Frente a la expansión del capitalismo en el ámbito planetario, el encuentro buscó reunir a los movimientos de defensa de la tierra.
En la recuperada Casa del Pueblo Tlamachtiloyan, de la comprometida comunidad de San Gregorio Atlapulco, alcaldía Xochimilco, Ciudad de México, tuvo lugar –del 3 al 5 de julio– el Encuentro de Resistencias, Latiendo la Tierra, más allá de la aviación, la turistificación y el capitalismo, colmado de problemáticas, análisis y propuestas de acción, y convocado por la Red Permanecer en la Tierra, el Congreso Nacional Indígena y diversos movimientos sociales y colectivos.
Entre mesas de diálogo, reflexiones y foros, las jornadas fueron precedidas de ceremonias ancestrales de ofrenda a la madre tierra y actividades lúdicas, el recinto principal flanqueado por exposiciones fotográficas y pinturas de artistas locales, y los anaqueles de una biblioteca en formación, en un ambiente emotivo, festivo y solidario.
En charla inaugural, la antropóloga Alicia Castellanos expuso los impactos de la turistificación en territorios indígenas, en el contexto de una estrategia de expansión del capital que impulsa un turismo que mercantiliza naturaleza y cultura, revela su carácter depredador, amenazante de modos de vida, implanta una visión estereotipada de la comunidad y los pueblos originarios, profundiza las desigualdades sociales y jerarquías socio raciales, fragmenta los lazos comunitarios, y despoja territorios, recursos y saberes.
Es el caso de la zona chinampera de Xochimilco, o la península de Yucatán, donde se observa la turistificación glorificada del pasado henequenero hacendario, signado por una historia de explotación, sufrimiento y opresión. También, la turistificación ha prevalecido en Pátzcuaro, Michoacán; la Riviera de Nayarit; los Valles centrales de Oaxaca; Cancún, Quintana Roo, y sobre todo, en el Tren Maya o Tren Militar, como proyecto inconsulto de muy alto impacto, por la devastación de la selva y los acuíferos, y el despojo de tierras ejidales.
El turismo, en cualquiera de sus modalidades, incluso el ecoturismo y el turismo rural, no es fuente de los beneficios que aseguran y ofertan las élites políticas y los funcionarios del ramo, es una estrategia del poder “para descampesinizar, despojar y crear un ejército de servidores y consumidores”, privatizar “recursos de las reservas de la biósfera”, “vía la militarización, y la instrumentación de la ley, a través de las declaratorias de áreas naturales protegidas”. En lógicas distintas a la racionalidad capitalista, el turismo puede constituir una experiencia de encuentro entre culturas, demostrado en proyectos turísticos autogestionados, comunitarios y de defensa del territorio y protección del ambiente.
Frente a la expansión del capitalismo en el ámbito planetario, el encuentro buscó reunir a los movimientos de defensa de la tierra, las iniciativas antituristificación, las luchas por el agua y la justicia climática, preguntándose en qué punto se encuentran estos procesos y dónde es necesario centrar su energía en los próximo años, qué competencias es preciso desarrollar, cómo conectarse con todas las organizaciones y los movimientos que defienden sus territorios frente al extractivismo, y cómo unir fuerzas y aprender unos de otros en la construcción de alternativas.
Dos espectros rondaron en las denuncias y reflexiones de los participantes durante el evento: por un lado, la presencia de los grupos criminales en los ámbitos urbanos y rurales, con sus derechos de piso, extorsiones y trasiego de estupefacientes, armas y cuerpos, sus reclutamientos entre la juventud, y, por el otro, la militarización en marcha, con misiones, facultades y atribuciones de las fuerzas armadas fuera de los marcos constitucionales, sus cuarteles en las poblaciones o sus cercanías, e, incluso, hoteles y residencias de descanso para desestresar a su atribulado personal, como ocurre en la laguna de Bacalar, Quintana Roo.
Estos dos actores armados acechan los territorios para facilitar el despojo del capitalismo militarizado y delincuencial, contando con la complicidad de los tres niveles de gobierno y el beneplácito de las corporaciones mineras, manufactureras, refresqueras y cerveceras monopolizadoras del agua, en detrimento de ciudades, pueblos y comunidades. Dramáticamente, se expusieron las causas por las que está en peligro de desaparecer la zona chinampera: el avance de los asentamientos irregulares, la extracción desmedida de los mantos acuíferos, el derrame de aguas contaminadas, la cooptación de voluntades, y el próximo Mundial de Futbol.
En la declaración final, leída por Ángel Sulub y Hortensia Telésforo, se afirma el compromiso por la defensa de los territorios, por la construcción colectiva de alternativas que dignifican la vida, por la construcción de la paz, exigiendo un alto a los megaproyectos de muerte, a las agresiones a la Casa del Pueblo, a la expansión aeroportuaria, a la turistificación y gentrificación, al genocidio contra Palestina, a la guerra contra los pueblos zapatistas, y contra todos los pueblos.
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