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El Frente Amplio ante la crisis del PT

Las barbas del vecino Lula

Fuentes: Brecha

Desde el Edificio Libertad a las mesas de boliche, el escándalo de corrupción en torno a Lula es un tormento para los izquierdistas uruguayos, que sin embargo parecen desinteresados de curarse en salud. La izquierda uruguaya sufre duros impactos de la crisis que afrontan en Brasil el Partido de los Trabajadores (PT) y el gobierno […]

Desde el Edificio Libertad a las mesas de boliche, el escándalo de corrupción en torno a Lula es un tormento para los izquierdistas uruguayos, que sin embargo parecen desinteresados de curarse en salud.
La izquierda uruguaya sufre duros impactos de la crisis que afrontan en Brasil el Partido de los Trabajadores (PT) y el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. Pero quizá lo más preocupante sea la ausencia, aquí, de intentos de aprovechar esa negativa y cercana experiencia, para prevenir problemas similares.
Ante todo, hay que definir qué podríamos considerar «problemas similares». Y quizá la respuesta más sensata sea abstraerse del caso concreto (la Nueva Mayoría no necesita comprar legisladores de otros partidos, y tampoco hay por qué pensar que los mismos estén en venta), e identificar su significado.
Si las acusaciones contra dirigentes del PT son ciertas -y todo indica que por lo menos algunas lo son-, los pecados de ese partido fueron sucumbir ante la vieja tentación de justificar los medios por el fin, y asumir una tradicional y corrupta metodología de gobierno, que había prometido eliminar. En menos palabras, el fracaso de los abanderados del cambio habría consistido, justamente, en no cambiar.
¿Y qué sería, en Uruguay, no cambiar la metodología de gobierno? Sobre esta cuestión y otras relacionadas con ella, BRECHA consultó por separado a los politólogos Gerardo Caetano y Constanza Moreira. Ambos reconocieron la gravedad del problema, pero Moreira, directora del Instituto de Ciencia Política (ICP) de la Universidad de la República, propuso quitarle dramatismo y no apresurarse en la condena, mientras que Caetano, su antecesor en ese cargo, adoptó un enfoque mucho más severo y cargado de urgencia.
Ni tanto
Moreira destacó que el manejo de dinero en una «caja dos», al margen de las leyes, afecta a todo el sistema de partidos brasileño, y sostuvo que si al PT «le fue mal» en esa práctica, es porque tiene en ella menos experiencia que los otros. Y también porque éstos, empeñados en evitar la reelección de Lula y auxiliados por los medios de comunicación, «saben exactamente dónde buscar» actos de corrupción como los que cometieron a menudo.
A eso se suma que actores poderosos buscan, dentro y fuera de Brasil, «quebrar al PT, acorralar a Lula e imponerle cierta disciplina para que no se izquierdice demasiado» en materia de política macroeconómica, en la negociación del Área de Libre Comercio de las Américas impulsada por Estados Unidos y en la relación con el presidente venezolano Hugo Chávez, alegó.
La directora del ICP arguyó que «no hay que lanzarse como locos a decir que el PT se corrompió apenas llegó al poder. Primero porque no está demostrado, aunque el partido ya haya quedado manchado en forma indeleble, y en segundo lugar porque nadie ha dicho que hubiera enriquecimiento personal», sino que los objetivos habrían sido netamente políticos.
En todo caso, y a conciencia de que se trata de una «expresión antipática», opinó que «los apoyos a un gobierno siempre se venden o se compran, por dinero o por cargos. Cuando se venden por cargos, como ha sido la práctica habitual en el sistema político uruguayo, le llamamos coalición, pero también existe una negociación, y siempre hay un trueque. Eso puede presentarse como un acuerdo programático, seguido por la designación de personas para que lleven a cabo las políticas correspondientes, pero todos sabemos que esos acuerdos han sido a menudo muy relativos».
Uruguay está muy bien colocado cuando se mide internacionalmente el «índice de corrupción», pero eso no registra prácticas reales, sino la percepción de quienes son entrevistados, y quizás el resultado «mide nuestra ingenuidad», comentó Moreira.
El riesgo actual, en el otro extremo, sería «generar una cultura política en la que todos son sospechosos hasta que demuestren lo contrario», y «hay que tener cuidado con eso, que puede conducir al descreimiento de la política, porque no quiero ni pensar con qué nos quedaríamos», dijo.
Lo más terrible, en su opinión, es la consecuencia en escala latinoamericana, porque «los únicos partidos que tenían credibilidad la pierden, y esto significa un impacto despolitizador, en la medida en que la gente percibe que está en juego la ética, y no ve los problemas de fondo que están detrás».
Ni tan poco
A diferencia de Moreira, que aconsejó analizar este asunto con «neutralidad afectiva», Caetano empezó por reconocer que vive «todo este episodio con mucho dolor», y a la vez «con profundo enojo», pero adujo que no por eso deja de verlo como algo «muy aleccionador, porque muestra que nadie está vacunado contra la corrupción».
Lo que pasa en Brasil es muy relevante para Uruguay en por lo menos tres niveles, evaluó. En primer lugar, indicó que hay un «impacto moral» muy fuerte, en la medida en que el PT se consolidó como representación de «una izquierda democrática y ética, pragmática y responsable, forjada desde abajo y cargada de aprendizaje social y de acumulación histórica».
«No cabe duda de que Tabaré Vázquez, y en general el Encuentro Progresista, salvo opciones marginales, optaron por estar más cerca de Lula y del presidente chileno Ricardo Lagos que de Chávez o Fidel Castro», evaluó.
Ahora, según Caetano, «el PT sale hecho trizas, y uno se puede preguntar si ha entrado en fase de disolución, al ver cómo ha empezado la vendetta dentro del propio partido», aun antes de que se despliegue en toda su magnitud el intento de escarmiento que obviamente busca la derecha.
Además, esta crisis muestra, según el politólogo, «el peligro de la banalización de los procedimientos, y de esa forma de realpolitik que se apoya en que el fin justifica los medios».
«Todos sabemos -dijo- que el PT llega maniatado al gobierno, sin mayorías parlamentarias y enfrentado con poderes fácticos que mantienen una autonomía enorme. Por eso es claro y natural que debió negociar y pactar, pero si los procedimientos son calcados de lo que tanto se criticó, la legitimidad se derrumba. Si alguien debe cuidar sus procedimientos, es el portador del cambio. La izquierda uruguaya debería tomar nota.»
En segundo término, nuestro país se ve perjudicado porque la crisis paraliza al gobierno brasileño, «del que ya no podemos esperar el liderazgo a favor del Mercosur que se perfilaba», y que ya desde el segundo semestre del año pasado había aplicado un giro en su política exterior, contrario al fortalecimiento del bloque regional, recordó.
Por último, la perspectiva de un eventual derrumbe del gobierno de Lula fortalece mucho a Chávez, que en este momento es el político latinoamericano más popular, y determina que la política económica uruguaya deba comenzar a «considerar un plan B o C para la hipótesis de desestabilización de Brasil, donde incluso podría surgir un nuevo Collor de Mello, o una derecha populista».
Qué hacer
«Deslices se van a cometer siempre, porque hay una lógica del sistema, la forma en que se mueven las cosas, relativamente independiente de la buena voluntad. Es bastante inevitable que cuando las izquierdas se estrenan en el gobierno asuman la lógica del funcionamiento anterior, por inercia, si quieren hacer algo», aseveró Moreira.
En el terreno de las enseñanzas y la profilaxis, consideró necesario aprobar leyes que establezcan controles más eficaces de la corrupción, pero también, en el terreno partidario, aprender a afrontar este tipo de problemas mejor que el PT, que se ha defendido «mal y tarde», con medidas semejantes a las de alguien que «se corta un brazo para impedir la gangrena, a riesgo de morir desangrado».
La politóloga reflexionó que «es complicado jugar con las reglas de los gobiernos anteriores», que en Uruguay han sido, por ejemplo, financiarse mediante la ocupación de cargos de confianza. El desafío sería, en vez de «poner a los nuestros», tender hacia «un sistema weberiano de burocracia clásica, al que se acceda con criterios de selección racional, sin el actual caos de contratados y presupuestados».
«La reforma del Estado es una manera de dar respuesta al problema», apuntó. En esta materia ya hubo, en su opinión «algunos escandalitos, por ejemplo en Salud Pública», y «la izquierda tiene que ser especialmente cuidadosa en estos asuntos, poner las bardas en remojo al ver que las del vecino arden, y aplicar un plan de largo plazo».
Para Caetano, «el primer signo de prevención que debería tener la izquierda uruguaya es responder a un déficit histórico, que se ha profundizado, en relación con lo que en inglés se llama accountability, o sea la fiscalización, el control y en general la capacidad de las instituciones y la sociedad civil para exigir al poder (de cualquier signo y esté donde esté, público o privado), que asuma responsabilidades por lo que hace y rinda cuentas».
En este sentido, subrayó la necesidad de leyes de financiamiento de partidos y contra la corrupción, que tomen las pautas ya estandarizadas por la comunidad internacional.
Los dos especialistas admitieron, por otra parte, que uno de los factores de la crisis brasileña está relacionado con un proceso previo, por el que las figuras del PT que llegaron al gobierno se habían «emancipado» antes de la estructura partidaria y de los movimientos sociales, en el convencimiento de que eso era indispensable para conducir una campaña electoral exitosa, y luego para gobernar.
Tal corte de amarras, apoyado en la noción de que parte de los sectores que apoyan a Lula levantan programas radicales irrealizables, supuso la pérdida de muchos vínculos, incluyendo los de control, y la agudización de muchos problemas, incluyendo los de sospechas recíprocas y falta de diálogo. El parecido con lo que ha ocurrido en el Frente Amplio durante los últimos años dista de ser pura coincidencia.
Moreira rescató el planteo de Chico de Oliveira acerca de los núcleos de poder que se generan al ocupar posiciones de gobierno, y que desde allí se reproducen como una trama distinta de la del partido, en la que desempeñan un papel clave los asesores rentados.
Cambiémonos
Sobre la misma pista, Caetano ingresó de lleno a la comparación con el proceso de la izquierda uruguaya, y remarcó los riesgos de que, en la relación gobierno-partido, el primero asfixie al segundo. Desde su punto de vista, allí estuvo una de las causas de la debacle colorada (que también debería ser un ejemplo a evitar), marcada entre otras cosas por la ausencia de relevos, incluso durante un período de gobierno.
El problema se potencia porque el Frente tiene una estructura orgánica obsoleta, incompatible con la conducción del gobierno, y eso refuerza la voluntad de «cortar el cordón umbilical» por parte de los gobernantes, con costos graves como el establecimiento de circuitos cerrados y el debilitamiento del diálogo, la discusión y el control, sostuvo el académico.
Es insostenible que una fuerza política con más de un millón de votantes entregue un poder de decisión inmenso a un grupo de mil y pico de militantes, y como todas las habilitaciones que no se corresponden con la realidad, ésta se ha vaciado de contenido, sin que asomen propuestas de reestructura que puedan hacer viable una relación sana entre partido y gobierno, argumentó.
Una consecuencia del intríngulis, según el ex director del ICP, ha sido la idea de incorporar a los jefes de sector al gabinete ministerial, que tiene racionalidad política pero también crea considerables complicaciones, porque no necesariamente conduce a la mejor selección de personas para llevar adelante las políticas públicas.
La cuestión se agrava, en opinión de Caetano, porque los electorados de Brasil y Uruguay depositaron «expectativas enormes, desmesuradas», en el PT y el Frente Amplio, a partir de «una gran carga de sospecha contra la política» que esas fuerzas políticas canalizaron. Por eso, si cometen los mismos errores que quienes las precedieron (sobre todo en el terreno de la ética, que es el más sensible para la ciudadanía), el «voto enojado» puede volcarse en cualquier dirección.
«El gran negocio de la derecha es que la izquierda parezca igual a los demás partidos; no necesita probar que es peor. En cambio, la izquierda tiene que probar que es mejor y que puede gobernar de otra manera, que es posible cambiar y mover las fronteras del poder», concluyó.

En la izquierda uruguaya

Carlos Baraibar (senador de Asamblea Uruguay)

Creo que en esta operación (de compra de votos en el parlamento por parte del PT) hubo muy, muy poca gente, aunque con mucho poder. Yo tengo confianza en la reserva moral de ese partido. En el PT hay gente irreprochable, como Tarso Genro, Marco Aurélio García, Raúl Pont o el senador Eduardo Suplicy. Nos sorprende que esto haya ocurrido, y los partidos hermanos debemos precavernos. Hay que pensar bien cómo. Tenemos algunas herramientas e iniciativas en la materia, pero hay que desarrollar otras, quizá mediante una comisión de alto nivel que busque acuerdos sobre una especie de código y sobre el seguimiento cercano de los hechos en situaciones en que haya riesgo de corrupción.
(Declaraciones a BRECHA.)

Hugo Cores, dirigente del Partido por la Victoria del Pueblo

Importa mirarnos en el espejo del PT, que ha sido un gran partido obrero y popular, el primero en abarcar a todo el territorio nacional, agrupando a gente humilde. Cuando Lula se hizo cargo del gobierno, en muy breve período el PT dejó de funcionar como organización política independiente del gobierno, y eso fue un factor muy negativo para la gestión del gobierno y también para su proyección sobre la población. No tenemos ninguna duda de que Lula es el mejor presidente posible para Brasil, y deseamos que salga airoso de los ataques que está recibiendo. Al mismo tiempo repudiamos a aquellos que desde dentro de una organización obrera y popular protagonizan hechos de corrupción cuyo efecto principal es la desmoralización de la izquierda.
(Declaraciones a BRECHA.)

Del Movimiento 26 de Marzo

El 20 de junio pasado la Mesa Política del Frente Amplio votó, por mayoría, una declaración de apoyo al gobierno de Lula. El 26 de Marzo no la acompañó, considerando que «ante una denuncia de corrupción lo que corresponde es aclararla, venga de donde venga». Dos meses después, en una nota editorial de radio Centenario, perteneciente a ese grupo, se sostenía que en Brasil se está viviendo «un proceso lamentable pero increíblemente cierto, del cual los dirigentes progresistas uruguayos tratan de continuar rescatando algo bueno y aplicable en nuestro país». En la nota se estimaba que «una vez que el gobierno de Lula se vio libre de los grupos radicales no hubo barreras para los acuerdos secretos, la compra de voluntades y todo tipo de actos de corrupción». En otro comentario editorial de la misma radio (emitido el 18 de julio) se consideraba que «el abandono de las perspectivas de izquierda» y «las renuncias de los sectores mayoritarios del PT a la construcción de un verdadero proyecto de izquierda democrático y popular» están «entre las principales causas de los acontecimientos de corrupción actuales».