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La real amenaza nuclear sionista

Fuentes: Rebelión [Imagen: la central nuclear israelí de Dimona en el Néguev]

El ministro de Asuntos de Jerusalén y Patrimonio, el ultraderechista Amihai Eliyahu, declaró recientemente que lanzar una bomba nuclear contra la Franja de Gaza es una de las opciones para acabar con el conflicto contra Hamás.

Sus extremistas afirmaciones fueron rechazadas por numerosos países y organizaciones mundiales pero de ahí no pasó por lo que se hace necesario reconstruir el escenario.

A principios de 2021, según fotos satelitales de Google Earth, publicadas por el Panel Internacional sobre Materiales Fisionables (IPFM) y reproducidas por el diario británico The Guardian y la agencia de noticias AP, Israel estaba ampliando su enorme fábrica nuclear que posee en el desierto de Neguev.

Las publicaciones señalaban que ese país llevaba a cabo  excavaciones de gran profundidad y del tamaño de un campo de fútbol a unos metros del reactor del Centro de Investigación Nuclear, cerca de la ciudad de Dimona.

El investigador del programa de ciencia y seguridad global de la Universidad de Princeton, Estados Unidos, Pavel Podvig, citado por The Guardian indicó que al parecer la construcción comenzó a principios de 2019, o finales de 2018, por lo que estuvo en marcha durante unos dos años. En las fotografías se apreciaba un hoyo de unos 150 metros de largo y 60 metros de ancho.

COMIENZO DE LA PELIGROSA HISTORIA

En una pequeña ciu­dad del desierto de Neguev, entre el des­lumbrante sol y las rá­fagas de arena, se le­vantan varios edificios y en sus subterráneos el régimen israelí ha producido armas nucleares.

Durante años se sospechaba que Tel Aviv laboraba secretamente en la fabricación de ar­tefactos nucleares, pero no existían pruebas claras hasta que en 1986 el periódico inglés Sunday Times publicó las revelaciones de un técnico israelí que trabajo en uno de los laboratorios.

EL CASO VANUNU  

Mordechai Vanunu, ciudadano is­raelí de 31 años y natural de Marrue­cos, laboró durante una década como técnico en el complejo nuclear de Neguev, conocido por Dimona.

Sus simpatías proárabes y sus contactos con estudiantes palesti­nos motivaron que el servicio secre­to interno de Israel lo señalara como “altamente peligroso” y lo expulsara de la instalación en noviembre de 1984.

Meses antes, Vanunu logró intro­ducir una minicámara en el sótano secreto de Machon dos, el centro nuclear de Dimona, y tomar 60 ins­tantáneas. Posteriormente abandonó Israel vía Australia, don­de el The Sunday Times lo contactó.

En la primavera de 1986 Vanunu se trasladó a Gran Bretaña y ese diario publicó un reportaje a dos páginas con fotos y planos del cen­tro nuclear, además de una encuesta realizada a varios científicos que demostraban la veracidad de la peligro­sa noticia.

Tras las declaraciones al diario, Vanunu fue secuestrado en una combinación de los ser­vicios secretos de Israel y de Estados Unidos: el Mossad y la CIA, respectivamente, y reapareció en una cárcel de Tel Aviv 10 días después.

Una agente del Mossad bajo el nombre de Cindy (según Vanunu, de la CIA o del FBI) lo sedujo en Londres y le propuso ir a Roma para “un fin de semana de ensueño”. Mientras estaba en el apartamento de una amiga de Cindy, fue sedado y trasladado en un buque mercante a Israel.  

Tras sufrir numerosos interrogatorios, un tribunal lo condeno a 18 años de cárcel, 11 de los cuales los pasó incomunicado hasta ser liberado en 2004. A Vanunu aún hoy en 2023 se le prohíbe salir del país, tener contactos con extranjeros o con periodistas. En varias ocasiones lo han vuelto a encarcelar y cuando lo liberan lo mantienen en estricta vigilancia.  

A partir del escrito en The Sunday Times, Israel se convirtió en el octavo país con armas atómicas (los otros son Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia, China India y Pakistán, y ya también se habla que otros pueden estar en ese cami­no.

EL COMPLEJO ATÓMICO DIMONA

La fábrica nuclear de Dimona, cuenta con tres edificios de dos plantas cada uno denominados Machon uno, Machon dos y Machon tres (en hebreo significa «nave autónoma de producción»). Forman parte del complejo, un reactor para produ­cir plutonio, almacenes, central de oficinas y una escuela científica.

El edificio Machon dos, en el que laboró Vanunu, tiene dos pisos sobre la superficie y seis subterráneos. To­do está previsto en esa fábrica de ocho pisos. En el nivel superior se encuentran las ofi­cinas y la planta de filtración del ai­re para toda la instalación, y en la planta baja se ubican talleres y alma­cenes.

En los dos primeros soterrados se hallan los cuartos para el personal técni­co, las pizarras para el control gene­ral de la fábrica y otras oficinas.

Los pisos tres, cuatro y cinco están dedicados a casi todos los componentes para la confección del arma nuclear.

Algunos de los aditamentos como los krytrones (mini conmutadores electrónicos que se utilizan en el mecanismo de arranque de la bomba atómica) Israel los ha adquirido a través de tur­bias transacciones. En este caso  obtuvo la ayuda del negociante estadounidense Kelly Smythe, según informó The New York Times.

Por último, el sistema de emergen­cia para obstruir la producción en los niveles superiores (en caso de acci­dentes o roturas) se encuentra en el ­sexto piso subterráneo con otros aparatos y equipos de seguridad.

Científicos consultados por The Sunday Times, explicaron que la fábrica nuclear israelí, la cual dispone de tecnología francesa y norteamericana, tiene capacidad para producir 40 kilogramos de plutonio al año que permiten construir 10 bombas atómicas.

Esos científicos consideran que el régimen del Tel Aviv debe contar con cerca de 200 ar­tefactos nucleares, concebidos por técnicas ultra secretas y complejas.   –

ANSIAS NUCLEARES Y LA AYUDA YANQUI-FRANCESA

Este régimen agresivo y racista, que ha lanzado desde su creación en 1948 cinco guerras contra las naciones ára­bes y se ha adueñado por la fuerza de extensos territorios (entre ellos casi toda Pa­lestina) siempre soñó con producir su propia bomba atómica.

En el año 1952 el gobierno sionista creó la Comisión de Energía Atómica y fue inaugurado el primer centro de investigaciones nucleares en Nahal Sorek. Aquí ya entró a desempeñar su papel Estados Unidos, que otorgó la asistencia técnica para construir un reactor de cinco megavatios.

Israel y Francia firmaron varios con­venios ultra secretos por medio de los cuales se preveía un amplio intercambio de informaciones sobre esa esfera. Tel Aviv recibió, a mediados de la dé­cada de 1950, un reactor de un mega­vatio y 10 kilogramos de uranio enri­quecido, con la asistencia técnica nor­teamericana.

En 1955, bajo la cobertura del programa de ayuda a otros países en el aprovechamiento de la energía nu­clear, Washington otorgó a Israel ayuda financiera para el desarrollo de investigaciones nucleares y le entregó gran cantidad de literatura especiali­zada, mientras a los centros norteame­ricanos de Oak Ridge y Argonne Fo­rest arribaron científicos israelíes para adiestrarse.

El acuerdo París-Tel Aviv permitió la construcción entre 1957 y 1964 del complejo nuclear de Dimona con un reactor de 24 megavatios. Según The Sunday Times la potencia de este reactor ha sido aumentada posiblemente hasta 150 megavatios.

El régimen israelí con la enorme prepotencia que le ha caracterizado desde su creación, debido al respaldo de las potencias occidentales y en especial de Estados Unidos, ha ignorado los llamamientos internacionales y se niega a adherirse al Tratado de No Proliferación (TNP) que tiene como objetivo impedir la expansión de las armas nucleares.

En todo momento y bajo cualquier circunstancia, Tel Aviv ha retenido información sobre su programa de armas nucleares, pero se estima que el régimen tiene alrededor de 200 ojivas atómicas fabricadas a partir del plutonio obtenido en el reactor de agua pesada de Simona, según organizaciones como la Federation of American Scientists (FAS).

ROBOS Y MÁS ROBOS

Para producir su propio arsenal, el régimen israelí ha estado envuelto en numerosos robos, chantajes, secuestros y otras actividades afines a su idio­sincrasia.

Entre ellos se encuentran los krytrones (explicado en el artículo anterior) producidos en la planta de equipos y Materiales Nucleares (NUMEC) que labora para la marina de Estados Unidos. Zalman Shapiro, con amplios vínculos con los sectores militares de Tel Aviv, fundó esa fábrica en Pensilvania en 1957. De este lugar también fueron trasladados a Israel 342 kilogramos de uranio enriquecido, cantidad suficiente para 38 bombas atómicas.

Entre octubre de 1983 y marzo de 1984 la Comisión de regulación nu­clear de Estados Unidos denunció la desapa­rición de más de 180 kilogramos de uranio enriquecido de las fábricas de Oak Ridge y de Kentucky que tuvieron el mismo destino.

Los servicios secretos israelíes se­cuestraron y condujeron hacia su país en 1968 el barco Schersberg, que con 200 toneladas de plomo con uranio natural se dirigía de Bélgica a Italia.

Existen otros muchos ejemplos de la piratería israelí para lograr el obje­tivo final de obtener el arma nuclear, pero la culpa fundamental la tienen las potencias occidentales, encabezadas por París y Washington, que han permiti­do que el régimen sionista alcanzara tamaña fuerza.

Con los equipos y poder militar con que cuenta Israel, esas ojivas nucleares pueden ser lanzadas desde aviones, submarinos o misiles balísticos transcontinentales.

Los ambientalistas han advertido que Dimona, una de las instalaciones nucleares más antiguas del mundo, podría representar enormes riesgos medioambientales y de seguridad para quienes viven en el área y para todo el Oriente Medio por lo que han pedido al régimen que cierre el complejo.

Mientras en Dimona los satélites de Google Earth han detectado recientemente la ampliación de esa usina atómica, 

Estados Unidos impide a Irán desarrollar programas nucleares con fines pacíficos e incluso le ha impuesto todo tipo de extorsiones para limitar sus producciones de uranio metálico, como una prueba de fuerza contra países tercermundistas que no le son afines.

ACUERDO SABOTEADO POR ESTADOS UNIDOS

Recordemos que en julio de 2015 se puso en vigencia el acuerdo conocido como Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), signado por Irán, Rusia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, China y Alemania, que estipula limitaciones al programa nuclear iraní para excluir su posible dimensión militar, a cambio del levantamiento de las “sanciones” occidentales.

En mayo 2018, el ex presidente Donald Trump anunció la retirada de su país del PAIC al acusar a Teherán de desarrollar en secreto un programa nuclear, pese a que 13 informes consecutivos del Organismo Internacional de Energía Atómica afirmaron lo contrario. Desde entonces Washington recrudeció el cerco económico y financiero contra la nación persa.

De esa forma se impiden y prohíben cualquier negociación con:  la Organización de Energía Nuclear iraní, sus subsidiarias e individuos asociados; con más de 50 bancos y filiales en el extranjero y domésticas; la aerolínea Irán Air y sus 67 aviones; las Líneas Marítimas de la República Islámica; la Compañía Nacional de Buques Tanqueros y sus 122 buques, entre otras.

Irán ha pedido en varias ocasiones levantar el terrorismo económico impuesto por la administración de Donald Trump cuando ese país abandonó el PAIC pero esos reclamos han sido ignorados.

Los hechos demuestran el doble rasero de Estados Unidos y varias potencias occidentales en contra del impulso pacífico de las ciencias en las naciones en desarrollo.

En contraposición, en el aislado desierto de Neguev, en las instalaciones nucleares de Dimona, se laboran secretamente ar­tefactos que ponen en peligro a todo el Medio Oriente, pues como dijo en la década del 50 el sionista Ben Gurión: “Nuestra tarea es crear esa arma lo antes posible”. 

Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.