Recomiendo:
0

Llegaría a 500 el total de muertos por la represión en Uzbekistán

Fuentes: Agencias/La Jornada

Decenas de cadáveres yacían esparcidos este sábado por las calles de Andizhán, en el este de Uzbekistán, donde la situación permanecía muy tensa con un impresionante despliegue de las fuerzas de seguridad, mientras el presidente Islam Karimov acusó a los islamitas radicales del prohibido partido Hizbi Tahrir. El presidente uzbeko dijo oficialmente ante la prensa […]

Decenas de cadáveres yacían esparcidos este sábado por las calles de Andizhán, en el este de Uzbekistán, donde la situación permanecía muy tensa con un impresionante despliegue de las fuerzas de seguridad, mientras el presidente Islam Karimov acusó a los islamitas radicales del prohibido partido Hizbi Tahrir.

El presidente uzbeko dijo oficialmente ante la prensa que los acontecimientos de Andizhán causaron hasta el sábado cerca de 30 muertos, entre ellos 10 soldados y 10 insurgentes.

No obstante Afp vio hoy cerca de 50 cadáveres, a mediodía en las calles: 20 en la plaza de la administración regional y a un kilómetro de allí, cerca del cine Chulkon, otros 30 civiles muertos, muchos de ellos con impactos de bala.

Un responsable de la organización uzbeka de derechos humanos Appelatsia dijo que cerca de 300 cadáveres, muchos de ellos mujeres, fueron sacados de Andizhán en camiones y un autobús.

«Vi esta mañana tres camiones y un autobús en los cuales los soldados cargaron 300 cadáveres, en la calle frente al cine Chulkon», explicó Lutfula Shamsutdinov, y agregó que un tercio eran mujeres.

Por su parte, el grupo de derechos humanos Appeal Zainatbitdinov aseguró que el total de muertos podría llegar a 500.

Unas 200 personas se reunieron en la plaza central de Andizhán, ciudad de unos 300 mil habitantes, para rezar por las víctimas.

Reunidos frente a la sede de la administración regional, escenario el viernes anterior de la violenta represión contra los manifestantes, dos centenares de uzbekos se arrodillaron para rezar una oración musulmana que concluye: «¡Sangre por la sangre! ¡Muerte por la muerte! ¡Iremos hasta el final!»

Los habitantes de esta ciudad se preparaban para enterrar, en un pequeño jardín de la plaza -antes del anochecer, según la costumbre musulmana-, a 14 víctimas de estos actos de violencia.

Varios periodistas fueron conducidos fuera de la ciudad, prácticamente aislada del mundo por las fuerzas del orden uzbekas.

Sólo la televisión oficial dio una versión de los acontecimientos, y la transmisión de cadenas extranjeras como la estadunidense CNN y la británica BBC está bloqueada desde el viernes.

Ante el hospital central de Andizhán, la cuarta ciudad del país, hombres armados impedían todo acceso a los heridos, y la mayoría de los médicos prefirió no dar ninguna información.

La situación continuaba caótica en esta localidad, en la que varias personas protestaron ante la administración contra el gobierno, que el viernes ordenó disparar contra la muchedumbre que animaba a los insurgentes y pedía mejores salarios y más democracia.

A última hora de hoy no se oían disparos, pero los helicópteros aún sobrevolaban la ciudad.

Karimov, quien el viernes viajó a Andizhán, reunió hoy a la prensa en Tashkent y acusó a los grupos islamitas relacionados con el prohibido partido Hizbi Tahrir de estar detrás de esta insurrección.

«Los planes los elaboraron las mismas personas que organizaron los eventos en Och», ciudad del sur de Kirguistán donde empezaron las manifestaciones populares que condujeron a la caída del presidente Askar Akayev, en marzo.

Por su parte, la representación de Hizbi Tahrir en Gran Bretaña rechazó categóricamente las acusaciones, porque no recurre a «la violencia, la militancia y la lucha armada como métodos para restaurar el Estado islámico».

Agregó: «El presidente Karimov quiere distraer la atención del asesinato a sangre fría de centenares de civiles en Andizhán, incluidas mujeres y niños».

La matanza de Andizhán, dijo, «es el último capítulo de la campaña brutal de tortura, intimidación y asesinatos de Karimov contra los que se atreven a denunciar su corrupción y su tiranía».

Protesta armada

La insurrección del viernes anterior fue lanzada para protestar contra el proceso en curso de 23 personas acusadas de propagar en el país ideas islamitas radicales, y obtener así su liberación.

Los insurgentes asaltaron una guarnición y una prisión de alta seguridad antes de apoderarse de la sede de la administración regional, con apoyo de miles de personas.

Por su parte, el gobierno de Uzbekistán cerró este sábado la frontera con Tadjikistán, otro país donde la agitación islamita fue reprimida por las autoridades.

Es una de las crisis más graves a la que se enfrenta el presidente Karimov, que desde 1991 dirige con mano de hierro este país de Asia central, rico en gas y donde se encuentra una base estadunidense.

El edificio de la administración permanecía este sábado con enormes manchas de sangre, y en la plaza yacían aún 20 cadáveres.

Los disturbios en Uzbekistán se propagaron este sábado a Kara Suu, ciudad fronteriza con Kirguistán, donde los refugiados provenientes de Andizhán construyeron un puente sobre el río que la atraviesa para huir al país vecino.

Dos autos de la policía fueron destruidos por los manifestantes, que prendieron fuego a uno de ellos y arrojaron el otro al río que divide en dos a esa ciudad situada 50 kilómetros al este de Andizhán.

Numerosos uzbekos consiguieron cruzar la frontera, para ser recibidos calurosamente por los habitantes de la zona kirguisa.