Incluso en estos momentos de devastación, Haití, el país más pobre del hemisferio, revela al mundo verdades útiles. Este país insular caribeño de nueve millones de habitantes tiene en la actualidad a un tercio de su población sin cubrir las necesidades básicas de alimentos, agua, medicinas o vivienda. En un abrir y cerrar de ojos, […]
Incluso en estos momentos de devastación, Haití, el país más pobre del hemisferio, revela al mundo verdades útiles.
Este país insular caribeño de nueve millones de habitantes tiene en la actualidad a un tercio de su población sin cubrir las necesidades básicas de alimentos, agua, medicinas o vivienda. En un abrir y cerrar de ojos, el terremoto que ha afectado al país ha convertido en escombros a una capital de tres millones de habitantes por lo que la previsible mortandad puede situarse entre 100.000 y 500.000 seres humanos. Así de simple.
De la misma manera que se cierra la puerta del establo cuando sale el caballo, Estados Unidos y otras potencias mundiales están prometiendo enviar ayuda de emergencia a Haití. Algo bienintencionado, sin duda. Pero, ¿dónde estaba la ayuda y la asistencia para el desarrollo económico del país -en donde más de la mitad de la población vive con 1 dólar al día y el 80 % de sus habitantes están en la miseria- durante los años previos a esta catástrofe?
La pobreza de Haití -como la de otros países afectados por desastres naturales- deja a sus gentes inermes ante este tipo de calamidades. Y no nos engañemos. La pobreza de Haití no se debe a la mala suerte o a algo intrínsicamente defectuoso en sus recursos naturales o en sus gentes. El país se ha mantenido subdesarrollado durante décadas por las interferencias políticas y económicas de Washington para asegurarse que esta antigua colonia de esclavos siguiera siendo una fuente barata de exportaciones agrícolas a EE.UU. y como fábrica donde se explota al obrero para las corporaciones estadounidenses del sector textil y de otros bienes de consumo.
Mientras Washington se gasta 1 billón de dólares en guerras supuestamente para combatir la amenaza del terrorismo, los pobres de Haití- cuyo PIB se estima en 7.000 millones de dólares- nos ofrecen una perspectiva aleccionadora de lo que realmente es una amenaza real para la vida. Vivimos en un mundo físico donde se producen inundaciones, tsunamis y terremotos. Y estas catástrofes se cobran muchas más vidas que las amenazas en las que se vuelca Estados Unidos y en las que invierte mucho más dinero. ¿Pueden imaginarse cuántas vidas se podrían haber salvado en el terremoto de Haití si una parte de ese dinero despilfarrado en guerras inútiles se hubiera invertido en el desarrollo económico y social del país?
Por supuesto, la lógica moral y sensible de esa idea no se aplica en un mundo dirigido por la política exterior de Washington, ya que la lógica que impera allí es la del capitalismo, que precisa de la existencia de países como Haití para mantenerlos en la pobreza en provecho del beneficio de las empresas, y que exige centrarse en amenazas fantasmales para encubrir sus necesidades de controlar los recursos(principalmente energéticos). Esta es la auténtica cara de un sistema económico que Washington y sus aliados imponen al mundo. Y Haití ha dejado caer la máscara de este rostro horrendo.
La estremecedora angustia y el sufrimiento de Haití nos enseñan algo más. Los desgarradores reportajes de calles llenas de cadáveres y de sangre corriendo por los escombros, los niños llorando por sus padres, los padres escarbando con las manos en busca de sus hijos, las voces de los agonizantes rompiendo la oscuridad de la noche. El horror, en suma, de centenares de miles de personas que se ven de pronto sumidas en el dolor. Algunos testigos han comparado lo sucedido en Haití a los momentos posteriores a la explosión de una bomba atómica. Así que la próxima vez que portavoces de Washington, despreocupadamente sugieran el domingo por la mañana en alguna entrevista planes para borrar del mapa a Irán- esa otra «grave amenaza» (lo que quiere decir que no lo es)- deberíamos recordar: esto es lo que significa a gran escala el sufrimiento humano.
Traducido del inglés para La Haine por Felisa Sastre
Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=16964