleja controlada actualmente por EE UU. En lo tocante a los navíos de combate -destructores, fragatas-, China se acerca al nivel occidental. Hasta hace poco confinadas en el mar del Sur de China, las fuerzas navales chinas se despliegan actualmente por el Pacífico y afirman su presencia en todos los escenarios marítimos. Su punto más débil sigue siendo su falta de experiencia con fuego real, así como de coordinación de maniobras de gran envergadura.

Trump ha expulsado militarmente a Pekín del espacio marítimo situado entre Corea y Japón, por lo que las tensiones se centran en Taiwán y en el mar del Sur de China. Esta puede retomar ahora la iniciativa en la región rodeando el cerrojo coreano y conectando con la Siberia rusa. El primer ministro japonés, Abe Shinto, se halla marginado en este gran juego geopolítico. Los rusos y los chinos se han mofado de él con la realización de maniobras navales en el mar de Ojotsk. A EE UU le traen sin cuidado sus exigencias. La amenaza norcoreana le servía para justificar su política militarista y ultranacionalista, y hete aquí que Kim ya no envía más misiles en dirección al archipiélago japonés.

La crisis coreana está en el centro de un conjunto de tensiones entre potencias. Menos que nunca se reduce a un enfrentamiento entre Pyongyang y Washington. Es uno de los puntos de cristalización de los conflictos entre China y EE UU, Rusia y EE UU, China y Japón, Corea del Sur y Japón, propios del tiempo presente, pero tributarios también de un pasado nunca saldado (colonización e invasión japonesa, legado de la guerra fría).

Fuente: http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article46219

Traducción: viento sur