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La matanza en Uzbekistán, «un triunfo sobre insurgentes islámicos»

Fuentes: The Independent/La Jornada

Valle de Fergana, Uzbekistan, 15 de mayo. Mientras Uzbekistán despertaba este domingo a la intensificación de la matanza de Andizhán, la ciudad en forma de hoja del valle de Ferganá estaba atrapada en un cerco de acero, con retenes formados por vehículos blindados para asegurar que nadie entre o salga de la escena del día […]

Valle de Fergana, Uzbekistan, 15 de mayo. Mientras Uzbekistán despertaba este domingo a la intensificación de la matanza de Andizhán, la ciudad en forma de hoja del valle de Ferganá estaba atrapada en un cerco de acero, con retenes formados por vehículos blindados para asegurar que nadie entre o salga de la escena del día más sangriento del país en la era postsoviética. La calma sólo se veía interrumpida por el bramido de las órdenes y el esporádico tableteo de las armas.

Dentro de la ciudad, fuera del alcance de observadores internacionales, los sobrevivientes enterraban a las víctimas de lo que el régimen de Islam Karimov llama «una victoria contra insurgentes islámicos». Los testigos lo describen como una matanza de civiles.

Gulboxior Turajewa, colaboradora de una organización de caridad que trabaja en la ciudad, fue uno de los pocos testigos independientes capaces de acceder a la escuela donde se libró lo peor de la batalla, después de que manifestantes huyeron de la explanada ubicada frente a las oficinas del gobierno.

Charcos de sangre mezclados con agua y lodo podían verse en los atascados desagües al aire libre, relató. Una gorra de beisbolista empapada en sangre yacía entre las matas.

Describió la escena presenciada dentro de los muros, perforados por las balas, de la escuela técnica designada simplemente como «plantel número 15», donde había cientos de cadáveres acomodados en hileras. «Afuera había un gran charco de sangre que nadie había lavado», relató a The Independent.

«Al principio los guardias no me dejaban entrar -añadió-; también detuvieron a otros que habían llegado a buscar familiares entre los muertos.»

Calculó que había hasta 500 cadáveres en el patio, pero los guardias le impidieron hacer un conteo detallado. «Sólo tres o cuatro de los cuerpos llevaban uniforme. Todos los demás, acribillados a balazos, llevaban ropa civil», afirmó.

El relato de Turajewa fue verificado por una respetado médica local, quien habló bajo la condición de anonimato. Declaró a la agencia Ap que había unos 500 cadáveres formados en hileras en la escuela. No estaba claro cómo llegó a esa estimación.

Otros testigos señalaron que la cuenta inicial de los enfrentamientos del viernes se vio incrementada después que los soldados comenzaron a recoger los cadáveres, el pasado sábado.

«A los heridos que trataban de escapar los liquidaban de un solo disparo de rifle Kalashnikov», señaló un testigo, un hombre de negocios. «A tres o cuatro soldados les dieron la orden de acabar con los heridos.»

Un residente de Andizhán, interrogado por teléfono, indicó haber escuchado ruido de armas de fuego cerca del mercado de la ciudad la tarde del domingo, pero no hubo otros reportes de combates. El residente afirmó que en las principales avenidas se desplegaron decenas de soldados apoyados por vehículos blindados, y que las autoridades habían comenzado a detener a los familiares de varios sospechosos de participar en los disturbios.

The Independent hizo dos intentos por pasar los retenes en torno a la ciudad, pero nuestro reportero fue amenazado con la detención y luego escoltado a la ciudad cercana de Namangán, bajo la custodia de un hombre que se identificó como coronel de la policía.

En las calles de Namangán los pocos transeúntes locales rechazaron las afirmaciones gubernamentales de que el enfrentamiento fue provocado por extremistas islámicos. «Fue un levantamiento de la gente de la ciudad», sostuvo un residente.

En Andizhán, ciudad de 300 mil habitantes, los manifestantes habían dicho que la crisis fue desencadenada por el juicio a 23 empresarios locales acusados de organizar un grupo radical islámico que pretendía derrocar al gobierno. Muchos creen que las acusaciones fueron fabricadas por funcionarios locales para apoderarse de las propiedades de los prisioneros.

El conflicto surgió cuando un grupo de rebeldes armados liberó el viernes a los empresarios y a otros cientos de prisioneros, ocupó un edificio gubernamental del centro de la ciudad y se atrincheró allí con 10 rehenes de la policía.

El presidente Karimov ha dicho que los rebeldes pertenecen al proscrito grupo islámico Hizbi Tahrir, el cual ha negado cualquier participación.

La pobreza y el desempleo también han dado pábulo al descontento. El retraso en las reformas de mercado y la rígida reglamentación estatal han causado una drástica caída en los niveles de vida. El promedio salarial mensual ha caído a unos 40 dólares.

Los choques han orillado a miles a huir hacia la frontera con Kirguistán, que se encuentra cerrada. «En la columna en la que yo avanzaba hacia la frontera había como mil personas», relató uno de los refugiados según un reporte de la agencia rusa Interfax.

«Los soldados uzbekos nos dispararon en varias ocasiones, aunque les gritábamos que éramos civiles», añadió. «La última vez que abrieron fuego contra nosotros fue cuando íbamos cruzando a Kirguistán. Hubo heridos y, hasta donde sé, murieron cuatro personas.»

Kirguistán, la vecina del sur, que forma también parte del valle de Ferganá, es hogar de muchos uzbekos étnicos y fue a principios de este año el punto de arranque de violentas protestas que condujeron al derrocamiento del presidente Askar Akayev.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya