Recomiendo:
0

Los huelguistas de hambre de Paraguay conquistaron «prisión domiciliaria» hasta el Juicio Oral

Fuentes: Rebelión

Encerrados en el Hospital Militar, aislados de sus compañeros de lucha y familiares, sometidos a todo tipo de presiones psicológicas, los Cinco Campesinos de la Causa Curuguaty que estaban en huelga de hambre desde el 14 de febrero, reafirmaron lo que dijeron el primer día: no levantarían la huelga de hambre hasta conquistar alguna forma […]

Encerrados en el Hospital Militar, aislados de sus compañeros de lucha y familiares, sometidos a todo tipo de presiones psicológicas, los Cinco Campesinos de la Causa Curuguaty que estaban en huelga de hambre desde el 14 de febrero, reafirmaron lo que dijeron el primer día: no levantarían la huelga de hambre hasta conquistar alguna forma de libertad que les permita proseguir la lucha por la recuperación de las tierras conocidas como Marina Kue, donadas a la Marina Paraguaya en su momento y usurpadas por un caudillo colorado y escenario de la masacre de junio de 2012 que terminó con la vida de once campesinos y cuatro policías y posibilitó la farsa del juicio político que tumbó al presidente constitucional Lugo.

Rodeados de un amplísimo arco de fuerzas campesinas, sociales, políticas, religiosas, parlamentarias y culturales de Paraguay, alentados por una vasta solidaridad internacional, lograron torcer el brazo a la nefasta Justicia Paraguaya (stronerista hasta la medula) y en la media noche del sábado pasado lograron la prisión domiciliaria que bien puede leerse como una libertad acotada y condicional, pero libertad al fin.

Para valorar adecuadamente la magnitud de su victoria hay que partir de que su detención fue parte fundamental de una operación imperial de sometimiento del gobierno de Lugo, hay que recordar que desde 1989 (fin del gobierno de Stroessner pero no del Stronerismo) hay un ataque sistemático contra los dirigentes campesinos como ellos: más de ciento cincuenta asesinatos comprobados y otros tantos sin documentar, cientos de procesados y en los últimos años algunas decenas de condenados a penas cuasi perpetuas (treinta y cinco años en Tacumbú es más que eso, es vivir en el infierno) y que el «Poder Judicial», que no respeta parte alguna del Estado de Derecho, no está acostumbrado a ser contradicho y mucho menos a ser derrotado. Si al Poder la victoria de la huelga de hambre le duele en la soberbia elitista de quienes desprecian los campesinos y abominan de la lucha social, al movimiento popular le viene de maravillas y se suma al éxito logrado en la Huelga General del 26 de marzo pasado en una dinámica de movilizaciones y acciones unitarias que pareciera estar constituyendo una tendencia al crecimiento de la movilización y la acumulación de fuerzas para los sectores más combativos y de izquierda. La libertad de los compañeros de Curuguaty fue una de las dos consignas centrales de la huelga general, la otra fue la anulación de la ley APP que facilita las privatizaciones y otros negociados espurios.

La «domiciliaria» es el primer resultado concreto de la huelga que adquiere así mayor importancia histórica: la tercera en toda la historia paraguaya comienza a torcer la historia más de lo que algunos preveían.

El comunista Rubén Villalba, líder de los campesinos de Curuguaty, cada vez que tuvo posibilidad de comunicarse con su pueblo, insistió una y otra vez que el sentido de su lucha no era lograr su propia libertad sino la recuperación de las tierras de Marina Kue, y que en esa lucha estaba dispuesto a dar su vida. Y cumplió. En la coherencia de Rubén y de sus compañeros de huelga está el secreto de su victoria y en buena medida las razones para la recuperación de un movimiento social y político que venía de vivir la frustración del gobierno de Lugo (no cumplió sus promesas y mucho menos satisfizo las expectativas), la propia Masacre de Curuguaty con el siguiente encierro de los compañeros, estigmatizados como «terroristas asesinos» por casi todos, el triunfo del mafioso neoliberal Cartes y las sucesivas derrotas «judiciales».

Los dogmáticos buscarán en las razones económicas, en las contradicciones al interior del bloque de poder entre los intereses de la vieja mafia stronerista que domina el aparato del Partido Colorado y buena parte de la estructura sindical tradicional, en el choque de influencias entre los yankees y los brasileros (que son en Paraguay igual que una potencia Imperial), las causas de esta victoria, allá ellos; yo prefiero pensar que es la ética de estos campesinos y de aquellos otros, los Seis de la Causa Cecilia, la razón fundamental de la recuperación del movimiento popular en Paraguay. Desde la ética, desde la coherencia, desde la desnuda exposición de sus propósitos vitales y sencillos: tierra para trabajar, tierra del estado usurpada por un empresario, libertad para organizarse, etc. es que pudieron romper la maniobra vil de estigmatización e ir agrupando al lado de sus reclamos a una enorme porción de la sociedad paraguaya, incluyendo a la cúpula de la Iglesia Católica (la misma que avaló el golpe a Lugo) y vastos sectores medios de Asunción, tentados por el consumismo y el modelo de vida yanqui como casi toda la burguesía de la región.

La victoria de los huelguistas de hambre, de Néstor Castro, Rubén Villalba, Felipe Balmori, Adalberto Castro y Arnaldo Quintana es también una gran enseñanza y un llamado de atención para el movimiento popular latinoamericano: no es con concesiones a la derecha que se la vence, parecieran decir los campesinos paraguayos a un movimiento que solo en parte se sensibilizó y movilizó por ellos olvidando la primera y fundamental lección del Che Guevara: Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada.
Sobre todo sean siempre capaces de sentir en lo mas hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad mas linda de un revolucionario.

Deberían pensar en aquella frase los que construyen retorcidos discursos para explicar que los intereses de tal o cual gobierno u proceso les impide ser solidarios con los presos políticos de Paraguay, de Colombia, de Honduras, de Perú, con tantas y tantos luchadores sociales que hoy sufren encierro en esta América Latina donde conviven los procesos de integración no subordinados a los EE.UU. con presos políticos y penetración de la Cuarta Flota Imperial. Alguna vez Fidel explicó que ellos eran solidarios con todos los que luchan porque en esa relación de dar y recibir solidaridad, el que más se beneficia es el que la da; entonces podríamos completar ahora su pensamiento con la hipótesis que la ausencia de solidaridad con los presos políticos no es factor de fortaleza de los gobiernos progresistas y sus procesos de integración sino una de las razones de su debilitamiento, estimulado y aprovechado por los operadores imperiales de cada país y del Imperio. Entonces, la victoria de los huelguistas de hambre debería ayudar a recuperar las viejas tradiciones solidarias del movimiento popular latinoamericano, esas que se potenciaron en los «años del lobo» cuando la Operación Cóndor nos juntó como presos políticos a los argentinos, chilenos, cubanos y uruguayos en Centros como Orletti y que se hunden en la historia del ideario de San Martín, Bolívar y Martí. Acaso el primer paso para asumirnos como americanos de la Patria Grande sea superar las fronteras de la balcanización y asumir la lucha por los presos políticos de toda América Latina como el primer deber, el más elemental e ineludible, de todo patriota y humanista del siglo XXI.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.