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Para la unidad de la nación, el Kremlin necesita a toda costa un enemigo asequible

Los septiembres de Bush y Putin

Fuentes: Novaya Gazeta

Traducido del ruso por Josafat S.Comín

Tras los ataques terroristas sobre América en el 2001, los ciudadanos estaban indignados, asustados y exigían golpes inmediatos de respuesta contra el enemigo, para refundir ese miedo y esa rabia impotente en energía de lucha y en confianza en la victoria final.

Dos años antes en Rusia la situación era similar. La incursión de los hombres de Shamil Basayev en Daguestan solo pudo ser repelida con enormes dificultades y gran número de bajas. A esto le siguieron una extraña serie de explosiones en bloques de viviendas, donde murieron cientos de victimas inocentes.

El pánico y la rabia se adueñaron del país. Nadie se podía sentir seguro. Pero el entonces primer ministro Putin tenía en sus manos un claro plan de acción: ir a Chechenia para acabar con el enemigo en su guarida.

La operación contra Chechenia llevaba tiempo preparándose. Se había acordado un plazo de actuación que fijaba el inicio de las operaciones para septiembre del 99, en declaraciones de Serguei Stepashin, quien preparó la misión primero como ministro del interior y desde mayo del 99 como primer ministro. Según Stepashin, la entrada en Chechenia hubiese empezado independientemente de los atentados o la incursión en Daguestan. Pero la excusa no pudo venir en mejor momento.

Es cierto que estaba en vigor un acuerdo de paz, firmado en el 97 por los entonces presidentes Boris Yeltsin y Aslan Masjadov, que prohibía recurrir al uso de la fuerza para dirimir las diferencias en las relaciones ruso-chechenas. Pero el poder hizo ver que tal acuerdo no existía.

En el 99 el enemigo estaba a la vista y a tiro, así que nuestras mal pertrechadas tropas, equipadas con un armamento pesado caduco consiguieron avanzar sin prisa y alcanzar sus objetivos. En dos meses avanzaron combate tras combate 40 Km. desde la frontera en dirección a Grozni. Dos meses asediaron la ciudad, dos meses más se dedicaron a perseguir la guarnición que huía, mientras iban ocupando distintas poblaciones a su paso. Los combates fueron largos, sangrientos, donde la población civil se llevo la peor parte. Pero se produjo un avance considerable. Hubo victorias como la de Komsomolski, donde en el 2000, como reconocieron los propios separatistas, los guerrilleros sufrieron 800 bajas. El Kremlin y Putin se vieron reforzados por el apoyo social.

George Bush en el 2001 tuvo que ponerse manos a la obra en la tarea de buscar un enemigo. Pero las posibilidades de los americanos no son comparables a las nuestras. Sin calentamiento previo, marcharon sobre Afganistán al otro lado del mundo a darles su merecido a los Bin Laden y sus Talibanes. Y en contra de las sombrías predicciones de nuestros expertos, desacreditadas ya en la anterior guerra en las montañas afganas, en un mes consiguieron echar a los talibanes y dispersar las filas de Al-Qaeda.

Por supuesto la dirigencia de talibanes y Al-Qaeda consiguió ponerse a salvo, y de vez en cuando en Afganistán se producen enfrentamientos armados. Mientras la producción de heroína se desarrolla a toda maquina.

El éxito de la operación afgana desató en los EE.UU un impulso del sentimiento patriótico y de la unidad nacional, tras el cual la invasión de Iraq fue recibida con beneplácito. Hoy día, a pesar de las numerosas bajas en Iraq, no hay demasiadas dudas de que ese impulso inicial de Bush le será suficiente para ser reelegido en noviembre.

Mientras, en nuestro país solo pueden soñar con ese sentimiento de unidad, modelo otoño del 99.

Después de lo de Beslán, por muchas declaraciones que haga el presidente, por mucho que se esfuercen las cadenas estatales, algo no les acaba de funcionar.

La mayor parte de los ciudadanos no ve con buenos ojos la decisión de Putin de elegir los gobernadores regionales a dedo desde Moscú. Aunque sea al amparo del hasta ahora infalible lema: «En aras de la unidad de Rusia». En la sociedad crece la división, el desencanto con los gobernantes, con la desvergonzada censura en la televisión, y el propio presidente ya no parece tan bueno como antes.

Por supuesto el poder no se queda con los brazos cruzados. En principio ha sido aceptado un programa de 11 puntos, propuesto por los servicios especiales, muchos de los cuales ya se han cumplido. En concreto se trataría de un reforzamiento del bloque antiterrorista dentro del FSB (Servicio Federal de Seguridad, ex KGB.)

Ya habrian sido destinados secretamente para este fin decenas de millones de dólares para pagar a los confidentes del círculo próximo a Masjadov y Basayev, a parte de la oferta pública que pone precio de 10 millones de dólares a sus cabezas.

Están adoptando como modelo a seguir la experiencia israelí en la lucha contra los extremistas. El ministerio de exteriores conjuntamente con otras instancias y con la cobertura de los medios de información controlados por ellos se esfuerzan en cumplir la encomienda consistente en: «crear y desarrollar en el extranjero una imagen especialmente negativa de todos aquellos que se puedan oponer en el terreno político y militar, a los intereses rusos en el Caúcaso norte». Moscú propuso adoptar una proposición en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre entrega de terroristas.

La resolución, Occidente por supuesto la apoya, pero no va a entregar a ningún refugiado político relacionado con Beslán, para que se ensañen con él.

Por eso y a pesar del fracaso de la operación en Qatar para liquidar a Yandarbiev, se planea continuar con la práctica de eliminación de los «lideres separatistas chechenos y emisarios de Masjadov». Especiales esfuerzos se van a concentrar en torno a la figura del magnate Boris Berezovsky, quien en opinión de nuestros servicios secretos, representa el cerebro de la oposición antiputin y a la vez está relacionado con los guerrilleros chechenos.

Todo esto suena y parece poco sutil. Todavía hay que llegar hasta los refugiados políticos, para montar una brillante operación de exterminio, y mientras los servicios secretos occidentales, teniendo en cuenta la experiencia en Qatar, estarán esperando a nuestros «artistas en gira».

Por si fuera poco ahora nos sale Masjadov diciendo que llevará a juicio a Basayev por la carnicería de Beslán, y lo más seguro es que tenga más posibilidades de éxito que el FSB y la fiscalía. ¿Qué pasaría si Masjadov consiguiese de alguna forma a Basayev? ¿Le recompensaría el FSB con los diez millones, el anonimato, la seguridad, etc.?

Hay que golpear de una forma clara, como sea, pero no acaba de avistarse un enemigo asequible. Nos queda por lo visto la débil Georgia, poco querida y al alcance. Nos queda el desfiladero de Pankisi, fácil de bombardear. Cierto que preparar un conflicto trascaucásico a las puertas del invierno parece una locura, e incluso la débil Georgia ya no lo es tanto con Saakashbili. Pero la necesidad no conoce ley.