No tenía antecedentes sobre la escena. La historia puede leerse en el artículo publicado en el diario inglés The Guardian el pasado 9 de enero. Allí, Medea Benjamin relata un incidente del que fue protagonista. Habría ocurrido en mayo del 2013, cuando el presidente Barack Obama hablaba sobre su política exterior en la National Defense […]
No tenía antecedentes sobre la escena. La historia puede leerse en el artículo publicado en el diario inglés The Guardian el pasado 9 de enero. Allí, Medea Benjamin relata un incidente del que fue protagonista.
Habría ocurrido en mayo del 2013, cuando el presidente Barack Obama hablaba sobre su política exterior en la National Defense University.
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Yo acababa de visitar familias de gentes inocentes, muertas en ataques de drones norteamericanos en Yemen y Pakistán, incluyendo a los niños Rehman, que vieron a su abuela volar en pedazos mientras cosechaba okra.
Benjamin, cofundadora del grupo pacifista Codepink y autora de diversos libros, entre ellos uno sobre la guerra de los drones, interrumpió el discurso de Obama. Le pidió que se disculpara por esas muertes. Y mientras la sacaban a rastras de la sala, oyó al presidente decir: -La voz de esa mujer merece ser oída.
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Lamentablemente, nunca lo hizo, afirma Benjamin en su artículo.
El incidente resume bien la contradictoria evaluación de la administración Obama que se puede leer en los medios al concluir su segundo mandato.
En 2016, dice Benjamin, los agentes especiales norteamericanos operaban en 138 naciones, 70% de las naciones del mundo. El balance es revelador de la herencia de Obama y quizás explique otro aspecto, aun más aterrador, del actual estado de cosas en el mundo.
Escenarios tensos
El presidente deja dos escenarios particularmente tensos. Son dos operativos en pleno desarrollo, aunque en etapas distintas.
El primero es la llegada a Polonia, la semana pasada, de una brigada estadounidense formada por 35 mil soldados, 87 tanques y 400 carros todoterreno. Se instalarán, en forma rotatoria, en la base de Zagan, a cien km de la frontera alemana y a 500 al oeste de Varsovia. En abril, nuevos contingentes se irán al llamado «agujero de Suwalki», a solo 60 kilómetros del territorio ruso de Kaliningrado y de la frontera de Bielorrusia, aliado de Moscú. También se instalarán batallones multinacionales de la OTAN, con la participación de alemanes, ingleses, daneses, franceses y canadienses, en Lituania, Letonia, Estonia, Hungría, Rumania y Bulgaria.
La otra herencia de Obama para su sucesor, Donald Trump, es el despliegue del sistema de defensa antimisiles en Corea del Sur , conocido por su sigla en inglés THAAD (Terminal High Altitude Area Defense System). Al contrario del anterior, sobre cuyo destino se especula más, dado el anunciado interés de Trump de reducir las tensiones con Rusia, este sistema podría contar con el apoyo de su gobierno, pues el argumento esgrimido para el despliegue -que ha sido recibido con entusiasmo también por Japón- es contrarrestar cualquier amenaza de Corea de Norte.
Pero ni Rusia ni China se muestran conformes con esta explicación. Por el contrario, estiman que se trata de una «provocación» que va a promover una escalada de las tensiones en el área y desatar una carrera armamentista.
Este sistema de radares puede detectar y lanzar misiles para interceptar cohetes enemigos. Su rango de operación es de 620 millas, o unos mil km.
El despliegue de los THADD, previsto para este año, «arruinará el balance estratégico en la región así como la seguridad estratégica de los países de la región, incluyendo China, dijo, la semana pasada, el portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores chino, Geng Shuang. China y Rusia han reiterado su opinión de que el objetivo de los THADD no son los posibles cohetes norcoreanos, sino los sistemas de esos países y han asegurado que tomarán medidas para contrarrestar su efecto.
No falta quienes estiman, en todo caso, que los THADD podrían ser una «moneda de intercambio» para obligar a China a asumir una mayor participación en los esfuerzos por detener los programas militares de Corea del Norte, que ha anunciado para cualquier momento el lanzamiento de prueba de misiles de largo alcance. Algo que Trump dijo que no aceptaría.
Entusiasmo demencial
Si las tensiones creadas en ambos escenarios representan el peligro de una confrontación armada de dimensiones inimaginables, es sorprendente el clima de euforia creado en torno a ambos despliegues militares.
En una nota de la agencia de noticias alemana Deutsche Welle del viernes pasado se decía, con entusiasmo, que » Durante 20 años solo se debatía sobre el tema, y ahora sí que sucederá: los soldados estadounidenses se estacionarán en Polonia permanentemente». «Llegan para quedarse», asegura la DW.
«Este fin de semana -agrega la nota- se celebra un día de fiesta que no consta en el calendario polaco. En la Plaza Pilsudski en Varsovia, en la Plaza del Mercado de Cracovia y en otras ciudades polacas, se festejará por todo lo alto la llegada de las tropas estadounidenses. Es un día histórico: fue hace más de 200 años cuando la mayoría de la población polaca dio por última vez la bienvenida a tropas extranjeras, a los soldados de Napoleón».
La británica BBC publicó, por su parte: «La presencia de los estadounidenses, dicen los polacos, enviará un mensaje a Moscú». Y, citando al general de brigada del ejército polaco, Jaroslaw Mika, agregaba: «(Esto) indica que estamos listos para cualquier cosa».
La nota de la BBC cita también a un coronel norteamericano, a cargo de las tropas en Polonia. Consultado sobre una eventual decisión del gobierno de Trump de no continuar con ese despliegue militar en Europa del este apuntando hacia Moscú, el coronel Christopher Norrie afirmó: «No esperamos eso. Estamos enfocados en esta misión aquí y en este momento». «Los soldados están muy orgullosos de estar aquí, la formación es extraordinaria, muy fuerte. Está avanzando muy bien y vamos a seguir comprometidos con esto, porque es importante».
Recordando el clima de los años 30, en vísperas de la II Guerra Mundial, cuando los gobiernos de Inglaterra y Francia negociaban con Hitler, el canciller polaco, Witold Waszczykowski, se permitió decir que si Trump decide llegar a algún acuerdo con Putin, esperaba que dicha reconciliación no ocurriera «a expensas de Polonia».
El entusiasmo por este frenesí de despliegue militar podría ser mucho más peligroso que el despliegue mismo y no deja de sorprender que militares y altos dirigentes políticos europeos y norteamericanos -que saben muy bien cuales serían los efectos de un conflicto militar de esta envergadura- estén preparando el escenario de una nueva confrontación.
Es imposible mirarlo sin pensar si el resto del mundo, en particular América Latina, debe ser solo espectador de este entusiasmo demencial que, si tiene éxito, nos devolverá a todos a la Edad de la Piedra.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.