Empecemos por señalar algo casi obvio: la intensificación de la presión norteamericana sobre los países de nuestra región. Con Bush el imperio no solo defiende el mantenimiento de su supremacía histórica en A. Latina sino que procura nuevos avances sobre la soberanía y el desenvolvimiento económico de los pueblos. En todos los planos pero con […]
Empecemos por señalar algo casi obvio: la intensificación de la presión norteamericana sobre los países de nuestra región. Con Bush el imperio no solo defiende el mantenimiento de su supremacía histórica en A. Latina sino que procura nuevos avances sobre la soberanía y el desenvolvimiento económico de los pueblos. En todos los planos pero con especial énfasis en los aspectos militares y de apoderamiento de los recursos naturales.
En estas circunstancias, si la izquierda pierde contacto con las masas, si sus estructuras partidarias se debilitan o se vuelven sectarias, si pierda la capacidad de movilización, la vulnerabilidad de su gobierno aumenta.
Cualquier episodio, sea del origen que sea, si no hay respaldo popular activo puede convertirse en un arma del enemigo: hasta la demora frente a los daños de un temporal que hace volar techos, derriba árboles, cables eléctricos y líneas telefónicas.
1- En el contexto adverso de esa agresiva expansión norteamericana, desde el 1º de marzo se ha iniciado en Uruguay un período que se caracterizó como un «cambio de época». Vale decir, las tareas que componían la agenda del gobierno popular no eran la suma de una serie de asignaturas pendientes sino un cambio de la totalidad de las relaciones de fuerza.
Así lo han percibido tempranamente la derecha y la diplomacia norteamericana, que no están dispuestas a conceder nada de sus posiciones de privilegio y que ante cualquier esbozo de cambio ponen obstáculos y presagian más desdichas para el país.
Esto vale para una vasta gama de grandes empresarios, con gran poder dentro de las cámaras patronales, cuyo poder de presión está en proporción con el alcance de su fortuna y sus vínculos con transnacionales, su capacidad de financiamiento a políticos profesionales y su habilidad para adscribir a sus intereses a un séquito siempre dispuesto a encontrar las hechuras jurídicas, o «de sentido común» que sostienen que lo bueno para el país es que unos se deslomen trabajando por salarios miserables para que otros puedan asegurar la rentabilidad de sus empresas y remitir al extranjero sus ganancias.
2- Aparece una idea sustentada por la derecha, que la búsqueda de la verdad y la justicia es antagónica a las iniciativas económicas y sociales que reclama la sociedad uruguaya. El reclamo, de origen pragmático, de contraponer las «realizaciones concretas» a la búsqueda de la verdad histórica, como si esta fuera un lujo prescindible o el capricho de una minoría.
El objetivo de verdad y la justicia significa ingresar al territorio prohibido de un tramo del pasado sobre el que pesa un «pacto de silencio» y un sistema de complicidades forjado a lo largo de los años.
Como resultado de las decisiones del gobierno, las investigaciones han dado inicio, pero los informes realizados por los jefes de las tres armas han resultado una verdadera tomadura de pelo, pues allí poco se aporta de nuevo con relación a lo que ya habían denunciado las víctimas.
Además los actuales mandos aparecen no sólo como coparticipando en acciones represivas que durante años negaron sino que reivindican el papel cumplido por las FFAA durante la dictadura.
Los mandos de las FFAA, responsables de decenas de secuestros y desapariciones, aparecen presentando aquel desempeño como inspirado en el «objetivo superior» de defensa de la patria.
¡Veinte años después de restaurada la democracia, los jefes de las armas siguen sosteniendo que la dictadura salvó al país!
¿Es esta una preocupación de anticuarios? ¿O es algo del presente y del futuro?
Vale la pena ver lo que está ocurriendo con los mandos militares en Brasil hoy, donde las tormentas que sacuden al poder político democrático están haciendo emerger nuevamente un cierto protagonismo militar.
Apareció la famosa «inquietud de los mandos» a quienes preocupa que, privado del respaldo de los políticos centristas, el presidente Lula «pueda quedar como rehén de los grupos de izquierda» como el movimiento sin tierra: ¡qué rápido renace lo que se daba por muerto!
3- Si la izquierda en el gobierno rompe el cordón umbilical que la une con las aspiraciones más sentidas de la gente, se atrinchera en las bastiones prestados de la administración y deserta de las fortalezas propias que nacen de la movilización, renacen otros protagonismos hoy latentes que van a hacer pesar su fuerza en la búsqueda de una salida política.
Una lectura a lo ocurrido con nuestros vecinos bastaría para ver lo que no se debe hacer: desarticular la fuerza política, mantener las pautas económicas impuestas desde el FMI y perder contacto con los centros neurálgicos de la movilización popular.
Viendo la peripecia Lula se comprende que en la A. Latina de hoy los tiempos son cortos. Sobre cada promesa incumplida, vuela el helicóptero del fin de reinado.
Como ocurrió en diciembre del 2001 con Fernando de la Rúa, que se mantuvo apegado a los lineamientos de política económica neoliberal y al ministro Cavallo que los personificaba.
Lo que ocurrió en Bolivia en octubre del 2003 con Sánchez de Lozada, obligado a huir por la movilización popular contra su política neoliberal.
O lo que ocurrió con Lucio Gutiérrez en Ecuador, en abril del 2005, que incumplió con los compromisos contraídos con el pueblo y aceptó todas las imposiciones de Washington y también partió en helicóptero.
4- Los gobiernos de izquierda no tienen a su favor el «empuje ascendente de la historia». Van contracorriente. Un gobierno progresista para durar tiene que actuar con sentido nacional y popular. Y eso significa llevar adelante conquistas para la gente, que universalicen y que hagan claro, a través de hechos -que podrán no ser espectaculares pero si significativos- (recuperación salarial, creación de empleos, recursos para la educación y la atención de la salud) que muestren a todos los ciudadanos el sentido popular del gobierno.
5- A diferencia de otros gobiernos progresistas, como el de Lula, el gobierno del FA no alcanzó la victoria electoral como resultado de acuerdos con partidos de la derecha y posee mayoría propia en ambas cámaras legislativas.
Nuestro compromiso con el programa es más directo y cohesionado que el de Lula. Somos responsables, a sola firma, de llevar adelante un cambio progresista.
A diferencia de De la Rúa que asumió el poder en la Argentina, fruto de una Alianza pergeñada entre gallos y medias noches,
el programa del Frente Amplio no ha sido improvisado sino que hace más de treinta años que se viene enarbolando y actualizando.
A diferencia de la Alianza argentina, el FA no es una conjunción electoral pegada con saliva sino una fuerza política cohesionada con decenios de historia en común.
6- Hay una batalla decisiva en curso: una lucha por verdad y justicia en la que todo parece indicar que el gobierno y el sistema institucional democrático saldrán airosos, sobreponiéndose a las dilatorias y a las mentiras promovidas desde el alto mando militar.
Esta victoria tendrá el efecto de una depuración institucional, sin la cual se sumarían nuevos obstáculos al proyecto de relanzamiento del país por la senda del desarrollo productivo y la justicia social.
Al mismo tiempo está planteada una agenda de realizaciones económicas y sociales que, haciendo del PANES el punto de partida, sea capaz de ir, desde ahora, creando condiciones para absorber mano de obra.
Se acerca el fin del amordazamiento de la actividad sindical y el desconocimiento de los derechos obreros, lo que pone en el tapete la caída del salario real y la necesaria redistribución de la renta.
Es necesario alentar desde ya proyectos productivos, iniciativas estatales, privadas o mixtas, orientadas a darle un sentido social a la reactivación económica. De lo contrario, las cuentas del Estado podrán mejorar, los montos de las exportaciones acrecentarse, el déficit fiscal disminuir. Todo eso nos permitirá recibir alguna palmadita de aprobación por parte de los jerarcas del FMI. Pero no se habrá alcanzado el comienzo de una mejora sustantiva en las condiciones de vida del pueblo trabajador. Y ese objetivo es tan esencial para el Frente Amplio como la búsqueda de la verdad y la realización de la justicia.